Cuando las sufragistas utilizaron la moda como herramienta política

03 / 11 / 2015
POR Marisa Fatás

Cada revolución tiene su propio uniforme.

 
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GWM eran las siglas del slogan utilizado por las sufragistas inglesas de principios de siglo XX: Give Women Votes (Dad a las mujeres el voto), pero también las iniciales de los colores que utilizaban para representar su misión: el verde (green) simbolizaba la esperanza, el blanco (white) la pureza y el violeta (violet) la libertad y la dignidad.

Así puede apreciarse en la insignia que aparece en el cartel de Sufragettes, película que se estrenará en España en diciembre y que cuenta la historia de las mujeres que en aquellos años lucharon por la conquista de derechos tan básicos como el del voto. La cinta, dirigida por la cineasta Sarah Gavron, denuncia la falta de igualdad de entonces y de ahora y finaliza en los créditos con un listados de los países que todavía no garantizan el voto y los derechos básicos de igualdad a las mujeres.

Es posible que el paso del tiempo ofrezca una versión romántica de la historia, pero activistas como Emmeline Pankhurst (interpretada en este caso por Meryl Streep) perdieron mucho en el proceso, estuvieron encarceladas, fueron obligadas a comer en contra de su voluntad o recibieron golpes por parte de la policía. A pesar de reclamar la mismas garantías legales que los hombres, muchas no creían necesario imitarles para conquistar los privilegios que les habían sido negados. Algunas consideraban que ir a la moda era un modo de perpetuar la opresión femenina, pero muchas otras se negaban a renunciar a su estilo y a su feminidad por lo que hacían uso de la ropa como instrumento para difundir su mensaje.

Moda, política y feminismo siempre han sido conceptos difíciles de conciliar, pero las integrantes de Women’s Social Political Union (WSPU) supieron cómo usar a su favor aquello que era utilizado para intentar debilitarlas. El estereotipo de mujer intelectual vestida con ropa masculina y gafas gruesas caricaturizadas por los dibujantes de la época fue combatido con una vestimenta práctica que les permitiera incorporarse a la universidad, a la vida laboral o las prácticas deportivas.

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Los silueta de los vestidos se relajó, los corsés fueron desapareciendo y la largura de las prendas dejaban al aire unos tobillos que eran cubiertos por botines acordonados. Vestían suaves blusas y faldas ondulantes y se recogían el pelo en moños sueltos que cubrían con sombreros decorados con flores. Un signo distintivo muy popular fue el broche de tres colores (verde, blanco y violeta) y que servía para reconocer rápidamente a otras camaradas. Estas joyas y otros accesorios, como las cintas tricolores para los cinturones o bolsos, podían encontrarse en los almacenes Selfridges, grandes aliados del movimiento.

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Fue en 1928 cuando estas luchadoras consiguieron que la mujer votara en iguales condiciones que los hombres. Fue entonces también cuando se puso de manifiesto que se puede ser políticamente capaz y competente sin renunciar a la apariencia deseada ni perder el estilo personal.