Sabía cómo superar las críticas y también cómo resisitirse a las tendencias imperantes del momento. Esta era su receta secreta.
Para muchos artistas, el éxito conlleva a comprometer la integridad y a degradar la creatividad innata. Sin embargo para Pablo Picasso no era así. De acuerdo con el artículo de Artsy «Pablo Picasso on achieving success without sacrificing your vision», en una conversación entre él y Brassaï, Picasso admite que «los artistas necesitan el éxito» y desmiente que se deba despreciarlo para mantener la integridad.
Por supuesto, Picasso hablaba desde la experiencia. De origen humilde, había trabajado vorazmente y se había negado a comprometer su visión artística, sin importar las críticas o tendencias del momento. Durante el proceso, logró una satisfacción creativa, gran reconocimiento y una inmensa riqueza. No es de extrañar, entonces, que el famoso modernista español tuviera mucho que decir sobre el tema del éxito, algo que él creía que cualquiera podía lograr, siempre y cuando tuvieran la receta correcta.
Esta idea se evidencia claramente el 3 de mayo de 1944, en una conversación entre Picasso y Brassaï, el innovador fotógrafo del Siglo XX que retrataba misteriosas escenas en París. Ambos artistas se reunían regularmente a discutir ideas sobre la creatividad y la inspiración, las cuales Brassaï grababa y luego fueron publicadas en el libro Conversaciones con Picasso (1964).
Ese día la discusión fue en torno a los poco reconcidos dibujos de Brassaï, quien los dejaba a un lado para concentrarse en su carrera como fotógrafo. Sin embargo, Picasso insistía en sacarlos a la luz, pues para él Brassaï se estaba limitando creativamente y financieramente, al esconder sus trabajos no fotográficos. «Cuando tienes algo que decir, expresar, cualquier sumisión se hace insoportable a largo plazo«, le dijo Picasso. «Uno debe tener el coraje de la vocación de uno y el coraje de ganarse la vida con la vocación de uno«.
Picasso creía que un artista nunca debía abandonar sus pasiones creativas. La perseverancia, creía, era esencial. Si bien la ganancia financiera podía llegar lentamente, recompensaría a aquellos que hicieran el trabajo que querían hacer, en lugar del trabajo que debían hacer (o los que trabajaran por dinero rápido). «Yo también estaba a menudo en quiebra, y siempre resistí a cualquier tentación de vivir de otra forma que no fuera mi pintura», continuó Picasso. «Al principio, no vendí a un precio alto, pero sí vendí. Mis dibujos, mis lienzos se fueron. Y eso es lo que cuenta».
Picasso, por supuesto, fue único en el nivel de éxito que logró. Murió en 1973 sabiendo que había revolucionado el arte, y con millones de dólares en su cuenta. Aun así, creía que el logro se presentaba de muchas formas, y que no debía limitarse a unos pocos elegidos. Para él, el éxito vino con la responsabilidad de apoyar a otros. Esperaba ser un modelo para la determinación y la toma creativa de riesgos, y sus presuntas recompensas: la preservación de la integridad artística, con estabilidad financiera para arrancar. Era un hombre de negocios inteligente y, habitualmente, daba consejos a los amigos artistas menos astutos sobre los méritos de la comercialización y la venta de obras.
De hecho, el mismo Picasso se encargó de exponer los dibujos de Brassaï en su propia casa, en una visita que organizó con un galerista parisino. Ese mismo día, a Brassaï se le ofreció hacer una exhibición de sus dibujos por Pierre Colle, un comerciante respetado con una galería en la Rue Saint-Honoré. De acuerdo con Artsy, antes de que el fotógrafo se fuera, Picasso emitió una sugerencia final: «No les pongas un precio demasiado alto». Lo que importa es que vendas un gran número de ellos. Tus dibujos deben salir al mundo».
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