Noell S. Oszvald acaricia el paradójico sueño de escapar del confuso caos mediante un escrupuloso orden y control de las líneas de fuga. Cuando dispara, ordena su universo.
Esta fotógrafa autodidacta de Bucarest comenzó a autorretratarse hace 4 años, cuando tenía 21. Todas sus fotografías son en blanco y negro y la ropa siempre es la misma. Para ella lo importante son las formas, la composición o el contenido, ya que cualquier otro elemento podría distraer al observador. Procura no mostrar la cara por la misma razón y prefiere ser ella la que «desempeñe el papel» porque siempre trabaja sobre imágenes conceptuales planificadas sobre sus experiencias y emociones personales.
Cuando publicó estas fotografías, solo llevaba un año manejando la cámara y decía de sí misma que no se consideraba fotógrafa. Sin embargo, el objetivo obedecía religiosamente a sus deseos. Cada uno de sus encuadres y composiciones son estudiados al milímetro y el resultado es siempre o una réplica exacta de aquello que imagina o una preciosa casualidad.
Hace un tiempo confesaba en una entrevista que no quiere decirle a la gente qué tienes que ver en las imágenes. «Esta es la razón por la que nunca escribo descripciones, salvo la que aporten los títulos. Cada una de ellas muestran lo que quiero expresar, pero cada uno es libre de averiguar lo que la imagen les dice a ellos. Es muy interesante leer tantos pensamientos diferentes sobre una misma pieza». Por eso puede decirse que cada uno de sus retratos es un intento de fundirse con el mundo de la naturaleza o, lo que es lo mismo, de evadirse del de los hombres.