«Siempre pienso que el dibujo resultante es un reflejo de tu estado interior y cuando pinto casi que me conecto a ese momento como si de una meditación se tratase.»
El agua que vibra y la tinta que se expande: así es el universo del suminagashi que ha conquistado a Amelia García (Murcia 1990). Esta técnica japonesa, que a menudo viste las cubiertas de los libros, se ha convertido para ella en una forma de alcanzar el wabi sabi, de frenar para sentir el presente y de unir la tradición con la nueva expresión. En ese presente creativo, su pequeño Elio es un compañero de viaje con el que a través del juego, descubre un lenguaje propio que se manifiesta en un arte genuino, el que solo es capaz de lograr las visiones de los niños.
Resumiendo, ¿en qué consiste el suminagashi?
El Suminagashi surge en Japón entre los siglos XI y XII y se traduce literalmente como “tinta que flota en el agua”. Es una técnica de estampación por la cual se vierte tinta negra y un dispersante sobre la superficie de agua para después ser recogida en un papel obteniendo así un dibujo o patrón.
Debido a la naturaleza del medio, la tinta fluye rápidamente y es difícil controlar su recorrido. Todo puede alterarlo, incluso la propia respiración o cualquier factor externo de nuestro alrededor como puede ser el aire o cualquier movimiento. Por esto es importante encontrar un momento tranquilo, pausar e introducirse de lleno en el suminagashi.
Siempre pienso que el dibujo resultante es un reflejo de tu estado interior y cuando pinto casi que me conecto a ese momento como si de una meditación se tratase. Por supuesto las formas y los dibujos son irrepetibles y me parece algo único y extraordinario.
Estudiaste comunicación audiovisual, eres fotógrafa, encuadernadora. Te has movido en distintos oficios y técnicas pero en estos momentos te decantas por desarrollar suminagashi. ¿Qué has encontrado ahí?
Paz. Realmente nunca he dejado de hacer todo lo demás pero cuando me entrego al Suminagashi y encuentro ese momento, no existe nada más. Estoy en un momento vital de mucha calma y creo que eso también se refleja y se puede ver en mi trabajo.
Además de ser experta en esta técnica, ¿qué otros trabajos llevas a cabo ahora para vivir?
Como has mencionado antes, primero fue la encuadernación y de hecho, lo del Suminagashi me viene de ahí. Son procesos que están muy relacionados, el Suminagashi es la matriz del marmolado, técnica que se ha usado a lo largo de la historia para decorar las guardas de los libros. Gracias a la encuadernación pude conocer y dar el salto a pintar. Sigo encuadernando a pequeña escala, recibo encargos de particulares y marcas, cosas de autor o hechas a medida. Este oficio yo lo ubico un poco en el mismo lugar que el de pintar, es mi lugar feliz, es terapia, es importante para mi salud mental y es lo que alimenta mi espíritu.
Ya sabemos que del arte es muy difícil vivir, así que esto lo combino con otro trabajo ligado a mi faceta audiovisual. Desde hace poco más de un año tuve la oportunidad de empezar a trabajar como producer de las campañas de exterior en una marca y lo estoy disfrutando mucho.
Me permite salir y estar conectada con lo que ocurre fuera, conocer a gente muy distinta a mí y eso me nutre, me da vidilla y me recarga las pilas para volver a mi cueva en la provincia.
¿Qué es lo que te mueve Amelia? <3
La belleza. En todas sus formas y expresiones es el motor que mueve mi mundo y que busco en todo lo que me rodea. Creo que sin belleza me marchitaría un poquito como una flor. Sería menos feliz.
Pasaste por Japón hace un tiempo y desde que te conozco te he visto atraída por la cultura de allí. El espíritu oriental a la hora de hacer las cosas, de alguna manera, está inoculando en ti. ¿Qué ves ahí?
En 2012, hace ya 13 años, compartí dormitorio con un maestro ceramista japonés, mi amigo Masashi Suzuki y pude ver la presencia, atención y amor que ponía en cada gesto cotidiano del día a día. Desde cocinar a limpiar, me explotó la cabeza.
Me conecta también con el ritmo pausado de las provincias pequeñas del que yo siempre había renegado de pequeña y que, en la etapa adulta, supe poner en valor. Yo soy una persona muy inquieta y esto fue una lección de vida que tuve que aprender.
Para desarrollar la técnica de suminagashi también es fundamental comprender la ideología occidental, ¿o crees que se puede llegar a entenderla simplemente practicando?
Creo que todo está relacionado, es importante conocer algunos conceptos de la filosofía oriental para entrar profundamente en el Suminagashi.
En todo proceso artesanal hay un margen de error. Me gusta mucho el término japonés Wabi Sabi por el cuál se celebran las imperfecciones en oposición a la belleza absoluta como parte de una vivencia que le otorga vida y alma al objeto. Así el error, lo veo como un valor añadido más que como un fallo. En relación a esto también está el Kintsugi que es el arte de reparar la cerámica rota con oro destacando la belleza de las imperfecciones y la historia de las piezas.
Recomiendo mucho la lectura de El Elogio de la Sombra que es un tratado sobre la estética japonesa en contraposición al concepto de belleza occidental escrito en 1933, siempre me gusta volver a él.
De lo último que has hecho, ¿qué es lo que te gustaría compartir?
Me gustaría destacar una colaboración que hice con Jo Malone en la cual pude hacer una acción para la presentación de su perfume Hinoki. Fue muy especial para mí porque la gente se pudo acercar y ver el proceso de hacer un Suminagashi en directo. Además fue colaborativo y hubo quien quiso pintar y experimentarlo en primera persona. Me encantó ver las distintas reacciones de la gente y que pudieran llevarse sus obras originales.
También fruto de esta colaboración hicimos un workshop en el restaurante japonés Kabuki de Madrid donde transmití y enseñé mi pasión por esta técnica a todos los asistentes.
Hay un artista que sigo en redes que me fascina, se llama Elio y pinta cosas. ¿Cómo es trabajar con alguien que hace cuatro años salió de ti <3?
Cuando hablo de Elio no tengo palabras porque es una cosa que sale del estómago y no desde la cabeza. Desde muy pequeño identificó que nuestra cosa era pintar, es nuestro juego. A través de sus dibujos entiendo mejor su manera de pensar y su universo sin necesidad de hablar. Es un gran maestro, me enseña que lo que creo que es de una manera puede ser de muchas otras, me abre la puerta a un mundo sin fin. Es una fuente de inspiración total para mí. Todavía es pronto pero ojalá quiera seguir pintando conmigo y que nunca deje de verlo como un juego.
¿Dónde te encantaría ver tus patrones?
Me pasa que disfruto mucho más del proceso que de las obras terminadas. Hace poco leí en un libro sobre el lenguaje gráfico de los niños que el garabato puede interpretarse como la música y el ritmo, en los trazos pueden leerse los matices más suaves o fuertes y que cuando el impulso ha llegado a su fin, se agota y carece de interés para el niño, el dibujo ha terminado.
Para mí el Suminagashi tiene esa cosa efímera del momento, casi mágico, en el que se practica y que cuando está terminado es una obra única, irrepetible. Por eso me cuesta verlo reproducido en otros soportes o convertido en producto comercial porque creo que aquí pierde un poco ese significado. Me gusta mucho cuando he tenido la oportunidad de pintar originales, en objetos reales y pensar que la persona que lo posee tiene un pedacito de mí que puse ahí.
Una escena con la que sueñes.
Realmente estoy donde sueño estar, es muy bonito ser tan consciente de la suerte que tengo. Puede que esto parezca que soy una persona sin ambición o conformista pero no lo veo así. He trabajado duro hasta llegar a este punto y entender que no necesito mucho más, me hace libre.
Fotografías: Óscar Sáez
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