Molly Nilsson y su pop electrónico-melancólico

04 / 04 / 2016
POR Víctor Ginesta

Molly Nilsson
 
La artista sueca afincada en BERLÍN MOLLY NILSSON lleva casi una década conquistando corazones con su pop electrónico melancólico, canciones confesionales que tratan temáticas clásicas como el (des)amor, las relaciones personales, la soledad, el sexo o las obligaciones sociales. Hablamos con ella vía SKYPE sobre sus letras, su carrera y sobre fabricar temas a jornada completa. Martes 2 de noviembre, hoy ve la luz ZENITH, su último trabajo, en su discográfica DARK SKIES ASSOCIATION. Contacto con NILSSON y la sueca está empaquetando discos, listos para volar a todo el mundo. “Es un placer hacer esto, ver los diferentes países, todas las ciudades, las direcciones, sentir que la gente real está ahí”, confiesa. MOLLY tiene el control sobre todas, absolutamente todas, las fases alrededor de su música. Se autoedita sus trabajos, los graba ella misma en su casa, se busca sus conciertos, se mueve por sus propios medios, participa activamente en sus vídeos e incluso, como para este artículo, rechaza que alguien a quien no conoce le haga fotos.
 
Molly Nilsson
 
Tampoco es especialmente amiga de las entrevistas, pero en estos 45 minutos de charla se muestra simpática y esquiva, tan proclive a la broma y la carcajada como a la elusión y a lanzar bombas de humo. La sueca es una enigmática auteur de pop ochentero de habitación, una de esas artistas que a pequeña escala regurgita la fiebre de la década de NARANJITO por la purpurina de los sintetizadores, sumergiendo su voz y las percusiones en charquitos de reverb. Sus canciones son instantáneas cotidianas, coloreadas con tonos que oscilan entre lo punzante y lo lastimoso, la euforia y la saudade, la lija y la seda, gustos que la emparejan con otros habitantes del arco iris con lluvia como STEPHIN MERRITT (THE MAGNETIC FIELDS) o su contemporáneo JOHN MAUS. Como ellos, hace pop con su voz grave de registro limitado, ora severa, ora indiferente, ora borrachuza, recursos más que suficientes para explotar un humor a la vez cáustico e ingenioso, que hace que una no se extrañe que algunos de sus directores favoritos sean MICHAEL HANEKE o LARS VON TRIER.
 
Molly Nilsson
 
La artista utiliza como caballo compositivo los diferentes tonos de los grises sintéticos: desde las baladas a la luz de las velas con un piano barato, hasta jolgoriosos temas con sintetizadores de melodías tintineantes, al sudor italodisco, los instrumentales espaciales o desparrames de eurodance noventero en baja fidelidad. Estilos hipersaturados en la retromanía contemporánea, de la que sobresale gracias a sus letras y su arrojo. ¿Quién empieza una canción cantando decididamente “Nadie me va a invitar a salir esta noche?, quiero brillar como las luces de la calle” –de (WON’T SOMEBODY) TAKE ME OUT TONIGHT-? ¿O quién la termina a piano limpio cantando resignadamente ‘a veces te googleo, pero los resultados nunca encajan (…) quizás la era digital te dejó atrás pero nunca dejaste mi mente’ -en THE CLOSEST WE’LL EVER GET TO HEAVEN- ? La que nunca ha dejado su mente ha sido la filosofía DIY, que descubrió de adolescente.
 
Molly Nilsson
 
“Fue a través de la cultura de los fanzines. Hice algunos, pero iban sobre cómic, no tenían nada que ver con la música.” Hace diez años se mudó a BERLÍN y empezó a componer, primero como FORMERLY KNOWN AS WHITE BREAD y luego como MOLLY NILSSON. El clic fue rápido: un amigo le enseñó el programa GarageBand, le dejó un ordenador porque el suyo estaba estropeado, se compró un teclado y empezó a hacer canciones en cd-r’s de tiradas limitadísimas. “Me sobraba energía y necesitaba encontrar algún modo de sacarla hacia fuera. También tenía muchas noches aburridas que quería llenar con algo”, explica. El estilo tenía que ser ochentero: por su equipo y porque se crió viendo la MTV junto a su hermana, reconociendo como influencia clave en sus vídeos y su carrera a “gigantes de los 80 y los 90 como MICHAEL JACKSON, MADONNA o WHITNEY HOUSTON.” Su primer, y quizá mejor, largo, THESE THINGS TAKE TIME (2008), tenía bases más simples y minimalistas, mayor ruido de grabación de fondo y menos swing, pero también inapelables canciones redondas como WHISKEY SOUR que llegan al corazón. El trabajo pasó desapercibido para el gran público, pero no para el underground darling JOHN MAUS, quien admiraba sus canciones e hizo una versión del HEY MOON junto a la sueca. Era 2011, año en que editó HISTORY y empezó a hacer giras largas. Su suerte había cambiado y dejó sus trabajos remunerados porque ya no podía compaginarlos. Eran empleos “de estudiante, como trabajar en un bar o de guía en un museo, solo que ya no era estudiante.”
 
Molly Nilsson
 
 

Extracto de la entrevista realizada a Molly Nilsson por Víctor Ginesta con fotografías de Alexander Gehring para #VEIN06