En su nueva colección Me quiere, no me quiere, Juan Vidal transforma la indecisión en un lenguaje visual cargado de poesía, técnica y emoción. En #VEINDIGITAL nos colamos en el de backstage del diseñador durante la última edición de 080 Barcelona Fashion y hablamos con él sobre vulnerabilidad, feminidad, contradicción y el acto íntimo de vestirse como forma de transformación.
Deshojar una margarita no es solo un juego: es un gesto que habla de espera, de inseguridad y de ese deseo casi infantil de encontrar respuestas en lo azaroso. En Me quiere, no me quiere, Juan Vidal parte de esa imagen para construir una colección que no teme mostrar fragilidad, duda o contradicción.
A través de contrastes —brillo y mate, estructura y fluidez, masculino y femenino—, el diseñador da forma a un lenguaje que se mueve entre la técnica y la emoción. Prendas que parecen sostenerse en el aire, tejidos que envuelven sin imponerse, cortes que se desvían de la lógica simétrica: todo en esta propuesta habla de habitar lo incierto sin necesidad de resolverlo.
En esta entrevista con #VEINDIGITAL, Juan Vidal reflexiona sobre la vulnerabilidad como motor creativo, el diseño como refugio y la moda como espacio para decir, sin explicarse del todo.
Me quiere, no me quiere remite a ese gesto infantil y emocional de deshojar una margarita. ¿Por qué elegiste esta imagen como punto de partida para la colección?
Siempre me ha fascinado esa imagen: una flor, una decisión, una espera. Hay algo profundamente humano en delegar nuestras dudas al azar, en ese gesto ingenuo de confiar en un pétalo para resolver lo que no sabemos afrontar. Deshojar una margarita es como desnudarse emocionalmente, pétalo a pétalo. Me interesaba esa idea de vulnerabilidad lúdica, de cómo lo efímero puede contener una verdad mucho más compleja. Es una metáfora de cómo nos enfrentamos a nuestros propios miedos, buscando respuestas simples a preguntas que no lo son.
La colección explora opuestos: lo lineal y lo ondulado, lo brillante y lo mate, lo masculino y lo femenino. ¿Qué papel juega esta armonía de contrastes en tu proceso creativo?
Trabajo desde la contradicción porque creo que ahí es donde se revelan las verdades más profundas. Lo lineal habla de estructura, de orden, de lo que entendemos como racional y recto; lo ondulado es la emoción y lo imprevisible, sutileza y sensualidad. En el brillo hay deseo, en lo mate hay calma. Y el diálogo entre lo masculino y lo femenino me permite explorar una sensibilidad contemporánea que ya no necesita definirse en extremos. Creo que el equilibrio está en aceptar las tensiones, no en resolverlas. La colección nace de esa necesidad de armonizar lo que aparentemente se contradice.
Hablas de la inseguridad y la vulnerabilidad como detonantes creativos. ¿Cómo se traducen estas emociones en tus diseños?
Diseñar desde la inseguridad es asumir que no lo sabes todo, que estás constantemente descubriendo. Para mí, eso es un motor. Hay prendas en esta colección que parecen frágiles, que se sostienen casi en el aire, como si fueran a deshacerse… pero no lo hacen. Otras son más firmes, más rotundas, como si necesitaran proteger algo. Juego con cortes que no siempre obedecen a una lógica evidente, con tejidos que se comportan de forma ambigua, que acarician y esconden al mismo tiempo. La vulnerabilidad está ahí, pero transformada en belleza.
En tus piezas conviven la precisión técnica y la sensibilidad poética. ¿Cómo equilibras la emoción con la exigencia formal?
Es un equilibrio que busco de forma consciente. Necesito que lo emocional tenga una estructura, que la poesía no se diluya en el aire. Me importa la técnica, el patronaje, cómo cae un tejido, cómo se mueve. Pero también necesito que todo eso respire, ligarlo a las emociones. De nuevo contradicciones, no son poemas de verso libre: la cadencia, lo técnico es una herramienta para sostener la belleza y que la emoción perdure.
Tus colecciones suelen hablar de poder femenino, de seducción, deseo y amor. ¿Cómo es la mujer que habita tus prendas?
Es una mujer que no necesita explicarse. Que puede ser fuerte desde la dulzura, seductora sin proponérselo, libre. Una mujer que no tiene miedo de cambiar de opinión, de dudar, de no tener todas las respuestas. Son muchas mujeres y a su vez la misma, hay una feminidad en mis prendas que es compleja, como lo es la vida. No idealizo a la mujer: la observo, la escucho y la reinterpreto.
A lo largo de tu carrera has recibido numerosos premios y has presentado tu trabajo en pasarelas nacionales e internacionales. ¿Cómo dirías que ha evolucionado tu identidad creativa?
He aprendido a abrazar la incertidumbre. Al principio, buscaba definirme, encontrar una voz clara, contundente. Ahora sé que mi voz está hecha de muchas capas. La experiencia te da herramientas, pero también te permite soltar. He pasado de querer controlar todo a entender que hay magia en lo que escapa.
El texto que acompaña la colección menciona la necesidad de transformar la duda en algo tangible y bello. ¿Cómo se traduce esta intención en los tejidos, cortes o estampados que has elegido?
La idea sobre la indecisión no se encuentra tanto en los tejidos, estampados o cortes como en el concepto global de la colección, en cómo funciona de forma global. Los opuestos se complementan a lo largo de las diferentes siluetas; las propuestas son antagónicas o complementarias. Si desplegamos la colección y diseccionamos las prendas una a una, he trabajado con tejidos que sugieren, no que imponen. El satén de seda lavado, por ejemplo, tiene una melancolía que me fascina; brilla, pero con timidez. La gabardina aporta estructura, pero está tratada para que no sea rígida. Los cortes no siempre obedecen a una simetría perfecta: hay asimetrías suaves, caídas que parecen accidentales, detalles donde no tocan, o volúmenes inesperados, como cuando intervienes una americana masculina con una gran lazada femenina.
La colección parece invitar a acariciar la indecisión y a desprenderse de capas de ego. ¿Sientes que la moda puede ser una herramienta de transformación emocional o espiritual?
Totalmente. La moda es lenguaje, pero también es ritual. Ponerse una prenda puede ser un acto profundamente íntimo. No se trata solo de cómo te ves, sino de cómo te sientes dentro de algo. Y cuando una prenda conecta con una emoción —cuando te hace sentir protegido, bello, poderoso o incluso vulnerable— ahí ocurre la transformación. Yo diseño con la esperanza de que algo de eso suceda. Para mí la ropa es cobijo, o todo lo contrario: puedes desnudarte vistiéndote más que lo que lo haría tu propia piel.
¿Y ahora, qué dice la margarita: me quiere o no me quiere?
La margarita dice quiérete. Y ese, quizás, sea el mensaje más importante, no hay lugar a duda.
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Fotografía: Ángela Ibañez