«Mi conexión con el folclore malagueño se hizo más fuerte cuando me fui fuera y sentí la necesidad de reconectar con mis raíces.»
Boterita la apodaron sus compañeros de oficio en un viaje a Japón, y qué orgullo tiene que ser que te rebautice un cantaor en esas circunstancias. Ella es el eco de una tradición que se reinventa: esta artista malagueña ha llevado los verdiales a un nuevo horizonte. Con su grupo Electroverdiales, fusiona el cante más ancestral de los Montes de Málaga con la electrónica, creando una mezcla que combina los trances del pasado y del presente. En su proyecto en solitario el flamenco sigue siendo la raíz y su último disco, ‘Arroyo Coche’, es una vuelta a los orígenes. Un homenaje a la pedanía que la vio crecer, donde la poesía de la tierra y la voz de Rocío nos descubren un flamenco nuevo lleno de alma.
Pasaste una temporada en Japón, ¿fuiste por trabajo o para encontrar algo?
Fui pensando que iba por trabajo, pero en realidad fui a encontrarme a mí misma.
¿Qué influencia tuvo en ti este viaje?
Japón me cambió la vida. Allí me encontré de lleno con la realidad del tablao y con lo que significa realmente ser cantaora. Fue una etapa de mucho aprendizaje, de cantar cada día, de jugar y explorar. Fueron seis meses muy intensos, casi como un entrenamiento diario. Una experiencia maravillosa.
¿Cómo notas que sienten allí el flamenco?
Para muchos japoneses y japonesas, el flamenco es una forma de expresar emociones que, culturalmente, no pueden exteriorizar tan fácilmente. Se enamoran profundamente de esta cultura tan distinta a la suya, pero que sienten muy cercana. Hay incluso familias japonesas con varias generaciones dentro del flamenco, y es impresionante ver el respeto y el cuidado con el que lo viven.
‘Arroyo Coche’, háblame un poquito de tu pueblo y de por qué decidiste nombrar así a tu segundo disco.
‘Arroyo Coche’ es mucho más que el sitio donde crecí. Es el hogar de mi padre, de mis abuelos, que trabajaron la tierra y cuidaron la casa que hoy compartimos mi hermano y yo. Mi madre nació en el Barranco del Sol y, al casarse con mi padre, se convirtió en “arroyera”, con todo lo que eso implica, tanto lo bueno como lo difícil. Allí di mis primeros pasos, comencé a escribir canciones, a inventar historias y a hablar sola para no sentirme tan aislada. Soñaba con salir de ese entorno, que sentía como una cárcel abierta donde la única salida era trabajar para sobrevivir. De ahí nacen todas las canciones del disco. Gracias a Ernesto Artillo y al equipo artístico entendimos que no podía llamarse de otra forma: ‘Arroyo Coche’ era el título perfecto.
Desde joven lo tuviste claro y te dedicas a la música, me contabas que en el instituto los profesores se apiadaron de tus horarios de trabajo, porque los bolos suelen ser sobre todo de noche. ¿Cómo fueron los comienzos?
Empecé a trabajar muy pequeña y siempre tuve mucha libertad para cantar, incluso cuando me llamaban para actuaciones a horas complicadas para asistir al instituto. Mis padres no estaban muy conformes con eso, pero tampoco era fácil frenarme cuando se trataba de música. Mis inicios fueron muy naturales: recibía clases, me presentaba a concursos, y cantar era parte de mi día a día. Aunque nunca me planteé hacer otra cosa, en casa no había una situación económica fácil y eso a veces ponía otras prioridades por delante.
¿Ha sido fácil para ti desarrollar tu trabajo artístico en tu ciudad, Málaga?
Málaga no ha sido un lugar fácil para desarrollarse artísticamente. Por eso, con 24 años, decidí marcharme para buscar oportunidades fuera. Viví seis años en países como Japón, Alemania, Grecia, Ecuador, Francia, Italia o Singapur. Finalmente decidí volver para estar cerca de mi familia. Hoy Málaga está en un momento artístico muy bonito, se respira otra energía, y me alegra haber vuelto y poder vivirlo desde aquí.
Además llevas junto con Alejandro Lévar y Alexis Electroverdiales, cuéntame un poco sobre este proyecto, cómo comienza y qué planes tenéis.
Electroverdiales es un proyecto precioso. La idea original fue de Mateo García y Alejandro Lévar, hace ya bastante tiempo, cuando todavía no era habitual mezclar electrónica con verdiales. Lograron que una panda se animara a grabar con ellos y crearon una joya audiovisual. El proyecto se pausó durante un tiempo, pero justo cuando yo estaba grabando ‘Arroyo Coche’, decidieron retomarlo. Cuando me lo propusieron, no lo dudé. Yo soy de Almogía, y este tipo de proyecto me hacía muchísima ilusión.
Porque tú tienes tu historia con los verdiales… ¿me cuentas un poco tu relación familiar con la música popular malagueña?
Por parte de mi madre sí hay una gran afición a los verdiales: cantaban, bailaban… Pero yo no lo aprendí directamente de ellos. Mi conexión con el folclore malagueño se hizo más fuerte cuando me fui fuera y sentí la necesidad de reconectar con mis raíces. Por eso, cuando Alejandro me propuso participar en el proyecto, me hizo muy feliz.
También eres logopeda, ¿cómo suma esto a tu carrera?
Aporta muchísimo a nivel vocal. Poder conocer y cuidar mi instrumento de trabajo es un privilegio. También me permite ayudar a otros compañeros y alumnas/os a mejorar su calidad vocal y a ganar seguridad en el escenario.
¿Qué herramientas consideras que te aporta y cómo te permite compartir tus conocimientos?
La herramienta clave es el calentamiento y el entrenamiento vocal. Es como el gimnasio para el cuerpo: cuanto más entrenas, mejor funciona. Gracias a eso, estoy siempre lista para cantar cuando surge el trabajo. Además, en la parte de enseñanza y rehabilitación, la experiencia te va diciendo qué necesita cada persona. Para ser una buena logopeda hay que dedicar tiempo, atención y mucho compromiso.
Boterita, ¿de dónde el apodo?
Fue durante un contrato de seis meses en Japón. Trabajaba con varios compañeros, y el jefe de grupo era El Oruco, un bailaor sevillano. Un día estábamos comiendo con Rocío Molina y Rosario La Tremendita, y me preguntaron por mi nombre artístico. Les dije “Rocío López”, pero les pareció muy común. Me dijeron que al final del día me pondrían otro. Yo, como siempre, comía sin parar, y en un momento El Oruco soltó: “¡No comas más, que te vas a poner como una de las de los cuadros de Botero!”. Ellas se miraron y me bautizaron como La Boterita. Desde entonces, se quedó conmigo.
Tu estrofa favorita en un verdial:
Hasta que se rompa el suelo
Yo quiero seguir bailando
Miraremos hacia el cielo
Abriremos nuestros brazos
Levantaremos el vuelo
Texto y fotos: Rocío Madrid
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