Cómo ser artista: 4 consejos de Henri Matisse

03 / 08 / 2018
POR Belén Rubiales

Te contamos cómo evitar los bloqueos creativos o superar la adversidad a través de las palabras, obras y vida de uno de los mejores creadores de principios del siglo XX.

 

 
Henri Matisse fue un prófugo de la abogacía. Se licenció en derecho y, tras trabajar brevemente en el sector, ignoró los consejos de su padre y comenzó a formarse en el mundo del arte. Pronto despuntaría en sus creaciones el uso inadecuadamente adecuado del color: verde en el cuello, naranja en el rostro, rosa y azul en los brazos. El artista expresaba así no sólo lo que veía, sino también lo que sentía. Se le identificó, entonces, como precursor del Fauvismo: un movimiento pictórico que se originó en el París de las vanguardias y que se caracterizó por un uso bestial del color.

Matisse, a largo de sus años como profesor de arte, en las entrevistas que concedió a diferentes periódicos o en las cartas que intercambiaba con familiares y amigos, dejó clara su posición y opinión sobre qué significaba ser un artista. Además, es un ejemplo claro de superación, de resiliencia, de reconfigurar lo malo y convertirlo en algo menos malo: en arte.

Nos hacemos eco aquí de cuatro de las claves que se deberían tener presentes para llegar a ser un verdadero artista, según artsy.net. Palabra de Matisse.

1. Primero domina los básicos; después sé expresivo.

 

La Danza, Matisse, 1905, Museo del Hermitage, San Petersburgo

 
Matisse enseñaba a sus alumnos a dibujar de forma realista, ya que consideraba que todo nuevo artista primero tenía que aprender a dominar las técnicas básicas de composición y líneas; así como ser grandes conocedores de los maestros de la pintura. Después ya podía dedicarse uno a la expresión. Henri, en concreto, buscaba: “expresar luz, pero no el fenómeno físico, si no la única luz que existe, la que está en el cerebro del artista.”, escribía en 1945.

Él seguía firmemente su propio mantra: “la expresión lo es todo”. Comparaba su aprendizaje creativo con el trabajo de un acróbata: “quien ejecuta su número con calma y aparente facilidad. No perdamos de vista el largo trabajo de preparación que le ha permitido obtener ese resultado. Ocurre lo mismo con la pintura”, escribía.

2. Crea tus propias reglas.

 

La Raya Verde, Matisse, 1905, Galería Nacional de Dinamarca

 
Todo artista que se precie se ha caracterizado, en alguna ocasión, por sacar los pies del tiesto. Hay que ser un rebelde sin causa, como Matisse, que contestaba de esta manera, allá por 1912, cuando se le preguntaba que por qué había pintado tomates azules: “Porque los veo de esa manera, y lo siento si nadie más lo hace.”

Como un gran maestro del color que era, lo utilizaba como nadie más solía hacerlo: usaba el negro en los lienzos –al contrario que la mayoría de los impresionistas- y empleaba pigmentos brillantes en sus paisajes y retratos –lo que le costó críticas negativas del mundo del arte en las exposiciones de sus trabajos. Pero él bien decía: “Trabajo sólo para mi. Fui salvado. El amor de los materiales, por su bien propio, vino a mi como una revelación. Comencé a sentir una gran pasión por el color, que se desarrolla en mi.”

3. Rodéate de cosas que te gusten, pues ellas te inspirarán.

 

Estudio de Henri Matisse

 
Ya fuera en su estudio de Niza o en el del pequeño pueblo francés Vence, Matisse siempre tenía a mano su “colección de trabajo”, que incluía gran cantidad de cerámica, textiles, estatuas, plantas, pájaros, y otros objetos que atraían su fascinación. No sólo debían ser piezas visualmente atractivas. Algunos objetos eran utilizados simplemente como tema central de su trabajo; y quizás ese sea el motivo de las ausencias de bloqueos creativos durante las cinco décadas de creaciones.

Entre sus objetos favoritos, encontrábamos lo siguiente: un florero turquesa de vidrio soplado, de España; una jarra de peltre grabada y una olla de chocolate, ambas de Francia; o cortinas y pantallas del norte de África, conocidas como haitis. Otro de sus objetos fetiche era la planta tropical Monstera Deliciosa, a la que el artista apodó como “planta de queso suizo”, por los círculos que desarrolla en sus hojas a medida que madura. Podemos verla en sus obras a partirde 1930, y parece que también fue la inspiración de algunos de sus últimos trabajos recortados con inflorescencia, como ‘El Perquito y la Sirena’ (1952) y ‘La Gerbe’(1953).

4. No dejes que nada ni nadie te impida crear.

 

Henri Matisse en su estudio-dormitorio

 
En enero de 1941, a la edad de 72 años, a Matisse se le diagnostica cáncer duodenal. Tuvo que someterse entonces a una operación que le salvaría la vida, pero que lo dejaría, para el resto de sus días, postrado en una cama o silla de ruedas. El pintor vio en esta situación una oportunidad para empezar de nuevo, y reconfiguró su dormitorio y dispuso en él lo necesario para pintar y crear arte; de tal manera que estuviera todo a su alcance, alrededor de la cama.

Su salud física empeoró, impidiéndole pintar. Lejos de hundirse, volvió a usar su genialidad para crear otra forma de arte, a través de pintura gouache, papel y tijeras. Sus asistentes pintaban el papel y luego él le daba forma con la tijera; creando así un tipo de composición diferente, que muchos consideran como lo mejor de su carrera. De esta época es ‘La Piscina’ (1952).

En cartas a su hijo Pierre, Matisse decía lo siguiente, en referencia a su nueva situación: “Todavía estoy aquí. Me concentro en una sola cosa -mi trabajo, por el que vivo. Desde el punto de vista de mi equilibrio mental, mi operación fue extraordinaria. Me ha dado un nuevo equilibrio. Puso mis ideas en orden. Me dio una segunda vida.”, escribía.