Noemí López Trujillo: «la precarización es femenina»

03 / 10 / 2019
POR Marisa Fatás

La periodista acaba de publicar El vientre vacío. Hablamos con ella sobre el retraso de la maternidad, la brecha de género y la realidad de una generación tocada por la crisis.


Existen órdenes, casi invisibles, que estructuran nuestras vidas y de los que solo podremos zafarnos dándoles nombre. La maternidad en los últimos años se ha visto afectada –por su retraso o por la ausencia de ella- debido a factores como la crisis económica o la brecha salarial. La precariedad femenina, tal y como manifiesta El vientre vacío (Capitán Swing), pasa factura a mujeres que por falta de estabilidad en lo profesional, intentan tener hijos a una edad en la que en la mayoría de los casos la empresa es fallida. Pero también afecta a muchas mujeres que viven realidades muy distintas, pues la falta sólida de ayudas públicas para la conciliación laboral y los cuidados o el reparto desigual de las tareas nos impactan a todas. Por otra parte, la congelación de óvulos, los tratamientos de fertilidad o la gestación subrogada revelan el fortalecimiento más sofisticado de la mercantilización del cuerpo de la mujer. Una realidad que Noemí López Trujillo disecciona para permitirnos observar y analizar la maternidad del siglo XXI desde nuevas perspectivas.

Un libro que habla del miedo a tener hijos, a ser madre y no contar con ayudas, al despido, al corto plazo, a los pisos compartidos, a los deseos pospuestos, al espejismo de la clase media… Y cuando lo hace, retrata a una generación que, a pesar del desgaste que suponen la precariedad y la lucha por la igualdad, encuentra un relato colectivo en el que mirarse y sentirse identificada. Una narración que, como dice Noemí citando a Rafaela Pimentel, nos permite “Acuerparnos. Arrimarnos y amarrarnos las unas a las otras”.

 

«Tenemos la palabra y la sororidad, Y al fin, gracias a libros como este, nos sentimos reconocidas, amparadas, menos solas. Qué obvio, pero qué necesario, ¿verdad? Noemí ha llamado a su libro EL vientre vacío, pero también es una nueva casa llena de mujeres rama que nos cobija y nos reconoce a todas.»

María Sánchez en el prólogo de El vientre vacío


 

El vientre vacío habla desde la propia experiencia en un ensayo periodístico que además cuenta con voces de mujeres de tu generación. ¿Cómo ha sido darle forma?

En un principio me lo planteo como un reportaje amplio, pero finalmente es un compendio, una selección de lo que me gusta de cada género. Por ejemplo hay crónica, crónica en primera persona, reportaje porque hay testimonios, hay parte de ensayo porque hay reflexiones y bebe de otros ensayos incluso. También hay unas partes disruptivas en las que recurro a tuits o a poemas que encuentro en algún story de Instagram. Quería reflejar que el tema estaba en mi día a día y que otras mujeres estaban hablando de ello en diferentes lenguajes.

¿Cómo es ser periodista y mujer en España hoy?

Creo que es complicado por el tema de la exposición pública. Nosotras tenemos muchas cosas que decir, y estamos empezando a hacerlo, pero todavía nos cuesta. Da la sensación de que cuando una mujer escribe parece que representa a todas las mujeres del mundo. Entonces parece que si una mujer se equivoca o hace algo cuestionable a ojos de otra persona, en general de otro hombre, su error es representativo de todas las mujeres, lo que sirve para echar por tierra nuestro trabajo. Por otra parte están las redes sociales, y la reacciones que se generan con según qué publicaciones. Es una forma de censura. Y en ocasiones terminas por no meterte en según qué jardines y así ahorrarte los comentarios que pueden venir a continuación. A nosotras se nos exige, además del rigor que se le puede exigir a un hombre, valentía. Y no debería ser así.

¿Tiene la precariedad género?

La crisis ha hecho que nuestro papel como cuidadoras se agrave, con lo cual, sí, la precarización es femenina. Uno de los principales motivos es el tema de la conciliación y los cuidados. Nosotras durante la crisis hemos seguido ejerciendo esos cuidados que, como no estaban incorporados a las métricas del mercado de trabajo y no estaban remunerados, simplemente no han existido en la narrativa de la crisis. Es nuestra labor, como mujeres, poner ese relato encima de la mesa.

¿El retraso de la maternidad abre también una brecha de clase?

Sí, sin duda. Al final quienes tienen mayor capacidad adquisitiva son los que van a poder tener hijos y mantenerlos. Los partidos de derechas tienen muy incorporado el discurso de la familia numerosa, pero ¿quién se puede permitir tener una familia numerosa?  Las personas que tienen 3 o 4 hijos a veces son la gente más privilegiada que se lo ha podido permitir porque puede externalizar las tareas y eso no va en detrimento de sus carreras.

Lo que tiene mucho que ver con las políticas sobre cuidados y conciliación laboral.

Esta es una de las claves en la cuestión de clase. Cómo tenemos implementada la política de ayudas sociales para el tema familias. Qué se entiende por familia. Si tienes un hijo no eres familia numerosa y se da por hecho que la carga es muy pequeña. A lo mejor, a la familia que tiene solo un hijo le cuesta mucho más llegar a fin de mes que a la familia que tiene tres. Porque la que tiene tres es probable que pueda externalizar esas tareas y que pueda pagar para que otros cuidan de sus hijos, lo que les permite avanzar en sus carreras y subir en ese ascensor social.

Por otra parte está la capitalización de los tratamientos de fertilidad.

¿Quién se lo puede permitir a día de hoy sin tener que endeudarse o tener ahorros previos? Esta es otra brecha de clase que vamos a tener el futuro porque solamente los más y las más privilegiadas van a poder costearlos. Que vamos a acabar pidiendo préstamos, no tanto para comprarnos una casa, sino para quedarnos embarazadas. Para apostar por tu carrera y retrasar la maternidad hasta sentirte preparada tienes que comprar tiempo, y para comprar tiempo necesitas dinero.

¿Hasta qué punto depende el capitalismo del cuerpo de la mujer?

Mucho. En general el capitalismo depende de nuestros cuerpos. Creo que esto lo decía Santiago Santiago Alba Rico, que el capitalismo lo que crea son cuerpos excedentes y al final están los cuerpos productivos y los improductivos y cuando eres improductivo ya no eres útil para el capitalismo, con lo cual quedas fuera del sistema, de las ayudas, en los márgenes. La dinámica es perversa porque no solamente el capitalismo depende de nuestros cuerpos, sino que nuestros cuerpos han empezado a depender del sistema. En el caso concreto de la mujer, y esto lo decía muy bien Silvia Federici, seguimos siendo una fábrica de mano de obra. En el momento en el que las mujeres tomamos conciencia de eso, abrimos una grieta en el capitalismo, porque conformamos un discurso de “mi cuerpo no está al servicio del estado ni es un intercambio”. Cualquier sistema necesita el cuerpo de las mujeres, el problema es las desigualdades que se pueden generar. El sistema, sea el que sea, siempre pretende apropiarse y legislar sobre el cuerpo de las mujeres.

¿Nos quejamos demasiado? ¿Somos la «generación blandita»?

No. Ahora tenemos más herramientas para hacer visible nuestra queja y sabemos cómo usarlas. Nuestra generación tiene más oportunidad de poder generar esos relatos, ya sea a través de textos periodísticos, de libros o stories de IG. El diagnóstico que hacemos desde nuestra propia perspectiva es acertado porque el propio hecho de verbalizar tu vulnerabilidad lo dota de legitimidad. Además, ahora tenemos los datos que corroboran que lo que estamos diciendo es cierto. No necesitamos narrar que somos supervivientes de una crisis y hacerlo como si fuera algo épico. Pero tampoco creo que haya que subestimarlo ni deslegitimar la queja. Simplemente es el aquí y el ahora, hemos tomado la palabra y tenemos suerte de disponer de esas herramientas.