7 creaciones icónicas que marcaron la trayectoria de Paco Rabanne

18 / 02 / 2021
POR Alba Manuela Aracil

A través de siluetas geométricas, materiales inexplorados y técnicas vanguardistas, contribuyó a definir la imagen de mujer moderna que se estaba consolidando en los 60.

“La innovación está en la repulsa, en el rechazo. La creación no es seducción, es impacto”. Con este lema pronunciado en los 90 Paco Rabanne (Pasajes, 1934) sintetizaba el resultado de tres décadas al frente de su propia marca. Desde la presentación de su primera colección en 1966 dejó muy claras sus intenciones: introducir en el terreno de la moda materiales y técnicas que nadie hubiera imaginado. Durante aquellos años, la experimentación con los tejidos y la creación de nuevas siluetas estaban a la orden del día, pero él fue más allá. Su trabajo destacó por el uso de elementos no textiles como el rhodoïd, el metal o el aluminio, y por sustituir agua e hilo por alicates y anillas metálicas. Este rechazo a lo convencional hizo que el público cuestionase su condición de modisto, por lo que él mismo definió y reivindicó su oficio como el de artesano.

Para celebrar su cumpleaños, hemos elaborado una lista con 7 creaciones que fueron clave en el desarrollo de su carrera. Cada una de ellas rinde homenaje a una técnica o material concretos y evidencia el papel transformador que tuvo Rabanne en la moda durante la segunda mitad del siglo XX. Además, todas formaron parte de su periodo más fructífero, comprendido entre mediados de los 60 y los 70.

1. Un vestido imposible sobre la primera supermodelo afroamericana

En abril de 1966, la mítica Donyale Luna aparecía en las páginas de la edición americana de Vogue con uno de sus primeros diseños. Fotografiada por Guy Bourdin, la modelo posaba con un minivestido hecho de placas de rhodoïd: un plástico rígido, ligero, y hasta entonces, ajeno al terreno de la moda. La prenda cobraba forma a través de las anillas metálicas que unían cada uno de los discos de plástico y rompía con la ilusión de tejido continuo, dejando al descubierto el cuerpo a través de los huecos entre sus juntas.

El vestido formaba parte de la primera colección de alta costura del diseñador bautizada como “Twelve unwearable dresses”, la cual supuso un auténtico símbolo de modernidad, de revolución. Y todo un éxito, porque a pesar de ser una muestra experimental, los vestidos pasaron a venderse en las tiendas más exclusivas de EEUU a partir de 300 dólares, junto con un kit de reparación con discos y anillas adicionales.

Donyale Luna fotografiada por Guy Bourdin en 1966

Donyale Luna fotografiada por Guy Bourdin en 1966

2. Redefiniendo la tradición con anillas y alicates

A pesar de la novedad que supuso el empleo de plástico y metal en sus primeras colecciones, el ya conocido como “metalúrgico de la moda” no renunció a explorar las posibilidades que ofrecían otros materiales más convencionales. Por eso, en 1966 y con la célebre galería de Iris Clert como escenario, presentó a sus seguidores —y detractores— el vestido de cuero “Rodeo”.

Este diseño formaba parte de su tercera colección, que también reunía materiales como las plumas o el aluminio. Para confeccionarlo, el creador recurrió a la técnica que ya formaba parte del ADN de su marca: el ensamblaje con anillas metálicas. Sirviéndose de sus manos y unos alicates como únicas herramientas, unió cada uno de los rombos de cuero que daban forma al vestido. De este modo, el diseñador manipulaba los materiales tradicionales a través de sus propios y revolucionarios métodos, aunando pasado y futuro.

Paco Rabanne trabajando en el vestido Rodeo y modelo luciéndolo

3. Papel: el fast fashion de los años 60

Un año después Paco Rabanne volvió a sorprender a su público. En esta ocasión, con una serie de vestidos protagonizada por un material tan efímero como inesperado: el papel. Entre las prendas de la colección, destacó un vestido plisado blanco que se sujetaba en el cuerpo de la modelo a través de dos lazos a modo de tirantes.

Esta sencilla creación se anticipó al concepto actual de fast fashion, pues era desechable, y se caracterizaba tanto por su ligereza como por su método de fabricación. Para su confección, el diseñador se encargó de reforzar el delicado vestido con una trama de nailon que garantizaba su resistencia. Además, unió las diferentes piezas que lo integraban con cinta adhesiva, que más allá de proporcionar sujeción actuaban como elemento decorativo.

Vestido de papel plisado

4. Lo que para un oficio es uniforme, para otro es moda

A la hora de establecer una nueva forma de comprender la indumentaria, al maestro del metal no le bastó con introducir nuevos materiales, siluetas o técnicas. También tomó prendas características de otros oficios y las adaptó al lenguaje de la moda, tal y como sucedió con los delantales de protección que usaban los carniceros.

En noviembre de 1967, la modelo Jackie Bowyer lucía en Londres un conjunto inspirado en este uniforme de trabajo. Constaba de un bolero con una minifalda a juego, ambos concebidos a partir de discos metálicos dispuestos en escamas. Era uno de los primeros diseños en los que había utilizado esa técnica y pronto, se convertiría en uno de los sellos de su marca.

Jackie Bowyer en la inauguración de una joyería en Londres

5. Una nube de plástico hecha vestido

Durante los 60, el PVC fue uno de los grandes protagonistas de la moda del momento y también el punto de partida de una de las creaciones más experimentales de Paco Rabanne: el vestido «Giffo». Tras una investigación de más de tres años, presentó al público esta prenda de aspecto impermeable en 1968.

Para llevar a cabo su producción, colaboró con Louis Giffard —de ahí Giffo—, una empresa dedicada a la fabricación de materiales sintéticos. El resultado, fue un vestido que cobraba forma a través de la pulverización de una nube de polvo de PVC sobre un molde creado para ese fin. Este sencillo proceso consiguió ser muy eficiente porque permitía fabricar un vestido Giffo por minuto gracias a dos únicas intervenciones: el moldeado por vaporización y el desmoldeado. Sin embargo, el prototipo no llegó a comercializarse porque la producción en masa requería una gran inversión, pues se necesitaba un molde para cada talla.

Modelo con vestido Giffo en 1968

6. Pasado y anhelos espaciales en una misma prenda

Junto con artistas como Jane Fonda, Audrey Hepburn y Jane Birkin, Françoise Hardy se convirtió en otra de las figuras imprescindibles en su trayectoria. En 1968, la cantante lució uno de sus diseños durante una actuación en el cabaret Savoy de Londres. Se trataba de un mono con cremallera elaborado en cota de malla, un material de origen celta empleado para la construcción de armaduras.

A pesar de su naturaleza metálica y aparentemente incómoda, esta creación se adaptaba al cuerpo casi de manera instintiva. Para ello, el artesano unió cada una de las piezas empleando un total de 2.000 eslabones y recurriendo a herramientas como las tenazas o el soplete. El resultado, fue una prenda de estética espacial definida por el reflejo de la luz sobre la malla de metal plateada. Además, el diseño en cuestión pesaba 16 kg, por lo que no era de extrañar que Françoise Hardy necesitase más de una hora para ponérselo.

Françoise Hardy con mono metálico y prenda en detalle

7. El verdugo: de los caballeros medievales a las mujeres del futuro

Como hemos podido comprobar, aunque sus rupturistas creaciones mirasen hacia el futuro también podían percibirse en ellas ciertos guiños al pasado. De forma recurrente, otra de esas referencias fue el verdugo: una pieza de malla metálica que se colocaba bajo el casco de combate durante la época medieval.

Este look inmortalizado en 1969 por Jean Clemmer para Nues —el polémico libro de fotografías concebido junto al diseñador—fue un claro ejemplo de ello. El conjunto constaba de dos piezas hechas con discos de rhodoïd, vestido y verdugo, que se fusionaban y entendían como una sola. El mismo año, apareció en el programa Dim Dam Dom, donde la misma modelo lo lucía junto a sus compañeras moviéndose al ritmo de la música. En esta ocasión, fue posible apreciar sus detalles con mayor claridad: el diseño alternaba piezas en tonos naranjas y negros, que creaban una composición geométrica y desvelaban el cuerpo por su acabado transparente.

Fotografía de Jean Clemmer y modelo en Dim Dam Dom