Adrián Silvestre: “No somos lo que queremos. Somos lo que nos dejan ser”

14 / 09 / 2022
POR Alberto Richart

El director y la actriz y co-guionista Raphaëlle Pérez estrenan en cines ‘Mi vacío y yo’, una historia de superación sobre las complejidades emocionales de la transición de género.

Hay un cine español en los márgenes, que se escapa de las grandes financiaciones y que pone su foco en colectivos menos representados. Un cine autoral, si se quiere llamarlo, arriesgado y con poco que perder. Una de las últimas películas de Jonás Trueba, ‘Quién lo impide’ (2021), respondía a este tipo de etiquetas. La propuesta de Trueba era inconformista: con una duración de casi 4 horas, jugaba con el formato, el género – que navegaba entre el documental y la ficción –, y hacía partícipe a sus protagonistas adolescentes sobre el proceso creativo y cómo estos deseaban ser representados en pantalla. 

Experimentos así también atraviesan las películas de Adrián Silvestre, director valenciano responsable de ‘Los objetos amorosos’ (2016), ‘Sedimentos’ (2021) y la recién estrenada ‘Mi vacío y yo’, con una mirada reivindicativa sobre los derechos del cuerpo, la identidad de género y, en definitiva, aquellas personas que habitan los márgenes como lo hacen sus películas. Interesado en una representación diversa de las personas trans en el cine, su última obra, galardonada en el pasado Festival de Málaga con el Premio Especial del Jurado y seleccionada en festivales como el de Rotterdam o el D’A de Barcelona, sigue el proceso de asimilación y aceptación de Raphi (Raphaëlle Pérez), después de ser diagnosticada con una discordancia entre el género sentido y el sexo asignado al nacer. 

Director y actriz protagonista comentan el proceso creativo y orgánico de la película.

Adrián: Siempre he trabajado con actores naturales por necesidad, porque empecé trabajando con las personas que tenía alrededor. Encontré gente que no tenía una carrera artística pero tenía una realidad que contar. De repente fui puliendo y encontrando una nueva praxis. Independientemente de si yo fijo un documental hay una parte innegable de vínculo con la realidad, y aunque haga una ficción los tintes documentales están ahí. Me gusta que sea así. Me gusta que se pueda sentir que eso está pasando de verdad.

‘Mi vacío y yo’ está escrita a seis manos: las de Adrián, Raphaëlle y el director y guionista Carlos Marqués-Marcet, responsable de ‘10.000 Km’ (2014) y ‘Los días que vendrán’ (2019), entre otras. El germen de inspiración fueron una serie de textos que la propia Raphaëlle había escrito contando su experiencia desde que le diagnosticasen disforia de género.

Adrián: Ha sido muy divertido porque al final todo el trabajo con Raphi ha sido muy orgánico, muy basado en la amistad que hemos ido creando durante todo el proceso. Cuando Carlos se sumó a este barco empezó de la misma manera: haciéndose nuestro amigo y trabajando de un modo informal pero con mucho cariño, con mucha atención por los detalles, de una manera poco ortodoxa y más espontánea.  

Raphaëlle: La película es autobiográfica, auto-ficción… Lo puedes llamar de la manera que quieras porque al final está basada en experiencias mías, experiencias que yo había escrito en su momento. […]Mucha gente que ha visto la secuencia inicial en la consulta del médico me ha escrito en privado o en los coloquios diciéndome que esto no es real, porque parece muy exagerado, absurdo. Y no, me había pasado tal cual. En 2016 cuando empecé el tránsito en el Hospital Clínic, realmente el médico me había hecho ese tipo de preguntas.

Una serie de preguntas íntimas que inician la película incomodando a la protagonista, a punto de comenzar un viaje sin retorno hacia su verdadera identidad. La película de Silvestre manifiesta la precariedad de recursos sanitarios para colectivos trans, algo que va forzosamente acompañado de una mentalidad generacional que parece – a estas alturas – empecinada en rechazar la autoafirmación de una persona transgénero.

Raphaëlle: Desde que comencé mi proceso en 2016 hasta ahora las cosas han ido cambiando. De hecho en Barcelona ya no se recibe a las personas trans únicamente en el Hospital Clínic, sino que también está el servicio Trànsit, donde puedes ir para empezar tu propio proceso hormonal. Me alegro de que exista este Proyecto de Ley Trans y que al final se hable tanto de ello. Ojalá ayude a todas esas personas, entre las que me incluyo, a conquistar derechos que todavía siguen faltando.

Adrián: La violencia es muy visible para la comunidad trans. Ahora que en España estamos viviendo un momento de cambio y Barcelona es una gran ciudad donde algunas cosas van avanzando, yo he podido trabajar con mujeres trans que han podido disfrutar de algunos derechos adquiridos poco a poco. Pero era importante mostrar que la violencia se desplaza a otros lugares, como por ejemplo las redes sociales. Cuando estamos en público todo es políticamente correcto, pero cuando nadie mira… ahí está la violencia en el lenguaje, en las exigencias, en el trato. Eso sigue estando y yo creo que trasciende a la cuestión trans. 

El duro camino de Raphaëlle pasa por una auto-aceptación que, a su vez, viene dada en muchos casos por una convalidación externa. Los mensajes de móvil, los selfies y los reflejos en los espejos aparecen en diferentes escenarios de ‘Mi vacío y yo’ cuando la búsqueda de una conexión especial con otra persona se complica cada vez más en tiempos de aplicaciones móviles de citas.

Raphaëlle: Siempre sentía esta cosa de sentirme como incompleta. Pensar que completarme tenía que pasar por tener otra persona a mi lado. No había entendido que esos pasos los tenía que dar yo misma. […] Esa cosa de la apariencia tiene mucho que ver conmigo porque forma parte de algunos gustos que tengo por haber estudiado diseño de moda. Es verdad que a veces tener esa “cosa de trans” también lo veía como un hándicap, pero ahora mismo no. Mi visión feminista ha cambiado. Y creo que hacer esta película con Adrián ha sido realmente terapéutico para mí. 

Adrián: Yo creo que las mujeres que he conocido tienen claro quiénes son, mucho más que otras personas que nunca se han preguntado porqué somos como somos. Son personas que han tenido que hacerse muchas preguntas y tomar muchas decisiones sobre su identidad y eso a mí me ha transmitido una seguridad en sí mismas muy valiosa. Al final no somos lo que queremos en esta vida, somos lo que nos dejan ser. En un sentido eso es lo que le ocurre a Raphi. Por una parte le gusta jugar con su expresión de género, con su estética, con sus atuendos, pero al final eso tiene unas consecuencias sociales porque es leído como una provocación. Y en ese equilibro es donde busca su felicidad.

‘Mi vacío y yo’ trata de llenar un espacio en la vida de Raphaëlle, pero también en una oferta cinematográfica que en escasas ocasiones se ha aproximado a las problemáticas reales del colectivo trans. La naturalidad de Pérez, así como la puesta en escena en una Barcelona cosmopolita, transmite la paz y el desasosiego que va aconteciendo por la vida de su personaje. De esta manera, su mensaje consigue llegar a una reivindicación en un nivel político y social, pero también a una intimidad compleja y apasionante, en la que la búsqueda de una media naranja se desplaza a otros modos de quererse.

Raphaëlle: Adrián siempre ha estado desde el inicio. Es una persona que me ha ayudado a crecer y a madurar, así que me siento muy agradecida de que la vida nos haya juntado y de tenerle como amigo. Su trabajo también es una lección muy bonita. Después de tanto rechazo al buscar un amor romántico ideal, resulta que el amor verdadero lo tenía a través de un amigo que estaba a mi lado.