Descubre 6 claves para conocer el trabajo de esta creadora pionera que reflexionó sobre temas como la violencia, los roles de género, la muerte o la pertenencia.
Untitled Facial Hair Transplant, Moustache (1972)
El pasado 17 de Octubre se inauguraba en la Galería Lelong de Nueva York la muestra ‘La Tierra habla’ en la que se enfatiza un momento trasformador de la carrera de Ana Mendieta (La Habana, 1948 – Nueva York, 1985): un conjunto de esculturas que la artista realizó en su Cuba natal en el año 1981. Con esta exposición no solo se da visibilidad a una parte de su trabajo que se creía perdido, sino que se convierte en una especie de desafío a la escasa atención que se le ha dado, hasta hace relativamente poco, en el mundo del arte.
Ana Mendieta sigue siendo una extraña para una gran mayoría de público, algunos la conocerán tan solo por su polémica muerte o simplemente no la conocerán. La invisibilidad de las mujeres en el mundo del arte no es ninguna novedad, por ello, en este post os invitamos a conocer la figura y trabajo de la artista, mujer, latina e inmigrante que en la década de los 70 y principios de los 80 incitó a reflexionar sobre los roles de género, el feminismo, la violencia, la vida, la muerte o la pertenencia desde una perspectiva espiritual y con un intenso simbolismo en el que convertía su propio cuerpo en territorio de lucha política.
A través de fotografías, esculturas, performances y películas en súper 8 repasamos la trayectoria de la artista cubana a partir de 6 puntos claves que justifican el por qué todo el mundo debería conocerla.
1. El arrebato de su Cuba natal
Si nos sumergimos en su trayectoria artística, el trabajo de Ana Mendieta se vio marcado por el exilio, ya que con tan solo 12 años fue enviada de Cuba a los Estados Unidos como parte de un éxodo político de 14.000 niños conocido como ‘Operación Peter Pan’. Junto con su hermana pasaría parte de su infancia y adolescencia en un ambiente católico y en diversos hogares de acogida en Iowa.
El arrebato de su tierra cubana natal y la situación de mujer, latina e inmigrante en una sociedad patriarcal anglosajona van a ser determinantes en toda su carrera y en su producción artística planteándose preguntas sobre la cultura, la identidad y la procedencia ya que Ana nunca llegó a sentirse «de algún sitio».
2. La violencia en sus primeras obras
Cuando comenzó su andadura artística en los años 70, Ana Mendieta se centró en la crítica a la sociedad patriarcal anglosajona en la que vivía y con la que no se identificaba, ya que afirmaba sentirse como un objeto sexual, ese mito erótico de la mujer latina. En este contexto, la violencia de género, el maltrato o las violaciones son objeto de análisis en acciones cargadas de violencia y (mucha) sangre convirtiendo su propio cuerpo en un símbolo de las víctimas.
Ejemplo de ello es ‘Untitled (rape scene)’ (1973), pieza en la que la artista recrea el momento posterior a un ataque sexual violento. Para ello, Ana se expone semidesnuda y cubierta de sangre ante los espectadores en su apartamento como símbolo de denuncia de la brutal violación de una estudiante de enfermería de su facultad. El vídeo ‘Chicken movie, chicken piece’ (1972) también encaja en este enfoque. Ana deja un pollo descabezado desangrándose entre sus piernas comparando la figura del animal con la de la mujer como víctima de la violencia desalmada.
Chicken movie piece (1972)
3. La conexión con la naturaleza
A partir de 1972 la artista va a realizar obras que se engloban en el denominado como “Earth-Body-Art”, siendo probablemente la primera persona en fusionar el Body Art y el Land Art que estaban en pleno auge durante esta década. Con su serie ‘Siluetas’, a partir de elementos naturales como flores, ramas e incluso fuego representa siluetas femeninas que se fusionan con la naturaleza. En ‘Imagen de Yagul’ (1973) la artista incorpora su propio cuerpo cubierto de flores de manera estratégica en una antigua tumba zapoteca en México, su tierra de acogida. Para la artista, este era un modo de regresar a sus raíces, volverse una con la naturaleza y liberarse de la sensación de no pertenencia.
A diferencia de los que se consideraban “artistas de la tierra”, Mendieta no actuaba sobre la naturaleza, sino que se integraba en ella.
Imagen de Yagul (1973)
4. La vuelta a su tierra natal
Tras 19 años de exilio, en 1980 Ana vuelve a su país como parte de un grupo de intercambio cultural entre Cuba y los Estados Unidos, siendo la primera artista en recibir el permiso del Gobierno para crear trabajos en la isla. Será allí donde buscaría su sentido de pertenencia con series como ‘Esculturas rupestres’ (1981) en el Parque Nacional Jaruco constituida por diez esculturas femeninas que representaban diversas deidades de la cultura Taína con las que la artista simbolizaba el camino entre la vida y la muerte.
Con su vuelta a Cuba termina su frustración y sensación de desarraigo, finaliza la serie ‘Siluetas’ y definitivamente cierra una etapa.
Guanaroca e Iyaré, (1981)
5. Rechazo de las etiquetas, incluida la de feminista
Ana Mendieta no se consideraba una artista de performance, ni de vídeo, ni fotógrafa, incluso a pesar del enfoque feminista, de provocación y preocupación por la mujer en sus primeras obras y de haber expuesto en el colectivo de mujeres AIR Gallery, la artista se negaba a encasillarse como feminista ya que consideraba el término como un movimiento dominante de las mujeres blancas de clase media con las que evidentemente no se sentía identificada.
Untitled (Glass on body, Imprits face) 1972
6. Su polémica e injusta muerte
En 1985, mismo año en el que contrae matrimonio con el también célebre escultor Carl Andre, Ana fallece tras “caer” de la ventana de su apartamento (un piso 34) en Nueva York con el rostro arañado y con testigos que afirmaban haber escuchado una fuerte discusión entre los artistas. Después de una gran polémica y un largo proceso judicial, el escultor fue declarado inocente en el caso por falta de pruebas. Su coartada se basó en las supuestas tendencias suicidas de Mendieta, en los celos que le tenía por gozar de más éxito que ella e incluso en el contenido de sus obras que escondían un interés por los rituales y la santería. A pesar de quedar absuelto, todavía hoy le persiguen las merecidas acusaciones como pudimos ver en la irrupción de la Tate Modern en 2016 por un grupo de mujeres con el cuerpo pintado de rojo que frente a una escultura de Carl Andre preguntaban «Where is Ana Mendieta?»
Sweating Blood (1973)
Actualmente encontramos obras de la artista en los principales museos del mundo evidenciando un tardío pero merecido reconocimiento. Una vida corta y una carrera artística intensa que acabó marcada paradójica y desgraciadamente por la violencia que tanto criticó con sus obras. En definitiva,sobran los motivos por los que nadie, o casi nadie debería preguntar dónde, ni quién es Ana Mendieta.
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