Eloy Martínez de la Pera: “Balenciaga ante todo fue un rupturista”

07 / 08 / 2019
POR Jaime Martínez

Entrevistamos al comisario de “Balenciaga y la pintura española”, la última gran exposición sobre moda organizada por el Museo Thyssen de Madrid.

 

 

Cristóbal Balenciaga (1895-1972) liberó el cuerpo de la mujer y revolucionó los armarios con sus cortes y siluetas. Y todo ello en un París que llegó a coronarlo como el diseñador más grande de la historia de la alta costura, gracias a unas creaciones imbuidas de un fuerte carácter español, que bebían de la tradición pictórica de los grandes maestros nacionales de la pintura. De los volúmenes de Zurbarán, los colores de el Greco, los encajes de Goya y de las siluetas de Esquivel.

Decidido a celebrar esa vinculación entre el modista y 400 años de tradición cultural y pictórica, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza organiza hasta el próximo 22 de septiembre de 2019 “Balenciaga y la pintura española”. Exposición que se dispone a desnudarnos su comisario Eloy Martínez de la Pera.

 

Después de haber comisariado muestras como las de Givenchy o la de Sorolla y la moda, ¿qué te ha supuesto acercarte ahora a la obra de Balenciaga?

Para mí, ante todo, esta exposición es un homenaje. Un justo tributo a Cristóbal Balenciaga, que llega tras las diferentes muestras que se han organizando sobre él a lo largo de estos últimos años en ciudades como París, Londres o Guetaria, para conmemorar el centenario de la apertura de su primera tienda en 1917. Piensa que la última gran exposición que se le dedicó en Madrid fue en el 73, y que si algo han puesto de manifiesto estos 10 últimos años y todas esas exposiciones, es que Balenciaga ha sido el más influyente e inspirador de todos los diseñadores de la historia; y el más aspiracional. Y este era el momento perfecto para reivindicarlo.

¿Un reconocimiento del que gozó en vida?

Sin duda. Sus coetáneos tenían claro que no había nadie más grande que él. Lo decían desde Dior a Chanel, que aseguraban aquello de que “nosotros hacemos lo que podemos, mientras Balenciaga hace lo que quiere”.

¿Qué es lo que le debe entonces la moda de hoy a Cristóbal Balenciaga?

Muchísimo. Porque aunque las millennials no lo sepan, sus guardarropas están confeccionados por Balenciaga, y en base de esos cortes que tuvo la osadía de hacer en los años 40 y 50. Diseños con los que logró dar una libertad nunca antes vista a la mujer liberándola de las cinturas con sus diseños babydoll, los vestidos saco y los globo, o con esos cortes de “pavo real” que crea en el 57, y que ahora todas las jóvenes se mueren por llevar. Y no solo sus cortes, también le debemos tejidos como el gazar de seda o la ciberlina, y colores. Unos vibrantes colores que recoge de la paleta cromática de el Greco, y que tiene el arrojo de llevar al ámbito de la moda.

 

 

¿Por qué centrar la muestra precisamente en este diálogo con la pintura española?¿Tanta fue la influencia que ejercieron sobre él estos grandes maestros de la historia del arte?

No solamente la gente que ha estudiado su obra, sino también todos aquellos que le conocieron, tienen muy claro que si ha habido un elemento que le inspiró en su proceso creativo, ese fue la pintura española. En ello coincidían desde Marie-Andrée Jouve, la que fue su archivista durante casi tres décadas, a Hubert de Givenchy, Miren Arzalluz, Leslie Miller o Hamish Bowles.

¿De dónde le nacía esa pasión por la pintura?

Esa capacidad transformadora del arte, Balenciaga la siente desde muy niño. Desde que su madre es contratada por los marqueses de Casa Torres como costurera para la temporada estival y él pasa horas y horas esperando en su palacete de Guetaria frente a obras de Velázquez, de el Greco, de Goya, de Pantoja de la Cruz… Cuadros que hemos logrado reunir en esta exposición, y que él tiene la oportunidad de contemplar con tan solo 5 años.

¿Fue esencial entonces esa vinculación con la marquesa de Casa Torres?

Absolutamente. La marquesa, bisabuela de la Reina Fabiola de Bélgica, contrata a la madre de Balenciaga para que retocase esas piezas de alta costura que compraba en los grandes ateliers franceses y londinenses. Vestidos que adquiría en Worth, Vionnet, Doucet… y que tanto la madre de Balenciaga como él tuvieron el privilegio de observar en detalle. A la marquesa es precisamente a quien Balenciaga le confeccionará, con tan solo 12 años, un vestido que le gustó tanto, que decidió llevarlo el domingo siguiente a misa. Una anécdota, de las pocas, que Balenciaga llegó a contar sobre su propia vida, y con la que demostraba primero, que ya desde niño tuvo un increíble talento para la costura, y él lo sabía. Y segundo, que era perfectamente capaz de coser un vestido de principio a fin.

 

 

Volviendo a esa relación entre Balenciaga con la pintura española, ¿dirías que el analizarla resulta esencial para comprender la complejidad de sus diseños?

El arte es un vehículo fundamental dentro de la obra de Balenciaga, y lo fue desde sus primeras creaciones. Pero sobre todo lo veremos a partir de 1936, cuando se desplaza hasta París con el inicio de la Guerra Civil Española, y ante esa añoranza de España y de Guetaria, empieza a introducir elementos de marcada raíz española en sus diseños. Por eso lo que resulta fundamental de esta exposición es entender ese elemento de “lo español”. Ese ingrediente inspirador que marcará todas sus colecciones, y hacia donde precisamente nosotros hemos declinado la muestra para que sean precisamente esos artistas, los grandes protagonistas de 400 años de historia del arte, los que terminen actuando de voceros de esa influencia que tuvieron sobre Cristóbal Balenciaga.

¿Crees que habría logrado convertirse en ese gran modista, de no haberse visto obligado a exiliarse en París tras el estallido de la Guerra Civil española?

No me cabe ninguna duda de que sí. Cuando empieza la Guerra Civil de hecho ya era un gran modista, y llega a París, con 41 años, convertido en el más aspiracional de todos los creadores de la España de entonces. Hacía décadas que vestía a los miembros de la familia real española, y tenía clientas francesas que se acercaban a comprar sus diseños durante sus estancias en Biarritz, por lo que ya era muy conocido en París antes de su llegada. Por eso estoy convencido de que habría sido uno de los más grandes. Pero también es cierto que para coronarse como “el más grande”, debía ir a París. Como tuvieron que ir Worth y todos los grandes diseñadores independientemente de donde hubieran nacido, porque era la capital de la alta costura.

 

 

La muestra arranca con esa sala dedicada a “Balenciaga y el arte”. ¿Qué es exactamente lo que querías contar en este punto inicial de la exposición?

En esta primera sala lo que vamos a encontrar son esos mismos cuadros que Balenciaga vio siendo niño en el palacio de los marqueses de Casa Torres. Obras como el San Sebastián de el Greco, El cardenal Borbón de Goya o la Cabeza de apóstol de Velázquez, que si bien no tienen una vinculación directa con la indumentaria, nos sirven para ilustrar ese momento en el que da comienzo el viaje iniciático de Balenciaga por los caminos del arte y de la moda. Y una sala donde podremos observar esa primera referencia en la que une ambas disciplinas: el traje Infanta.

La siguiente sala la dedicas enteramente a el Greco.

Sí, aquí es donde descubriremos esos vibrantes rosas fucsias, verdes ceniza y esos azules cobalto que Balenciaga toma de la paleta cromática de el Greco, y que lleva hasta unos tejidos con los que confecciona algunas de las piezas de alta costura más bellas de toda la exposición.

¿Fue la incorporación de estos atrevidos colores a sus colecciones, una de esas grandes aportaciones de Balenciaga para con la moda?

Sin duda. Fueron colores que resultaron un auténtico shock sobre las pasarelas del París de finales de los años 30 y principios de los 40. Y así lo contaban las redactoras de moda de la época, y lo indican personalidades como el propio Harold Koda; uno de los principales comisarios de moda en la historia del Metropolitan de Nueva York.

 

 

En la tercera sala arrancas con ese diálogo entre Balenciaga y “la pintura de corte” española, con el negro como gran protagonista. ¿Es este elemento uno de los principales hilos que unen la obra de Balenciaga a la tradición cultural española?

El negro es sin duda un elemento muy importante en la historia de España. Hablamos de un color que Felipe II adopta como color de corte una vez que el palo de campeche llega desde México, y permite tintar por primera vez de negro las prendas sin que destiñan. Un color ligado a esa austeridad y a esa religiosidad de la que hacían gala tanto el propio rey como Balenciaga, y un tono muy arquetípico también de toda la indumentaria del norte de España, como color vinculado a ese luto por los pescadores que morían en alta mar. Balenciaga tomará por tanto toda esa tradición, dedicándole al negro algunas de sus mejores creaciones y colecciones. Sobre todo en momentos particularmente delicados de su vida, como tras el fallecimiento de su madre o la pérdida de su gran compañero Wladzio d’Attainville. Homenajes que realizará a través de un negro del que se adueña y convierte en su color fetiche, y que como describió en el 37 la editora jefe de Harper’s Bazaar, “era un negro tan español que te golpeaba. Tan aterciopelado e intenso, que cualquier otro negro a su lado parecía gris”.

¿Quién hizo más entonces por reactualizar ese negro de Felipe II como sinónimo de elegancia y distinción, Coco Chanel con su “little black dress” o Balenciaga?

Desde un punto de vista estético y puro, a la hora de crear únicamente en negro solamente ha habido un grande y ese ha sido Cristóbal Balenciaga. Chanel lo utilizó sí, pero siempre ligado a sus tradicionales blancos, tanto en sus jerséis, como en sus zapatos. Y en cuanto a su little black dress, quien finalmente se adueña de él y lo hace evolucionar es Hubert de Givenchy, con piezas como ese fantástico vestido de Audrey Hepburn de Desayuno con diamantes.

Además de esa vinculación con el negro, ¿qué querías reivindicar en todas estas salas dedicadas a la “pintura de corte”?

En estas salas lo que vengo a demostrar son las principales tesis de la exposición. Que son el evidenciar que todas esas críticas que hemos recibido por haber traído la moda a los museos, no tienen sentido. Porque la moda siempre ha estado presente en la historia del arte, como siempre lo ha estado en el interior de los museos y en los libros de historia. Y lo vamos a ver en las obras de Pantoja de la Cruz, de Bartolomé González o de Sánchez Coello, y en los retratos que hacían de Ana de Austria o de Isabel de Valois. Dos mujeres que fueron unas auténticas fashionistas, unas auténticas trendsetters y unas grandísimas influencers. Y así las retrataron estos grandes pintores, que llegaban a actuar casi de estilistas en sus obras. Por eso es tan importante detenerse en estas salas, y observar cómo estos personajes históricos dialogan con algunas de las mejores prendas de alta costura diseñadas por Balenciaga.

 

 

La siguiente relación que estableces de manera directa es la del diseñador con las pinturas de Zurbarán. ¿De qué manera se relacionan ambos artistas?

De Zurbarán es muy importante fijarse en dos referencias, que son las que inspirarán de manera profunda a Balenciaga. Sobre todo a partir de los años 40, cuando homenajea al pintor introduciendo en sus colecciones muchos volúmenes, bordados y brocados sacados de esas santas que Zurbarán imaginó prácticamente desde la nada. Algo a lo que sin duda contribuyó ese oficio de marchante de tejidos que fue su padre. Después tenemos a sus monjes mercedarios, en cuya indumentaria Balenciaga apreciará el summum de la perfección en costura, inspirándose en ella para confeccionar sus maravillosos vestidos de novia. Una relación que en la exposición descubriremos de la mano de las magníficas pinturas de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, y de dos trajes de novia tan icónicos como lo son el de la reina Fabiola de Bélgica y el de Carmen Martínez-Bordiú.

Y de Zurbarán, a Goya.

Aquí lo que podremos ver será a esos vestidos de Balenciaga confeccionados a bases de encajes, organzas y muselinas, dialogando con Goya y con esa manera en la que empleaba la indumentaria para mostrar el alma de sus retratadas. Como resaltaba los cortes imperio en obras como La marquesa de Lazán para denotar inclinaciones afrancesadas. O cómo, por el contrario, empleaba elementos más populares, más castizos y mucho más españoles, en obras como esa Duquesa de Alba de blanco.

 

 

En la última parte de la muestra enlazamos con los artistas de los siglos XIX y XX. ¿Qué aspectos deberíamos pararnos a analizar llegados a este punto de la exposición?

Aquí tenemos 4 referencias importantes. La primera de todas es la de lo castizo, que vamos a encontrar ligado a retratos preciosos como los de Madrazo y Esquivel, en los que veremos elementos como el madroño, muy vinculado a Madrid, que Balenciaga replicará tanto en vestidos como en tocados. La segunda referencia importante es lo popular, lo folclórico, que encontraremos en las siluetas de esos vestidos de cóctel que parecen sacados de las propias obras de Esquivel. La tercera será la pintura romántica, con la que Madrazo nos hará viajar hasta la Belle Époque, y que apreciaremos en esos tules y esos maravillosos rasos de seda con los que Balenciaga reinterpreta, haciendo una lectura absolutamente contemporánea, elementos fundamentales de la indumentaria del XIX como son el polisón o la crinolina. Y ya por último nos encontraríamos con ese elemento de “lo taurino”, que Balenciaga llevará a los trajes de noche mediante maravillosas chaquetillas y boleros.

¿Cuáles son esas piezas que sirven de cierre de la exposición?

Esas serían sin duda Flor de santidad de Julio Romero de Torres, con la que retomamos ese “negro” de Balenciaga y de Felipe II que nos ha venido acompañado a lo largo de toda la exposición. Y como broche final, esa Duquesa de Alba de Zuloaga frente a un vestido rojo. Pieza que la mayoría de los visitantes creen que es exactamente la misma que la del cuadro, cuando en realidad las separan 30 años. Este es un gesto que hacemos de manera consciente, con el que queremos invitar al público a que reflexione sobre lo que acaba de ver. Sobre la importancia de ese bellísimo diálogo al que acaba de asistir entre pintura y moda. Para mí, uno de los más bellos de cuantos pueden entablarse dentro de la historia del arte.

 

 

Tras analizar la obra de Balenciaga, ¿dirías que todas esta inspiración pictórica era algo que buscaba de manera consciente, o se producía de manera mucho más subliminal?

Todo era mucho más subliminal. Piensa que sus colecciones tenían 200 salidas, frente a las 40 de una colección actual, y que en ellas debía dar respuesta a una clientela con una herencia cultural tan distinta como la que podían tener sus clientas americanas, de las francesas o de las españolas. Él, además, era un artista que no cogía una referencia para iniciar su proceso creativo, como suele pasar ahora, sino que todo se generaba a partir de inspiraciones claramente cruzadas.

¿Fue difícil para ti el establecer esa delimitación en torno a los 6 bloques en los que se organiza la exposición?

No, porque desde el principio quise establecer este recorrido por los 400 años de historia del arte español que abarca la exposición. Un recorrido que actúa como una especie de hilo de Ariadna, que va conduciendo al visitante, de una manera imperceptible, a lo largo de toda la muestra. Sin que el visitante sea realmente consciente de que está realizando un viaje cronológico por toda la historia de la pintura española, de Velázquez a Zuloaga, pasando por Murillo, el Greco, Zurbarán y Goya.

¿Cuál fue tu mayor preocupación a la hora de enfrentarte a la organización de esta muestra?

Mi mayor miedo era que para poder crear este diálogo con quien fue el más grande de la historia de la alta costura, debíamos contar con obras que estuvieran a su mismo nivel. Y a su vez que el público sintiera que esa relación entre cuadro y pieza de indumentaria, engrandecía a ambas partes.

Una preocupación que también manifestaba sentir Guillermo Solana, el director del Museo.

Sí, porque lo que no queríamos bajo ningún concepto era que los cuadros terminaran convertidos en la escenografía de los vestidos. Algo que atendiendo a la reacción del público y la crítica hemos logrado, y a lo que ha contribuido ese negro tan español que he llevado a las salas de la exposición. Un elemento que nos ha permitido crear un diálogo mucho más conceptual, tanto en lo estético como en lo pictórico, entre los cuadros y las piezas de indumentaria.

 

 

Decía Paco Rabanne durante una entrevista, que le dio mucha rabia cuando la crítica alabó a Yves Saint Laurent por su colección Mondrian, porque cómo iba a ser moderno inspirarse en una pintura de 1917. ¿Fue moderno entonces Balenciaga? ¿Y cómo lo logró inspirándose en pinturas del siglo XVI?

Lo fue precisamente por la expresión que utilizas, “inspirarse”. Él nunca intentó reproducir nada de lo que veía, sino que cogía esos elementos y los rompía, los transgredía, para crear su propia moda. Es ahí donde radica su importancia y su genialidad, en que Balenciaga ante todo fue un rupturista. En sus creaciones puedes apreciar ese elemento inspirador, pero supo dotar a sus piezas de una modernidad tan exultante que, como dicen la mayoría de los visitantes, podrían utilizarse perfectamente a día de hoy.

Contaba por su parte Sonsoles Díez de Rivera, hija de la marquesa de Llanzol, que Balenciaga nunca quiso que en su caso se repitiera lo mismo que con Dior, cuya firma continuó tras el fallecimiento del diseñador. ¿Crees que le gustaría entonces ver su nombre convertido en una marca de moda más?

Nunca me gusta llevarlo al terreno del “que sentiría él”, pero creo que lo que ocurriría principalmente es que Balenciaga no entendería la moda actual. Como tampoco entendería lo que empuja a una clienta de hoy a solicitar un vestido de alta costura, ya que sus clientas de entonces hicieron de la alta costura un elemento a través del que custodiar conceptos muy ligados a “la belleza”. Llegando a atesorar sus vestidos como auténticas obras de arte.

Dicho esto, lo que sí encuentro que une al Balenciaga de entonces con la marca actual y con Demna Gvasalia, es su carácter aspiracional. Además de que ambos comparten ese elemento rupturista que mencionaba, aunque de maneras claramente diferentes. Ya que mientras el Balenciaga de entonces ponía su interés en la búsqueda de nuevos códigos de belleza, el de ahora quizás lo que busca es resultar rupturista a través de lo disruptivo, y con la utilización de elementos mucho más “shocking”.

Tras el éxito de esta exposición, ¿sobre qué nuevos proyectos estás trabajando?

Ahora mismo tengo entre manos una exposición antológica en París sobre la figura de Philippe Venet, que trabajó junto a Schiaparelli y con Hubert de Givenchy; y fue uno de esos grandes protagonistas secundarios de la historia de la moda. Y tras ella la siguiente exposición será la de “Dalí fashion and friends”, en la que vamos a introducirnos en ese París de las vanguardias en el que los artistas se intoxicaban unos de otros, y en el que Cocteau hacía dibujos para Schiaparelli, o Nicolas de Staël botones para Dior.

 

Balenciaga y la pintura española

Del 18 de junio al 22 de septiembre de 2019

 

Museo Nacional Thyssen – Bornemisza · Madrid

 

*Fotografías cortesía del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.