Javiera Mena: la libertad de le petit mort

09 / 06 / 2016
POR Carlos H. Vázquez

La música, más bien la creación, se convierte en un modo de vida cuando pasa la delgada línea de la pasión. Arriba, en el púlpito, la figura de Javiera Mena (Santiago, Chile, 1983) describe palabras que conforman historias de representación para un movimiento de acción hedonista y libertario.

 

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Javiera tiene tres álbumes publicados y parece que tenga, en realidad, toda una generosa discografía en su haber. Esquemas juveniles (Quemasucabeza, 2006) y Mena (Unión Del Sur, 2010) empezaron a construir una corriente electrónica, de pensamiento y erótica que desembocaron en Otra era (Unión Del Sur, 2014), el último disco hasta la fecha y el punto de partida de una fantasía paralela a la realidad. Hedonismo, LSD, fama, música, erotismo y otras libertades se dejan llevar por el calor de una tarde de verano.

 

¿Has llegado a conocer el hedonismo?

En algunos momentos sí. Yo creo que el placer de escuchar música es hedonismo puro. El placer de poner una canción, que te lleve a una emoción… En ese sentido, sobre todo con la música electrónica (como el House o el Techno), es algo superhedonista. El estado al que te llevan es muy hedonista, más que otro tipo de música. Es otra cosa, otro estado de ánimo.

 

El LSD o el MDMA, las drogas químicas con las que experimentaste a tus 20 años, ¿también fueron parte de tu hedonismo?

Puede ser. En algún momento me vi bien influenciada por esta experiencia, con el LSD, sobre todo. Creo que es la droga que más me influenció, aunque no tomé tanto. Pero la experiencia que tuve, de entre las otras que tuve, la siento como la más… No sé. Te lleva a un estado que se puede lograr de otras maneras, pero la experiencia con el LSD fue tan potente, que influenció en mis letras.

 

¿En qué sentido?

Bueno, nunca compuse bajo los efectos del LSD, sino que compuse después. Llegué a lugares a los que quizá podía haber llegado lúcida, pero tengo recuerdos muy bonitos, de mucha conexión.

 

¿Como una cara B de la realidad?

Y cara A, incluso. El LSD, por lo que he podido descubrir gracias a la meditación, es que te hace estar totalmente presente. Como que sentía mi diálogo mental. Después, meditando, llegué a lugares parecidos, pero el LSD es más potente. Ahora que lo dices… sí, sería como una cara B.

 

¿Qué sucede cuando cuentas las experiencias que has tenido con las drogas? ¿Qué reacción tiene la gente que lo sabe?

Depende. Creo que hay gente que puede pensar que soy la típica música que se droga, pero también hay otra gente que mete en el mismo saco a la heroína, a la marihuana, a la cocaína… Yo creo que, como los distintos tipos de música, cada droga es diferente. Es muy fuerte que una planta se fume y que le produzca un efecto al ser humano. Me parece algo poderoso para la sociedad y para los seres humanos milenarios que somos y que hemos sido siempre. Aunque el LSD sea una síntesis, todo viene, más o menos, de las plantas. Creo que es supermilenario, pero la gente lo relaciona con el narcotráfico.

 

Es natural, como las relaciones homosexuales, pero las personas de tendencia conservadora no lo ven así. ¿De qué podrían tener miedo?

¿De que ellos puedan ser gay? (Risas) Creo que los cambios siempre les dan miedo. ¡Por algo se llaman conservadores! Ya sea cualquier tipo de apertura o de pensamiento diferente, va a ser muy mal visto por ellos. Y ya no solo los conservadores, sino toda la Historia. No sé desde cuándo comenzó a prohibirse la homosexualidad, pero tiene que ver también con prohibir lo que no es lo establecido: la familia, que el hombre manda… Creo que todo eso viene de ahí, de donde venimos, de nuestro sistema patriarcal.

 

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Creo que en tu primer disco, Esquemas juveniles (por el tema que da título al álbum y por Al siguiente nivel), muestras la representación de una edad con la misma voz. ¿En qué momento notas que tú estás cambiando y que la gente puede cambiar contigo?

Creo que, justamente, en estos tiempos puedo estar sintiendo algo así. Por un lado está mi música, pero también, por otro lado, está cómo me he plantado yo frente a los medios, que ha sido algo que, quizás, no estaba direccionado de un modo tan fuerte. Quería ser una persona transparente que dijera la verdad cuando me fueran a preguntar por mi opción sexual. O sea, cuando me preguntaban si tenía novio o novia yo empecé a responder siempre con la verdad, entonces se me empezó a catalogar como una persona con mucha voz y con mucho contenido político, sobre todo a nivel de minorías sexuales, feminismo… Poco a poco los medios, con sus preguntas, y con la falta de mujeres en Chile que dijeran las cosas tal y como son, me empezaron a catalogar como una voz generacional, como la defensa de las minorías y el feminismo, principalmente.

 

Ahora se está planteando legalizar el matrimonio homosexual en Chile…

Y todavía tenemos el acuerdo de vida en pareja. Yo creo que muchos de los conservadores se quedan ahí, como muchas otras fuerzas, para que no haya matrimonio. Pero también hay muchos artistas y marchas todo el tiempo para que se haga el matrimonio. Hace poco, dos mujeres pudieron adoptar también, que era algo impensable en Chile. Poco a poco se ha ido avanzando, pero tenemos que sacarnos este karma tan negativo (por muchos factores).

 

¿Todo consiste en “botar las murallas”, como dices en Los olores de tu alma?

Sí. Esa es una manera de decirlo medio bélica. Creo que, más que botar las murallas, hay que cambiar la revolución por revelación, como dicen Pet Shop Boys en la canción My October symphony. Yo voy más por el lado de la empatía para cambiar las cosas que por el lado que se utiliza siempre: choque con choque. Cuando me siento con alguien homofóbico, prefiero hablar con él desde un lado empático antes que pelearme. Creo que eso me ha dado buenos resultados con los taxistas, por ejemplo. Creo que así se llega a alguien de una forma mucho más honda, sin haber un choque tan potente.

 

¿Cómo empatizas, en el caso de los taxistas, con alguien contrario dentro de un habitáculo y por un tiempo determinado?

Llevándolo a un terreno de su mente para saber qué partes de la homosexualidad son cómodas para él (en ese caso), preguntándole si nunca ha tenido un primo o a alguien que conozca en esa situación, en lugar de hablar de cosas tan contingentes. Algo que esté guardado con cariño en su mente.

 

Entiendo que el taxista te reconoció…

No, no me reconoció (risas).

 

¿Y cómo supo que…?

Por lo típico de las noticias: que si está aprobado el matrimonio…

 

¿Crees que la gente le tiene miedo a la libertad por el vértigo?

Sí. De todas maneras, creo que mucha gente tiene miedo al vértigo de la libertad, de dejarse ir… Me di cuenta porque lo hablamos con unos amigos. A mí no me cuesta, porque tengo a la libertad como mi bandera, pero sí es cierto que a mucha gente le da vértigo, y ese vértigo de la libertad es casi metafísico. Es dejarse llevar por el momento, por tu idea… sin pensar en todas las barreras de los demás. Es muy complicado.

 

En tu caso, ¿tiene precio la libertad, igual que lo tiene la fama? La fama te resta anonimato, ¿pero qué te resta la libertad?

¿Sabes? Yo creo que, al final, todo resta alguna cosa. Cualquier cosa. Te tomas este té, te hace algo rico, pero se acabó. Pero la verdad, no sé qué te puede restar la libertad. Claro, la fama te resta anonimato, pero la libertad…

 

¿Restaría inocencia, candidez…?

Sí, puede que sea eso lo que reste.

 

Entonces, ¿qué te queda todavía de cándida?

No sé. Creo que cuando uno tiene una buena empatía con alguien, sin duda es algo cándido y lo estoy sintiendo todo el tiempo con toda la gente. No tiene que ver con si soy libre o no o si soy famosa o no; tiene que ver con esa conexión que se produce entre dos personas. Eso está pasando todo el tiempo. Creo que esa chispa de la vida sirve para reconocer que ambos somos buenas personas. Lo puedo reconocer en un segundo y saludarte. Esa bondad tiene mucho que ver con la candidez.

 

Hay una percepción que parece mostrarte inaccesible, como de popstar. ¿Cuánto de verdad hay en ello?

Bueno, por un lado estoy yo: Javiera y mi vida, como música. Y por otro lado está la parte que tiene que ver más con aliarme con artistas visuales, gente de la moda… Me siento como un sacerdote que se pone su túnica, hace la misa y después se saca su túnica y vuelve a ser una persona normal. O esta gente que da charlas de autosuperación. Soy alguien que está expuesta. Tengo fama, pero eso pasa en el escenario y en los videoclips, pero después se va y me convierto en una persona normal.

 

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¿Cuesta seguir siendo una persona normal?

A mí no me cuesta nada. Pero sí me ha costado subirme al escenario porque… Bueno, no me ha costado subirme al escenario en realidad, es que he estado, durante mucho tiempo, en la búsqueda de este personaje y lo encontré ya. Todo el tiempo me he sentido tan normal, que no me cuesta bajarme y subirme. Me cuesta más cuando pasan cosas negativas, como en el Festival de Viña del Mar. Me costaba más. Pero en general no.

 

¿Y eso te hace inaccesible?

Como viajo mucho, creo que tiene que ver más con el tiempo que con la inaccesibilidad. Tiene que ver con que no tengo tiempo.

 

¿Te gusta ser inaccesible?

Es parte de lo que te da la fama. Como que tienes menos tiempo para hacer cosas. El tiempo es una cosa que te quita la fama o cualquier trabajo. Supongo que a un doctor o a un cirujano le debe pasar lo mismo. En realidad me gusta llevar una vida normal así: cuando estoy en mi casa y voy para estar con mi familia, mis amigos… Es bastante parecido a lo que era antes. No sé si me gusta o no, pero es lo que me tocó. Y me gusta aislarme, pero para componer, sobre todo. Mi trabajo tiene mucho de aislamiento y de una vida medio rara.

 

Hay misterio, supongo, en ser inaccesible. ¿Pero hay cierto poder erótico en ello?

En general, creo que a la mujer la envuelve una energía bien erótica. A cualquier mujer. No sé por qué. No sé si se da así o es que lo vemos así por cómo ha sido la Historia y por lo que se nos ha formado, pero hoy en día es así y creo que puede haber un cierto erotismo.

 

Estaba pensando en el vídeo de Espada, por ejemplo.

Sí. Tiene que ver con los lugares donde he tocado con los artistas con los que he trabajado y creo que ahí me dejé llevar por la mente de Luis Cerveró, porque tiene una mente que tiene mucho que ver con el erotismo. Con él ya trabajé en Luz de piedra de luna y hay imágenes subliminales. Bueno, en Canadá (la productora de Cerveró) son muy eróticos y tienen esa cosa ahí. Creo que mi unión con estos catalanes ha dado un resultado para que mi arte se envuelva en erotismo. Otra era es un disco bien erótico también. Totalmente. Tiene mucho de Eros, no solamente en lo sexual.

 

Cosa que es también hedonista.

Claro. Este disco tiene esta cosa erótica y hedonista, aunque diría que es más erótica. Creo que la música es más hedonista y las letras son más eróticas. Por ahí va la cosa. Hay un concepto, pero sin caer en la mujer como cebo. Trabajamos las coreografías con las chicas y no queremos que parezca que estemos vendiendo carne de mujer.

 

Algo que en el Pop se utiliza bastante.

Claro. Creo que lo mío va por otro lado. Totalmente.

 

En general, ¿te consideras provocadora?

Sí, pero siento que es algo que me tocó por ser una especie de punta de flecha, sobre todo en mi país o en Latinoamérica. Creo que esa punta de flecha va a provocar algo, porque está ahí. En ese sentido, me tocó serlo por la necesidad, y me considero provocadora porque los demás se equivocaron. Pero yo, lo que hablé, era algo que se tenía que hablar, pero por ser punta de flecha me tocó provocar.

 

¿Es Javiera Mena un producto de las circunstancias?

Sí, mucho.

 

 

www.javieramena.com

Texto: Carlos H. Vázquez

Fotografía: Rod

 

Fechas de la gira: 9 de Junio en Madrid, 10 de junio en Barcelona, 1 y 2 de julio en el Festival Ojeando de Málaga y 31 de julio en el Low Festival de Benidorm.