‘Las flores del tiempo’, un ensayo de la vida creativa en cuatro estaciones

29 / 05 / 2018
POR Marisa Fatás

Hablamos con Belén Torregrosa sobre su nuevo proyecto, un jardín en el que poder regar la imaginación y hacer que florezcan el talento individual y la diferencia.

Describir a Belén Torregrosa no es tarea fácil. Y aunque el halo indescifrable que le rodea es uno de sus mayores atractivos, no es el único. Si la lees o la escuchas, intuyes que tras sus palabras se esconde todo un universo que, como un canto de sirena, comienza a atraparte. Cada una de las referencias bibliográficas que nombra te abre las puertas a un mundo al que, inevitablemente, quieres pertenecer. Ella se define profesionalmente como contadora, también exploradora, y su trabajo se desarrolla en el cruce entre la comunicación, la educación y la creatividad. Licenciada en filología alemana, formada en coolhunting y en storytelling, está especializada en encontrar la belleza allí donde pocos suelen buscarla. Cuando arrancó la primavera tuve la suerte de poder tener con ella conversación en la que terminó por desojar las flores de este ensayo online que es una oda a la imaginación.

¿Qué es Las flores del tiempo?

Las flores del tiempo es un laboratorio, un experimento dedicado a personas interesadas en cultivar su creatividad y replantarse su relación con el tiempo en estos momentos de disrupción tecnológica.

Recuerdo estos días una cita de Malcolm Gladwell que dice “La práctica no es lo que se hace una vez que se es bueno. Es porque lo haces que eres bueno”. Las flores del tiempo nació de la tensión provocada por la velocidad de nuestros días y el amor a un oficio que tiene que ver dar sentido a la realidad. Me pregunté: ¿cómo hacer para que la tecnología -especialmente el móvil- se convierta en un aliado de mi creatividad y no una fuente de procastinación?

En Primavera, la primera de las cuatro estaciones, todas las fotos del poema están tomadas con el móvil, como si al hacerlo buscara encontrar mi propio ritmo dentro del tiempo tecnológico, que a veces va muy rápido… pero también nos permite capturar un instante de una forma sencilla, desde tu propio teléfono.

Ahora, en la profesión de la comunicación, encuentro algunos imperativos que a ratos me resultan un poco aplastantes. Por ejemplo, si eres freelance se supone que debes tener una marca personal, cultivarla al tiempo que intentas dar lo mejor de ti. Y ante ese formato que se impone con una cierta fuerza en las profesiones creativas, se abre un interrogante ¿Qué pasaría si cada uno encontrara su paso, su propio caminar, en el oficio de contarse? ¿Qué pasaría si simplemente tuviéramos un jardín donde cada uno pudiera cultivar su diferencia? En Las flores del tiempo exploro la posibilidad de la creatividad como jardín que uno cuida y cultiva cada día.


¿Es fácil cultivar la imaginación?

Como dice Michael Ende, “Al final todos buscamos lo mismo: lograr unir poesía, encontrar poesía en la vida misma”, y darle sentido incluso a lo que no lo tiene. El storytelling, que está tan de moda ahora, no es sólo una estrategia de comunicación. Las personas necesitamos historias para vivir, para darle un sentido a nuestra vida, el que cada uno le quiera dar. Yo comencé a cultivar mi imaginación gracias a mi abuela materna. Ella siempre me decía “cuéntame algo” y aquello fue como un regalo, fue ella quien me descubrió el poder de las las historias.

Háblanos de la primera estación, la Primavera.

El viaje de las ideas parte a veces de la imaginación, de esa capacidad para visualizar el mundo o una parte de la realidad de una forma distinta… Por eso la Primavera es una oda a la imaginación, a ese comienzo delicado donde una visión se abre paso en tu interior… pero todavía no es realidad.

El poema busca ser una oda a todas aquellas personas que nos regalan una visión distinta del mundo: por su forma de vivir, por su trabajo, por su forma de relacionarse, etc. Sin embargo, la imaginación por sí sola no sirve de mucho si no viene acompañada de un proceso creativo que transforme la idea en realidad.


¿Y ese proceso toma forma en el resto de estaciones?

Sí, el Verano, por ejemplo, es una invitación a pasar a la acción a partir de experimentos colectivos para cultivar la mirada creativa… y pasarlo bien.

Inspirados en la naturaleza, estos experimentos colectivos buscan también responder a una pregunta: ¿podría la educación ser algo sexy? Me pregunto si las redes sociales pueden convertirse en una herramienta para cultivar la creatividad a partir de algo tan hermoso como las flores  y plantas. El Museo del Prado, por ejemplo, ya cuenta un cuadro al día a través de su Instagram.

El Otoño, por su parte, es una oda al conocimiento, un ensayo sobre la creatividad más cercano al intento que la lección y, por último, el Invierno es oda a los otros en forma de entrevistas, una celebración de la tribu, de ese ecosistema creativo que es nuestra fuente de inspiración… y también la red que nos sostiene y nos hace crecer.  Como muestra Gladwell en su libro “Outliers”, el ecosistema juega un papel muy importante en el desarrollo de la vida creativa, es fascinante la relación entre nosotros y los otros.


¿Vivimos deprisa?

Cuando comencé Las flores del tiempo tenía una cierta urgencia vital:  “no sabes cuánto tiempo tienes, no lo desparrames”, pensaba.  Sin embargo, dos años de viajes, libros y libretas me hicieron experimentar una nueva idea del tiempo, “ya aparecerá”, me decía una voz en mi interior, “date tiempo, tú sigue cultivándolo”. Creo que ha sido el descubrimiento más bonito del proyecto, que de alguna forma, cuando te echas a andar, a veces hay respuestas que no encuentras, te encuentran ellas a ti…

Las flores del tiempo bebe de esa y otras paradojas de la vida creativa y trata de responder a diversas preguntas, como por ejemplo: ¿Cómo encontrar momentos de calma en un mundo que va deprisa? ¿Cómo buscar en el pasado historias que hagan futuro? ¿Cuánto de los otros hay en nosotros? ¿Qué puede tener de hermoso el error?  La naturaleza es el hilo conductor que une todas esas preguntas en torno a la intuición, la belleza o el oficio.

¿De qué forma podemos entrenar la mirada? 

Contar me parece algo así como salir de la generalidad… cuenta lo concreto, lo singular y también lo común; cuenta el silencio, el diálogo y a veces el hecho de suspender el juicio… Supongo que es a partir de ahí donde cada persona interpreta, comparte y construye su propia visión del mundo, ¿no?


¿Y cómo hacer florecer al talento?

Democratizando la creatividad, por ejemplo. La creatividad nos pertenece a todos. Durante mucho tiempo la asociamos con el mundo del arte pero, ¿acaso vivir no es un arte también? Mónica Lenz dice que “Crear es atreverse” y quizá, a partir de ahí podríamos pensar también que “Crear es cultivarse”.

Hoy, muchos discursos creativos hablan del talento o el querer, pero, ¿cuánto hablamos del tiempo? Si lo piensas por un momento, en las empresas, en las escuelas, en los medios de comunicación… todo el mundo habla de la importancia de la creatividad, pero: ¿cuántos espacios, cuántos momentos cotidianos tenemos para cuidar, cultivar y compartir nuestra singularidad?

Por eso me gusta tanto la metáfora del jardín, porque en un jardín casi todo pasa despacio pero pasa bonito, hay mucha belleza.  Y cada jardín es diferente, los hay de lentejas, botánicos y de balcón… La metáfora del jardín me parece tan hermosa… Este mes estoy leyendo “Jardinosofía”, una historia de la Filosofía inspirada en la jardinería escrita por Santiago Beruete, un profesor filósofo de origen navarro que ahora vive en Ibiza y no salgo de mi asombro. El libro es fabuloso, leyéndolo te das cuenta de que, desde los griegos hasta nuestros días, el jardín ha sido y es una fuente de belleza, vida y creatividad.



www.lasfloresdeltiempo.com