Iñaki Domínguez: “el follamiguismo no existe”

10 / 04 / 2018
POR Jaime Martínez

¿Qué es ser moderno?¿Se cura con los años?¿Preferimos aprender o vivir narcotizados? Entrevistamos al autor de “Sociología del moderneo”, el libro que nos ayudará a analizar fenómenos tan actuales de nuestra cultura como el ‘follamiguismo’, el movimiento hipster o la gentrificación.

 

 

Su contacto con el Madrid “alternativo” comenzó en 1995 en un barrio de Malasaña atestado de punkies, raperos, rockers y demás tribus urbanas. Luego llagarían lo indie, la cultura rave y a partir del 98 “me moví en las discotecas que por entonces dominaban la escena”. Los jueves a Nature, viernes y sábados al Deep o al L.P, para “muchos domingos acabar en la Rave del Goa” y terminar por separarse en el 2002 “de todo ese mundillo, entonces ya en decadencia, y dedicarme a estudiar filosofía”. Después vendrían un Doctorado en Antropología Cultural y este Sociología del moderneo ( Editorial Melusina, 2017) en el que sintetiza todas sus vivencias y estudios. Entrevistamos a Iñaki Domínguez (Barcelona, 1981):

 

Algunos pensarán que no hay nada más de moderno que escribir un libro sobre los modernos, ¿qué les decimos?

Si me quieren juzgar de moderno, casi que mejor. Pienso que solo los especialistas deberían ocuparse de abordar ciertos temas… Y no tengo reparo con que se me tilde de moderno, cultureta, hipster, o de lo que sea. Pero si algo me distingue de un moderno al uso, es que analizo la propia realidad del fenómeno.

 

¿Por qué escribir un libro sobre el “moderneo”?

Es un libro que permite comprender muchos hechos con los que nos encontramos a diario. Con él quería explicar el devenir del moderno español, y ofrecer información sobre la génesis del moderneo en general, su desarrollo y encarnación en diversas tribus urbanas; y sobre sus dinámicas culturales y sociales.

Hablamos de un libro fresco, en el sentido de que contiene humor, análisis filosóficos y antropológicos, referencias a la cultura pop, y que integra además anécdotas autobiográficas de mis propias golferías nocturnas. Ya contaba con todo ese trabajo de campo que necesitaba, ¿así que por qué no aprovecharlo?

 

¿Qué es “ser moderno” hoy?

En verdad no es muy distinto a lo que era en los años setenta. Aunque los hippies nos parezcan seres anticuados y casi primitivos, ellos también se consideraban modernos.

En sociedades masificadas como la nuestra, el ser humano siente terror ante una potencial aniquilación identitaria y trata de distinguirse a través del uso de ciertos códigos. Para no verse perdido, adopta y consume una identidad moderna.

 

¿Pero moderno se es, o se compra?

Ser moderno implica ir a la última. Y en una sociedad capitalista, “lo último” se expresa necesariamente a través de productos de consumo. Un moderno, en el sentido más explícito del término, es aquél que adopta una identidad, y para hacerlo es necesario consumir de un modo concreto.

En ese sentido en el libro hablo de “constelaciones identitarias”. Es decir, combinaciones de elementos de moda, comida, viajes o gustos culturales como pueden ser comprar discos de vinilo o hacer referencia a cierto artista retro, que al consumirlas nos procuran de una determinada identidad.

 

Y esto de ser moderno, ¿se cura con los años?

Ante era normal que así pasara. De hecho todo este tipo de subculturas comerciales pertenecían a la llamada “cultura juvenil”. Una vez que alguien fijaba su identidad en base a determinada vida laboral o sentimental, era común que abandonara esa antigua afiliación. Su vida ya estaba hecha, y no necesitaba de esa clase de distinción, no en esos términos.

Sin embargo hoy la cosa ha cambiado, entre otras causas porque la noción de juventud extiende sus tentáculos más allá de la edad biológica. Se nos dice que la edad es solo un número, una gran mentira, y se vende juventud a todos los miembros de la sociedad. Además la precariedad laboral y sentimental de hoy conlleva necesariamente tener que adoptar una identidad más flexible, menos fijada, más juvenil; en la que “molar” y “ser guay” representan uno de los medios más eficientes de reconocimiento.

 

Hemos vivido el auge del movimiento “hipster” y de lo “vintage”. Ahora parece que lo que vuelve son los 80 y los 90, cuando todavía no les había dado tiempo ni a irse del todo… La pregunta es, ¿cómo puede ser moderno lo antiguo?

Lo antiguo es moderno porque la creatividad de nuestra cultura está agotada. Esta manía con lo retro comienza especialmente a principios de los 90, cuando se ponen de moda los años 60.

Los verdaderos “modernos” eran los de antes de los 90. Sin embargo ya en dicha década las ideas se van agotando, y es necesario reinterpretar lo antiguo como novedoso y “guay” para seguir vendiendo. El movimiento Rave tenía mucho todavía de moderno, aunque ya existían ciertos elementos retro. Pero hoy en día el agotamiento cultural es tal, que lo retro lo domina todo. 

 

¿Confundimos lo que esta de moda con lo moderno?

Lo que está de moda no es necesariamente moderno. Lo moderno en este sentido no es cualquier moda, sino una moda concreta que sirve para que miembros de las clases medias logren la distinción. Es una herramienta que se usa para obtener no solo reconocimiento, sino también los beneficios prácticos que se derivan de alcanzarlo.

 

En el libro señalas como hemos importado la estética de la cultura “hipster”, pero no su trasfondo moral ni ético.

Tampoco es que lo “hipster” en EEUU sea algo muy vinculado a determinados valores, pero sí tiene cierta base ideológica. Lo gracioso es que en una sociedad tan enormemente consumista como la estadounidense, lo hipster surge como un modo de vivir sostenible vinculado al pequeño comercio, aquél presente por ejemplo en barrios como Malasaña. Un sistema que se enfrenta a los grandes almacenes con doscientas variedades de cereales y otras tantas de refrescos. Aquí en España eso no tiene sentido. Y si en EEUU es una forma de reducir el consumo, aquí se pervierte y se utiliza como modo de potenciarlo.

 

Ante esa carencia ideológica, ¿es nuestra vida hoy menos real y más artificial?

Vivimos en un mundo en el que domina la imagen y en el que los contenidos parecen ser lo de menos. Un mundo en el que todos aspiramos a convertirnos en una celebridad vendiendo una determinada imagen individual de nosotros mismos, y en el que la tecnología juega un papel fundamental en ese sentido.

 

Tendemos a escuchar la misma música, ir a los mismos sitios y vestir la misma ropa. ¿Buscamos ser únicos, comportándonos exactamente igual que todos los demás?

Así es, y es que la distinción en el ámbito del moderneo tiene mucho de contradictorio. Pero ser igual que otros no interfiere con la distinción que buscamos al pertenecer a un grupo concreto, como los modernos. Los “modernos” son distintos de la población “general”. Esa es la idea.

 

¿Qué poder ejerce el grupo sobre nosotros?

El ser humano cuenta con la necesidad primordial de pertenecer. Ese “instinto de rebaño” ha sido fundamental para mantenernos como especie en un entorno salvaje, y de él precisamente se nutre el mercado y la tecnología para que consumamos ciertos productos que nos vinculan con determinados grupos sociales.

 

¿Cómo podemos revelarnos y aprender a valorar nuestro “yo” íntimo, más allá de nuestro grupo social habitual y sus presiones?

Ilustrarnos a partir de la cultura y el aprendizaje es una herramienta fundamental en ese sentido. También la creación de relaciones sólidas e íntimas con otros, más allá de la mera apariencia y el estatus. Podremos encontrar una verdadera satisfacción a nuestras aspiraciones a través de estas herramientas, que interfieren de manera directa con la lógica de una sociedad de consumo intrínsecamente insatisfactoria y adictiva. Una sociedad que nos impulsa a consumir ad infinitum convulsivamente, sin poder saciarnos nunca.

 

Como parte de esta globalización cultural que vivimos, ¿puede producirse una merma todavía mayor de parte de nuestra conciencia individual? ¿Avanzamos hacia el pensamiento único?

A pesar de la aparente libertad, vivimos de acuerdo con unos principios dogmáticos y sin duda avanzamos hacia una cultura unitaria. Una interpretación del mundo única y global, en la que el pensamiento único parece ser el objetivo último de dicho proceso.

 

Aunque pueda parecer contradictorio, mientras nuestra realidad como elementos integradores de un grupo social es cada vez mayor, también lo es el de las palabras “yo” y “mi”. ¿Hay que empezar a poner coto a ese aparente egocentrismo?

El narcisismo está desbocado. También es parte de la lógica consumista de la que hablábamos, y un elemento esencial de esta clase de sociedad. El peligro está en que el narcisismo aísla del entorno y convierte a los demás en meros espectadores, en instrumentos de nuestro placer autorreferencial. Ese aislamiento es la base de la vida insatisfactoria que nos lleva a consumir compulsivamente, tratando de llenar un vació imposible de saciar. Somos como un hámster que corre en su rueda, persiguiendo un horizonte objetivamente imposible de alcanzar.

 

Fotografía de Iñaki Domínguez, autor de “Sociología del moderneo”.

 

Buena parte del libro la reservas a explicar los fenómenos que están ocurriendo en el ámbito de la ciudad, como la gentrificación. ¿Con ella hablamos de progreso? ¿O de la perversión de unos valores culturales propios, que terminan convirtiendo barrios y ciudades en meros “parques temáticos”?

Las ciudades sin duda se están convirtiendo en parques temáticos, y la gentrificación es un proceso global que juega un papel decisivo en el fenómeno objeto de estudio de mi libro. Obedece a los intereses económicos de aquellos que invierten financieramente en una serie de barrios, y de aquellos que en su búsqueda de reconocimiento y prestigio social aspiran a consumir dichas comunidades.

Uno de los motivos por los que los centros de las ciudades están tan demandados es por ese capital simbólico, responsable entre otras causas de sus exorbitados precios. Al vivir en barrios de esta clase, en barrios “guays” como pueden ser Malasaña, consigues asimilar dicho maná por el mero hecho de pertenecer a él. Pero la realidad es que para habitar en estos lugares es necesario contar con buenos recursos económicos, ya sean propios o familiares.

 

Como bien reflejas al hablar de la lucha contra el botellón, parece que lo sancionable no es beber en una plaza, sino hacerlo en un banco en lugar de en una terraza. En el fondo, ¿no se trata de la misma lucha?¿De la lucha de la libertad individual frente a la excesiva regulación (colectiva) que asedia nuestras vidas?

Estoy de acuerdo. No es el consumo en sí el que es sancionado, sino una manera de hacerlo, siendo necesario consumir a través de unos canales concretos, institucionales y propios de un sistema que domina la vida colectiva.

 

Y del botellón, a la cultura “disco”. De ella señalas su importante labor de integración, sobre todo de los colectivos tradicionalmente más discriminados. Con su paulatina desaparición, ¿que va a ocurrir con ese trabajo de integración social?

El fenómeno Rave, que es una prolongación de la cultura Disco de finales de los años setenta, tuvo importantes consecuencias para integrar al colectivo LGBT. A mi juicio dicha transición cultural tuvo efectos muy beneficiosos y transcendentales; irreversibles. Efectos muy consolidados al menos en lo que respecta a las grandes ciudades. Siempre quedan cosas por mejorar, pero en relación a otros tiempos, el cambio ha sido enorme y muy positivo.

 

Una de las partes que quizás más sorprenda es tu análisis de la tan idealizada Movida madrileña. ¿Resulta que de subversiva, poco o nada?

La Movida estuvo condicionada por unos determinados cambios sociales, y aunque contara con todo tipo de adeptos, en su mayoría estaba integrada por individuos de clase media-alta.

España había completado la Transición y pasó entonces a integrarse plenamente en la modernidad occidental. Sin embargo solo ciertas personas con recursos y una posición holgada podían comulgar con esa modernidad europea. Esa fue la razón de que los principales protagonistas de la Movida fueran miembros de familias prominentes. Ellos eran los que tenían acceso directo a managers, discográficas y demás fuerzas de producción cultural.

 

El concepto de “follamiguismo” también tiene su parte en el libro, y no sale muy bien parado precisamente.

La realidad es que el follamiguismo no existe. La sexualidad necesariamente implica de una intimidad que va más allá de la amistad, al menos cuando es disfrutada asiduamente con la misma persona.

En el mundo moderno sexo y amistad están enfrentados. La ideología dominante considera que para ser sexy es necesario ser arrogante, distanciado, mal educado… Mientras por otro lado se nos vende que el sexo es libre, una cosa más que se consume como tantas otras. Una visión optimista y falsa, y un buen reflejo de las contradicciones del discurso dominante.

 

Primero fue la religión, luego la ciencia y la tecnología. ¿A quién seguimos ahora?

La tecnología sigue dominando nuestras vidas, y parece que la cosa no solo va a continuar sino que se va a incrementar. Aun así, creo que nuevas ideas y principios, quizás espirituales, servirán para renovar nuestra visión del mundo y darán a luz un nuevo orden cultural.

 

Hablabas de dogmas. ¿Parece que únicamente sabemos sustituir unos por otros?

En el caso del moderneo, seguimos los dogmas impuestos por las modas. Atribuimos valor a imágenes, productos e ideas a los que otros se adhieren, sin tener en cuenta su valor real o el contenido humano de las personas en sí. Eso es en sí mismo dogmático. El mejor antídoto contra esta clase de actitudes está en intentar comprender en profundidad el mundo que nos rodea, y en desarrollar nuestro sentido crítico.

 

Aparentemente se tolera la diversidad, la libertad de pensamiento… Pero ojo, ¿cuidado con cuestionar esos dogmas?

Por supuesto. Ya a nivel social y en términos amplios, el pensamiento libre es una falacia. Un gran timo. El libre pensamiento y la libre expresión hacen referencia únicamente a contenidos aceptables dentro de límites muy acotados y vinculados a los actuales valores de la sociedad occidental. La libertad de expresión únicamente será “libre” siempre y cuando se ajuste a los parámetros de la opinión pública.

 

En el libro hablas de internet como de una fuente para la educación personalizada y el crecimiento personal. ¿Pero de verdad queremos aprender?¿no estamos más cómodos escuchando lo que nos cuentan?

Aquí existe un interesante cruce de caminos. Por un lado internet nos permite ser más libres, pero también someternos más. La tecnología en realidad únicamente acelera y potencia actitudes y aptitudes ya presentes en cada uno de nosotros. Estarán por tanto aquellos que buscarán narcotizarse sin freno por las nuevas tecnologías, y aquellos otros que las emplearán para aprender. Si la cosa sigue así, quizás estemos ante el origen de una nueva división entre especies de homínidos quién sabe. Seres humanos cegados, y otros hiperconscientes.

 

Como escribía Machado, “Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: el despertar”. ¿Hoy preferimos soñar?

Diría que siempre hemos preferido soñar. Pero soy optimista. Hoy contamos con más herramientas que nunca para desarrollar nuestra consciencia, para ilustrarnos; de eso no cabe duda. De cada cual depende el uso que haga de esas herramientas.

 

¿Estamos ante el fin de una era?

No sé si ante el fin de una era, pero sí en una época de transición. La reinterpretación constante de cosas del pasado para nutrir al mercado y la falta de ideas de la que hablábamos, son hechos sintomáticos. Como dijo un filósofo que dio una conferencia en la UAM cuando yo estudiaba, “Vivimos en un desierto, y es en el desierto donde tienen lugar las revelaciones”. El Occidente nihilista, carente de valores vivos, puede ser el caldo de cultivo de una nueva interpretación de la realidad.

 

¿Hacia qué clase de sociedad crees que evolucionamos?

Diría que hacia una sociedad sin trabajo. Hacia un voluntariado no remunerado consecuencia lógica de la prolongación de la precariedad laboral en la que vivimos. Creo que el capitalismo se está devorando a sí mismo. Es algo así como un ser vivo, un monstruo insaciable que mutará hasta convertirse en su contrario.

 

¿Cuál crees que será el paradigma de moderno en ese futuro?

Si seguimos como hasta ahora, nos enfrentamos a una reinterpretación sin límites. Algo muy factible si atendemos a la falta de visión historia de la que adolece nuestra época, será un futuro donde nadie sabrá que lo que le distingue o lo que consume en realidad perteneció a otro tiempo.

 

Y a título personal, ¿qué futuro tienes entre manos?

Acabo de publicar mi segundo ensayo Signo de los tiempos: visionarios, locos y criminales del siglo XX, también con la editorial Melusina. En él hablo sobre los arquetipos de la cultura pop de los sesenta y setenta, y sobre como moldearon nuestro mundo actual. También he empezado a escribir mi nuevo libro, que irá más o menos en esa misma línea, y para un futuro, espero que no muy lejano, me planteo publicar más ensayos sobre el moderneo.

 

Iñaki Domínguez

Sociología del moderneo