Desde su forma de reloj de arena hasta la silueta en S, el corsé de la época victoriana trajo muchos problemas a la mujer: las dificultades respiratorias y los desmayos eran muy comunes entre sus usuarias.
Imagen de un corsé real del siglo XIX
El corsé – una pieza de lencería formada por una estructura rígida, atada a la espalda para dar forma al torso– tiene una historia muy controvertida, visto por muchos como símbolo de opresión femenina. Lo que empezó como un top sin mangas, en el siglo XIX se había convertido en una prenda de ropa interior con soportes de hueso de ballena, más tarde sustituidos por metal, que rodeaba las costillas y comprimía las cinturas de las mujeres.
Imagen de la silueta de reloj de arena / Siglo XIX
Esta prenda interior, tal y como la conocemos hoy en día se remonta al siglo XVI, aunque ya había piezas que se le asemejaban en la Antigua Grecia. Desde ese momento el corsé fue variando su estructura para adaptarse a las distintas siluetas que se iban poniendo de moda. Desde la figura de reloj de arena en 1800, donde los hombros y las caderas tenían una anchura similar pero la cintura era mucho menor, hasta la figura en “S” de comienzos de 1900, que se caracterizaba por debido un busto elevado, estrechando la cintura y caderas anchas en forma de campana al llegar al suelo.
Imagen de vestidos con silueta S en 1900
Durante la Era Victoriana, el corsé llega a su punto álgido y más extremo. La época está marcada por la moderación sexual y la moralidad, pero aún así se hace todo lo posible porque las mujeres parezcan más voluptuosas. Estas se ponían corsés que modelaban su figura, alzando el pecho y comprimiendo la cintura, hasta que esta parecía diminuta.
Imagen de una mujer llevando bloomers
El material utilizado para realizar estas prendas era un canvas duro, con estructuras de hueso de ballena o metal, lo que creaba la ilusión de la figura de reloj de arena tan deseada en la época. El proceso para ponerse este corsé era tan complicado que en ocasiones las mujeres incluso tenían que tumbarse en el suelo, mientras alguien poniendo su pie en su espalda apretaba los lazos del corsé lo más fuerte que podía.
Imagen de un anuncio de corsé en el siglo XIX
La discusión sobre si el corsé era dañino para la salud también aparece en este mismo periodo, puesto que los corsés cada vez se volvían más ceñidos. Algunos doctores lo culpaban de problemas respiratorios, deformidad en las costillas, daños en los órganos internos, daños en los recién nacidos y abortos, mientras otros los recomendaban para dar más soporte a la espalda y al cuerpo.
Las historiadoras de moda, Valerie Steele y Collen Gau, explican que mientras que las mujeres podrían haber sufrido una disminución de la capacidad pulmonar y cambios en los patrones respiratorios, esto no conduce directamente a enfermedades respiratorias. Aunque sí es cierto que provocaban desmayos y una disminución de la vitalidad en las mujeres que los llevaban.
Imagen de una mujer en corsé / Siglo XIX
A pesar de estos problemas, no fue hasta la llegada de la Primera Guerra Mundial, en el siglo XX, cuando las cosas comenzaron a cambiar. Como los corsés de la época estaban realizados principalmente con metal, los gobiernos comenzaron a pedir a las mujeres que dejaran de comprarlos, para utilizar ese metal como munición. Además, la llegada de la bicicleta, de las chicas flappers y de Coco Chanel, fueron detonantes para que el corsé pasara a un segundo plano en la moda.
Imagen de un anuncio de corsé en el siglo XIX
Mujeres ayudando a otra a ponerse el corsé / Siglo XIX
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