¿Qué hay de nuevo? La columna de Estel Vilaseca en VEIN.ES
A sus 63 años de edad John Galliano ha logrado resurgir de las cenizas. El diseñador tocó fondo el día que fue despedido de Dior tras sus comentarios anti-semitas en 2011. El pasado jueves, tras un largo proceso de redención bajo el refugio de la casa Margiela, retomó todos sus temas favoritos y los hizo desfilar bajo el puente Alejandro III a la luz de la primera luna llena del año. En lugar de las críticas habituales que durante mucho tiempo recibió a mediados de los dos mil por su exceso de drama y teatralidad, su nueva colección Artisanal de alta costura se llevó una ovación de 10 minutos y copó los titulares: “Por qué el increíble desfile de John Galliano para Margiela cambiará la moda para siempre”, “El difícil arte de convertir un desfile en un acontecimiento o de cómo John Galliano a vuelto a ser John Galliano”. Esa emoción que años atrás había resultado incómoda por su provocación, ahora tomaba nuevos significados en un contexto en el que las grandes casas se han instalado en la inercia de los valores seguros y la apuesta por lo comercial.
Con música en directo de Lucky Love, Galliano ofreció su mejor versión y realizó un interesante ejercicio de autoreferencia reivindicando todas aquellas obsesiones que dan forma a un universo que empezó a construir hace más de tres décadas. A modo de ejemplo, el maquillaje, reinterpreta ideas que Pat McGrath y Galliano ya habían trabajado en 2007 y 2010. “A mí me inspiran todas las cosas, siempre estoy utilizándolas como trampolín para el futuro. (…) Me encanta ir al Victoria and Albert y mirar cómo están hechas las cosas o ir al fabricante para ver cómo está tejida una pieza. Resulta muy inspirador poner en marcha algunas de esas viejas máquinas y, de repente, producir telas que no han existido desde el siglo XVIII. Se me pone la piel de gallina. Nunca es un refrito porque soy una persona de mi época y mi generación”, le explicaba el diseñador a Dana Thomas en una de las conversaciones publicadas en el libro “Dioses y Reyes”, título imprescindible para entender el gran peso que tuvo John Galliano en el resurgimiento de la casa Dior durante los años noventa. Y es que si bien Dior cuenta actualmente con 210 tiendas, en 1990 sólo tenía 6. Bernard Arnault, director ejecutivo de la compañía, siempre reconoció el papel clave de Galliano para el crecimiento exponencial de la marca. “La alta costura nunca ha vendido tanto como está vendiendo ahora, ni siquiera cuando el Sr.Dior se ocupaba de la casa” le contaba Galliano a Thomas.
Ahora, tras diez años al mando de la dirección creativa de Margiela, Galliano ha cautivado a la audiencia con una elaborada puesta en escena con la que ha conseguido traer al presente los mecanismos emocionales de los desfiles de los años noventa y dos mil, una época absolutamente mitificada por las generaciones más jóvenes. Y aunque a nivel formal y conceptual los universos de Margiela y Galliano están lejos, los dos creativos comparten su amor por la revisión de la historia de la moda y la autoreferencia. En este caso, Galliano, a su manera, cita uno de los diseños más conocidos de Margiela, el cuerpo “Semi-Couture” que apareció por primera vez en la colección primavera-verano 1997 y volvió a aparecer en la colección otoño-invierno 1997-1998. Esta pieza histórica, pone el cuerpo femenino en el centro de la reflexión, algo que retoma Galliano como tema central de esta nueva presentación.
“El ritual de vestirse es una composición del yo. Con el cuerpo como lienzo, construimos un exterior que expresa el interior: una forma de emoción. La Colección Artisanal Maison Margiela 2024 pinta un cuadro de las prácticas e ideas que dan forma al carácter que se refleja en nuestro vestuario” dice la nota de la colección. En la pasarela, Galliano distorsiona la silueta tradicional de la alta costura, la expande, la retuerce, la cuestiona. Las modelos encorsetadas caminan como autómatas o muñecas en una seductora fusión de los universos de los dos diseñadores. Allí están la teatralidad, las referencias a los veinte, a los clochards y al París nocturno de Brassaï que tanto fascinan a Galliano. También la deconstrucción, los rostros tapados, las puntadas, las entretelas y los trazos del proceso creativo al descubierto que definieron el lenguaje creativo de Margiela. ¿Nos pondremos toda esta ropa? Probablemente sea lo de menos, porque como ya escribió Robin Givhan hace años sobre Galliano: “Esta ropa no encaja en el moderno mundo de oficinas, metros, taxis y reuniones de empresa pero qué triste sería si no hubiese cabida para unas prendas tan mágicas”.