Las 7 claves del estilo inconfundible de Sade

15 / 03 / 2018
POR Jaime Martínez

Tras ocho años retirada del mundo de la música, la cantante británica regresa con un nuevo tema original. Aprovechamos la ocasión para analizar su atemporal estilo, con el que creó auténtica sensación durante los años 80.

 

 

Vuelve Sade. Tras la publicación de Soldier of Love en 2010, la cantante retoma su carrera musical con Flower of the Universe. Un nuevo tema original compuesto para la banda sonora de A Wrinkle in Time (Un pliegue en el tiempo), la película dirigida por Ava DuVernay que cuenta con la participación de Oprah Winfrey, Reese Witherspoon y Mindy Kaling.

De madre inglesa y padre nigeriano, Sade (Helen Folasade Adu, 1959) se convirtió en la voz más aplaudida de la escena musical londinense de los años 80 como vocalista de “Sade”, grupo al que da nombre, y que fundó en 1983 junto a los miembros de su anterior banda Stuart Matthewman, Paul Denman y Andrew Hale. Además de por su voz, la cantante siempre llamó poderosamente la atención por su imagen sofisticada cargada de matices; y vale que Demna Gvasalia ha vuelto a poner de moda los 80 desde su llegada a la dirección artística de Balenciaga, pero ¿qué tienen aquellos estilismos, para que todavía hoy sean capaces de transmitir su misma fuerza? La respuesta, en estas 7 claves con las que analizamos el estilo de una de las vocalistas más brillantes e influyentes de la música británica.

 

1. Básicos, sólidos y nada de estampados.

Su primer álbum de estudio Diamond Life salía publicado en 1984. Junto a la famosa Your Love Is King, el disco incluía el sencillo When Am I Going To Make A Living; para el que rodó un cuidado videoclip en el que ya se podían apreciar las singularidades del que será su inconfundible estilo.

En Londres y al más puro aire Armas de mujer – película que no se filmará hasta 1988 -, Sade se presenta llevando una serie de piezas con marcadas líneas ochenteras, pero aun así, profundamente elegantes y para las que parece no haber pasado el tiempo. El secreto de esta atemporalidad está en su clara apuesta por prendas sólidas y de colores básicos, donde primarán las gamas de blancos y negros, y en su rechazo hacia los estampados tan característicos de aquellas décadas.

 

 

2. Todo al rojo.

Desde un hechizante rojo frambuesa a un intenso tono carmesí, los sensuales labios encarnados de Sade siempre han sido otra de sus señas de identidad. La cantante realzaba así el exotismo de sus rasgos, centrando el interés en ellos y en una cuidada mirada de ojos rasgados.

En cuanto al resto de la cara, la mostraba en un aparente estado de desnudez con el que estimulaba la idea de un estilo que siempre ha defendido como natural y propio. “No fue marketing”, decía en unas declaraciones recogidas con motivo del lanzamiento de Soldier of Love en 2010. “Solamente era yo”.

 

 

3. Peinado en trenza.

Uno de los elementos que mejor ayudaron a definir su imagen fue su emblemática trenza. Con ella no solamente realzaba todavía más sus rasgos, sino que conseguía primero, una imagen cuidada, limpia y muy llamativa, gracias en parte a la longitud de la propia trenza. Y segundo, transmitir su naturalidad mediante un peinado que si bien era llamativo, no dejaba de ser extremadamente sencillo.

 

 

4. Pendientes de aro.

Durante sus inicios, Sade siempre se mantuvo muy comedida en cuanto al uso de complementos, en línea con las influencias recibidas del estilo mod. Pero a pesar de los revivals que hubo de aquel movimiento a finales de los 70, la nueva moda maxi de los 80 ya estaba presente; y la cantante supo recoger ambas influencias introduciendo en sus estilismos unos llamativos pendientes de aro metálicos en oro y plata; ya de perfil grueso, o ya de perfil fino.

 

 

5. Guantes de caña corta.

Comenzaron sus carreras prácticamente al mismo tiempo, pero a pesar de ser contemporáneas y de que ambas introdujeron ritmos del R&B en aquellos primeros trabajos que las condujeron al éxito, hablar de Sade y de Madonna es hacerlo del día y de la noche.

Respecto a su estilo, mientras la ambición rubia creaba tendencia al otro lado del Atlántico con su barroquismo pop plagado de corsés, crucifijos y brazaletes, la cantante londinense defendía un minimalismo depurado de cualquier rastro de estridencias. Una de las prendas que mejor recogen estas diferencias son los guantes, ya que frente a los mitones de encaje que tanto gustan a Madonna desde Like a Virgin (1984), Sade siempre apostó por guantes de piel de caña corta con los que potenciar la sensualidad de sus movimientos, apropiándose del inherente efecto refinado y distante de este tipo de prendas, y otorgándoles la dosis justa de renovación jugando con su color.

 

 

6. Una actitud reservada.

La actitud es clave para entender el efecto onírico y místico con el que termina asociada cada una de sus apariciones e imágenes.

Reservada y celosa de su vida privada, son contadas las ocasiones en las que concede entrevistas; lo que junto a los largos periodos que pasan – hablamos de décadas – entre la publicación de uno de sus trabajo y el siguiente, han terminado por convertirla en la voz ausente con la que siempre quiso transmitir sus canciones. “Si estas demasiado unido al interprete, te distancia”, señalaba durante una entrevista al New York Times en 2010, “y cuando escuchas la canción estás pensando en esa persona en lugar de en tus propias emociones”.

 

 

7. Sensualidad oriental: Cuello, muñecas y tobillos.

Además de esos rasgos naturales con los que introdujo un soplo de aire fresco en la escena londinense de los 80, Sade se dotó de una sensualidad oriental difícilmente explicable a simple vista.

En este punto seguro que tienen mucho que ver los años que la cantante pasó como estudiante de moda en la prestigiosa Central Saint Martins de Londres, antes de comenzar su carrera como vocalista y compositora. De manera inconsciente, o puede que no tanto, construyó una imagen cargada de un indiscutible erotismo contenido que sabía transmitir sin hacer uso – salvo en contadas excepciones – de escotes pronunciados ni aberturas excesivas. ¿El secreto? Acentuar la longitud del cuello desvistiéndolo o recurriendo a un cuello cisne, y utilizar elementos como la manga francesa para desnudar de manera sutil partes de la anatomía femenina como las muñecas, la nuca, clavículas, empeines y tobillos. Zonas muy distintivas del erotismo japonés; y las mismas que Cristóbal Balenciaga enfatizaba de manera tan delicada en sus creaciones y diseños.