Candela Holgado, joven directora y dramaturga, nos habla de su obra Desamores y otras pequeñas reflexiones, sobre amor y relaciones actuales.
Candela es una joven directora y dramaturga que comienza a hacerse un hueco en la escena teatral con Desamores y otras pequeñas reflexiones, una obra que explora las complejidades del amor, las relaciones humanas y las contradicciones emocionales en un contexto contemporáneo. A través de una estructura que combina momentos de comedia con otros más profundos y dramáticos, Candela ofrece una mirada fresca y honesta sobre cómo vivimos el amor en la actualidad, abordando temas como la necesidad de conexión, la independencia y los miedos que surgen cuando las relaciones se complican. Aunque es uno de sus primeros proyectos, la obra ha logrado captar la atención del público, obteniendo un recibimiento positivo, aunque moderado. En esta entrevista, Candela nos cuenta cómo nació la idea de la pieza, qué desafíos enfrentó al mezclar humor y reflexión y cómo fue el proceso de trabajo con su equipo de actores, entre ellos Alejandro Villanueva y Gonzalo Astiaso. Nos habla también sobre su propia conexión con los personajes y la importancia de crear un espacio en el que el público pueda sentirse identificado con los conflictos que presentan los protagonistas.
Candela, en primer lugar, ¿cómo surgió la idea de Desamores y otras pequeñas reflexiones? ¿Qué te inspiró a explorar temas como el amor y las relaciones humanas en este contexto tan contemporáneo?
Surgió de la curiosidad y las dudas que siempre he tenido sobre el amor y las relaciones. Observando, te das cuenta de que, en realidad, no hay una norma escrita sobre cuál es la mejor manera de afrontar una relación. Cada persona tiene su propio método, y me interesaba explorar estas diferencias a través de los personajes. A mi parecer, cómo afrontamos estos temas está muy influido por el contexto sociohistórico en el que nos encontramos. Creo que el problema que hay hoy en día es que se nos ha inculcado la idea de que siempre hay algo mejor esperando para nosotros, que si algo no funciona, es mejor desecharlo y buscar otra cosa. Cuando aplicamos esta lógica al mundo material, puede no resultar tan cruel, pero el problema aparece cuando la trasladamos a nuestras relaciones personales. Este es el punto de vista que encarna Lucas en la obra. Marta, en cambio, representa la otra cara de la moneda: la creencia de que las relaciones requieren esfuerzo y compromiso. El conflicto es interesante porque no es fácil escoger un bando. ¿Qué hacemos ahora cuando las cosas se complican o cuando los sentimientos desaparecen? Antes, las parejas estaban juntas toda la vida, quisieran o no, pero ahora tenemos la libertad de irnos. Se ha abierto un abanico de posibilidades que también nos enfrenta a nuevas preguntas y debates sobre dónde están los límites de esa libertad y de ese compromiso.
Como directora y dramaturga, ¿cómo equilibras el tono de comedia con los momentos más profundos y emocionales de la obra? ¿Hubo algún reto particular al lograr esa mezcla de humor y reflexión?
Sinceramente, no sé cómo lo hice. Nunca había escrito algo así, así que todo fue una cuestión de prueba y error. Me inspiré en el tipo de teatro que más me gusta, con la esperanza de que mi obra lograra transmitir algo similar. La combinación de humor y drama me parece la mejor manera de contar historias, ya que permite dar a los conflictos el peso necesario, sin caer en una solemnidad que, al mismo tiempo, nos enseña a reírnos de nosotros mismos. Y claro, con el tema de las relaciones en este caso, me parece que encajó muy bien. Al fin y al cabo, una historia sobre una ruptura es dolorosa, pero a todos nos ha pasado que, con el tiempo, empezamos a bromear sobre ello, y quería que este tono cómico también estuviera presente.
En los ensayos, fuimos ajustando la obra hasta encontrar el equilibrio adecuado. El reto quizá no estuvo tanto aquí, sino en las funciones. Algo que hemos aprendido es que cada público es diferente. Hay noches en las que se dejan llevar más por el humor y otras en las que conectan más con las partes dramáticas y reflexivas. Para nosotros ha sido difícil no adaptarnos a esa energía, pero creo que, al final, estamos logrando mantener el equilibrio y respetar esta esencia mixta de la obra en cada función.
Eres una de las protagonistas, junto a Alejandro Villanueva y Gonzalo Astiaso. ¿Cómo es la dinámica entre los tres sobre el escenario? ¿Cómo te complementas con ellos para dar vida a estos personajes tan complejos?
Trabajar con ellos ha sido todo un regalo. Todo el mundo te dice que en este tipo de proyectos surgen problemas, pero la verdad es que ha sido un proceso increíble. Estoy muy agradecida de que, esperando muy poco a cambio, hayan dado la mejor versión de sí mismos para enfrentarse a este proyecto.
Desde el principio, nos esforzamos en construir la relación entre Lucas y Dani, que en la obra son mejores amigos, y creo que hemos logrado transmitir esa conexión al escenario. Al menos, los personajes ya los conocen mejor que yo, y es muy bonito ver cómo, gracias a su implicación, cobran vida autónoma, dándole matices al texto que ni yo misma había imaginado que podrían tener cuando lo escribí. Es precioso ver cómo, en las escenas en las que estamos los tres en el escenario, puedo dejar el papel de directora a un lado y meterme completamente en Marta, mientras ellos se convierten en Lucas y Dani, dando realmente vida a estos personajes.
Creo que el trabajo de mesa y hablar tanto sobre los personajes es lo que más nos ha ayudado a todos para entender en profundidad su psicología, ya que, como dices, son personajes muy complejos, con muchas contradicciones, y a veces no es fácil aceptarlas. Esto también fue algo que me impulsó a crear esta obra: mostrar cómo las personas no somos únicamente blancas o negras, sino que hay muchos grises intermedios, unos más claros y otros más oscuros, que pueden habitar a la vez en nosotros. Los puntos de vista de Alejandro, Gonzalo y Hayek han sido fundamentales para dejar salir a escena esa escala de grises en la que todos nos movemos.
Los personajes de Marta, Lucas y Dani tienen diferentes visiones del amor. ¿Qué aspectos de tu propio punto de vista sobre las relaciones humanas influyeron en la construcción de tu personaje, Marta? ¿Te resulta fácil o desafiante representar una versión de ti misma en el escenario?
Me identifico bastante con la forma en que Marta afronta las relaciones. Ella es una persona muy sensible y cuidadosa, y durante mucho tiempo yo también he creído que el cariño y la dedicación son la base de cualquier relación, por lo que ahí encontré un punto de encuentro muy bonito con Marta. Luego, hay un aspecto de Dani que también comparto mucho, tanto como Candela como en mi interpretación de Marta, que es la idea de que una relación requiere un cierto esfuerzo y trabajo. Siempre va a haber conflictos entre las personas, porque es otro aspecto más de las relaciones: la cuestión es cómo una pareja afronta junta ese conflicto. Quizá con el que menos me identificaba al principio era con el personaje de Lucas, pero no sé si es porque llevo casi un año con este proyecto o por lo bien que defiende esa posición Alejandro, que cada vez entiendo más su punto de vista.
Sobre la segunda pregunta, sin duda, para mí es un desafío bastante grande. En cada función, siento que me expongo emocionalmente ante desconocidos, y comparto con ellos reflexiones que pongo en boca de los personajes, pero que no dejan de ser mías. Y esto es algo que me da bastante miedo.
Pero también creo que esta es la parte bonita de este oficio; incluso si un personaje no tiene nada que ver contigo, tienes que creértelo y hacerlo tuyo para mostrar algo crudo y real. Estoy muy contenta con el trabajo que hemos hecho los cuatro durante el proceso de ensayos porque creo que hemos conseguido conectar muy bien con la humanidad de nuestros personajes y hemos podido mostrarlos tal y como son en cada función.
En Desamores y otras pequeñas reflexiones, el caos meta-teatral parece ser una herramienta importante. ¿Cómo trabajas con esa «ruptura de la cuarta pared» para conectar más profundamente con el público y hacerlos partícipes de la acción?
Para mí fue un elemento fundamental porque permite que el público no se quede pasivamente viendo una historia de amor, o bueno, en este caso, de desamor. Hay bastantes reflexiones de los personajes que, quizá en una dramaturgia con una estructura más convencional, no habrían encajado tan bien, pero al romper la cuarta pared, los personajes pueden compartirlas con el público de una manera más natural. Es muy bonito en algunos pases ver cómo los espectadores responden, lo que lleva a los personajes a seguir divagando. Y creo que también lo hace interesante que no sea algo «preparado», en el sentido de que los personajes se salen del guion para hablar de estos temas.
Aunque sí creo que el arte tiene la posibilidad de denuncia social, hay que saber cómo introducirla para que no se sienta forzada. Me gustaba la idea de que los personajes «se equivocaran» y se desviaran de lo que en realidad debería estar pasando en escena, porque, al final, en la vida, los planes nunca salen exactamente como esperábamos.
La obra está teniendo mucho éxito en Madrid, ¿cómo te sientes al ver cómo el público responde de manera tan positiva? ¿Hay algún momento en particular durante las funciones que te haya sorprendido o emocionado por la reacción del público?
Pues es algo que todavía estamos intentando asimilar. Al fin y al cabo, este es nuestro primer proyecto profesional y no nos esperábamos, en absoluto, que fuese a tener tan buen recibimiento. Para nosotros es todo un honor y estamos tremendamente agradecidos.
Cada función es distinta y cada público es distinto. Esto es algo que sin duda hemos aprendido estos meses. A veces, no solo conectan más con un código que con el otro, sino que también sentimos cómo se identifican más con uno de los tres personajes. Con Marta, por ejemplo, cuando está en un momento de vulnerabilidad, el público reacciona dándome palabras de ánimo, pañuelos e incluso alguna vez han aplaudido en mitad de la escena. Y me parecen gestos preciosos. También hay días en los que la energía con Lucas y Dani es increíble, y sentimos cómo el público se ríe y se sorprende cada minuto con ellos. Todas estas interacciones hacen que cada función sea única y especial.
El tema de la independencia versus la necesidad de conexión es algo que atraviesa a los personajes. ¿De qué manera crees que el contexto social actual influye en cómo se presentan estos conflictos de amor y compromiso?
Creo que los personajes están, sin duda, profundamente atravesados por el contexto social actual. Todos tienen preocupaciones sobre temas actuales y las expresan a lo largo de la obra, y aunque son preocupaciones «externas», por decirlo de alguna forma, como el feminismo, el capitalismo, el trabajo… al final les afectan internamente y en la forma en la que se relacionan entre sí.
Sin duda, históricamente ha cambiado mucho la forma en la que nos relacionamos con una pareja. Es un poco de lo que ya hablé antes sobre cómo, en todos los ámbitos de nuestra vida, sentimos que tenemos que buscar siempre lo mejor de lo mejor, ir siempre a más. Ya sea buscando parejas mejores o incluso con la misma pareja, buscando superar objetivos (casarse, comprar un piso, tener un hijo…). Y cuando no sentimos que avanzamos, nos sentimos inconformes con nuestra pareja, pero la mantenemos también por un sentimiento de soledad muy grande que creo que se ha extendido a nivel global. Al final, la obra no da respuestas a estos problemas; es una forma de reflexionar conjuntamente. Pero sí creo que hay algo en nuestra sociedad que nos impide encontrar un vínculo real con las personas, a pesar de que es algo que buscamos con la mayor necesidad para no sentirnos solos.
Como directora, ¿cómo involucras a los actores en el proceso creativo? ¿Hay alguna anécdota que recuerdes de los ensayos que haya marcado el tono de la obra?
Con los actores he disfrutado mucho del proceso creativo porque siento que no ha sido algo que he tenido que hacer yo sola. Desde el primer día les dije que, aunque yo iría con una propuesta en mente para cada escena, estaba abierta a escuchar sus ideas y a verlas en pie. Muchas de las escenas tomaban un rumbo, pero tras probar ideas que al principio parecían locuras o contrarias a nuestra intuición, terminaban en una dirección distinta, pero igualmente válida.
En los ensayos siempre era interesante ver cómo habían preparado las escenas o qué cosas nuevas incluían que no habíamos previsto en el ensayo anterior, pero que pensaban que encajaban con la situación y sus personajes. Al principio también era todo bastante más fijo, pero conforme nos hemos sentido más cómodos, surgen cosas que ya casi no son nuestras, sino de los personajes.
En los ensayos recuerdo especialmente un día en el que les pedí que improvisaran una transición después de un momento incómodo entre Lucas y Dani, y fue tan ingenioso que lo metí en el texto y es algo que ahora siguen haciendo.
¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con Hayek Mitri como ayudante de dirección? ¿Qué aportes ha hecho a la obra y cómo se complementan en el proceso creativo?
Hayek ha sido, sin duda, la mejor mano derecha que podía tener. Nos hemos complementado a la perfección y se ha involucrado tanto en este proyecto desde el principio, cuando parecía que no iba a ser más que una obra que tendríamos un mes en cartel para nuestra familia y amigos, que no puedo más que darle las gracias.
Ella, sobre todo, ha sido fundamental en las escenas en las que yo actuaba, puesto que creo que, si no me hubiese podido salir del papel de directora para delegárselo a ella, no habría podido adentrarme realmente en Marta. Siempre le contaba mi idea inicial de la escena para que, al trabajarla, pudiera detectar qué faltaba para llegar a ese punto.
Hayek tiene muy buen ojo y un pensamiento muy crítico, que me parece una virtud indispensable para la dirección. Además, siempre que nos estancábamos o no sabíamos cómo salir, ella proponía ideas muy útiles y creativas.
Muchas veces se cae en la tentación de felicitar únicamente a los actores, que son los que se aplauden una vez termina la función, pero sin el trabajo de Hayek, estoy muy segura de que no habríamos llegado al resultado que hemos logrado.
En términos de la reacción del público, ¿qué esperas que se lleven a casa después de ver la obra? ¿Qué tipo de reflexión o sensación te gustaría dejarles?
Estoy muy contenta porque muchas veces, al salir del teatro, la gente me dice exactamente lo que yo quería provocar en ellos. La obra está hecha para romper esquemas y hacer que el público vea las cosas desde otra perspectiva. Si alguien entra a la función con una idea muy cerrada sobre el amor o las relaciones, quiero que salga entendiendo también la otra cara de la moneda.
Es fácil juzgar a alguien como «bueno» o «malo», pero la obra juega con estos matices. No creo que haya personajes totalmente correctos o equivocados, porque en la vida real tampoco es así. Me gusta que el público reflexione sobre sus propias relaciones y sobre la forma en que las vivimos hoy en día, muchas veces de manera impulsiva o inconsciente.
Si algo quiero que se lleven es esa sensación de empatía que genera la reflexión, el hecho de salir del «yo» absoluto e incluir a los demás en nuestra manera de cuidar y entender las relaciones.
Finalmente, para los que aún no han visto Desamores y otras pequeñas reflexiones, ¿qué les dirías para convencerlos de que esta obra vale la pena? ¿Qué es lo que, en tu opinión, hace única a esta obra dentro de la escena teatral actual?
Esta es la pregunta más difícil de todas, porque lo que peor llevo es la parte de marketing. Se me da fatal vender mi propia obra, pero no porque no crea que el trabajo que hemos hecho entre los cuatro sea algo que merece ser visto, sino más bien por una especie de incapacidad personal.
Creo que lo que hace especial esta obra es que pone en palabras dudas, miedos y pensamientos que todos hemos tenido alguna vez. No es una obra que imponga un mensaje o que trate de aleccionar a nadie, sino que invita a reflexionar desde el humor y la cercanía. Los personajes no son pretenciosos ni dan lecciones; son como cualquiera de nosotros, con sus virtudes y contradicciones.
Además, la mezcla de comedia y drama hace que la hora y media que dura se pase volando y esté llena de giros inesperados. A quienes no han venido, les diría que vengan con la mente abierta porque seguro que hay algo con lo que se identifiquen, algo que les hará reír y también algo que les emocionará.