Barbara Hepworth, la escultora que combatió la guerra con escudos cóncavos y convexos

14 / 01 / 2020
POR David Alarcón

Coetánea de Henry Moore, Mondrian, Picasso o Calder, fue pionera en introducir los agujeros en las artes plásticas, elevando la idea de volumen a su máxima expresión. El Musée Rodin le rinde homenaje con un repaso a su cautivadora obra.

Barbara Hepworth

“Siempre que conecto con la tierra y el medio acuático, dibujo ideas para nuevas esculturas. Nuevas formas de tocar y caminar, nuevas personas a las que abrazar, con una forma tan exacta que aquellos que no pueden ver puedan percibirlas y sentirlas. Es esencialmente práctico y apasionado”. Barbara Hepworth, escultora británica de la primera mitad del siglo XX, entendía la escultura como una extensión del sentido del tacto, como una invitación al espectador a fundirse con la propia obra. La artista, para quien la luz y el espacio constituían dos elementos tan relevantes como la madera o la piedra en el arte de esculpir, tallar y modelar, fue un referente de las bellas artes concebidas en el período de entreguerras y las décadas posteriores.

Sus obras plásticas, caracterizadas por jugar con el volumen sometiéndolo a estados extremos y retándolo a sobrepasar sus límites, se oponían a la tiranía, la rígida disciplina y el plano rectilíneo por antonomasia, perspectivas y actitudes de calado internacional en la década de los años treinta. Originaria del condado de Yorkshire, al norte de Inglaterra, la escultora se crió en un entorno que, en su día, fue tierra de celtas, romanos, bretones, normandos y vikingos. La región austral, escenario que inspiró la célebre novela ‘Cumbres Borrascosas’ de Emily Bronte, también contribuyó a fraguar la concepción del mundo y del arte de Hepworth.

‘Pierced Hemisphere I’, obra de Barbara Hepworth

Sus reconocibles obras, atestadas de agujeros, huecos asimétricos que combaten la opacidad y círculos concéntricos que parecen moverse en el espacio, se asemejan en gran medida a las creaciones de Henry Moore, gran amigo de la artista. Pero Hepworth no solo se codeó con el artífice de ‘Reclining Figure’ o ‘Butterfly’; también lo hizo con Picasso, Braque, Brancusi, Calder o Miró. Junto a su marido, el pintor y escultor Ben Nicholson, su nombre pasó a incluirse dentro de los artistas imprescindibles del arte abstracto inglés de los años treinta, introduciendo su obra en uno de los enclaves más codiciados del panorama artístico: el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).

En junio de 2015, la Tate Britain le dedicó su mayor retrospectiva, cuarenta años después de su muerte en mayo de 1975. ‘Barbara Hepworth: Escultura para un mundo moderno’, la exposición dedicada a la prolífica y vanguardista escultora, exhibió 70 de las más de 600 obras que componen el total de su obra. Ahora, el legado de Hepworth prosigue su camino, haciendo escala en el Museo Rodin de París. Hasta el próximo 22 de marzo de 2020, la exhibición recopilatoria, comisariada por Catherine Chevilloy y Sara Matson, convivirá con ‘El Pensador’, ‘La Puerta del Infierno’, ‘Balzac’ y las más de 6.500 esculturas y 10.000 dibujos que alberga el museo francés, situado a menos de trescientos metros de Los Inválidos.

‘Mother and Child’

Hepworth, quien cuenta con un museo propio en St. Ives (Cornwall) donde poder revisitar su obra, emplazado en el espacio en el que vivió y dio forma a algunas de sus obras más conocidas, no había gozado de ningún reconocimiento de tal magnitud en el país francófono. Esta exposición evidencia que el talento, la valentía y la valía no entienden de fronteras, en un merecido homenaje a una de las artistas fundamentales de la primera mitad del siglo pasado.

Edna Giesi, Henry Moore y Barbara Hepworth en París, 1922

‘Winged Figure’

‘Spring’

‘Forms in Movement (Pavan)’

‘Oval Form’

Hepworth trabajando en el Palais de Danse, 1961. Fotografía: Rosemary Mathews