Nuestro Balenciaga

21 / 01 / 2016
POR Sandra Bódalo

Tal día como hoy, en 1895, nacía el padre de la alta costura con mayor prestigio (la fama era efímera, según él) de la historia de la moda: Cristóbal Balenciaga

 
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“Nada es más misterioso que la simplicidad que no puede ser descrita ni copiada”. No se me ocurre una mejor manera de describir el trabajo de Cristóbal Balenciaga que con esta poética frase de Carmel Snow, la emblemática editora jefe de Harper’s Bazaar (con permiso de Diana Vreeland). El 21 de enero de 1895 nació en Guetaria (Guipúzcoa) el gran couturier de la moda y, hoy, en VEIN, le rendimos nuestro humilde homenaje. ¿Por qué? Porque, a veces, los españoles pecamos al pensar que la moda solo ocurre en París, Milán o Nueva York y no está mal recordar que uno de los grandes de la moda es NUESTRO. Nuestro Balenciaga.
 
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Trabajador y perfeccionista con mayúsculas, el gran modisto vasco se impuso como un visionario de su época y todavía sigue siendo fuente inspiración para muchos. Dedicado a la búsqueda de la más sobria elegancia, sus creaciones perduran en la historia de la moda como un ejemplo de audacia, en ocasiones barroca, en ocasiones austera. Pero siempre atemporal, o mejor dicho, inmortal. ¿Quién no recuerda esas mujeres odiosamente elegantes retratadas por Penn, Avedon o Cartier-Bresson? ¿Y sus abrigos globo, sus vestidos acabados en tul blanco o sus impecables trajes sastre? Si hubiera que escoger una palabra para describir su obra, para Javier Martín Galán, diseñador y profesor colaborador en el Museo Cristóbal Balenciaga, sería “perdurable”. “La obra de Balenciaga sigue siendo hoy, 44 años después de su muerte, perfectamente actual”, comenta. Tanto es así que cuando se inauguró el museo en Getaria, “algunas de sus antiguas clientas asistieron con vestidos y abrigos que aún conservaban y eran sin duda las más elegantes de la fiesta”, recuerda Javier.
 
A causa de la guerra civil, Balenciaga se exilió a París donde conquistó a la alta sociedad de la época y a medios de comunicación gracias a su imaginación y su rigurosa ejecución. En un sector en el que la envidia y la competitividad suelen estar presentes, él alcanzó la admiración de sus contemporáneos. El mismo Christian Dior se refería a él como “el maestro de todos nosotros” y le dedicó frases tan sinceras y llenas de verdad como esta: “la alta costura es como una orquesta, cuyo director es Balenciaga. Nosotros, los demás modistos, somos los músicos y seguimos las indicaciones que él nos da”. Aunque si hablamos de admiración, sus pupilos André Courréges y Hubert Givenchy son claros ejemplos. Ambos siguieron su legado, manteniéndose siempre en la vanguardia. El primero como padre del prêt-à-porter y el segundo como genio de la alta costura. De hecho, la relación de Givenchy con Balenciaga superaba con creces el respeto, él afirmaba que el diseñador español  era su “religión”.
 
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Pero, ¿qué hizo para alcanzar ese estatus? ¿por qué Cristóbal Balenciaga se convirtió en “el auténtico couturier”, como decía Chanel? Según  Javier Martín, discípulo de  las hermanas Carriches, trabajadoras de las casa Balenciaga de Madrid durante más de veinte años, su dominio de la técnica es la principal. “Él se formó como sastre y sabía cómo realizar una prenda desde el principio hasta el final”, algo no muy habitual en la industria, aunque parezca mentira. Sin embargo, cuando leemos anécdotas como que la condesa Bismarck permaneció encerrada en su habitación durante días cuando supo que había decidido cerrar su casa de costura o que las mujeres de todo el mundo pasaban la frontera para comprar sus creaciones como si fueran “objeto de un gran contrabando”, solo podemos pensar que hay algo más. Una vinculación emocional y una dependencia absoluta por el gran intérprete de la belleza y la elegancia femenina.
 
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