El 80 aniversario de Romy Schneider: La mujer y el mito en 9 películas

23 / 09 / 2018
POR Jaime Martínez

Vestidos de Chanel y películas junto a Orson Welles y Luchino Visconti. Celebramos el 80 aniversario del nacimiento de la actriz, símbolo de la elegancia y máximo icono del cine europeo, recordando algunos de sus mejores trabajos para la gran pantalla.

 

 

Por entonces no hablaba francés, pero decidía mudarse a París. Había comenzado su relación con Alain Delon y abandonaba Austria tras protagonizar la trilogía de películas sobre Sissi que la habían convertido, con tan solo 16 años, en la máxima estrella del cine europeo.

Eran finales de los años 50, y en el país galo desarrollaría la mayor parte de su siguiente etapa como actriz cosechando tanto éxitos como el cariño de público y crítica. El reconocimiento a su talento lo conseguiría con dos premios César. El de su cariño, con la creación dos años después de su muerte del Premio Romy Schneider a la actriz revelación, que han recibido interpretes como Juliette Binoche o Vanessa Paradis. “Elegí un país que me recibió con los brazos abiertos hace mucho tiempo, y en el que he conocido la felicidad”, declaraba durante su última entrevista a Paris Match.

Poniendo el foco precisamente en esa segunda etapa artística de Romy Schneider (1938/1982), celebramos el aniversario de su nacimiento este 23 de septiembre recordando algunas de sus mejores películas.

 

1. Boccaccio ‘70, 1962.

Dejando atrás aquellos acaramelados folletines de tinte romántico que tanta fama le dieron, Romy se ponía bajo la dirección del gran Luchino Visconti para protagonizar uno de los 4 episodios de la italiana Boccaccio ‘70.

Compartiendo cartel con Anita Ekberg, Marisa Solinas y Sophia Loren, Romy interpretaba —impecablemente vestida de Chanel— a Pupe. Una aristocrática y adinerada mujer dispuesta a replantearse los términos de su matrimonio junto a un atractivo conde italiano, demasiado acostumbrado a los escándalos. Un bello e intenso retrato de las intimidades de un matrimonio de conveniencia, en un papel con el que Romy comenzaba a deshacerse de aquella imagen pueril de sus primeras películas.

 

 

2. El proceso, 1962.

Tan solo unos meses después de Boccaccio ‘70 se estrenaba esta adaptación de la obra póstuma de Kafka El proceso. Protagonizada por Anthony Perkins (Psicosis) y dirigida por el brillante Orson Welles (Ciudadano Kane y La guerra de los mundos), en ella Romy es Leni, la joven y descocada enfermera de un reconocido y enfermizo abogado interpretado por el propio Welles.

La obra resulta una magistral pesadilla kafkiana en la que se cuestionan las abusivas injerencias de la justicia en la vida cotidiana de las personas, y el desorbitado peso que ejerce dentro de la sociedad el fenómeno de “la sospecha”. Presentando al sistema judicial como un sombrío laberinto de interminables pasillos y de instancias, en el que predominan las influencias, los favores personales y un repulsivo compadreo entre abogados, jueces y fiscales.

 

 

3. Infierno (L’enfer) / El infierno de Henri-George Clouzot, 1964 – 2009.

Estaba llamada a convertirse en la obra maestra de Henri-George Clouzot, uno de los directores más aclamados del cine francés. Camerinos en el Hotel George V de París, revolucionarias técnicas de imagen y sonido, y Romy Schenider en el papel protagonista junto al actor Serge Reggiani; todo gracias a un presupuesto ilimitado concedido por los poderosos estudios Columbia. Pero los continuos retrasos, los constantes cambios de guión y las crecientes fricciones entre los miembros del equipo, abocaron al proyecto a una situación límite que concluía irremediablemente con su cancelación tras la marcha de Reggiani —acuciado de una extraña enfermedad—, y la hospitalización del propio director tras sufrir un infarto.

Durante 45 años las 185 latas de material y 13 horas de grabaciones permanecieron ocultas y olvidadas, hasta que un encuentro fortuito con la viuda de Clouztot hizo que Serge Bromberg se decidiera a grabar un reportaje sobre la película. Galardonado con el premio César a mejor película documental en 2010, gracias a él podemos disfrutar de una pequeña parte de aquel vanguardista proyecto imaginado por Clouzot, y de algunas de las imágenes más impactantes y seductoras de Romy Schenider.

 

 

4. La piscina, 1969.

Alain Delon y Romy Schneider formaron la que quizás ha sido la pareja más magnética y atractiva de la historia del cine. Se conocieron en 1958 durante el rodaje de Christine (Amoríos). Él entonces era un perfecto desconocido, y ella reinaba en los corazones de toda Europa. Pero tras 6 años de relación todo termina. Delon se despide con cuatro docenas de rosas de baccarat y una carta: “Te entrego tu libertad dejándote mi corazón”.

Seis años más tarde la vieja pareja de amantes volvía a levantar polvaredas de expectación y deseo protagonizando La Piscina. Una película de celos e intriga, brillantemente pausada, con la que nos introducimos en las intimidades de una pareja que disfruta de unas tórridas jornadas estivales junto a la piscina de una apacible villa de la Costa Azul.

 

 

5. Ludwig, 1973.

De nuevo bajo la dirección de Luchino Visconti, Romy participaba en este drama biográfico sobre el Rey Luis II de Baviera (Helmut Berger) poniéndose en la piel, por última vez, de la mítica Emperatriz Isabel de Austria. Una Sissi después de Sissi, en un papel que su madurez como actriz le permitió interpretar de una manera mucho más profunda y melancólica que en sus películas de juventud, y gracias al que pudo reconciliarse con aquel personaje que tantas glorias le había deparado, pero de cuya sombra entendía que jamás podría zafarse.

 

 

6. Un amor de lluvia, 1974.

La sonrisa risueña y la viva mirada de Romy Schneider siempre delataron a esa niña alegre y de carrillos sonrosados que se resguardada en su interior. Una sonrisa y una mirada que irían apagándose con el transcurso de los años, reduciéndose a pequeños instantes, momentos de la brevedad de un pestañeo, en los que aquella niña volvía a aparecer para encandilar al público con su alegría e inocencia. Es precisamente en esta Un amour de pluie (Un amor de lluvia) donde podemos disfrutar de una Romy todavía libre, evadida y despreocupada, en una película sobre los amores de verano que constituye el último refugio de su carrera antes del abrupto aluvión de papeles dramáticos que le seguirán, y de los agitados acontecimientos que marcarán sus últimos meses de vida.

 

 

7. Lo importante es amar, 1975.

Coincidiendo con su divorcio de Harry Meyen y su boda con Daniel Biasini se estrenaba la película L’important c’est d’aimer (Lo importante es amar). En esta adaptación de la novela de Christopher Frank, Romy es —más que nunca— Nadine Chevalier. Una actriz en horas bajas que lucha por mantenerse a flote en un mundo de relaciones tóxicas y enfrentándose, como puede, al temible paso del tiempo. Gracias a su brillante interpretación — una de las mejores de toda su carrera — Romy lograba obtener su primer César a mejor actriz, creando con esta película un punto de inflexión tanto para su vida personal como profesional.

 

 

8. La banquera, 1980.

Tras conseguir su segundo César por Une histoire simple (Una vida de mujer) en el 78 y protagonizar, entre otras, la maravillosa Clair de femme (Una mujer singular) junto a Yves Montand, Romy se convertía para La banquière (La banquera) en Emma Eckhert. Una mujer financiera y de inclinaciones homosexuales, que en la Francia de los felices años 20 pone patas arriba al sistema tradicional bancario con su arriesgado modelo de negocio.

Hermosamente ambientada, la película se basa en la vida de la francesa Marthe Hanau. Y pese a soportar algunas críticas por ofrecer una visión más idealizada que real de la vida de la propia Marthe, no deja de ser un interesantísimo relato de denuncia ante las relaciones, peligrosamente estrechas, que habitualmente se dan entre la banca, la política y los medios de comunicación.

 

 

9. Arresto preventivo, 1981.

Sería su penúltima aparición en la gran pantalla. Protagonizada por Lino Ventura y Michel Serrault, en este drama policíaco y de intriga la participación de Romy se reduce a una aparición tan breve, como excelsa. Pocos instantes de la historia del cine como las reducidas escenas protagonizadas por Romy en esta película, podrían ejemplificar mejor lo que significa ser una gran actriz. Todo lo que era capaz de transmitir únicamente con su presencia, sin apenas diálogos, incluso como en este caso, oculta tras un velo de silencios y de sombras. “No soy nada en la vida, pero lo soy todo en la pantalla”, llegó a confesar.

Unos meses después, tras terminar de filmar La passante du Sans-Souci (Testimonio de mujer) y tener que soportar la perdida de su hijo, la mujer de mirada alegre y eterna sonrisa fallecía con tan solo 43 años. Se marchaba Romy, quedaba el mito.