El Museo Nacional de Arte de Cataluña acoge la primera muestra internacional que ensalza a una Gala artista, alejándola de su manido papel de musa de Dalí y encumbrándola como figura clave del movimiento vanguardista.
Gala- Salvador Dalí. Una habitación propia en Púbol
¿Quién era Gala? Es la pregunta que plantea la exposición Gala-Salvador Dalí. Una habitación propia en Púbol, a la que se tratará de dar respuesta hurgando en su vida a través de sus diarios, trabajos y cartas.
Aunque el humorista Groucho Marx acuñara esta frase con un voraz sarcasmo, lo cierto es que detrás del gran hombre que fuera Dalí, hay una gran mujer. Su papel como musa, y las numerosas apariciones en composiciones del artista, hacen que la veamos desde una realidad totalmente empañada, subjetivada e incompleta.
Gala con sombrero-zapato de Elsa Schiaparelli, 1938
De nombre, Elena Ivánovna Diákonova, de apodo, Gala. Rusa de nacimiento, de familia de intelectuales, primera esposa del poeta Paul Éluard. Al más puro estilo Virginia Woolf, la artista no sólo tenía en Púbol una habitación propia, sino todo un castillo. Fue un regalo de Dalí que Gala aceptó con la ineludible condición de que él sólo podía ir a verla si ella así se lo pedía, bajo invitación y por escrito. Este hecho inspira el nombre de la exposición y refleja la relación que tenían, el amor que él le profesaba y el carácter de ella –que muchos describen como complicado-.
Gala y Dalí retratados por Cecil Beaton,1936
Olvidad esa percepción de numen. Gala era fuente de inspiración pero también manantial de ideas; crítica e incluso agente del surrealista, referente a la que recurría más que siempre. Dalí escribía en su autobiografía la reacción de Gala ante La persistencia de la memoria: “Miraba yo fijamente el rostro de Gala y vi en él la inconfundible contracción de la maravilla y el asombro. Esto me convenció de la eficacia de mi nueva imagen, pues Gala no se equivoca nunca al juzgar la autenticidad de un enigma”. Para los ‘santos tomases’ que aún pongan en duda su peso en las obras de su marido, notad que, a partir de los años 30, Dalí firmaba con frecuencia sus trabajos con los nombres de ambos.
Galatea de las Esferas, 1952, Salvador Dalí
Gala es esa mujer elegante, sofisticada, que vestía de Dior y Schiaparelli, que escapaba a aquella etiqueta de musa y segundo plano, allá en Púbol, en su refugio. Gracias al MNAC y a la Fundación Gala-Salvador Dalí por darle alas para que por fin pueda escapar de esa vasija de mujer florero, de ‘esposa de’, en la que muchos la encierran. Para los que estéis por Barcelona, hasta el 14 de octubre tenéis abiertas las puertas a su mundo.
Retrato de Gala, 1943
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