«Vozdevieja», una oda entrañable a la infancia y sus temores

20 / 05 / 2019
POR Paula de Aguirre

Hablamos con la escritora Elisa Victoria con motivo del lanzamiento de su primera novela para Blackie Books

 

Fotografía: Cecilia Díaz Betz

Pocas ficciones son capaces de retratar con gracia y tino el sentir de los años previos a la adolescencia. «Vozdevieja» lo consigue de manera fascinante. Con un abultado porfolio de colaboraciones para medios como Vice o Tentaciones y dos libros publicados bajo el sello Esto no es Berlín, Elisa Victoria (Sevilla, 1985) sorprende con una novela que ha sido elogiada por la escritora Elvira Lindo. Un relato enternecedor que tiene como protagonista a Marina, una niña de 9 años que pasa el verano en compañía de su abuela en la Sevilla suburbana de 1993.

Hablamos con la autora sobre referentes culturales y la ansiedad que supone adentrarse en el mundo adulto.

El discurso interior de Marina es de una lucidez y profundidad asombrosas, pero al mismo tiempo no chirría en ningún momento que tales pensamientos puedan surgir de una niña de su edad. ¿Qué semejanza existe entre cómo funcionaba tu mente a los 9 años y el sentir de Marina en la novela? ¿Hasta qué punto sería un constructo de tu yo adulto?  

Mi mente funcionaba de una forma similar en cuanto a preocupaciones en los sentidos cotidiano y existencial pero procesaba los asuntos de un modo mucho más caótico, desequilibrado y obsesivo. Pensaba muy a menudo en el periodo previo al nacimiento que entonces estaba muy cerca, por ejemplo, tanto como en cuál sería el próximo menú del día. Creo que ambos tipos de reflexión son muy comunes durante la infancia pero en la mente se presentan a través de imágenes, emociones y un monólogo interior bastante repetitivo y básico. Para el personaje de Marina he tratado de unir esos elementos y traducirlos a un lenguaje mucho más rico del que se suele manejar a los nueve años y que aun así resultara reconocible.

¿Cuál ha sido la mayor dificultad a la hora de encarar este trabajo? No sé si el enfoque estaba claro desde el principio o si ha habido momentos de bloqueo o de darle muchas vueltas a determinadas páginas.

El enfoque psicológico de la protagonista estaba bastante claro pero me preocupaba cómo conseguir que resultara equilibrado y verosímil. El mayor reto ha estado en enfrentarme por primera vez a la construcción de una historia de estas dimensiones, las dudas que he atravesado han sido sobre todo arquitectónicas. Le di muchas vueltas a la estructura y a la evolución de los personajes en las primeras fases, y más adelante el trabajo constante durante varios años provocó cierta ofuscación mental. De llevar tanto tiempo sumida en la obra experimenté algunas inseguridades y espesuras, me preguntaba si sería capaz de terminarla y si estaba siguiendo el camino correcto, aunque por otro lado la mayor parte del tiempo me sentía poseída por cierta fuerza un poco ajena que ponía todo en funcionamiento.

Me encanta el personaje de la abuela y las conversaciones que mantiene con su nieta. ¿Qué peso tuvo la tuya durante la infancia? ¿Fue tan palpable su influencia y presencia como para Marina en la historia?

Mi abuela supuso siempre una gran influencia para mí y pasé bastante tiempo con ella por voluntad propia, sí. Admiraba mucho su sentido del humor, sus ganas de vivir y su flexibilidad, me sentía orgullosa de su fuerza y su seguridad, probablemente porque eran cualidades en las que yo flaqueaba. A estas alturas siento que algunas de mis características las he heredado directamente de ella saltándome la influencia de otros parientes más próximos, aunque yo no sepa hacer vestidos bonitos ni croquetas.

Elisa cuando era niña con vestido cuyo estampado forma parte del diseño de portada y que además le hizo su abuela. Cortesía de Elisa Victoria y Blackie Books.

 

También me sorprendió la naturalidad con que la madre de Marina conversa con ella sobre ciertos temas. ¿Es bueno normalizar ante los niños asuntos como la enfermedad o la muerte?

Creo que sí, que es positivo normalizar los temas conflictivos frente a los niños, la ocultación total casi nunca es posible y si lo es a menudo acaba en un desengaño muy duro e impactante. Lo más frecuente suele ser que entrevean los asuntos a través de cuchicheos y medias tintas que los acaban volviendo más tenebrosos. Eso se aprecia también cuando a Marina le ocultan ciertas porciones de realidad. La censura hace que aumenten en ella la preocupación, el misterio y la ansiedad, sensaciones que asume con angustia y pasividad, algo muy propio también de la infancia.

Retratas a la perfección esa transición entre la niñez y la adolescencia, algo que suele tener sus primeros síntomas en la forma de vestir. Yo misma recuerdo que al cambiar de colegio y apunto de empezar 1º de la ESO tenía un chubasquero de 101 Dálmatas que me encantaba y que tuve que dejar atrás porque sabía que los compañeros de clase se me echarían encima. ¿Recuerdas especialmente traumático tu paso al mundo adulto o echaste de menos alguna hoja de ruta que te ayudase a encarar estos cambios?

Lo recuerdo espantoso, de repente alrededor de la etapa púber que mencionas se formó un imperativo social muy duro que dictaba que todo lo que adorábamos unos meses atrás era ridículo y había que desecharlo. Había que forjar una especie de adultez impostada cuanto antes para ganarse el respeto, convertirse en otra persona con otros gustos, otro comportamiento y otros intereses, asesinar a los niños que éramos para renacer cuanto antes. Me sentía totalmente perdida, quería ser aceptada pero eso implicaba precipitarse a hacer cosas que no me apetecían o que me parecían tontas. Sigo sin creer en ese constructo de la adultez, me parece triste y seco. Aunque me apoyé en ciertos libros, películas y algunas personas de confianza, supongo que habrían venido bien unas instrucciones más concretas, sí, pero no creo que hubieran resuelto el problema del todo, me parece que ese momento de tránsito es complicado de por sí.

En el libro juegan un papel relevante para Marina los números de El Víbora, una revista para adultos que encumbró a dibujantes como Max y Nazario, con algunas portadas que estarían prohibidas a día de hoy. ¿Qué importancia tuvo para ti el descubrimiento de esta publicación?

El descubrimiento de esta clase de cómic ha sido crucial en mi vida y vino a través de diferentes revistas como Tótem, 1984 (más tarde Zona 84) o Creepy pero sobre todo El Víbora. Estas publicaciones me llenaron de referentes culturales, me hicieron pensar que había esperanza para una persona que se sentía tan desubicada como yo, dispararon mi imaginación, me divirtieron y me consolaron muchísimo. También me dieron sustos y me hicieron pasar mucho asco, pero el balance es sin duda positivo, los cómics son una de mis más grandes pasiones.

¿Echas de menos que se hable de ciertos temas sin tapujos en la escena literaria y periodística actual de nuestro país?

Este es un tema muy complejo y también muy interesante, dependiendo del día opino cosas ligeramente distintas, unas veces echo de menos más libertad, otras me parece que muchas de aquellas portadas por ejemplo que hoy estarían prohibidas sólo tenían sentido en su momento. La ficción debe ser libre, de eso estoy convencida, aunque también lo estoy de que algunos patrones caducan y pierden interés, sobre todo si son perjudiciales para los colectivos oprimidos.

¿Qué otros escritores o escritoras crees que están hablando de cosas interesantes en este momento?

Prefiero no nombrar a nadie porque hay tanta gente que seguro que se me olvida alguien y la lío.

Al igual que tu protagonista, profesas un gran amor por las Chabeles y las coleccionas. ¿A qué se debe este fetichismo?

Como otras coleccionistas de Chabel me vi atrapada por la fascinación que ejercían los diseños de la marca Feber, que con la ambiciosa gama de Chabel se lució. Tenía que ver con una estética particular especialmente agradable y cuidada, con unas calidades muy superiores al resto de productos del mercado, con lo inabarcable de un amplísimo catálogo lleno de excepciones y rarezas y con la forma en que la muñeca dejó de fabricarse repentinamente en 1993. El conjunto de estos factores fomenta muchísimo el coleccionismo y no puedo evitar que me sigan encantando. La gama cromática, las texturas, los olores, los sonidos, la iluminación, toda esa magia me embrujó para siempre. Sueño con Chabeles todas las semanas y fantaseo a menudo con encontrar alguna en un escaparate insospechado. A veces ha ocurrido y la emoción es tan intensa que se vuelve gasolina para la obsesión. La verdad es que mi fetichismo siempre ha ido mucho más allá que el de la protagonista, no quería hacerla tan pesada como yo.

¿Cambiaría mucho el relato si tuvieras que recrear la misma novela en el tiempo presente, teniendo como trasfondo Instagram y Rosalía?

Creo que cambiaría el análisis del contexto pero que la base psicológica sería similar. Aunque las circunstancias concretas nos afectan de formas determinadas, me parece que cierta esencia humana puede ser reconocible en cualquier tiempo y lugar. Puedes leer un relato que retrata con profundidad la juventud hace cientos de años en otro continente y ver reflejada a escala tu propia inquietud juvenil. Creo que estímulos de muy diferentes procedencias pueden provocar reacciones emparentadas y a veces incluso equivalentes, o al menos así lo he sentido yo como lectora.

www.blackiebooks.org