¿Qué hay de nuevo? La columna semanal de Estel Vilaseca en VEIN.es
Aunque durante la pandemia pensé que todo aquello que estábamos viviendo nos serviría para tomar una conciencia más profunda, tres años después, no sólo no seguimos dónde estábamos, sino que el panorama que se dibuja delante nuestro es realmente desalentador (por no decir, aterrador). Personalmente siempre he preferido centrarme en lo positivo, pensando que más allá del sensacionalismo y el catastrofismo, el cambio se hace con cada una de las decisiones que tomamos a diario. Pero resulta que en casa tengo a una personita de 11 años a quien hay noches que la crisis climática le quita, literalmente, el sueño – y no porque este haya sido un tema recurrente en casa. La angustia se ha acrecentado desde que, tras el julio más caluroso de la historia, Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas (ONU), anunció, a modo de sacudida, que “la era de la ebullición global ha llegado”. Aunque en casa no vemos el telediario, dio la casualidad que pasaron la noche con los abuelos y allí escucharon el anuncio de Guterres. Fue durante la noche siguiente, ya en casa, cuando me enteré gracias a mi hija que habíamos entrado en una nueva era. En su caso, ese cambio de nomenclatura había hecho todo el efecto: “Mamá, no puedo dormir porque no puedo parar de pensar en ello…¿qué pasará?”.
Ya antes de que fuera madre, sentí la necesidad de enfocarme para contribuir al cambio de la industria de la moda, dando voz a colectivos, diseñadores, e iniciativas cuya prioridad fuera transformar. Durante estos últimos años, ha habido avances pero también mucho simulacro, un montón de palabras huecas y grandes dosis de confusión. Por suerte en esta época de sinsentido en la que, por poner un ejemplo del día a día, el calor extremo provocado por el cambio climático se combate con aires acondicionados a tope que, paradójicamente, generan alrededor del 4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, hay personas y colectivos que se lo están tomando realmente en serio y nos invitan tanto a reflexionar cómo a pasar a la acción. Uno de ellos es Alec Leach, antiguo editor de moda que actualmente centra todos sus esfuerzos en ser palanca de cambio. El lanzamiento de su libro “The World is On Fire But We’re Still Buying Shoes”, lo situó en el mapa. En su manifiesto, Leach nos invita a dejar atrás el consumismo desenfrenado y comparte su toma de conciencia personal.
La escritora y periodista Marta D.Riezu, tanto en “Agua y Jabón”, como en su segundo libro “La moda justa”, así como en su cuenta de Instagram, además de escribir muy bien e inspirarnos mucho, nos invita a coger perspectiva y a afilar el espíritu crítico: “En la escena (no sé cómo llamarle) de la moda sostenible hay una cacofonía y un darse la razón unos a otros. Ya estamos convencidos, seguir hablándolo es predicar al converso. En el otro extremo, paso de perder el rato con locos de las compras ciegos de ansia. Los doy por perdidos, no soy quién para salvar a nadie. ¿Queda alguien para dialogar? Personas inteligentes un poco indiferentes a la moda pero capaces de formar un cuerpo crítico, con paciencia para dudar” escribía en uno de sus posts. Dialoguemos, informémonos, dediquemos tiempo a entender de dónde vienen, cómo se hacen las cosas y realmente qué valores hay detrás de las marcas que nos gustan. Brenda Chávez, otra periodista retirada de las trincheras de la moda y el estilo, es autora del libro “Tu consumo puede cambiar el mundo”, en el que nos hace tomar conciencia del poder que tenemos: “Tenemos mucho más impacto del que podamos creer. Los consumidores podemos ser una especie de faro de guía si recompensamos a las empresas con buenas prácticas y no a las que no las tienen. Cuanto más críticos seamos, mejor. Estamos votando con nuestro monedero”. Chávez está convencida que tenemos mucho más poder cuando compramos que cuando votamos.
Conscientes que las legislaciones siempre llegan demasiado tarde, Carry Somers y Orsola de Castro, pioneras en todo esto de la moda transparente, fundaron en abril de 2013, el movimiento Fashion Revolution. La iniciativa surgió como respuesta al derrumbe del complejo textil Rana Plaza, en el que murieron más de mil personas y otras miles quedaron heridas de por vida, todas ellas trabajadoras textiles para marcas del “primer mundo”. Desde entonces estas activistas y su equipo han trabajado para que nos preguntemos “¿Quién hace mi ropa”. Además de educar y concienciar, cada año publican el “Fashion Transparency Index”, con el que invitan a las marcas a que publiquen sus prácticas de suministro y su impacto. OVS y Gucci han sido las que han subido al podio de la transparencia este 2023; pero otras como Zara o Mango, todavía no comparten sus datos. Desde una perspectiva más amplia y también poética, el equipo editorial de ATMOS, una plataforma que se construye entre la intersección entre la cultura, la naturaleza y el clima, busca despertar nuestras conciencias.
Este lunes arranca la Copenhagen Fashion Week, la primera semana de la moda que introduce desde 2020 requisitos de sostenibilidad mínimos para todas las marcas que participan en ella, en los que se incluye que la producción del desfile, por ejemplo, sea “de gasto cero”, que no se usen materiales plásticos y que el casting sea diverso e inclusivo. Fue en 2019 cuando por primera vez Emily Ferrara se atrevió a preguntarse cuál era la huella de carbono de un desfile de moda…la conclusión fue aterradora: “nadie lo sabía”. Con las temperaturas escalando mucho más deprisa de lo previsto, empieza a ser urgente mucha más acción y compromiso en todos los ámbitos. No hacerlo, nos convierte en negacionistas.