‘Escritoras’, de Carmen G. de la Cueva y Ana Jarén: amistad femenina y creación

22 / 03 / 2023
POR Alicia Medina

Carmen G. de la Cueva y Ana Jarén han creado un libro que da voz a la historia de las mujeres, recuperando su genealogía y los lazos que las unieron. En #VEINDIGITAL hablamos con la autora y la ilustradora de ‘Escritoras. Una historia de amistad y creación’.

Quedamos con Carmen G. de la Cueva y Ana Jarén en las oficinas de Penguin Random House unas horas antes de la presentación de su libro  ‘Escritoras. Una historia de amistad y creación’ (Lumen, 2023) en la librería Tipos Infames. Para Carmen G. de la Cueva este libro — el tercero después de ‘Mamá, quiero ser feminista’ (Lumen, 2016) y ‘Un paseo por la vida de Simone de Beauvoir (Lumen, 2018), además de haber participado en ‘Tranquilas. Historias para ir solas por la noche’ (Lumen 2019)— es una forma de recuperar una genealogía de mujeres que nos ha sido negada y de rastrear los hilos que unen la amistad y la creación. Ana Jarén ha sido la encargada de la ilustración en un libro que ha supuesto para ella un reto al alejarse de su estilo contemporáneo y modernista, aunque ha mantenido su atención a los detalles, dotando a las ilustraciones de una fuerte carga simbólica y de elementos como la arquitectura o la ambientación para contextualizar la época, prestando especial atención a los hilos y a las puntadas en la ropa para homenajear el minucioso y arduo trabajo de costura de tantas mujeres que nos han precedido y que hilo a hilo han ido dando forma a nuestra historia. El resultado de su colaboración ha sido un libro que nos acerca a mujeres como Carmen Baroja, María Lejárraga, Elena Fortún o Carmen Laforet, que encontraron en la amistad el impulso que necesitaban para creer en ellas mismas y seguir creando. 

Este libro trata sobre mujeres que escribieron, pero sobre todo de la amistad femenina. ¿Por qué creéis que la amistad entre mujeres ha ocupado tan poco espacio en la literatura y en la historia?

Ana: Porque realmente no interesaba. Creo que era Virginia Woolf que habla de un libro en el que hay un apunte que se notaba que lo había escrito una mujer, que la autora era femenina. Porque los ojos de quien escribe cuentan la historia de una manera completamente distinta. Si había mayoría de escritores masculinos y era una sociedad masculinizada, pues evidentemente la amistad femenina no interesaba absolutamente nada. Y además el concepto de amistad femenina yo creo que ha evolucionado mucho a lo largo de los años y ha ido ocupando otros emplazamientos de manera que se ha ido visibilizando. Aunque siempre hubiese estado ahí, pero evidentemente las amigas han cobrado como mucha más presencia en el último siglo, porque antes a lo mejor ese rol lo ocupaban madres o hermanas. 

Carmen: Yo creo que la amistad femenina ha existido siempre, ¿cómo si no íbamos a estar aquí y no íbamos a volvernos locas todas? Sin tener a una amiga, a una vecina, a una comadre con la que compartir las vicisitudes cotidianas: desde la queja por la familia hasta la manera de sostener la crianza, los cuidados, hasta las cocinas. Porque las sociedades no siempre han sido tan individualistas, ha habido momentos en los que se ha vivido más en comunidad y las mujeres se han sostenido. Porque al fin y al cabo, aunque hayan tenido un papel muy secundario en cómo se ha contado la historia, eran las que sostenían la sociedad y son las que siguen sosteniéndola. Entonces, no es que la amistad no haya estado presente, sino que no se ha contado porque la historia la han contado los hombres. Y hay pocos hombres, pocos escritores a los que la historia de mujeres que no fueran amantes les haya podido parecer interesante o curiosa. Cuando me puse a investigar sobre la amistad femenina en general, un poco para contextualizar la de las mujeres de esta época, me di cuenta de que apenas había un ensayo y sobre todo papers académicos, cosas muy concretas basadas en obras de ficción. Por ejemplo, qué revolucionario fue cuando Elena Ferrante sacó su tetralogía Dos Amigas (Lumen, 2012), porque por primera vez se ponía el foco en dos amigas, y aún así había lectores que querían ver envidia y competencia entre ellas. Obviamente la relación entre mujeres es compleja, tienen sus momentos mejores y sus roces, y tiene que ser así, porque ¿cómo se construyen las relaciones fuertes, las que se sostienen a través del tiempo? Pues viviendo momentos duros, momentos de goce y momentos de vulnerabilidad. Así que yo creo que la amistad femenina es elástica porque es capaz de lanzarse lejos y volverse cerca dependiendo de cómo vaya evolucionando la propia vida.

En el libro vemos a mujeres que coincidieron en el tiempo, aunque pertenecían a generaciones distintas, y que se sostuvieron y apoyaron para seguir escribiendo. Vosotras que sois mujeres creadoras, ¿cómo os han ayudado vuestras amigas? Tanto en el trabajo como en la vida. 

Ana: Muchísimo. Sobre todo yo he tenido periodos de mi vida en los que ha habido mucha soledad porque me he ido moviendo a distintas ciudades. Y claro, tienes que empezar de nuevo en otro idioma, y me he tomado muchos cafés con personas que me interesaban más bien poco por sentirme acompañada. Entonces claro, en el momento que encuentras personas que son el tipo de amigas que harías en la ciudad de la que eres, te hacen sentir en casa, ya no te sientes sola en el mundo y puedes compartir tus experiencias. Yo tengo una buenísima amiga, Marie, de Amberes, en Bélgica, que nuestros hijos nacieron con una semana de diferencia, y la recuerdo con tanto cariño, ha sido tal apoyo. Y no es que hiciera ella nada excepcional, simplemente estar y tener puntos en común de los que charlar. Y la sigo teniendo muy cerca a pesar de que ella sigue en Amberes. Y para mí fue un salvavidas. O que tú tengas una amiga de toda la vida y que da exactamente igual lo largas que sean las conversaciones que tienes con ella, pueden ser muy breves, pueden ser simplemente un «¿qué tal te ha ido la semana?». Y te contesta con dos palabras porque no da más, porque tiene niños y la vida pasa y no te da más, pero tienes una persona que te reconforta, te anima o que se alegra de tus logros y de tus éxitos tanto como un familiar. Eso es tan bonito. No hay dinero que lo pague. De verdad.

Carmen: ¿Qué haríamos sin las amigas? ¿Qué haríamos sin esas personas que nos conocen tan bien, a veces mejor de lo que nos conocemos nosotras? Que no nos juzgan, que nos echan el rapapolvo cuando lo necesitamos, pero que también saben aguantar el llanto y la borrachera, porque una amiga de verdad está todo el tiempo. En concreto, en este libro, la amistad tenía que estar, porque en el momento en el que se me ocurrió la idea de escribirlo y articularlo así, me estaba separando después de doce años de relación y estaba destrozada, porque me iba a ir de la casa y tenía un niño pequeño y no tenía dinero. ¿Y quién estuvo ahí? No tanto presencialmente, porque creo que nuestra generación es de las primeras que vive la amistad a distancia sirviéndose de audios, de whatsapp, llamadas y videollamadas, porque la precariedad nos ha empujado a vivir en diferentes lugares. Pero ellas eran las que estaban ahí de madrugada, por la mañana temprano, si me levantaba llorando con las dudas con este libro de si sería capaz de llevarlo a cabo en ese momento, estaban ahí. De hecho, empiezo y cito una frase de una amiga muy querida que va a estar esta tarde, literalmente de su whatsapp porque sobre todo cuando desconfías de ti misma, tus amigas son las que saben darte el empujón para que vuelvas a creer. 

Me ha parecido interesante que en el libro se ve a las mujeres reír, bailar, viajar, divertirse, gozar. Porque parece que siempre vemos a las mujeres en la faceta de madres o esposas o que las conocemos si tuvieron vidas trágicas. ¿Por qué creéis que cuesta ver esa otra parte de las vidas de las mujeres, del gozo y el placer? 

Ana: Porque no había esos espacios, porque estas mujeres gozaban para adentro. Yo entiendo que los momentos de esparcimiento y de diversión pasaban en casa que era la intimidad. Los documentos que te llegan son de las vidas que se vivían en la calle. ¿Y quiénes ocupaban las calles o los bares? Porque si una mujer estaba en un bar no se veía bien. Entonces yo creo que viene por ahí. Y por eso la necesidad de crear estos espacios que eran mínimos, que eran muy pequeñitos, que eran para una serie de mujeres privilegiadas para poder tener ese esparcimiento.

Carmen: Yo creo que espacios para el goce y el placer ha habido siempre entre mujeres. No siempre en espacios públicos, por supuesto, porque obviamente podían llevarte hasta prisión, ¿no? Estos días me acordaba mucho del libro porque he visto el biopic de Hilma af Klint, una pintora sueca, fascinante. Ana, por favor, lo tienes que ver porque además es pintora. De repente esta mujer sufre una pérdida trágica, que es la muerte de su hermana a los 10 años y ese momento de pérdida la conecta con la espiritualidad. Ella pinta, bueno, quiere ser científica, investigadora, pero utiliza la pintura para conocer las plantas. Entonces llega a la escuela para pintar, porque le dicen que tiene mucho talento y que tiene que pintar, y conoce a un grupo de mujeres que practican el espiritismo. Mujeres, que es que estamos hablando de un momento histórico en el que las mujeres estaba mal visto, no ya que salieran a la calle, que pintaran, que no se casaran. Ellas se reunían y tenían la idea de crear un templo para pintar y gozar. Las mujeres siempre encontraron espacios de resistencia para la búsqueda del placer. Y me ha parecido un ejemplo. Quiero escribir un libro de Hilma af Klint y que lo ilustres tú, Ana.

Hablando de otro libro, sobre lo que decía Ana, que eran mujeres privilegiadas, estaba pensando que si sabemos poco de estas mujeres, que muchas eran burguesas, estudiaron e incluso llegaron a ocupar cargos públicos, ¿qué ocurre con las mujeres que eran obreras, trabajadoras o estaban en casa? Ahí hay otro libro.

Carmen: Ahí hay otro libro y empezaría por Luisa Carnés. Sería súper interesante rastrear también esa genealogía, que la hay, porque en el libro se quedan muchas cosas fuera. Dentro de mi árbol inicial estaba toda la parte de asociaciones de obreras que se juntaban para crear publicaciones y claro que hay otro libro. Pongo el ejemplo de Luisa Carnés porque es una escritora que estamos redescubriendo ahora con la reedición de Tea Rooms y de sus cuentos, y es que fue otra rescatadora, porque escribió una biografía de Rosalía de Castro, por ejemplo. Y ella lo aprendió todo de manera autodidacta. Y murió trágicamente… En fin, es infinito. Pero por supuesto, en los espacios de la Residencia las que habían eran privilegiadas, porque ¿qué familia tenía los recursos para mandar a su hija a Madrid a estudiar? Claro. Es otro libro.

Ana: Es que siempre en las revoluciones, ¿quiénes son las que se empiezan a mover? ¿Quiénes son las primeras? Señoras bien, la sufragistas, por ejemplo.

Carmen, ¿cómo ha sido el proceso de documentación? ¿Cuánto tiempo te ha llevado? ¿Hay algún libro o suceso del que hayas empezado a tirar el hilo para llegar a todas estas mujeres?

Carmen: Digamos que yo llevo investigando sobre ellas años y la mayor parte de la bibliografía la tenía porque es un tema que me ha interesado desde siempre. Había escrito antes algún artículo de la Residencia de Señoritas y de la mujer moderna. A mí me interesaba el concepto de la mujer moderna y de cómo llegó a España esta imagen tan potente de la mujer en el cine, el cambio que se produjo en la estética, el fumar… Todo eso que eran costumbres pero que hacía que la vida de repente cobrara otro sentido. Entonces, digamos que yo llevaba mínimo desde 2013 o así leyéndolas. Pero para la escritura del libro en total habré estado un año o menos en realidad. La escritura ha sido menos. Hay muchos nombres que se quedan fuera pero los que están es porque yo sentía una identificación con ellas. Yo no quiero que se lea como una colección de biografías, otra más, no como Las Sinsombrero (Espasa Libros, 2016), por ejemplo, que me parece muy necesario pero aquí hay otro toque, hay una mirada personal, está el hilo de la amistad, de la búsqueda, del deseo.

Carmen hablabas también de esa estética y es que me han fascinado mucho de las ilustraciones el pelo, el maquillaje, la ropa. Ana, ¿cómo lo has hecho? ¿Basándote en fotografías o cómo te has documentado para ello?

Ana: Pues he visto muchísimos documentales, películas, he ido a exposiciones, he intentado hacer todo lo que estaba en mi mano para documentarme y beber de esas épocas. Carmen ha sido muy rigurosa, ha jugado además muy bien para mi gusto con los datos porque no ha hecho un libro pesado, sin embargo es riguroso. Y yo quería corresponder de alguna manera con eso que estaba haciendo ella ya con el texto. Entonces, he intentado, en la medida de lo posible, dentro de que son ilustraciones que tienen mucha emoción, un lado muy onírico, en algunos momentos incluso surrealista, pero bueno, he contextualizado escenas en habitaciones, he intentado ser lo más fiel posible, hay de la Residencia de Señoritas, edificios y ambientaciones. Eso ha sido como mi granito de arena a recrear esos contextos que nos llegan a través de fotos en blanco y negro, que tú ves sus ropas y te da la sensación de que iban vestidas de blanco y negro y no te planteas más, tú las vistes de blanco y negro. Sin embargo, y es algo muy curioso y que me ha gustado mucho hacer, en el momento que tú te paras a mirar las fotos, las amplías, esos vestidos tienen estampados, esos vestidos tienen flores, tienen rayas, tienen cuadros, de manera que las estamos sacando ya incluso de la ropa lisa y probablemente había mucha más alegría de la que nos ha llegado a nosotros. También había una manera diferente de posar, entonces, claro, te llegan rostros serios y taciturnos. Y en cuanto a las fotos de ellas, había muy poquito material, en algunos casos solo había tres fotos del personaje, entonces me lo he tenido que inventar, cosa que me ha encantado, porque los he hecho míos, y ya no es solo que se parezca o no se parezca la cara, tú vas buscando un aire, tú vas buscando unas emociones y un representar que podía estar o no, o te imaginas.

¿Y vuestro proceso de trabajar cómo ha sido? ¿Primero el texto, luego las ilustraciones o Ana empezaste a dibujar antes?

Carmen: No, yo estaba escribiendo y cuando iba terminando el texto, se lo pasaba a Ana y ella iba ilustrando. Y luego se ha vuelto loca porque el texto iba a ser más corto y ha sido mucho más largo y ha tenido que hacer un trabajo extra en menos tiempo.

Ana: Sí, pero me va a la marcha. Yo veía aquello y era tan bonito. Mira, entro en este proyecto porque se le ocurre a Lola (Lola Martínez de Albornoz, Editora senior de Lumen y Alfaguara Internacional en Penguin Random House) que yo puedo ser la persona para ilustrarlo, pero claro, mi estilo es muy contemporáneo, muy colorista, muy moderno.

Carmen: Es que Ana es rosa, y yo le decía Lola, «me flipa», porque yo tenía una ilustración suya en mi casa, entonces a mí me encantaba, pero le pedía a Lola, «lo único que no quiero es que el libro sea rosa». Y Lola decía que tenía que ser sepia.

Ana: Es verdad, sepia, pero me hacía mucha ilusión. Además, cuando me llegan proyectos que me sacan de lo que yo normalmente hago, me encanta, porque puedo hacer cosas nuevas. Y aquí me he redescubierto y me ha gustado muchísimo ese redescubrirme. He intentado hacer otra cosa y me ha chiflado. He jugado mucho con las ropas, con los estampados, dando respiros, porque este libro no se podía trabajar de la misma forma que yo hago mi trabajo personal. No puedo abigarrarlo absolutamente todo de cosas. Sin embargo, sí hay muchos detalles en ciertos elementos. Carmen habla mucho de los bordados, de la costura, de los hilos…Y yo quería homenajear a esas personas que pasaron tanto tiempo bordando y cosiendo. Sobre todo, las ilustraciones de la primera parte del libro, hay mucha dedicación a la puntada. De hecho, incluso la ilustración de la manta, toda la manta tiene puntadas. Porque esas mujeres han pasado muchas horas cosiendo. Yo quería no solo ilustrar, yo quería coser. De ahí ese pequeño homenaje que, evidentemente, me ha llevado más tiempo y que probablemente, si yo no lo cuento, pues a primera vista no se sabe. Pero yo sé que lo he hecho. Coser lleva mucho rato. Son mentes que han estado dedicando muchas horas de su día a puntadita, tras puntadita, tras puntadita.

¿Nos podéis hablar de mujeres actuales que os inspiren?

Carmen: A mí hay una mente que me fascina, la que admiro, que me parece de las más brillantes de España, por no decir las más brillantes, que es Remedios Zafra. Creo que es lúcida, inteligente y tiene una virtud para escribir y transmitir ideas profundas y políticas desde la cercanía y la humildad que me fascina. Y es que luego habría como 800 millones de personas que me generan admiración. Bueno, por ejemplo, mi amiga, la escritora María Folguera, es una mujer a la que admiro mucho. Con ella puedo hablar de todo, de libros, es listísima, tiene muy buena memoria, es muy culta, te monta una obra sobre Elena Fortún o una obra sobre Safo, sabe de música, es divertida y puedes hablar con ella de todo. Y otra amiga muy guay, Cristina Linares, editora de Renacimiento. Es que Cristina es luz, es igual, es que son personas humildes e inteligentes. Ahora no creo que sean conscientes, ninguna de las tres, de lo brillantes que son y a la vez a su manera cada una está construyendo una genealogía y haciendo un trabajo feminista muy potente.

Ana: Pues mira, te digo, Aroa Moreno, escritora, tiene una sensibilidad increíble, me encanta cómo escribe, está teniendo mucho éxito y la conozco muy de cerca y quiero decir que me siento muy orgullosa, que la admiro.  Otra, por ejemplo, Rozalén, me parece maravilloso lo que está haciendo, está recuperando el patrimonio folclórico de España de una manera tan elegante, tan bonita, tan necesaria.

Carmen G. de la Cueva y Ana Jarén