Hablamos con la autora de ‘Anatomía de un corazón’ (Lumen) sobre su proceso creativo, las historias de su abuela y la medicina.
Foto: Carola Josefa
La última obra de Antonia Bañados, ‘Anatomía de un corazón’ (Lumen), es una novela gráfica que lee el pasado con ojos del presente. La trama se desarrolla centrándose en una historia familiar de una mujer que, a mediados del siglo XX, en Santiago de Chile, empieza a estudiar medicina. A partir de aquí se van mezclando temas, curiosidades y reivindicaciones hasta tejer un relato entretenido, íntimo y revelador. Todo ello acompañado de un estilo de dibujo que cuida los detalles y entiende el entorno como colofón emocional de la historia. Dejando en cada página el triste azul ambiental de la nostalgia.
¿De dónde y por qué nace este libro?
El primer germen del libro lo tuve cuando estaba en el proceso de terminar mi libro anterior, por el 2019, me parece. Fue cuando empecé a pensar qué otra historia me gustaría contar. Y entonces me vino a la mente el personaje de mi abuela, que es una persona muy influyente en mi familia y el mito fundacional que tenemos. Ella es una persona muy fuerte en el ámbito académico y profesional, pero también lo es su personalidad. Pero el libro no lo desarrollé en ese momento, y volví a coger la idea un poco más adelante, pensando en que sería interesante hacer un libro a partir de distintas anécdotas relacionadas con el aprendizaje de la medicina.
Esto nace de haber escuchado a mis abuelos hablar sobre cómo empezaron en la medicina, y eran historias sórdidas y éticamente complicadas: comprar partes del cuerpo, conseguir gatos vivos para practicar sobre ellos la anestesia… Me planteé el propósito de investigar más sobre esta época, que era totalmente desconocida para mí, ya que yo vengo del mundo del arte, y no estoy dentro del mundo científico. Así que empecé a entrevistar a mi abuela, aprovechando que sigue lúcida y con muy buena cabeza. Y a través de estas conversaciones me contó esta historia de amor frustrado que arrastraba durante décadas. Y cuando me lo contó, lo hizo con una emoción que nunca había visto en ella. Me lo dijo con una chispa de juventud, de adolescencia. Y con un dolor que me conmovió mucho, porque ella es una persona contenida, fría y exigente. Y esa contraposición me pareció un contraste muy grande. Esa nueva historia fue cambiando, entonces, mi plan original. Y así se convirtió en el eje transversal del libro.
La historia, para quien no la conozca, va de cómo tu abuela estudia medicina en Santiago de Chile en los años 50, y allí se encuentra con un profesor, Simón, con quien tiene un enamoramiento. Sobre lo que dices de ser contenida y fría, me llamó la atención del personaje de tu abuela que se enfocaba mucho en ser médica. ¿Crees que ese carácter la favoreció para el éxito profesional en esos años?
Sí, creo que ese tipo de personalidad es una estrategia que se adopta para poder triunfar o tener éxito en un ambiente académico. Porque en esos espacios está muy mal vista la emocionalidad. La parte intuitiva no va de la mano con la racionalidad y la seriedad. Además, está el hecho de que hay una desconfianza de base hacia las mujeres. Por eso, tienen que hacer un esfuerzo extra para evitar esta parte y que no se las categorice con el estereotipo de la época y que se las identifique con el perfil científico.
En tu libro me resulta muy llamativa la figura de los médicos torturadores.
Eso también está inspirado en una historia real, como todo lo que aparece en el libro. Esa historia en particular solo tiene un cambio: el médico que luego, durante la dictadura, ejerce el rol de torturador, era el padre de un colega de mi padre. Es un personaje real y es una muestra de algo que sucedió mucho durante la dictadura. En los centros de tortura, para poder causar dolor sin matar a la persona, hay que tener un conocimiento del cuerpo. Esta parte hace eco con la parte inicial de la historia, cuando Aurora llega a la universidad y el decano habla de que el conocimiento es un arma y tiene que ser usado con cautela. Ese conocimiento como arma tiene que ver con que los médicos tienen un rol social que implica una confianza de la sociedad al exponerse a ellos. Tú solo expones tu debilidad, desnudez y las decisiones sobre tu cuerpo a un desconocido si es un médico. Y ese conocimiento hace que, si transgrede esa confianza, es una transgresión más grave que la que puede cometer cualquier otro ciudadano.
Después de este libro, ¿qué opinión te queda de la medicina?
Pues es que la medicina es curiosa como ciencia. No es una ciencia exacta, como la física o la matemática, sino que depende muy directamente del trato humano. Por lo tanto, tiene una parte objetiva, pero tiene también todos los prejuicios o las preguntas que se pueden formular por parte de los humanos. La medicina es una profesión muy admirable pero muy compleja, porque trata con personas. Y ese es justamente el punto de entrada que me interesaba en este universo, el de pensar el cuerpo como objeto de estudio y pensar en cómo una persona con sensibilidad y objetividad trata con algo que es sujeto y objeto. Y a veces tienes que olvidar que es objeto, y en otras olvidar que es sujeto.
¿Y qué opinión te queda del amor después de la historia de tu abuela? ¿Ha cambiado?
Sí, un poco. Inicialmente esta historia me hizo entender por qué ella parecía vivir con una infelicidad en su matrimonio. Me hizo entender su amargura, el por qué nunca estaba satisfecha. Estar con la persona con la que no tendrías que estar es muy duro de cargar durante décadas y décadas. Y eso es muy difícil de entender hoy en día, porque antes era una situación de la que no se podía salir. Cuando hice el libro me di cuenta de que yo también estaba en una situación no muy distinta. Y empecé a ver mi vida, mis decisiones y cómo me proyectaba hacia el futuro, y a repensarlo. También reflexioné mucho en por qué es tan fuerte el amor cuando no se materializa. Porque es un amor que nace a partir de una amistad, pero nunca se lleva al plano de una relación amorosa, por lo que es platónico y nunca se llega a desgastar por la convivencia. A veces tienes un flechazo con alguien, pero luego cuando empiezas a convivir con esa persona, ves sus facetas y empieza la decepción, el desencanto, el desgaste… Pero el amor platónico nunca se desgasta con eso, y siempre mantiene su fuerza, y carcome más que una relación que se lleva a cabo.
En esta obra se mezclan muchos temas. Un discurso feminista, un discurso político, una historia de amor, una aproximación a la ciencia… Para ti, ¿cuál de todos esos temas pesan más en esta historia?
Es difícil poner prioridades, porque creo que están todas vinculadas. Pero, para mí, pesa más la aceptación del cuerpo. Aceptar las emociones como parte de la vida. Nunca fue mi intención hacer una oda a mi abuela, por mucho que yo la admire. Pero mi intención al hacerla personaje era hablar de una serie de temas más universales, y no tanto homenajearla como personaje.
¿Tú crees que ella hubiese contado la historia de la misma manera?
La verdad es que no lo creo, porque ella es muy protectora de su imagen y creo que de haber elegido contar su historia se habría enfocado en hablar de las personas brillantes que la inspiraron y en los desafíos científicos o intelectuales a los que se vio enfrentada. Es distinto contar tu vida públicamente que contarla íntimamente a tu nieta.
Sin embargo, ella leyó el libro y me escribió una carta para decirme lo mucho que le había conmovido y que le sorprendió lo bien que traduje las anécdotas que me contó. Otra cosa curiosa es que la primera vez que me habló de Simón (que no es su nombre real, por cierto), me la contó como la escribí en el libro, y luego me la contó de otra forma, como si él estuviese enamorado de ella y ella estuviese hasta incómoda con esa situación. Y me impactó que cambiase el discurso. No sé si era para proteger la visión que podría tener yo de ella o porque su mente la reconstruye de manera diferente dependiendo del momento. Como ahora empieza a perder la memoria, también pienso que el libro da materialidad a una historia que solo existía en su cabeza y que estaba a punto de desaparecer, y me parece que hay algo de belleza en ese gesto.