¿Qué hay de nuevo? La columna de Estel Vilaseca para #VEINDIGITAL
«Que la construcción de una mente y un cuerpo fuertes sea la mayor obra que jamás haya realizado”. Esta frase de la artista y deportista Sagg Napoli atravesó, como sus flechas, el nuevo desfile de Dior. La cita presidía, a modo de portal, la pasarela en la que la performer y también arquera de competición se llevó todas las miradas. De nuevo, Maria Grazia Chiuri, que esta vez citó el vestido Amazone que Dior incluyó en su colección de otoño-invierno 51-52, introdujo ideas interesantes pero una colección de prendas desconectada con el pulso del momento. Ocho años después de su debut, en el que parafraseó en una camiseta a la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, con su famosa We Should All Be Feminists, el fondo sigue siendo más interesante que la forma. Crecen los rumores que dicen que J.W. Anderson podría ser nombrado, en breve, nuevo director creativo de Dior. Parece una elección acertada. El diseñador británico ha logrado catapultar en poco más de diez años a Loewe entre las marcas más deseadas. Sin ir más lejos, esta enseña de corazón español y actualmente propiedad francesa, está en el puesto 2 dentro del ranking de marcas más deseadas de Lyst Index, entre Miu Miu (1) y Prada (3). Dior, ocupa el puesto 13.
Por contrapartida, el relato que está tejiendo Louise Trotter en la casa Carven es de una delicadeza exquisita. El desfile se celebró en la Maison situada en los Campos Elíseos desde la que Marie-Louise Carven insufló nuevos aires a una alta costura algo anquilosada. Desde la sutileza y la humildad, la aproximación de Trotter a los archivos de la casa resulta muy fresca y liviana. La diseñadora ha querido hacer un estudio del acto de “vestirse y desvestirse, del deshacerse de las capas y los fundamentos que representan el espacio íntimo entre una mujer y su guardarropa (…) las siluetas emergen de lo cotidiano, uniendo la herencia con la ligereza y la fluidez entre la noche y en día. Como siempre, el toque de la mano humana es esencial en mi trabajo”. Ese toque se hace palpable en los drapeados y abullonados que aportan fluidez a las prendas y las conectan con el saber hacer de la tradición couturier. Enfocada en expandir la clientela de la enseña, Trotter diseña prendas que marquen la diferencia, se alejen del montón y que vistan a personas reales. “Un vestido es un vestido. Es la mujer quien viste ese vestido. (…) Es ella quien lo hace de su tiempo”, reflexionaba tras el desfile.
La fragilidad ha sido el tema central de la nueva colección de The Attico que las diseñadoras Giorgia Tordini y Gilda Ambrosio presentaron en Milán. “Esta temporada estamos siendo, literalmente, muy honestas y transparentes en comunicar quienes somos, de formas que, probablemente, nunca habíamos hecho antes. Se nos ha roto el corazón, hemos palpado el fracaso y lo hemos sentido en la piel como fragmentos de cristales rotos. Pero aquí estamos encontrando nuestra fuerza. La fragilidad es fuerza” compartían las amigas y socias en sus cuentas el mismo día del desfile. Las heridas y el dolor se hacían palpables en tops, faldas y vestidos literalmente desgarrados. Así mismo, las prendas de vestir y de espíritu festivo se combinabas con piezas de raíz técnica en la primera colaboración de la marca con Nike. La conversación entre las prendas más formales y aquellas más deportivas ofrecen un buen equilibrio, aportan nuevas visiones y resultan coherentes para el público de la firma italiana.
Releer la vulnerabilidad en clave positiva añade nuevas lecturas en este diálogo coral entre las creadoras y sus clientas.
El desfile de Miu Miu en París siguió demostrando la maestría de Miuccia Prada en interpretar el momento presente. Teniendo en cuenta que las grandes casas de lujo generan sus ingresos mayoritariamente a través de la venta de perfumería y complementos, los desfiles han pasado a ser, sobre todo, una plataforma para generar conversación social en redes así como discursos estilísticos más que para aportar nuevas siluetas o prendas innovadoras. Y en ello Prada, que en su día sentenció que la moda “es un lenguaje instantáneo”, es la reina. En su caso, la forma y el fondo funcionan desde una coherencia aplastante tanto en Prada como en Miu Miu. Retomando las ideas principales de su último desfile para Miu Miu: “la niñez como un periodo de absoluta verdad”, pone atención en el caos estético como un ejercicio para encontrar nuevos caminos: “Llevar cosas de forma equivocada era una forma de ser espontánea”. La colección, que incluye una colaboración con Petit Bateau, también combina lo sartorial con lo deportivo, aquí en clave retro. Su propuesta tiene también una lectura sostenible: la novedad no está en la prenda sino en las posibilidades infinitas de combinarlas entre sí sin restricciones. En Prada, menciona realidades que concurren, pluralidad y elementos de diferentes eras coexistiendo simultáneamente rompiendo la validez de las lecturas cronológicas, “creando contradicciones imposibles”. Si en Prada habla de la multiplicidad del presente, en Miu Miu nos comparte el ensayo apocalíptico “We’re in the endcore now” de Shumon Basar, autor de “The Extrem Self: Age of You”.
En este texto que se inicia con un “¿Y si no existe un mañana?” y empieza teorizando sobre el fin de todas las eras en un contexto de narrativas que colapsan – sí, este es nuestro presente – acuña el “chaoscore”: el gusto que existe en un “presente extremo” ya no es purista, todo es posible. Una idea que entronca con el concepto de “la multiplicidad estética” y de “modas” sobre la que ya escribió Gilles Lipovetsky en los noventa, que hablaba del declive del dictado de las tendencias en pro de un look que funciona “a la carta”. El “chaoscore” es esta idea acelerada, hasta el punto de que: “Una vez el core se indexa y archiva – simplemente te mueves al siguiente, que vendrá probablemente más adelante, el mismo día”.