El arte del collage: un encuentro mágico con nuestras raíces

12 / 11 / 2018
POR Anna Alfaro

Rocío Montoya, Mari Quiñonero y Ana Himes. Tres mujeres, tres sensibilidades, tres universos. Hablamos con ellas.

 

Ana Himes


 
Cuando la naturaleza se expresa a través del arte y se respira en el collage de tres grandes mujeres artistas, sus obras mezclan materiales y elementos que nos devuelven a lo más primario, a las raíces, a la esencia y hablan de identidad, de lo sencillo, de nuestro inconsciente, de nuestras inquietudes. Tres particulares visiones del entorno y del mundo que viven desde su lenguaje propio, tremendamente marcado por el collage y otras artes en las que cada una de ellas se siente cómoda y trabaja guiada por las emociones propias. Expresarse libremente a través de sus creaciones, utilizar las imágenes como medio de comunicación y proyectar su mirada femenina libre y fuerte, mostrando y defendiendo el contacto con la tierra, la naturaleza y con las raíces. Una vía para dar rienda suelta a la imaginación e invitarnos a reflexionar, a través de su propia mirada, sobre los excesos en los que estamos inmersos. Excesos de estímulos, tecnología, conexión, prisas… Imponiéndose cada vez más la necesidad de desconectar para volver a conectar. Una contradicción en toda regla.
 

Rocío Montoya


 
Rocío Montoya es fotógrafa, diseñadora gráfica, web y editora con sede en Madrid. Su especialidad es la fotografía experimental, terreno en el que se ha movido desde sus inicios creativos, con gran interés por el retrato, abordado a través de diferentes técnicas plásticas y siempre con la fotografía como base esencial de cada obra final. Se sumergió en el terreno de las artes visuales por la curiosidad de expresar sus inquietudes y por la necesidad de buscar la belleza como vía de evasión y deleite personal. Admira la pintura y el surrealismo y fusiona el cuerpo humano con la naturaleza, la figura femenina y la pérdida de identidad, todo ello como base conceptual de su trabajo.

Juega con texturas, fragmentos de revistas y antiguas ilustraciones de botánica que integra con la fotografía, el lienzo en blanco donde recrear nuevos imaginarios dejándose llevar por aquello que le inspira. “Lo que más me gusta de la fotografía es su naturaleza polifacética que me permite inmortalizar instantes y obtener espacios bidimensionales sobre los que construir mi propio universo gráfico” me cuenta Rocío. “La fotografía es el soporte perfecto para dar rienda suelta a mi imaginación, es como la butaca donde me dejo caer para tejer mis sueños”. Su obra, con gran protagonismo del retrato, es una interpretación personal de los sujetos a través de la experimentación. Experimentación que lleva más allá manipulando sus fotografías con procesos de edición digital, en una búsqueda continua por dotar a sus fotos de un carácter más pictorialista, influencia heredada de su padre, artista pintor. Pero fue en 2014 cuando empezó su relación con el collage y la verdadera culminación de su evolución como fotógrafa.

La artista trabaja el collage mezclando distintos elementos de la naturaleza con retratos y detalles de la figura femenina. “Para mí el cuerpo es un ente vivo capaz de generar y de transmitir energías. Me gusta proyectar esta transmisión de emoción a través de la transformación para plantear lo que somos y lo que podemos llegar a ser”. Un juego que le lleva a explorar la identidad, algo que se pierde en este mundo acelerado en el que nos detenemos poco o nada a escucharnos, observarnos y fijarnos en quiénes somos verdaderamente, dónde estamos, qué deseamos o qué necesitamos. “Nos perdemos entre tanto cliché y estereotipo. Intentamos aprender a ser nuestra mejor versión de nosotros mismos sin saber realmente quiénes somos o quiénes queremos ser”. A Montoya le gusta jugar con la idea de encontrarse a uno mismo esquivando precisamente esos arquetipos, indagando en nuestras raíces, en lo más primario. Algo que consigue desdibujando los rostros de sus protagonistas. Esos cuerpos, esas mujeres, dejan su huella corporal y emocional, la artista deja su propia huella conceptual y se une a la composición, un tercer ser que es la fusión de ambas. “Manipular mis imágenes a través del collage me ha abierto las puertas a un universo infinito de posibilidades gráficas, puedo contar todo lo que quiera con una absoluta libertad y deleitarme con la belleza de lo ‘imperfecto’”.
 

Rocío Montoya


 
Sin duda, un resultado creativo armónico, bello y lleno de significado que nos permite explorar sobre esa sinergia entre cuerpo y naturaleza, algo que siempre le ha resultado adictivamente bello y que repite, como podemos ver en su obra, de una manera obsesiva a lo largo de los años. Plantas, flores, paisajes marinos, desiertos o cualquier rincón donde se atisbe un recoveco de entorno natural. Fusionar estos elementos con el cuerpo humano y con la fotografía de retrato le permite adentrarse en un territorio donde el individuo realiza un acercamiento somático con el medio, desdibujándose en un ejercicio de camuflaje orgánico, cuyo objetivo es refugiarse en lo esencial.

Montoya entiende la naturaleza como fuente de vida, algo que le inspira, fascina y que muestra en sus obras como si de un homenaje hacia ella se tratara. Interesada en reflexionar sobre nuestras raíces y sobre aquellas cosas que son verdaderamente importantes para convivir en armonía con nuestro entorno, empuja a través de sus collages a la toma de conciencia sobre la importancia del respeto y cuidado del planeta.

“Vivimos en una sociedad hostil e irrespetuosa con el medio ambiente y es como el paradigma de lo absurdo, ya que el entorno natural nos proporciona todo lo que necesitamos: el alimento, el aire, la energía. Mi obra hace alusión a este concepto de alianza y también es un homenaje a la mujer que, al igual que la Madre Tierra, tiene la capacidad de concebir y dar vida”.

En su obra, a pesar de experimentar y expresar en ella sobre sus inquietudes, inconsciente e intuición, el mensaje no va implícito, está abierto a múltiples interpretaciones, algo que nos da y proporciona el arte del collage.

“Realmente no busco llegar a ningún lugar concreto, simplemente disfruto haciendo lo que me gusta y experimento con mis inquietudes, mi inconsciente y mi intuición”.

“Si tuviera que destacar un mensaje, me haría especialmente feliz que la gente reflexionara acerca de aquellas cosas que son esenciales, para celebrar un encuentro mágico con nuestras raíces, con lo primario, a través de la naturaleza”.
 

Mari Quiñonero


 
La artista plástica Mari Quiñonero, originaria de Murcia, con base en Madrid, trabaja también el collage, algo que inicialmente comenzó de un modo naive, recortando y pegando todo tipo de papeles pero que con el tiempo, el estudio, la experiencia, el ensayo-error y los años de vida dedicados al arte, ahora trabaja en todo su esplendor, ensamblando distintos materiales para que el proceso de creación sea lo más sensorial posible, dando como resultado una obra estética y decorativa.

Recurre a fibras naturales como la pleita o la rafia, la cerámica rota, los papeles, los tejidos, el alambre, el vinilo, etc. Según me cuenta Mari, todo es susceptible de entrar en su obra aunque, sobre todo, se centra en elementos que encuentra en la propia naturaleza, como fibras naturales o pedazos de madera. Otras, busca texturas o juega con materiales como el algodón tejido para conseguir ciertos efectos visuales. Estamos ante otra mujer artista del collage que recurre a la naturaleza para expresarse y jugar con ella y sus múltiples opciones, una mezcla que nos lleva a nuevos mundos y significados, que nos remite a lo esencial, a lo primario, a las raíces y a un mundo mágico y lleno de posibilidades. Las propias del material, su combinación con otros, la esencia de la persona creadora, del observador y esa relación que se crea entre todos ellos.

“Cada vez más, tengo la certeza de que todo se reduce a lo esencial, a lo que es de verdad, y eso se encuentra en la vida misma, en la vida sin artificios que inevitablemente como artista llevo al terreno profesional”. Así es la naturaleza de Quiñonero y así es la naturaleza que nos rodea, esencial, verdadera y sin artificios. Perfectamente imperfecta.

Expresarse a través del collage no tiene límites ni reglas, únicamente lo que decide el artista. Por ello se mezclan técnicas, materiales, colores, formas, composiciones, todo vale y en ese todo, se experimenta y juega con volúmenes, texturas y diferentes matices para expresar el interior, lo que llevas dentro, la autenticidad y lo sencillo, la limpieza visual que, en definitiva, es como se siente la artista, sencilla, sin artificios. Una presentación que hace de sí misma desde la más absoluta sinceridad y de su estilo de trabajo, también natural, primario y humano. “Me gusta mucho trabajar con las manos. Sentir, tocar. Mi trabajo siempre es original, no hago nada digital”. “Me dejo guiar mucho por lo que siento y nunca me fuerzo a hacer nada. Me gusta que todo sea muy fluido. Si sale a la primera bien, si no, ya saldrá”.
 

Mari Quiñonero


 
Y como también Montoya defendía, deja la interpretación de la obra en manos del observador. “Yo expreso lo que llevo dentro, pero me gusta pensar que cada espectador sentirá algo diferente al ver mi trabajo. Los formatos que elijo, las composiciones, el juego de texturas y materiales… todo puede ser muy evocador pero la conclusión de toda esta reflexión es que el arte hace nacer a cada uno un sentimiento diferente y todos son válidos”.

Reafirmando el trabajar desde la simplicidad, sin excesos, sin artilugios, Quiñonero sigue el precepto de Alexander Calder: «Si una obra tiene razón de ser, es suficiente con muy pocos elementos».

Hay que retomar las rutinas más naturales y sencillas de la vida. “Yo estoy al borde de los 40 y quizá antes no pensaba tanto en esto, pero con lo años, voy teniendo prioridades muy claras en mi vida. Me gusta madrugar y desayunar con mi pareja antes de que cada uno se vaya a su estudio, me gusta trabajar con luz natural y rodeada de mis perros. Hacer la comida, leer un libro tirada en el sofá… son cosas sencillas pero cada vez son más un lujo y a veces siento que en este torbellino de redes sociales e internet, mi vida va como a cámara lenta porque me resisto a ser arrastrada por la masa. Siempre que pienso sobre todo esto me viene a la cabeza la frase de Joyce Mansour: ‘El artista nunca debe plegarse al gusto de la mayoría, sino ir hacia adelante y abrir nuevos caminos’. Pues eso. A mi aire. A mi ritmo”, sigue contándome Quiñonero. Una vuelta a la esencia, nuevamente, a lo primario, básico.

“Adoro la naturaleza, desde siempre. Caminar por el bosque o la montaña es una actividad que me conecta mucho conmigo y con el mundo. Lo siento así, de hecho dentro de mi trabajo como fotógrafa tengo varias series que pivotan sobre elementos y contextos naturales. Para mí la naturaleza es un maestro tremendamente generoso, inspirador e inagotable, por eso procuro acudir a ella” palabras de Ana Himes mientras conversamos sobre su relación con la naturaleza a nivel personal y artístico.
 

Ana Himes


 
Ana Himes es fotógrafa, ilustradora y editora. Crea arte a través del collage por las posibilidades que la técnica le ofrece a través de la unión de elementos dispares que de un modo armónico se pueden unir a través de las texturas de las materias primas y de esos papeles antiguos, muy propio de ella el protagonismo del mundo analógico. “Me gusta que mi trabajo vaya más allá de la pantalla del ordenador. En mi opinión, todo lo que implique cierto juego manual –entendido este como un componente netamente lúdico–, activa zonas mentales diferentes a las que lo hacen delante de una pantalla y a mí en concreto, además me libera y me relaja sobremanera”.

Sin renegar de la tecnología, Himes prefiere los trabajos creativos que mantienen el poso de lo artesanal. Hace uso de tijera y cúter para los collage y para sus trabajos fotográficos personales, recurre a cámaras de medio formato o de 35 mm. “Ese ritmo, ese poso, me hace disfrutar más de cada fase y en cierto modo lo asocio a lo que la propia naturaleza me provoca: un «aquí y ahora» sosegado y tremendamente inspirador”.

En su proceso de creación hay mucho de su naturaleza propia y en concreto de su naturaleza interior. Inspirada por su imaginación, se nutre de sus recuerdos y asociaciones conscientes e inconscientes que brotan durante el proceso creativo.
 

Ana Himes


 
“En la inmensa mayoría de mis collages (si no en todos) puede observarse naturaleza, ya sean plantas, animales o el cosmos en una escala mayor. Y en concreto, siento predilección por los pájaros y por las flores. Los pájaros me atraen como vínculo entre lo terrestre y lo celeste, y por su simbolismo de libertad y espiritualidad. Y las flores por lo sutiles que son y por su delicadeza y transitoriedad”.

Estas tres artistas nos llevan a través del arte a lo más primario, instintivo, simple y natural. Volver a lo básico, a lo sencillo, huir de excesos y cosechar la calma, la tranquilidad, lo natural, lo auténtico y nuestra más pura esencia. Volvamos a la naturaleza, volvamos a lo imperfectamente bello y disfrutemos del lujo de las cosas sencillas. El arte del collage nos lleva a la esencia.