Hablamos con Chantal Douer, joyera argentina afincada en Madrid, que explora su conexión con la naturaleza a través de la creación de sus piezas creadas con materiales como el vidrio soplado, la plata o el mercurio. Estar en su elemento significa para ella dialogar con la belleza de la imperfección y sus piezas son el resultado de esa conversación.
La obra de Chantal Douer es una fusión de arte y naturaleza, un testimonio de su dedicación a la creación de piezas únicas que desafían lo artificial y celebran la imperfección. Sus joyas son como diferentes dimensiones de un mismo objeto, y ese objeto, a su vez, se transforma en algo único para cada persona que lo lleva. Chantal Douer, nacida en Buenos Aires, Argentina, es una artista que crea joyas que evolucionan en el mismo proceso de creación. Piezas versátiles, grandes y pequeñas, teatrales y cotidianas, pensadas tanto para vestir como para jugar con ellas.
Guiada por una constante búsqueda de libertad y la experimentación con elementos naturales, su proceso creativo empieza, también, de forma muy orgánica: con un dibujo. Una idea que captura en su libreta y que explora en su taller ubicado en Carabanchel, hasta transformarla en realidades tangibles que adornan nuestros cuerpos.
Hola Chantal, es un placer charlar contigo. Para conocerte mejor, nadie mejor que tú misma para presentarte. Cuéntanos, ¿quién eres, de dónde vienes y qué te trajo a Madrid?
Soy joyera, vengo de Buenos Aires y me encanta el arte. Después de la pandemia salió la propuesta de venir a trabajar a Madrid y nos vinimos mi pareja y yo. Lo veníamos pensando desde hace tiempo, teníamos ganas de movernos, allá sentíamos que habíamos llegado como a un techo de cristal y queríamos seguir capacitándonos, estudiando, conociendo, inspirándonos. Así que salió la oportunidad y nos vinimos con nuestros dos gatos. Hace un año y medio que estamos aquí, conociendo a mucha gente y adentrándome en el mundo del arte. Vine acá con la idea de desarrollar mi marca, y el taller en Espacio Amazonas movió mucho la energía para ello.
¿Cuándo comenzó tu conexión con los accesorios?
Siempre me gustaron los accesorios. Solía usar muchos aros y siento que visten y pueden transformar un outfit. Cuando estudiaba moda en la facultad, iba a la farmacia a comprar unos aros como de señora, tengo unos verdes que a la gente les parecen muy lindos. Son de plástico, pero tienen mucha magia.
Mi abuela también era muy coqueta y heredé un montón de piezas de ella y ahí surgió. Sabía que me gustaban mucho los accesorios, pero no sabía cómo adentrarme en ese mundo hasta que descubrí la joyería y empecé el camino.
Entonces, ¿cómo llegaste hasta ella?
Estudiando moda me empecé a interesar por el pelo y el maquillaje, pero me divertía especialmente jugar con el pelo. Esto me llevó al mundo del teatro y el cine independiente. Mis amigos también eran muy del palo artístico, y solíamos juntarnos para hacer proyecciones y fotos. Ahí empezó a gestarse la idea de que podría ser un hobby, pero terminé desarrollándolo y estoy muy feliz. Siento que todavía tengo un largo recorrido. La joyería es un mundo en el que siempre puedes capacitarte y hay muchas maneras diferentes de crear joyas.
Me parece muy especial que una persona sienta el llamado a crear objetos, especialmente aquellos destinados a adornar nuestro cuerpo. A mi parecer, eres como una creadora de talismanes, ¿no crees?
Me encantaría pensar eso. Sí que le pongo mucha energía y al principio tal vez me costaba soltar las piezas porque las terminaba y quería quedármelas para mí (risas). Sin embargo, lo trabajé y decidí que esa energía debía empezar a circular. Me encanta cuando me cruzo con amigos que llevan mis piezas, es raro verlo en la distancia, pero me encanta que la gente se sienta bella y empoderada llevándolas.
Hago piezas grandes, que no son para todo el mundo, y piezas más chicas y comerciales, pero a mí lo que más me gusta son las grandes, las que te visten un poco y arman toda esa cuestión teatral que me divierte.
¿Qué momento sientes que fue determinante para dedicarte a tu proyecto?
Cuando me puse a jugar mucho con cera en el taller y a explorar con formas más orgánicas. Me permití la suficiente libertad para empezar a experimentar y crear piezas que pudiese deformar. Junté muchas raíces y semillas y las mandé a fundir en plata, y de repente, eran piezas medio amorfas e imperfectas y ahí descubrí algo muy bello que me atrajo. Hay algo muy especial en poder llevar piezas únicas, objetos de la naturaleza que no son perfectos.
Lo natural no es fácil de controlar y creo que buscas precisamente huir de ese control.
La verdad es que sí, me gusta sentirme libre para experimentar. Mis primeras piezas surgieron de unas formas muy orgánicas, después de pulirlas y sacarles brillo, parecían un chorreado de mercurio, cada uno las interpreta como quiere.
Hablando de ese aspecto líquido, tengo la sensación de que muchas de tus piezas pueden cambiar de forma en cualquier momento. ¿Qué ideas se esconden detrás de ese uso de los materiales?
Sí, eso del líquido en las piezas que son como chorreando, o el uso de vidrio soplado, es un juego con los elementos. Me anoté una frase de un escritor japonés que habla de la belleza del objeto cotidiano y me hace pensar mucho a la hora de crear: “estoy en mi elemento”. Estaba escuchando un pódcast donde hablaban de cómo, al estar en la naturaleza, uno se siente en su elemento, sin necesitar nada más. Siento una conexión similar con mis piezas. Uso el vidrio, un material translúcido, para evocar sensaciones de aire o agua. También juego mucho con el reflejo del espejo en mis Pop Ups y, recientemente, he incorporado texturas. Es como tener varios elementos jugando un juego bello que crea mundos diferentes.
En mi exploración creativa, siento que aún no he terminado de elegir un estilo definitivo. Siempre estoy probando nuevos materiales y experimentando. Comencé trabajando con bronce, alpaca y un poco de plata. En Madrid me enfoqué más en la plata e incorporé el vidrio soplado. Ahora quiero introducir la madera y estoy abierta a que aparezcan nuevos materiales en el futuro.
¿Nos podrías contar cómo es el proceso técnico de hacer una joya con vidrio?
Sigo aprendiendo, es algo que me interesa mucho porque se trabaja con un soplete y trabajar con fuego me gusta mucho, fundir la plata… Ahí también se generan formas orgánicas super lindas.
Apenas llegué, tenía la idea de experimentar con vidrio soplado, pero solo encontraba lugares en Barcelona, y no quería ir hasta allí. Continué investigando y encontré una granja en Segovia donde podía hacerlo. Los contacté y me dijeron que podía asistir tres horas al taller, donde me enseñarían a deformar el vidrio y agregarle color. Con plata se obtiene un tono amarillo y con oro el rosado y flipé. Volví a Madrid muy feliz.
¿Cuál es la parte del proceso que más disfrutas?
Cuando surge una idea, empiezo a investigar mucho y dibujar, ver referencias… Siempre trabajo con conceptos muy amplios y al final sale una pieza que resulta ser la punta del iceberg de esa idea, pero el proceso es super lindo.
Quizás trabajar la pieza para darle el acabado que quiero, pero disfruto todo el proceso. Pensá que hacés un dibujo y de repente lo materializas, esa parte para mí es increíble. Poder pasar de una idea, algo que te inspiró en la calle a que alguien lo tenga puesto… ese proceso es muy mágico. Y que la gente se sienta bella con la idea de uno.
Tienes tu atelier en Carabanchel, cuéntanos, ¿qué tal por allí?
El espacio se llama Espacio Amazonas, lo llevan dos muralistas, Lina Sanabria y Nati Andreoli. Se trata de un espacio de artistas, cada uno con su disciplina. Lo interesante es que viene mucha gente latinoamericana a traer su obra, un taller, seminario… Hay todo un proceso artístico que termina con una muestra y me parece super lindo.
Has encontrado una comunidad allí, lo cual es importante para ti y tu proyecto.
Sí, me confirma que estoy bien y acompañada. Es muy lindo que todos estemos luchando por sacar adelante nuestros proyectos. Es una comunidad que acompaña.
Por último, si tus piezas tuvieran que ser cualquier otro objeto, ¿qué serían?
Me encantaría que evolucionen a móviles o llamadores de ángeles, esos objetos que generan música con el roce de sus piezas. Mi mamá siempre tenía llamadores de ángeles y me encanta el sonido. Hace tiempo que llevo pensándolo y me encantaría.
Sigue a Chantal Douer en su perfil de Instagram para conocer su trabajo de cerca.
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