David Gómez: ¡Basta!

14 / 03 / 2016
POR Pablo Gandía

La esencia de Los Ángeles podría resumirse con las fotografías de este alicantino. Y con sus miedos. Y también con su destreza para volver a empezar de nuevo.

 
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Todos los jóvenes de principios de los noventa crecimos con las imágenes de American Apparel. En algún momento u otro quisimos ser los protagonistas de sus campañas, aunque ahora nos cueste reconocerlo. Desde Blogger y Facebook copiábamos su estilo transgresor y lo perpetuábamos hasta la extenuación, ya sea en los festivales de música, en los puentes que cruzan las carreteras o incluso en el baño de nuestra propia casa. Pero mientras nosotros intentábamos alcanzar aquella utopía adolescente, su responsable, el fotógrafo David Gómez, empezó a odiarla tan pronto como se hizo famosa. Sin quererlo cayó en un bucle de constantes visuales del que tardó meses en salir. Y todavía hoy sigue arrastrando algunas secuelas, aunque lejos de esconderlas, prefiere compartirlas con todo el que quiera escucharle. Como si poner las cartas sobre la mesa le ayudara a sentirse mejor. “Lo reconozco: el año pasado fue bastante duro. Tuve que empezar de cero y desarrollar una nueva fotografía con la que me identificase. Pero escucha, no quiero parecer muy dramático”. ¿Y cómo te defino entonces? “No lo sé. Soy un chaval normal, amigo de sus amigos, bastante positivo, feliz, muy trabajador y súper campechano”. Vaya, igualito que el Rey.

 

¿Qué queda de aquel niño que se marchó de Alicante con 18 años?

Realmente es el mismo. Yo ahora tengo 31, pero no he cambiado para nada. Bueno, sí que es verdad que soy más maduro, que tengo más noción de mi vida, de dónde estoy y de lo que quiero hacer. Tengo las ideas más claras, eso sí, pero todo lo demás sigue igual. Yo soy de los que pienso que nunca hay que perder al niño que llevamos dentro.

 
Estudiaste Bellas Artes en Valencia. ¿Te gustó la universidad?

Sí, me encantó, sobre todo porque fue una experiencia bastante personal. Ten en cuenta que yo me fui de casa y empecé a vivir con mis amigos. Allí ya era totalmente libre; entraba y salía del piso cuando me daba la gana. Además en ese momento yo también empezaba a descubrirme a mí mismo, y la carrera me ayudó a desarrollar mi parte creativa. Me hizo ver qué era lo que más me gustaba.
 

Cuéntame qué hiciste después de la universidad.

En un principio tenía pensado ir a Londres para seguir estudiando, pero me fui a Barcelona a trabajar. Mis hermanos vivían allí y me dijeron “vente, te quedas en nuestro piso y así ahorras para irte a Londres”. Y eso fue lo que hice. En Barcelona conseguí un trabajo de verano doblando ropa en American Apparel. Mi idea era estar allí solo tres meses, lo único es que conocí a mi expareja y me quedé cuatro años (risas). Mi plan de Londres se desvió un poco; yo no contaba con que me iba a enamorar. Y al final, de trabajar en el almacén de American Apparel pasé a ser su fotógrafo. Ellos fueron los que me trajeron aquí a Los Ángeles.

 
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Tú has hecho muchas de las fotografías que conforman el imaginario de American Apparel. ¿Eres consciente?

En realidad su imagen ya estaba bastante definida cuando entré. Yo lo único que hice fue ayudarles a continuar desarrollándola. Pero sí, soy consciente de que muchas de mis imágenes son un clásico de la marca, y eso está muy bien. El problema es que yo ahora me encuentro en una etapa de mi vida en la que todo eso ha dejado de gustarme. Hace cinco o seis años veía American Apparel y decía “dios, me encantan sus fotos. Yo quiero ser el fotógrafo de American Apparel”. Y es curioso que después de haberlo conseguido, ahora ya ni me interese. Estoy totalmente en otra fase artística. Supongo que forma parte de la evolución.
 

¿Y cómo consigues darle a la marca lo que quiere sin frustrarte tú mismo?

Pues es difícil. He pensado incluso en marcharme, porque siento que ya no puedo hacer nada más. Ten en cuenta que yo llevo trabajando con ellos cinco años, así que es como si fuese a cortar una relación. Por suerte ahora solo me dedico a la fotografía de producto, al e-commerce de la web, y eso es bastante fácil. Básicamente yo voy al estudio, escojo a los modelos y hago los ángulos, pero ya no fotografío más lifestyle. Me resulta imposible.

 

¿En qué momento te diste cuenta de que la cosa ya no funcionaba?

No lo sé. Supongo que cuando dejé de disfrutar de mi trabajo, porque a mí antes me encantaba, de verdad. Pero ahora ya no siento nada. Además creo que esas fotos las puede hacer cualquiera; no necesitas ninguna técnica.

 
Seguro que algo más grave te tuvo que pasar.

Yo perdí mi identidad para estar con ellos, ¿sabes? Dejé de hacer un montón de cosas que me encantaban y mi vida la dediqué a American Apparel. Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que tenía que recuperar lo que mi cuerpo me pedía. Ahí fue cuando por fin empecé a hacer otra vez mis proyectos personales, al margen de los de la empresa.
 

¿Cómo ha evolucionado tu fotografía?

Ha sido una transición bastante lenta. No es que haya cambiado de la noche a la mañana. Imagínate: yo estaba harto de las modelos de American Apparel, que para empezar no son modelos de verdad. Son chicas, mis amigas, girls next door como aquí las llaman, gente scouted de las calles. Que me encantan, no las rechazo, pero me apetecía trabajar con modelos profesionales. Con niñas que me diesen lo que yo estaba buscando. Entonces empecé a tirar de agencias y a hacerle fotos a chicas que con cuatro poses conseguían lo que les pedía. Poco a poco también fui cambiando la luz. Dejé el flash y opté por una fotografía más oscura, con más actitud. ¡Y el styling! No sabes la manía que le cogí a los shorts. ¡Me ponían enfermo! Ahora voy a los mercadillos, me gasto por ejemplo 100 dólares, me compro un puñado de ropa y luego me monto yo mis historias.

 
Imagina que tus fotos se exponen en un museo de arte contemporáneo. ¿Cómo se las explicarías a tu padre?

Le diría que las entendiera como un cuadro antiguo. Como si fueran una pintura prerrafaelita. Con esos tonos cálidos tan típicos, las chicas pelirrojas, blancas de piel y con pecas.
 

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¿Qué piensan tus amigos de las fotografías que haces? ¿Las entienden? ¿Se las toman en serio?

(Risas). Sí, sí que las entienden, y les encantan. ¿Conoces al diseñador Juan Vidal? Él es uno de mis mejores amigos; los dos somos del mismo pueblo. Juan y yo siempre nos hemos entendido muy bien. De hecho, hace un mes me escribió para decirme que estaba súper contento con lo que estaba haciendo últimamente. Y eso significa mucho para mí, porque Juan tiene un gusto exquisito. Me encanta estar alineado con él, mucho más que por ejemplo estar alineado con la gente a la que gusta American Apparel. ¿Me entiendes lo que te quiero decir?
 

Sí, te comprendo, aunque no sé cómo se lo tomarán los seguidores de la marca. Mejor dejemos el tema. ¿Qué te preocupa artísticamente?

Pues me preocupa el hecho de que haya tanta competitividad hoy en día. El mundo digital tiene sus cosas buenas, pero también sus cosas malas. Por ejemplo ha dado pie a que haya muchos fotógrafos, más que nunca. Entonces tienes que ser muy top si de verdad quieres sobrevivir en esto. Sinceramente ahora mismo me gustaría estar en un punto mucho más…No sé cómo explicártelo.
 

¿Crees que has perdido el tiempo?

No, para nada. Llevo cuatro años viviendo en Los Ángeles y jamás me voy a arrepentir de todo lo que he hecho aquí. Mi problema es que ya ni siquiera me gustan las fotos que hice hace un mes, o hace dos semanas. Siempre estoy pensando en cuáles serán mis próximos proyectos, y a veces resulta agotador. Aún así no me puedo quejar porque vivo de lo que quiero. ¿Que me gustaría estar disparando para Gucci? Pues claro, me encantaría, pero estoy en otro punto. Ya llegará. También me preocupa que dentro de poco tenga que dejar Los Ángeles, porque esta ciudad es de puta madre para vivir, pero aquí la moda no está avanzada. Aquí no hay showrooms que valgan la pena, y eso influye en mi trabajo. Cada vez tengo más claro que está llegando el momento de volver a Europa. ¿Y dónde me voy? ¿Me tengo que ir a París? ¿A Londres? Ese salto es el que más me emociona ahora.