Martin Margiela: 9 claves para comprender al “diseñador ausente”

20 / 01 / 2017
POR Jaime Martínez

Con una exposición a punto de abrir sus puertas en el MoMu de Amberes, y una gran retrospectiva anunciada para 2018 en el Palais Galliera de París, el interés por el diseñador Martin Margiela se aviva con el paso de los años.

 

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Desconocido para la mayoría del público no especializado, Margiela quizás ha sido, junto a la diseñadora japonesa Rei Kawakubo, una de las figuras más vanguardistas y relevantes de la moda de finales del siglo XX.

Alejado de la dirección de la firma que él mismo fundara a finales de la década de los 80, el diseñador Martin Margiela fue pionero en investigar los campos de la deconstrucción, la reutilización de tejidos, el reciclaje y de la “apropiación» como recurso creativo. Como uno de los principales impulsores de la “antimoda” frente a la cultura de masas y del marketing invasivo que impera en las principales firmas de moda, sus avanzadas creaciones y quehaceres se sumergen en el campo de la discreción y el anonimato.

Con la intención de querer arrojar algo de luz sobre la obra del enigmático diseñador belga, recopilamos en 9 puntos claves los hechos más significativos que rodearon su labor creativa.

 

1. Antimoda y deconstrucción.

Al igual que sus contemporáneos del grupo de «Los 6 de Amberes», Martin Margiela se vio fuertemente influenciado por la generación de diseñadores japoneses que llegaron a París a principio de los 80. Yohji Yamamoto, Rei Kawakubo, Issey Miyake y Kenzo, abrieron con su llegada los caminos hacia la experimentación y la reflexión.

Siguiendo su misma estela, Margiela fundaba en 1988 su propia casa de moda con la “antimoda” y la “deconstrucción” como sus particulares enseñas. Nacía Maison Martin Margiela.

“Total trash and totally brilliant” (Basura total y totalmente brillante), exclamaba Bernie Ozer, vicepresidente de una compañía americana dedicada a la compra de prendas de diseño, tras asistir a uno de los primeros desfiles de Margiela en 1989. Aquel primer año el diseñador belga presentaría su top con efecto tatuaje, a su primera modelo con la cara tapada y el famoso chaleco de alambre y piezas de porcelana. Toda una declaración de principios a favor de la reutilización de materiales, la apropiación y la deconstrucción, con los que marcaba desde el primer momento las líneas que seguiría su maison.

 

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(1) Chaleco de porcelana perteneciente a la colección FW 1989. (2) Modelo encapuchada durante el desfile SS 1989. (3) Modelos durante el desfile FW 1989.

 

2. El artista ausente.

“Dada mi naturaleza tímida y reservada, prefiero estar entre bambalinas y gozar de la protección del anonimato. Mi única tarjeta de visita es mi trabajo”, decía con asiduidad el diseñador belga durante las escasas entrevistas que se decidía a conceder.

Rara vez fotografiado, en su postura esquiva algunos veían una provocación tras la que se escondía una audaz estrategia de “antimarketing”, dirigida a generar expectación entorno a la figura del propio diseñador. Mientras, sus círculos más afines justificaban su conducta como la mejor manera de defender dos principios inherentes a su propia personalidad. El primero, que su trabajo como obra creativa debía de ser capaz de expresarse por sí solo. El segundo, que las creaciones y diseños no surgían de la mano de ningún personalísimo, sino que debían entenderse como el fruto obtenido a partir de la colaboración de un equipo de profesionales.

Este gusto hacia el anonimato se convertiría en uno de los elementos más característicos de la Maison Margiela, manifestándose durante sus desfiles mediante modelos que aparecían encapuchadas, enmascaradas, atrincheradas bajo grandes gafas o escondidas tras largos flequillos. El reflejo de una conducta que luchaba contra la corriente imperante de supermodelos y superdiseñadores de la década de los 90, y sobre la que la cineasta Alison Chernick intentaría arrojar algo de luz en su documental de 2015 sobre Margiela “The Artist Is Absent”.

 

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(1) LookBook de la colección FW 1999. (2) Modelos encapuchadas durante el desfile FW 1995.

 

3. El zapato “Tabi”.

La revolución que causaba aquel grupo de diseñadores japoneses asentados en París, despertaron un creciente interés por las formas y prendas tradicionales del país nipón.

Margiela, haciendo uso de la “apropiación” como herramienta de creación, se adueñaría  del “Tabi”, un tipo de calcetín y zapato tradicional japonés, para deconstruirlo, modernizarlo, y convertirlo en uno de los elementos más característicos del imaginario de la Maison Martin Margiela.

 

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Horma y diferentes modelos de zapato “Tabi”.

 

4. Todo al blanco.

Como un símbolo de la herencia de los talleres de confección tradicionales, y del espíritu de equipo que quería implantar, Martin Margiela inauguraba su firma en 1988 con el blanco como color unificador.

Sinónimo de la pureza de líneas y de la verdad formal que quería trasmitir con sus diseños, el blanco imperó desde el comienzo tras los muros de la Maison Margiela. Batas blancas para los operarios y artesanos de la maison, ambientes encalados y pintados que se fundían con los blanquecinos muebles, también tratados, y con las telas que cubrían espacios y lámparas. Una concepción identitaria que se repetiría en 2004 con el traslado de la sede hasta sus nuevas instalaciones, un antiguo convento del siglo 17 del distrito 11 de París.

El blanco también será el color de las etiquetas de sus diseños. Con una variedad de números con los que identificar la prenda con la línea a la que pertenece, aparecen sujetas a las telas con cuatro aspas de hilo blanco con las que descoserlas fácilmente. Un elemento más del “antimarketing” y el anonimato con el que Margiela quería identificar su trabajo.

 

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Etiqueta blanca característica y fotografías interiores de la Maison Martin Margiela.

 

5. Jean Paul Gaultier.

Tras finalizar sus estudios en 1979, Margiela terminaría trabajando junto a Jean Paul Gaultier entre los años 1984 y 1987. “Desde el primer desfile de Martin vi que él tenía una voz propia”, decía el diseñador francés sobre quien fuera su asistente, “Es el mejor ayudante que he tenido, y se convirtió en un verdadero amigo”.

Para Gaultier, aquellos años en los que Margiela trabajó junto a él son parte de la razón por la que el diseñador belga opto por el anonimato. “Creo que la manera de realizar sus desfiles y mantenerse fuera de la vista del público fue una reacción a lo que había visto mientras trabajó para mí. Yo fui parte de la primera generación de diseñadores que se mediatizaba, y creo que Martin quería exactamente lo contrario”, afirmaba el diseñador francés en unas declaraciones al New York Times en  2016.

 

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(1) Fotografía del diseñador Martin Margiela. (2) Grupo de modelos encapuchadas, 1996. (3) Backstage del desfile SS 2007. 

 

6. Los desfiles.

En el universo alejado de frivolidades y ornamentos que ideó Martin Margiela nada quedaba a merced ni del azar, ni de la suerte. Y los desfiles constituían un elemento más.

El diseñador belga apostaba por la utilización de espacios públicos y zonas concurridas como una manera de manifestar su tendencia hacia el anonimato. Lugares en los que parte del individuo se desdibuja para pasar a formar parte de un colectivo, y un elemento más con el que el diseñador invitaba a la reflexión.

La primera de las colecciones se presentó en un antiguo teatro. La segunda, en un club nocturno. Después vendrían la del parque infantil, la del viejo almacén semiderruido o la celebrada para la presentación de la colección primavera verano de 1992. En aquella ocasión los asistentes fueron invitados a ver desfilar los diseños de Margiela en el interior de una vieja estación abandonada del metro de París, iluminada bajo la candorosa luz nacida de una multitud de velas.

 

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Desfile de la colección SS 1992.

 

7. Kinderfashion Show.

Entre las presentaciones que merecen una mención especial se encuentra la correspondiente a la colección primavera verano de 1990. Para aquella ocasión se decidió organizar el desfile de la colección en un parque infantil de uno de los suburbios del distrito 20 de París. Caminos de tierra y un ambiente desolador caracterizaban aquel terreno por el que jugueteaban los niños de la zona invitados a ver el desfile a cambio de ceder el parque durante unas horas para poder organizarlo.

Vestidos vaporosos, tops realizados con bolsas de plástico y chaquetas anudadas a la cintura protagonizaron un espectáculo que marcaría especialmente a un joven Raf Simons ubicado entre los asistentes. “Tan pronto como las modelos comenzaron a salir, se sabía que algo especial iba a suceder”, decía en unas declaraciones ofrecidas al New York Times en 2016. Y no se equivocaba, pues en el momento en el que los niños comenzaron a desfilar junto a las modelos, en una comunión sincera y espontánea, algo se agitó en el interior de los invitados al desfile. “Estaba tan sorprendido por todo lo que estaba viendo que me puse a llorar. Me sentí muy avergonzado. Solo pensaba, mira el suelo, mirar al suelo, o todo el mundo va a ver que estás llorando. Entonces miré a mi alrededor, y la mitad del público también lloraba”. Aquel desfile supondría un antes y un después según las palabras del propio Simons, “siempre pensé que la moda era un poco superficial, todo brillo y glamour, pero aquel desfile lo cambió todo para mí. Salí de allí y pensé: Esto es lo que quiero hacer. Ese desfile fue la razón por la que decidí convertirme en diseñador”.

 

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Desfile de la colección SS 1990.

 

8. Los años de Hermès.

Era 1997 cuando Jean-Louis Dumas, presidente de Hermès, contrató de manera inesperada a Martin Margiela para realizar los diseños de la línea femenina de la maison francesa.

El diseñador belga permanecería ligado a la mítica casa hasta 2003, momento en el que se retiraría y sería sustituido casualmente por su antiguo jefe, Jean Paul Gaultier. Margiela realizaría durante esos años una extraordinaria labor de reinterpretación a lo largo de las doce colecciones consecutivas que diseñaría para Hermès. Prendas atemporales de formas clásicas e impecable corte, en las que los característicos y coloristas tonos de Hermès se sustituyeron por una paleta de tintes apagados y sobrios en distintas gamas de azules, grises, nudes, negros y blancos.

Centrándose en esta etapa del diseñador, el MoMu de Amberes tiene programada la exposición “Margiela: Los años de Hermès”, que podrá visitarse a partir del próximo 31 de marzo y hasta el 27 de agosto de 2017.

 

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Diferentes imágenes de las colaboraciones de Margiela para Hermès, 1997-2003.

 

9. La renuncia.

La Maison Martin Margiela fue adquirida en el año 2002 por Renzo Rosso, presidente del grupo OTB y dueño de otras firmas de moda como Diesel y Viktor&Rolf.

Las fricciones entre Margiela y su nuevo accionista mayoritario aparecieron prácticamente desde el primer momento, posiblemente a raíz de las técnicas de marketing invasivo con las que Rosso pretendía rentabilizar su inversión, pero totalmente contrarias a la filosofía y los principios defendidos por Margiela, quien terminaría renunciando oficialmente a su puesto al frente de la firma en 2009.

Durante los primeros años que siguieron a su salida, la maison pareció seguir aquel principio que la alejaba de cualquier tipo de personalísimo, y era un equipo anónimo el encargado de confeccionar las diferentes colecciones. Eso continuó siendo así hasta 2014. En aquel momento saltó la sorpresa, y se presentaba a John Galliano, uno de los diseñadores más polémicos y controvertidos, sinónimo del exceso durante sus años al frente de Dior, como el sustituto de Martin Margiela, el sustituto del diseñador ausente, del artista anónimo.

 

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(1) Chaleco reconstruido a partir de guantes, SS 2001. (2)Abrigo de Margiela fotografiado por Terry Richardson, 1999. (3) Chaqueta de corte maniquí, SS 1997.