Quizás sea la pandemia y el estado actual del mundo lo que nos ha hecho mirar hacia atrás y empezar a celebrar aniversarios nostálgicos de forma excesiva. En una de esas miradas no tan lejanas hemos recordado que ‘Video games’, la canción con la que conocimos a Lana del Rey, ha cumplido diez años. Y al situarnos en ese punto nos hemos encontrado con una discografía impecable que la artista nos ha regalado, con canciones y momentos irrepetibles.
Estos días publica su segundo LP en un año, ‘Blue Banisters’, y el octavo de su carrera. Viene con statement previo. Lana se manifestó este año en diversas ocasiones sobre la industria, el sexismo o la política de Trump, con afirmaciones que no le hicieron un buen favor a su ya mediatizada reputación. En uno de ellos, se defendía de las acusaciones que la catalogaban como una cantante que romantiza el amor tóxico (“He hit me and it feel like a kiss”, cantaba en el estribillo de Ultraviolence, en 2013). Lana hablaba entonces de cómo su narrativa es glamurosa, y por tanto contiene el relato de experiencias que están impregnadas de algo que aún estamos deconstruyendo entre todos; el amor romántico. Explicaba cómo a la industria musical celebra el empoderamiento de las mujeres sólo cuando éstas se desnudan y se sienten bien con su cuerpo (un ejercicio muy necesario), pero no está interesada de la misma manera en aquellas historias de las que narran sus dificultades y sus visiones del amor de forma más compleja y específica. La cuestión es que para referirse a esas artistas que se muestran tal y cómo son de forma física hizo referencias a varias cantantes de color, y aunque más tarde se explicó, la realidad es que esto no le ayudó nada, aunque se entendiese claramente que la cuestión no era una de raza, sino de experiencias validadas.
Enfadada por la incomprensión de sus palabras, la artista nos citaba a finales de este año a la publicación de ‘Rock Candy Sweet’, el título original de este disco, en el que “continuaría y ahondaría en sus reflexiones”, después de intentar contextualizar sus declaraciones. Sus habituales referencias hacia los símbolos capitalistas de la cultura de Hollywood en su obra no le han ayudado mucho a atravesar el momento que vivimos, ya que no ha casado con el posicionamiento del feminismo más contemporáneo.
‘Blue Banisters’, el título final del disco, es una fantástica alegoría. Las barandillas de grandes hoteles o de espacios públicos, pero también las de su propia casa, que se menciona en este disco de forma implícita como un eufemismo de su sentir. Y es que aquí se la escucha mejor que nunca y aporta registros vocales que no habíamos descubierto aún. Hay un eclecticismo que va cobrando sentido según avanzan las pistas y que no hace más que subrayar su habilidad como cantautora. Una de las grandes aportaciones de este álbum a su discografía es el sonido, que se percibe más despreocupado. Si hay algo que ha caracterizado sus LP’s previos ha sido lo impecable de sus grabaciones y la instrumentalización en ellos; aquí, por momentos, suena como si hubiese grabado algunos temas en directo con banda de una sola pasada.
De alguna forma, en este disco, Lana del Rey se desprende de la estética como concepto más allá de los artworks de su música; un ejercicio de libertad y abandono del control con el que demuestra que su potencial como vocalista y creadora. En ‘Arcadia’, el primer single, se nos presenta refiriéndose a su fama; “They built me up three hundred feet tall just to tear me down, so I’m leavin’ with nothing but laughter, and this town”. Se trata de una las reflexiones que se intuyen más pensadas con respecto a todo lo ocurrido, y tiene sentido, pues muchas de las canciones de este disco las ha rescatado la cantante de 2013, de las sesiones de grabación de ‘Ultraviolence’, y deben haber sido reconstruidas, o premonitorias.
Nos encontramos ante un manifiesto de honestidad constante en diferentes registros. La introductoria ‘Textbook’ narra de forma muy personal y triste un desamor y el dolor de la traición, con su destreza poética: “Other men I met felt right, would smile at you and stick a knife in your back. Finally, I met you so I’m not wonderin’ why”. La gran diferencia entre este disco y los anteriores no sólo está en la profundidad que alcanzan sus letras, sino también en cómo muchas de las canciones nos transportan a un bar dónde Lana nos cuenta su historia a través de este disco, sin grandes artificios más que el de una luz muy claramente enfocada hacia sus sentimientos. “You can’t blacken the pages with Russian poetry and be happy» recita en ‘Blue Banisters’, una manera muy acertada de explicar, precisamente, esa dificultad que tiene la industria y “el mundo exterior” para entender las distintas posibilidades de los relatos de mujeres. ‘Black Bathing Suit’ contiene mención al concepto bad girl, muy recurrente en su obra, empezando por su gran hit, ‘Video games’ – “He said I was bad, let me show you how bad girls do ‘cause no one does it better-.
A menudo, Lana habla de personajes que entendemos que son reales, como su padre, su hermana, sus amigas, su exnovio, y esto también nos recuerda a algunas canciones de su debut, como ‘This is what makes us girls’ (‘Born to die’, 2012). Una seña de su estilo; mencionar a personas que tiene en su vida, así como conceptos muy característicos de nuestro tiempo –Mr. Brightside, Zoom, iPhone 11, Black Lives Matter, Target Parking lot – en contraposición con su imaginario de diner americano. Es probablemente uno de los motivos que la convierten en una de las compositoras más relevantes del pop estadounidense, y que construyen una forma de novelar canciones especial y definitoria.
Pero, también, por momentos nos topamos precisamente con esa problemática que la ha llevado al centro de la polémica: en este disco vuelven a narrarse escenas donde un gentleman le hace girar como una ballerina como si fuese el Fourth of July, y pocas cosas pueden ser más yanqui-gráficas. Es quizás por esto que resulta complejo descubrir hasta dónde llega la ironía en sus canciones en referencia a esto. ¡Ojo! nada malo con mostrarse subversiva, pero en una cultura popular que cada vez se llena más de mensajes de aceptación y empoderamiento para salir de la normatividad que obstruye, es difícil encontrar sentido a que este tipo de relatos inmersos en un imaginario de femme fatal demodé casen con su recientes críticas a Trump. Es normal que el público se encuentre confundido ante la denuncia del “narcisismo de un sociópata más peligroso que el cambio climático” (sic) y que exista una referencia recurrente a estas figuras de poder patriarcal en sus canciones.
https://www.youtube.com/watch?v=4bAQJFatx8g
Sin embargo, y mirando a la era pre-covid, ‘Hope is a dangerous thing for a woman to have’ (2019) es una de las mejores y más infravaloradas canciones de Lana del Rey, en la que narraba su dificultad para expresarse, para que la entiendan, desde la posición de una mujer que quiere ser libre y que quiere hablar claramente de sus experiencias a través de su arte sin que le cuestionen constantemente la autenticidad de éstas. En ‘Blue Banisters (el disco) sutilmente pide que se le escuche, porque en este mundo no estamos acostumbrados a escuchar lo que tienen que decirnos las mujeres. Éste álbum es un hiato en su carrera; uno en el que nos cuenta detenidamente su historia, que no es fácil, y que quizás nos ayude a entender mejor su dolor. Destreza, talento y un sentido para la melodía no le faltan, y su voz brilla más libre que nunca en este nuevo capítulo.
‘Violet for roses’ es el momento más exquisito del disco. ”Ever since I fell out of love with you I fell back in love with the city, like thе Paramount sign sparkling, sparkling just for me”. Un tremendo ejercicio para desplazar su imaginario hacia un lugar más sano; reclamar el cine y sus múltiples alusiones, esta vez desde un lugar de crecimiento personal. “God knows the only mistake that a man can make, is tryna make a woman change and trade her violets for roses” es otro de los pasajes de esta canción que contiene el punto de cambio en un disco que no nos puede hacer pasar por alto su debut literario con el poemario: “Violet Bent Backwards Over the Grass”. Las flores son otros de los elementos en los que Lana se personifica de tanto en tanto, atribuyéndoles cualidades y decisiones.
Otro de los grandes momentos del disco lo encontramos en ‘Dealer’, un fabuloso dueto poético con Miles Kane, en que Del Rey se expone verdaderamente emancipada, y su voz suena libre, casi perdiendo el control de tono a veces, y es una de las razones por la que este disco es notable en su carrera; se sitúa al nivel de Patti Smith o PJ Harvey, en cuanto a performatividad, a través de spoken words.
‘Nectar of Gods’, ‘Wildflower Wildfire’, ‘Thunder’, o ‘Living Legend’ son preciosas canciones que se caracterizan por lo único que realmente podemos criticar a este disco; son un poco repetitivas, da la sensación de que las hemos escuchado antes. El disco sugiere en breves momentos que el imaginario de la artista a veces está limitado por sus propias referencias cuando no están bien traídas. Lo que ha supuesto un exasperante trabajo para demostrar su versatilidad y capacidad para sorprender según han ido pasando los años. Lana ha ido publicando discos que nos han hecho ver cómo su universo se expande, y su don para la música es merecedor de reconocimiento, tal y cómo ocurrió en 2019 con la unanimidad de la crítica respecto a ‘Norman Fucking Rockwell”.
‘Sweet Caroline’ es un medio tiempo angelical que cierra el disco y evidencia lo preciosa que suena su voz en terrenos en los que se muestra segura, y contiene una de las estrofas más brillantes que, sin duda, revelan su característica capacidad para introducir humor negro y surrealismo en canciones de amor. “You name your babe Lilac Heaven, after your iPhone 11. Crypto forever,’ screams your stupid boyfriend. Fuck you, Kevin”. Boom.
“Don’t have to write me a letter, ‘cause I’ll always be right here, closer to you than your next breath, my dear“, remata la canción. Quizás, la gran injusticia que se ha cometido con Del Rey ha sido la incapacidad de la industria y crítica para dejar de asociarla a sus referencias y compararla con figuras establecidas y legendarias, y entender que ella es una figura única de la generación actual; con sus muchas luces y muchas sombras, pocas artistas han conseguido el éxito que ella ha obtenido con un tan pocos peros en su obra.
Lana del Rey es una artista que llegó para quedarse y a veces da la sensación de que tuviese que estar demostrando constantemente su valía y talento, con la imposición de su pasado. Algo injusto, y con la problemática que supone hoy en día no manifestarse claramente con ciertos posicionamientos, pero también que nos deja descubrir porqué es una cantante esencial para entender el pop norteamericano de la última década, y porqué la coherencia está sobrevalorada, sobre todo, cuando ésta no nos deja evolucionar y mirarnos y mostrarnos desde dentro, desde una perspectiva que no nos permite sentarnos y escuchar a las mujeres en un mundo en el que nadie da duros por pesetas, ni rosas por violetas.