Ya se ha estrenado en cines la ópera prima que el director catalán tardó siete años en desarrollar, un coming of age mágico, íntimo y estival, que ya ha sido aplaudida en el Festival de Venecia y el de San Sebastián.
El cineasta Jaume Claret Muxart formó parte de la primera promoción de alumnos del Elías Querejeta Zine Eskola de San Sebastián, en 2018. Siete años después, el catalán estrena en cines su primer largometraje, Extraño río (Estrany riu), todo un proceso creativo que podría denominarse “fluvial” de por sí, pues iba acogiendo nuevas ideas y colaboradores según iba pasando el tiempo. Co-escrita y montada junto a Meritxell Colell (Con el viento, 2018), cuenta con la fascinante fotografía en 16 milímetros de Pablo Paloma, también ex alumno de la institución vasca, y narra el despertar afectivo y sexual de un joven adolescente, en plenas vacaciones de verano en compañía de su familia, con la que recorre en bicicleta la parte alemana del Danubio.
Extraño río pasó por la sección Orizzonti del Festival de Venecia, y el círculo parecía completarse para Claret Muxart este pasado septiembre, en la presentación de la película durante el Festival de San Sebastián, donde compitió en la sección Zabaltegi Tabakalera, dedicada a las obras más transgresoras y experimentales del certamen, acogida en la misma sede en la que el cineasta comenzó a dibujar su proyecto. Allí mismo, en una sesión especial, explicó al público el proceso de desarrollo del drama intimista y juvenil, que aunque niegue ser autobiográfico, está salpicado de algunos retales de su propia vida.
Claret Muxart pasó varias vacaciones pedaleando con su familia a lo largo de diferentes ríos europeos. Pero la magia del Danubio se le quedó rondando en la cabeza durante largo tiempo: “Se me quedó muy dentro justamente por la complejidad que tiene y por no entender ese misterio que tiene. Tiene algo incluso oscuro, y en la película se nota”. En realidad, si por algo destaca Extraño río es por esa luz cálida que salpica los cuerpos de Dídac (Jan Monter) y sus hermanos, bañados por el sol y las aguas en una bucólica hora dorada. Es en tales momentos en los que el protagonista se encuentra con un ser fantasmal, como si un ser mitológico del agua se tratara, con el que entabla una conexión especial. Así, Dídac recorre un solitario y enigmático camino de autodescubrimiento, sumido en su propio ensimismamiento y en la fantasía de un atractivo acompañante.
De ríos y afluentes
Las imágenes fluyen aparentemente con poco esfuerzo. La naturalidad de gran parte de los actores acompaña el preciosismo del paisaje, pero Claret Muxart reveló lo complicado que fue dar con las localizaciones idóneas para trasladar a la pantalla ese apacible y cotidiano verano, con pequeños milagros mágicos como si Éric Rohmer filmase El rayo verde (1986). “Había una carretera que no me acordaba que era fatal para el sonido”, relató el autor, “tuvimos que cambiar la zona del Danubio y empecé a localizar con toda mi familia, con mis tíos, con mis padres… Todos juntos a localizar la parte de Alemania. Y ahí empecé a descubrir otro río, uno más pequeño que se va agrandando. Y eso también me generaba esa relación, no sólo simbólica, sino también física, con el personaje de Didac, que va creciendo”.
Hacia el tercio final de la película, Dídac se deja llevar por el deseo y la magnética curiosidad por lo nuevo. Es, quizás, el momento más poético del filme, en el que una primera experiencia amorosa podría no cumplir las expectativas en absoluto. Claret Muxart no deseaba que aquel desencanto le ocurriese con su primer encuentro filmando el río en verano. Tiempo atrás, lo había hecho en invierno para su corto previo, Die Donau (Los Danubios) (2023): “Hacer esos cortos es casi un lugar de supervivencia, porque cuando estás levantando un largo durante siete años, el hecho de no poder rodar es muy frustrante. Los cortos te mantienen activo”, explicó al público de Tabakalera, “Con Die Donau yo quería ir al río, pero tenía mucho miedo de perder la ilusión para filmarlo en verano. Pensaba que si hacía un corto que se parece a Estrany riu, tal vez, no iba a querer filmar el largo después”.
El río es uno de los grandes protagonistas de la obra, pero no es el único. La familia de Dídac, formada por los padres, una actriz de teatro (Nausicaa Bonnín) y un arquitecto (Jordi Oriol), además de sus dos hermanos menores (Bernat Solé y Roc Colell), comparten el viaje entre baños, juegos infantiles, y lluvias torrenciales. Uno de los aciertos del filme, es el de ampliar el tema sobre la educación sentimental a varios de sus miembros, especialmente en un entrañable plano secuencia final: en el caso de Bernat, el hermano del medio, “siempre está en la mirada, y yo quería regalarle también un momento final, en el cual se pasa a su punto de vista, y puede nacer una nueva película”. Es entonces cuando los espectadores se dan cuenta de que la experiencia de Dídac no es más que un afluente, que desemboca en un torrente más grande que la vida misma.
Joven inexperto
Mito, sueño y realidad se conjugan en un coming of age de aguas calmadas, en el que la cámara se recrea en la observación y los primeros planos de la mirada de Dídac. Era importante, según el director, que el joven de ojos azules estuviese en un momento vital similar al del personaje sobre el papel: “Hicimos el casting durante cuatro meses y vimos 850 chicos. Jan apareció el 600, más o menos, y nos cambió la cara. Y Jan nos lo recuerda siempre, que tuvo claro que era el seleccionado por nuestra expresión”. Claret Muxart mostró al público algunas de las imágenes en vídeo que grabó durante el casting, donde su equipo le preguntaba al actor sobre el amor: “Le pedimos que contase lo que quisiera, pero ahí vimos que Jan no había experimentado nada”.
Reunida la familia ficcional, el equipo de producción organizó algunas escapadas para que el elenco ensayase secuencias de dinámicas familiares, aunque estas no se incluyesen en la película. Sobre Bonnín, una actriz con mayor trayectoria en comparación con los jóvenes intérpretes que hacían de sus hijos, Claret Muxart comentó que “era increíble trabajar con ella porque fue muy generosa en el hecho de decir: voy a cuidar de estos chicos, y voy a ayudarles también”.
Extraño río habla de un legado intangible, que pasa de una generación a otra. Claret Muxart reconoce referentes como Kelly Reichardt o Claire Denis, pero innegablemente, su primer largometraje se circunscribe en esa voz generacional de Clara Simón, Estibaliz Urresola Solaguren, Pilar Palomero o la propia Colell, sobre la identidad en los márgenes, la adolescencia queer y la conexión con la naturaleza. Consciente, o inconscientemente, esta primera película bebe de todas esas influencias, pero acaba regalando un relato emotivo y místico a través de una prometedora mirada autoral.
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