Hablamos con los comisarios de «La Vie en Rose»

20 / 11 / 2018
POR Antonina Cupe

Del imaginario infantil a la lucha feminista, pasando por el mundo de los toros y la iconografía cristiana. El Museo del Traje rinde homenaje al rosa con esta exposición.

 

 
El color de nuestra ropa refleja nuestros gustos, carácter o estado de ánimo, pero también revela normas sociales construidas propias de nuestra cultura. El Museo del Traje acoge la exposición temporal “La vie en Rose”, un viaje cronológico a través del uso del rosa y sus múltiples tonalidades que profundiza en los aspectos técnicos y simbólicos asociados a este color en Occidente. Juan Gutiérrez, experto en moda contemporánea, y Lucina Llorente, experta en técnicas textiles, han comisariado esta exposición que podéis visitar hasta el 3 de marzo de 2019. Hablamos con ellos y descubrimos todo lo que se esconde tras un color.
 

¿Por qué una exposición sobre el color rosa?

JUAN: Nos hacía ilusión desde hacía mucho tiempo abordar el tema del color. De hecho, aquí ya se ha abordado el color en una exposición muy buena que fue “Modachrome”, pero nunca se había hecho esto. Al principio del proyecto nos pareció que era muy esteticista y que nos daba mucho juego por la colección tan grande que tenemos y la diversidad de objetos. No solo teníamos que sacar piezas de moda, podíamos sacar también productos de consumo rosas. Había un fondo de armario bueno para establecer un discurso expositivo.

 

¿Por qué ahora?

J: Ahora nos encontramos en un momento muy interesante en cuanto a la revisión de los símbolos de género y en ese sentido el rosa es un poco paradigmático. Se ha utilizado como símbolo de la feminidad, de los niños o de las niñas concretamente; también se ha vinculado al homosexual y ahora vemos que esos músicos tremendamente machistas también adoptan el rosa. Esa confluencia de distintos usos y simbologías del rosa hacen que en este momento tenga un especial interés.

 

Justamente hay una exposición en el FIT sobre el color rosa que aborda 300 años de historia de este color en la industria de la moda. ¿Qué enfoque habéis adoptado vosotros?

LUCINA: Hemos adoptado la evolución cronológica del uso del rosa a lo largo de la historia y también hemos profundizado en la obtención del color. Como más español, hemos incorporado el tema de la iglesia, los toros y su asociación con el rosa.

J: Empezamos el proyecto ignorando que ellos estaban montando la misma exposición. Cuando nos llegó el libro de la exposición del FIT vimos que el hilo discursivo era básicamente el mismo. A mí personalmente me reconfortó, nos dimos cuenta de que íbamos por la línea correcta. Lucina le ha dado un aporte más técnico, se ha explorado más el tema de la obtención de tintes y la evolución de esas posibilidades tintóreas en cuanto al textil. Nosotros nos hemos centrado más en lo europeo, particularmente en lo español. El discurso humildemente pretende quedarse un poco dentro de la percepción española del asunto.

 

 

Además de moda, ¿en qué otras disciplinas os habéis apoyado?

J: Un poco de todo. Hay escultura, cerámica, piezas arqueológicas, productos de consumo, fotografía y un audiovisual. La moda y el color de la moda van en todo, no solo en el vestido, ni muchísimo menos en el vestido femenino, afecta a toda la producción cultural del momento.

L: Si coges la paleta rosa del rococó, verás que tienes todos los objetos que te puedas imaginar en esos tonos.

 

Las distintas tonalidades de rosa parecen ser de especial importancia en la exposición.

L: Se va viendo el rosa de cada periodo, como va cambiando. De los naturales a los rococós, a los neoclásicos, pasando por los románticos, la belle époque…

J: Habrá rosas que la gente no juzgue como rosa. El rosa pompadour típico de finales del Rococó y comienzos del Neoclásico tira mucho al rojo. Es muy oscuro porque tiene carga de azul y de negro.

L: A mí me divierte la idea de que la gente que salga de la exposición sea capaz de decir que un rosa es rococó, romántico, o un rosa chicle de los sesenta. Hay tantos rosas como periodos de moda.

J: Y muchos más…

 

 
¿Cómo explicaríais los cambios de significado que ha sufrido este color en el último siglo?

J: en el siglo XIX,  se empiezan a usar los colores para los bebés de cuna. A principios del siglo XX empieza a haber dicotomía. Unos países esto, otros aquello, unas tiendas una cosa, otras la otra. A mediados de siglo con la feminización del rosa oficial desde E.E.U.U ya queda claro que es de niñas y el azul es de niños. A partir de los ochenta eso se traslada a la industria de los productos infantiles.

L: Hasta los ochenta las princesas no van de rosa. Mi hija me cuenta que ella es consciente de que el rosa lo asoció a las princesas con la Barbie. Es una cosa muy americana porque nuestras muñecas no eran así.

 

(Lucina me muestra algo envuelto en papel de regalo rosa con retratos de las princesas Disney más famosas.)

 

J: Yo lo recuerdo y se lo digo a la gente de mi edad. Los escaparates de cuando éramos niños no tenían una sección rosa. Los juguetes eran a nivel cromático, más o menos unisex. Esto empieza en los noventa y tiene que ver con la última vuelta de tuerca de la sociedad de consumo.

 

¿Fue esa publicidad cargada de imágenes de cocinas y electrodomésticos rosas después de la II Guerra Mundial la que convirtió el rosa en símbolo de feminidad ?

J: En la exposición del FIT dicen eso de Mamie Eisenhower y el famoso vestido rosa. A la Casa Blanca, la prensa de broma la llamaba “The Pink House” porque ella decoró todo de rosa y de ahí… Pero de todas formas tiene que ver con ese momento hiperreaccionario de volver a roles decimonónicos. Estos procesos de represión son muy maquiavélicos. En el XIX, con esa feminidad del ángel del hogar, se vestían tonos pasteles, pero no era un color específico. Después aparecen los tintes químicos y se puede utilizar toda la paleta de colores. Los hombres no usan color, así que todos los colores son para las chicas. En este segundo periodo reaccionario volvemos a esas estrecheces decimonónicas y se concreta la cosa en el rosa. Al final no deja de ser una mayor coerción, te están limitando y esquematizando más.

 

 

En la exposición permanente del Museo podemos ver trajes rosas y en diferentes tonos pastel para hombre en vitrinas como la de “Afrancesados y burgueses». ¿el rosa era un color masculino en aquel entonces?

L:No. Me encantaría convencer a la gente de que esa connotación sexista ya la tenían superada en siglos anteriores. En el siglo XVIII iban hombres, mujeres, niños, curas; todo el mundo de rosa, y era porque era el color importante de la moda, independientemente del sentido que le quieras dar tú al color. A los hombres les parecía estupendo ir de rosa. Que la casa Dior en 2014 sacara una colección con los colores y las tipologías de casacas del XVIII masculinas para una colección de mujeres demuestra cobardía cuando eran los hombres quienes las llevaban.

 

A finales del siglo XX el rosa adquiere un nuevo significado. ¿Fue el color de la rebeldía?

J: Un montón de gente se reapropia del rosa y lo reinterpreta. Lo pone en el lado opuesto.

 

¿Como en el rock & roll o el punk?

J: Sí. El rock and roll era de chavales, de jóvenes muy jóvenes, para un señor era ruido satánico. Al final todo se hace contra esos señores. Esos que visten de gris, son empresarios y van todos austeros. Qué les puede ofender más que coger el color de sus señoras, el color que ellos han decidido que es el más despreciable. Yo creo que viene un poco por ahí y también de alguna manera a través de la influencia negra. La virilidad no está confrontada a la coquetería y eso es algo de los primeros rockeros. Sus referentes eran músicos de jazz negros que vestían camisas de colores. En el caso concreto de Elvis, creo que simplemente le gustaba el rosa. Era bastante horterilla, le gustaba el brillo.  Paul Simonon, el bajista de los Clash, dice que el único color verdadero del rock es el rosa. Y te lo encuentras en todo el fenómeno punk. De la misma forma que las feministas o los colectivos gays adoptan el rosa, el color que desde la visión patriarcal se les ha atribuido para estigmatizarles.

L: Como decían las feministas: el color que te secuestró te libera.

 

 

El mundo del hip-hop arrastra un concepto de masculinidad tóxico, pero en los últimos años hemos visto a muchos artistas adoptar el color rosa. ¿Podemos considerarlo un color andrógino hoy en día?

J: Andrógino…Aún le estoy dando vueltas. Eso sí, vamos camino de una normalización siempre y cuando tengamos en cuenta que sigue más vigente que nunca el ejercicio de comer el tarro a los niños. El dimorfismo sexual ataca a la libertad de la gente.

 

Habéis hecho referencia a la figura del torero en la exposición. Es cuanto menos curioso como el rosa es un color bastante común en los trajes de torero, figura ligada al concepto de hipermasculinidad.

L: Puede que a extranjeros les sorprenda la asociación del macho ibérico con el rosa, pero en nuestro contexto no. Cuando se empieza a recoger el mundo de los toros y los toreros en grabados o en pinturas de Goya, el color rosa todavía no tiene sexo. El hombre va de rosa porque era un color de moda.

J: Además en el mundo taurino acaba asociándose a la buena suerte. Por eso el matador era el único que llevaba las medias rosa. Ahora las llevan todos. Como el capote de brega, que tiene un lado rosa y otro amarillo que es la mala suerte.

L: Vestir el maniquí del torero, que es casi misión imposible, me ha recordado al momento ese de poner un corset a una mujer.

J:  Los hombres han perdido todo ese fenómeno experiencial en el vestir porque han renunciado a ello por completo. No es el tema solo de la no decoración, del no color, que es un poco lo que se ve desde fuera. Es más el ritual de vestirse y la experiencia del propio cuerpo. En el momento en que te pones unos pantalones de paño holgados vas cómodo, privilegias el confort. Es lo que en los 70 hizo Jill Sander, recuperar ese privilegio para la mujer.

 

 

Montar una exposición es casi como organizar un discurso. ¿Cómo la habéis dividido?

L: Es un discurso cronológico. Hay elementos transversales como los toreros, la infancia y la parte arqueológica, hasta que empezamos con la indumentaria. En el museo tenemos indumentaria desde el s.XVIII.

 

¿Qué mensaje queréis transmitir con esta expo?

L: Que el rosa no es un color blando. Puedes asociarlo a lo masculino o a lo femenino, pero nunca con una connotación de debilidad.

J: Lo que pasa es que hace falta una revisión completa del lenguaje. Hay asociaciones preestablecidas y que tenemos muy interiorizadas. Débil-mujer. Tierno-blando. Tierno no tiene por qué ser blando.

L: La asociación del rosa con la debilidad no la soporto. Puede ser el rojo matizado, la masculinidad contenida, pues en el siglo XIX el ejército vestía de rojo y a los niños les vestían de rosa porque todavía no llegaban al nivel del rojo. Pero nunca un color débil.

J: En la iconografía religiosa cristiana, San José se viste mucho de rosa, se le atribuye esa aceptación. La virgen va de azul. El museo tiene una colección de estampitas en las que se puede observar el empleo del rosa. El Niño Jesús casi siempre va de rosa, ya que la pureza del blanco nos hablaría de un Cristo que no es hombre, que no es carne. El rosa es un color magnánimo. El poder magnánimo es el que no necesita de ostentación ni de ejercer fuerza; el poder magnánimo observa, cuida y es positivo.

 

«La Vie en Rose»

Del 16 de noviembre 2018  al 3 de marzo 2019

Museo del Traje