Isabel Coixet: “Mi vida ha sido una constante lucha por conectar”

16 / 07 / 2020
POR Jaime Martínez

Abordamos junto a la cineasta algunos de los pasajes más controvertidos de “No te va a querer todo el mundo”. Libro en el que afloran sus opiniones, filias y fobias, sobre temas tan dispares como el feminismo, la ecología, las tribus urbanas, el mundo del cine o la literatura.

Llegar a reconocer nuestros errores o admitir ciertos cambios de criterio sobre las opiniones propias, son posturas ante las que habitualmente solemos mostrarnos ciertamente hieráticos, cuando no intransigentes. Entendiendo ambas opciones como una muestras más de debilidad que como el resultado de largas y agitadas horas de debates y reflexiones, cuyos frutos nos hayan podido terminado por conducir hasta nuevos y reverdecientes campos de entendimiento. Un viaje hacia el que no teme ni mucho menos embarcarse Isabel Coixet. “Soy como el Guadiana, que aparece y desaparece, que cambia y se transforma”, llega a confesarnos como muestra de ello a lo largo de esta entrevista, de la que nos servimos para abordar los pasajes más controvertidos de No te va a querer todo el mundo (Malpaso, 2020). Libro en el que la directora de Mi vida sin mí, La vida secreta de las palabras o La Librería reúne buena parte de los textos que ha escrito a lo largo de estos últimos cuatro años, para conformar a partir de ellos un volumen único que se perfila como la perfecta puerta de entrada a conocer sus pulsiones más íntimas, sus inquietudes y sus miedos. Habituales responsables de guiar una mirada tras la cámara, que ahora redirigimos hacia temas como la actual situación del feminismo y las consecuencias devenidas tras la irrupción del Me Too, el auge de la sostenibilidad, las últimas tendencias en tribus urbanas o los movimientos de lucha y protesta contra el racismo y en defensa del colectivo trans.

¿De dónde surgió la idea de publicar este libro?

Como sabes, llevo mucho tiempo escribiendo para diferentes medios como el dominical XL Semanal, así que pensé que sería una buena idea recopilar parte de esos textos y reunirlos bajo este epígrafe de No te va a querer todo el mundo.

¿Se trata por tanto de un compendio general o con qué clase de textos vamos a encontrarnos?

Evidentemente, a lo largo de los años uno cambia de opinión o va descubriendo más cosas de las que ya sabía sobre ciertos temas, así que lo que he tratado de hacer es recopilar esos textos con los que a día de hoy me sigo identificando, y en los que mantengo una postura que todavía sostengo.

Ahora que hacías mención precisamente al título del libro, es una frase que ya en sus primeras páginas dejas clara tu firme insistencia por mantener en sus palabras exactas. ¿Qué es lo que buscabas transmitir con este No te va a querer todo el mundo?

Esta es una idea con la que he luchado desde siempre. Cuando uno es pequeño, sobre todo, no concibe que haya personas con las que no pueda conectar, pero llega un momento en la vida en el que debes admitir, y es difícil, que todos esos intentos, toda esa lucha, pueden no conducir a ninguna parte. Es entonces cuando resulta necesario reconocer que no te va a querer todo el mundo, que el mundo es algo mucho más complejo y más complicado de lo que creías. Ese sentimiento, esa lucha, es una especie de corriente subterránea que siempre ha formado parte de mí. Si tuviera que definirla de algún modo, diría que precisamente mi vida ha sido una constante lucha por conectar; una palpitación que por otro lado creo haber sabido transmitir en mis películas. Ahora ya he logrado hacer un poco las paces con todo eso. Sé que siempre he suscitado desde odios muy profundos a grandes pasiones.

Al terminar de leer el libro, uno acaba con la extraña sensación de haber mantenido contigo profundas y largas conversaciones, a través de las que ha podido conocer tus inquietudes, intimidades… e incluso miedos. ¿Sientes que de algún modo has terminado por desnudarte completamente ante el público tras haber reunido esta serie de textos en un único volumen, a pesar de que ya se hubieran publicado con anterioridad?

Es verdad que en el libro se revelan muchas cosas, desde mis filias, hasta mis fobias, las cosas que amo, las cosas con las que no puedo, aquellas que me gusta compartir con los demás… pero uno nunca acaba de desnudarse del todo, y eso es bueno. Todos tenemos una vida secreta.

¿Se convierte así pues el libro en una perfecta puerta de entrada a conocer las inquietudes que rigen tu vida? ¿O es más como una suerte de making-of con el que profundizar en ciertos capítulos de tu filmografía?

Diría que las dos cosas. Creo que este libro es un buen acompañante de mis películas, y a la vez un lugar del que han salido muchas de ellas. Es verdad que nunca he hecho películas abiertamente autobiográficas, pero sí hago películas con las que comulgo absolutamente; en las que el punto de vista que ofrezco soy yo, y que nacen a partir de la gente que estimo y que conozco.

Cito: “Vivo para momentos así. Para instantes de conexión con personas que nada tienen que ver conmigo”. ¿Es esta frase la que quizás mejor resume esa pulsión que guía todos tus proyectos?

Sin duda. Soy una persona que puede estar en un café o en una terraza, y de repente ver a dos chicas cogidas de la mano en otra mesa y establecer una conexión con una de ellas únicamente con escuchar dos de sus frases. O como me pasó el otro día en el Liceo durante la performance de Eugenio Ampudia con motivo del Concierto para el bioceno, cuando tuve un momento de conexión con las plantas que llenaban el patio de butacas mientras sonaba una melodía de Puccini. Sé que lo de las plantas puede ser excepcional, pero sí que ejemplifica esa facilidad que tengo para saber ponerme en situación “de conectar”, ya sea con una planta como fue el caso, como con un niño o con una anciana centenaria. El abrirse a que te pasen cosas, a conectar con elementos y personas que no tienen estrictamente que ver contigo o con quien eres, es precisamente una de las mejores cosas que me parecen de estar vivo.

Uno de los aspectos más prácticos que quizás los lectores encuentren del libro sea esa manera con la que, a modo de guía, poder acceder a buena parte de tus referencias creativas y culturales. Las cuales llegas a reunir a grosso modo en esas secciones finales con tus recomendaciones sobre películas, series, libros y música. ¿Te sirve así pues también el libro para dar respuesta a todas esas peticiones que, entiendo, deben de hacer bastante a menudo?

¡Ojalá! pero no (risas). Mira que soy una persona bastante pesada en ese sentido, que si leo un libro y me apasiona, tengo que comprar 10 y regalarlos o escribir sobre él para que la gente lo descubra o para que vea una serie, pero la realidad es que da igual las veces que diga o las veces que escriba sobre algo, siempre hay un momento en el que alguien te pregunta “¡Ah! pues voy a Japón, ¿me puedes hacer una lista de sitios?” o “dime diez películas para iniciarme en el mundo del cine”. Que son cosas que hago encantada y que me gusta hacer, pero sobre las que he escrito por activa y por pasiva, he hablado en podcasts… pero nada importa. Al final todos quieren algo personal, y lo entiendo, y también me gustaría poder tener más tiempo para poder contestar a todas esas peticiones, pero llega un momento en el que los días no dan para más.

Tanto en esa parte concreta con tus recomendaciones como a lo largo del resto del libro, encontraremos referencias a grupos musicales como Ladilla Rusa, Nathy Peluso o a las películas de Ingmar Bergman y Claude Sautet, pero mención especial merece, a mi juicio, la figura de la cineasta Agnès Varda. ¿De qué manera llegó a influir en tu manera de ver y de entender el cine?

La figura de Agnès es muy grande. Para mí siempre ha sido una referencia mítica, desde que era adolescente y ya sabía que quería hacer cine. Tenía un sentido a la hora de retratar la realidad muy profundo, muy bello y muy interesante, que además no ha envejecido con el paso del tiempo como bien demuestran esos documentales que hizo en Los Ángeles en los 70 y que son alucinantes. Y con sus películas, en las que explora temas que serían muy difíciles que pudieran explorarse hoy. Piensa que hizo una película con su propio hijo, que en aquel momento tenía unos 15 años, y con Jane Birkin, que tendría entonces unos 40 y pico, que es una historia de amor bellísima, pero en la que se atreve con cosas que hoy serían casi tabú. Luego además tuve la suerte de conocerla y de compartir con ella muchos momentos, de ver como trabajaba… y siempre fue tan cálida y tan afectuosa conmigo… Siempre me animó. Cuando pienso en Agnès no pienso que esté muerta, para mí posee una viveza que todavía me permite escuchar su voz. Es una de esas figuras que me acompañan y que hacen que todavía tenga esperanzas sobre el futuro de la humanidad. No muchas, pero sí algunas.

Resultado de esos nexos entre tu obra y tus propias experiencias vitales a las que ya apuntabas, encontraremos pasajes que dedicas a algunas de tus películas como Elisa y Marcela, Elegy o La Librería, así como otros ligados a unos intereses personales que terminan reflejándose también en tu obra. Hago aquí referencia especial al campo de la literatura por ejemplo, que diría que incluyes en todas tus películas a través de distintas referencias bibliográficas.

Es que es otro campo capital. Yo crecí con libros y con películas, y si bien es cierto que tengo muchas influencias claramente cinematográficas y que hago uso de las herramientas propias del cine, la fabricación del punto de vista, fundamental para mí a la hora de hacer películas, siempre ha estado en mi caso muy influida por toda esa literatura que he leído y que he devorado desde pequeña.

Además de a la literatura, comprobamos cómo esas referencias a Japón o hacia esa intimidad que te lleva a alejarte de turistas y de masificaciones son elementos que están igualmente presentes tanto en tu vida personal como en tus películas.

Al final es que uno tiene que hablar de lo que conoce, y aunque es verdad que siempre he defendido que también es posible hablar de otras cosas más ajenas, al hacerlo no pretendo imponer mi visión. Por ejemplo yo he hecho una película en Japón, pero no pretendo decir que el país sea así, sino que lo que digo es que mi Japón es así. Hay una gran diferencia. Y en cuanto a lo de las masificaciones… debes tener en cuenta que me gustan muchas cosas que se contradicen (risas). Piensa que sin ir más lejos mi última película pasa en Benidorm, o que me encanta estar en mitad de Shinjuku en Tokio… pero también de repente cogerme un tren e irme a una aldea perdida en la que no haya nadie. Me muevo más por lo que denomino mis alergias, que son las que me hicieron huir de Las Vegas a Death Valley la primera vez que visité la ciudad, porque sentía que la propia ciudad me expulsaba desde el minuto uno. Como si estuviera creando anticuerpos contra ella.

Esa combinación entre tu obra y tu “yo” más personal donde quizás mejor la observemos sea precisamente a través de tu serie para HBO, Foodie Love, en la que además aparece un interesantísimo paralelismo entre algunos capítulos y distintos pasajes del libro. Hablo aquí de esas referencias a la belleza de las grietas de Roma, a la gastronomía del Sur de Francia, a tus inquietudes sobre ecología… ¿Se ha convertido la serie en una vía a través de la que poder expresarte con plena libertad sobre todo cuanto te inquieta?

Lo bueno de hacer un proyecto así es que al final son muchas horas de narración. Horas que sí, que empleo como una vía a través de la que contar muchas cosas, así como para rememorar mucho de lo que he vivido, he dicho, he visto, he experimentado y he sentido. Y desde luego también como excusa para volver a sitios que me gustan. A sitios como a Roma, a la que siempre hay que volver. Y puede resultar curioso, pero de las cosas que más me gustan de todos ellos, diría que lo que más son sus grietas.

Trazando pinceladas sobre algunos de esos temas, sobre Japón, asunto sobre el que sé que es habitual que te pregunten, solamente plantearemos dos preguntas. La primera es ¿cuántas veces te han preguntado ya hoy que por qué te gusta Japón?

(Risas) Hoy tenía dos e-mails para contestar con esa pregunta.

Y ya la segunda, es si podrías explicarnos exactamente qué son esos seres “herbívoros” que recoges en el libro. ¿Una especie de tribu urbana?

En Japón se les llaman herbívoros, no me preguntes bien por qué, y son hombres, chicos jóvenes y también mayores, que de repente han decidido empezar a hacer cosas que hasta ahora les estaban negadas, como por ejemplo ir solos a salones de té a comer pasteles; algo que hasta hace 5 años era impensable. También mantienen una postura que les lleva a trabajar lo estrictamente necesario para sobrevivir y a no mantener relaciones, ni con hombres ni con mujeres. Es una conducta que podría parecer de renuncia a perderse muchas cosas de la vida, pero que yo ahora veo más como la opción de unas personas que simplemente han decidido reducir unos aspectos de su vida para explorar otros. Esto es reflejo también de una de las grandes cosas que tiene Japón, un país que cuenta con un nicho para todo y en el que siempre es posible encontrar tu propia tribu, hasta de tipos a los que les gusta que les den patadas en los huevos… Impacta naturalmente cuando lo ves, pero hay que entenderlo como una reacción ante una sociedad que se había mantenido durante mucho tiempo bajo una férrea tradición, y la respuesta a eso ha sido ser la menos tradicional del planeta. Evidentemente todavía sigue existiendo ese poso de tradicionalismo, pero convive con estos extraños cauces de libertad, además, bastante respetados. No te creas que la gente los califica como de no normativos ni mucho menos. Y no solamente va en relación a los hombres, también hay mujeres, y es una cosa que se está poniendo ahora de moda, que deciden de igual forma no tener hijos ni tener trato con hombres en ningún ámbito de su vida.

En relación con todas estas tribus urbanas, ¿no es curiosos cómo en ese intento por diferenciarnos y sentirnos distintos, terminamos adoptando unas pautas que nos conducen a convertirnos más en copias unos de los otros, aunque sea en grupos reducidos?

Claro, pero es que las personas necesitan estar acompañadas, aunque sea en espíritu. Tu te puedes haber sentido un bicho raro mucho tiempo, lo puedes reivindicar y puedes sentirte súper orgulloso de ser un outsider; pero cuidado. Hasta los outsider necesitan saber que cerca existen otros como ellos. Es muy duro, es durísimo, creerte el único que siente ciertas pulsiones.

Abordando ahora el asunto de la ecología, mencionas en el libro —y creo que también en la serie— que una de las cosas que peor te hacen sentir es desperdiciar la comida. ¿Crees que en ese sentido hacemos todo lo que se puede y que estamos realmente concienciados a nivel sociedad?

Creo que concienciados estamos, lo difícil ahora está en lograr incorporar esas normas teóricas a nuestra vida diaria. La gente hace cada vez más intentos, pero lo que ocurre con el asunto de la comida es tremendo, porque estamos tirando una comida que de redistribuirse justamente eliminaría el hambre en el mundo. Este es un tema sobre el que leo constantemente, y sobre el que confieso que cuanto más leo, menos sé, porque por un lado más fácil te parece poder hacer esa redistribución, y por otro más difícil se te muestra el poder llevarla a cabo.

Y en cuanto a la sostenibilidad en términos generales, ¿crees que estamos dando pasos decisivos en la buena dirección o que nos conformamos con alabar sus bondades, pero que seguimos con nuestros viejos hábitos de siempre?

El otro día justamente estaba oyendo un podcast sobre esto de David Sedaris, de la que soy una gran fan, en el que decía que ya no utilizaba ningún transporte urbano que no fuera colectivo, pero que por otro lado era incapaz de renunciar al shopping. Y es que en cierta manera no podemos estar fustigándonos todo el rato, es imposible. En mi caso hay días por ejemplo que me siento como aquel personaje de Sexo, mentiras y videotape, en los que de repente veo lo que he puesto en las bolsas de reciclaje, pero empiezo a pensar en todo cuanto no he hecho, en toda el agua que he tirado, en que me he pasado demasiado tiempo en la ducha… y al final se me hace una montaña frente a la que tengo que pararme y respirar. Hago lo que puedo, e intento hacer cada día un poco más.

En relación a este mismo asunto, en el libro haces mención a Greta Thunberg y a todas esas críticas que, aún hoy, continúan levantándose en su contra.

Lo que ocurre con Greta es totalmente ridículo, así como una muestra más del tiempo libre que tiene la gente, que en lugar de hacer lo posible por creerse lo que dice y en decir “vamos a trabajar en ese sentido”, gasta sus energías en criticarla. Estamos ante una chavala que dice cosas que tienen que ser dichas y, sobre todo, que tienen que serlo en lugares como la ONU. Donde además las personas que deberían hacer y decir lo que ella hace no lo están haciendo. Pero lo que me sigue sorprendiendo sobre todo es que aún haya personas a las que les fastidia que alguien pueda decir verdades como puños. Y no voy a entrar a juzgarla ni a ella, ni a su discurso, ni a sus padres. Evidentemente es una chica con Asperger, lo que hace que su forma de expresarse tenga las características propias de la gente Asperger, pero eso no degrada ni mucho menos el contenido de su mensaje. Y ya en cuanto a todas esas críticas de si ha ido en barco o hacia la gente y los activistas de la jet set que van en avión privado a un encuentro… sí, evidentemente cuando uno no está siendo coherente con su discurso hay que denunciarlo, pero justamente en su caso me parece que Greta es bastante coherente. Así que basta ya de críticas y pongámonos sobre todo a apoyar a aquellos que hacen lo posible por cambiar las cosas.

Otro de los aspectos que quizás más impresión despierten del libro son esos momentos en los que dejas entrever tus inseguridades. Como cuando hablas de ese “bullying que sufrí de pequeña, de adolescente y de adulta” o de ese “miedo” y del “vértigo” que continúas sintiendo a la hora de enfrentarte a un nuevo rodaje. Y llaman la atención precisamente viniendo de una mujer que veremos expresando con convicción sus ideas, por polémicas que puedan resultar o por mucho que no lleguen a gustar a ciertas personas. ¿Siempre has sabido defender tus ideas con esta seguridad, o es una posición a la que te ha conducido el paso de los años?

He defendido mis ideas con convicción, no sé si con seguridad. Sí que es verdad que los años me han ayudado a saber sobrellevar mis miedos y mis inseguridades, pero es que la inseguridad es algo que creo que te acompaña siempre; algo con lo que hay que aprender a convivir. En mi caso esa inseguridad creo que también nace del hecho de que sea una persona muy antidogmática, que cuando piensa de una manera en un determinado momento tiene muy en cuenta el que vete tú a saber lo que pasará dentro de un tiempo. Y es que por mucho que sintamos de una manera, de una manera muy honda en un momento dado y de que estemos seguros de que las cosas “son así”, realmente no hay tantas cosas en la vida ante las que podamos mostrarnos tan taxativos. Además de que también soy bastante capaz de admitir que alguna vez, bueno bastantes veces en mi vida, la he cagado y me he caído con todo el equipo. No me cuesta reconocerlo. Un poco soy como el Guadiana, que aparece y desaparece, que cambia y se transforma.

Ahora que hacíamos mención precisamente a la edad, otro tema bastante recurrente en tus textos, ¿crees que se idolatra en exceso a la juventud en las sociedades actuales?

Las bondades de la juventud se han idolatrado desde siempre y en todas las sociedades, no es una cosa de ahora. Siempre ha sido mejor ser joven y estar en plena posesión de tus facultades que ser viejo; un hecho el de hacerse mayor ante el que he tenido pavor ciertamente desde niña. Siendo pequeña recuerdo que no quería crecer, aunque por otro lado siempre me ha parecido ridícula toda esa gente con muestras claras de síndrome de Peter Pan. Sobre todo en el caso de los hombres, que resulta muy patético… Mi gran consejo para envejecer es primero no pensar en envejecer, y después que hay que reírse del concepto de envejecer con dignidad. Hay que ser profundamente indigno, hacer todas las cosas que se supone que no debes hacer todo el rato y portarte mal hasta el final.

¿Pero no sería precisamente eso una muestra clara de ese síndrome de Peter Pan?

Bueno vale, pero en las mujeres es más divertido (risas). Cuando pienso en el síndrome de Peter Pan en mujer pienso en por ejemplo Charo Baeza, aquella murciana que triunfó en Hollywood y que salía cantando en Vacaciones en el mar. Ella y Cher son mis dos grandes heroínas.

En este caso no fuiste tú sino Elizabeth Taylor quien dijo aquello de “tengo un cuerpo de mujer y emociones de niña”. ¿Realmente llegamos a hacernos mayores o simplemente envejecemos?

El problema está en que somos como esas capas que conforman las montañas, y que siempre que veo coloco en vertical. Algunas de esas capas son recientes, otras tienen miles de años, pero al final todas están ahí, conviviendo; y no precisamente en el mismo orden en el que fueron creadas, sino todas a la vez y vivas al mismo tiempo. Por tanto al final lo que hay en ti es esa anciana tortuga de 100 años en la que te has convertido, y a la vez esa niña de 3 a la que empujaban en el patio del colegio porque llevaba gafas. Y todo eso mezclado es lo que hace que seas quien eres.

Abordando ahora el tema concreto de la edad entre las actrices, apuntas a ese hecho de que “a partir de una cierta edad, los cuarenta, las actrices, salvo escasas excepciones, pasan en un suspiro de interpretar a novias, mujeres o amantes a madres, solteras solitarias enloquecidas o psicópatas”. ¿Esto sigue siendo una realidad con la que ni si quiera el movimiento Me too ha logrado acabar?

Primero hay que tener en cuenta que el Me Too iba de otra cosa, pero no, ahora mismo si ves los enunciados de las series y de las películas, diría que no ha cambiado nada y que seguimos estando donde estábamos. Y no solo hablo del cine sino también de las series. El gran mérito por ejemplo de una actriz como Reese Witherspoon, que a mí personalmente no me gusta nada, es el haberse creado ella misma productos a su medida, pero que siguen arrastrando y perpetuando las mismas falacias de siempre. Sigo sin encontrar ese equivalente entre figuras femeninas y masculinas como pueden ser los personajes que interpretan John Depp, Keanu Reeves o Brad Pitt, que es un tipo que está estupendo y que a todos nos parece guapísimo, pero que ya tenía cincuenta y pico años cuando estrenaba Ad Astra. Y no hablo de mujeres con superpoderes y de superheroínas como Wonder Woman, que me interesan cero, sino de personajes complejos, divertidos, contradictorios, amargos… Hablo de seres humanos en toda su complejidad acojonante. Y eso, en mujer, todavía no lo veo. Frente a eso, pues creo que sí estoy dando pasos para hacer otras cosas, y tengo también ganas de ver las posibilidades a las que nos pueden llevar las historias a las que ya apuntaba Agnès Varda. Evidentemente no digo que tengamos que rodar historias de amor entre chicos de 15 años y mujeres de 45, pero sí avanzar en la idea de que una mujer a partir de los 40 sí, puede hacer de abuela, pero también puede hacer de exploradora, de astronauta y de muchas otras cosas.

A colación precisamente del Me Too, en un momento del libro tú misma te preguntas “¿Qué es, pues, lo que me impide abrazar con entusiasmo y sin ambages el #MeToo?”, y eso mismo es lo que te pregunto.

Lo que me impedía en un primer momento abrazar el movimiento no era otra cosa que ese miedo hacia los dogmas que siempre he tenido. Pero ahora, viendo las consecuencias que ha traído consigo, observo que hay una cosa buenísima y es que antes de tocar un culo que no les corresponde y que no ha pedido ser tocado, muchos hombres se lo van a pensar varias veces. Y aunque solo sea por eso, ahora digo que lo abrazo sin ambages. Ya ves, he cambiado.

¿Era ese mismo primer impulso el que te llevaba a afirmar aquello de “creo que me estoy volviendo una mala feminista”?

En ese caso era porque soy una gran fan de Roxane Gay, autora de los ensayos Bad Feminist y con quien comulgo en muchas de las cosas que dice, sobre todo porque también va más allá del propio feminismo, hablando también de raza y de clase. Quizás puede que además sea verdad y no sea feminista, en el clásico sentido de la palabra, pero sin duda sí lo soy de una manera muy instintiva. Nunca he entendido esa injusticia de trato y de género que veía clarísima hasta de niña en mi propia casa, y puede que sea precisamente eso, el haber sido tan consiente de esa desigualdad desde pequeña, lo que ahora me empuja a pensar que quizás necesitamos otra manera de mirar el mundo. Pero visto lo visto y que el mundo parece cambiar menos de lo que me gustaría, quizás debamos seguir siendo feministas a la manera tradicional.

¿Y de qué manera es compatible esa mirada feminista con seguir escuchando a Maluma o disfrutar con las obras de Woody Allen y de Roman Polański?

En el caso de Maluma es que me produce una gran ternura, tengo que decirlo. ¿Sus letras apestan? Pues algunas sí… pero al hombre que ha escrito lo de “agrandemos el cuarto” me parece hay que darle cancha (risas). Woody Allen y Polanski ya son otra cosa. A Woody Allen yo lo admiro muchísimo como director, pero después de leer lo que he leído y de haber leído su libro, y creo que si hay una persona que se ha molestado en informarse sobre el tema soy yo, te juro que sinceramente ya no sé que pensar. Pero lo que sí sé es que cuando se dicen cosas como que Mia Farrow es un monstruo o que fue absuelto de los abusos sexuales a su hija, no se está diciendo la verdad. Porque la realidad es que en el juicio por la custodia de Dylan Farrow el juez dictaminó que no podía acercarse a ella. Es decir, no fue absuelto. Por eso me gustaría que mucha gente que se dedica a emitir juicios de valor se informase y acudiese antes a las fuentes. ¿Seguiré viendo sus películas? Las sigo viendo. Me producen, eso sí, una cierta tristeza ahora, pero es lo que tiene esa separación entre la obra y la persona, que es difícil porque al final no puedes evitar saber lo que sabes.

En cuanto a Polański, también sigo viendo sus películas, muchas de las cuales me gustan, mientras que en otras ya se le ve cansado. En su caso no sé si quizás es ya una persona redimida. Creo que la chica, a la que claramente violó —y esto está probado—, le ha perdonado, han pasado además muchos años, el tiene otra vida…  También ocurre que yo entiendo que alguien pueda cometer un crimen y realmente cambiar y convertirse en otra persona, e igual incluso le ha llegado a pedir perdón en privado a esta mujer, no lo sé, pero se ve tanta victimización por su parte, que al final tienes hasta que plantarte y decir que es que aquí hubo una víctima. Son temas al final bastante complejos. Por eso, y en un momento además en el que parece que todo deba ser “sí-no”, “víctima-verdugo”, me gustaría, sobre todo, que se hablase con más conocimiento de causa.

Cerrando con el tema del Me Too, tras su irrupción ocurría un episodio, que recoges también entre estas páginas, que terminaba salpicando a la actriz Catherine Deneuve, acusada por parte de un grupo de intelectuales francesas de “banalizar la violencia sexual”.

Catherine Deneuve es la ostia y una de las mujeres más inteligentes y más fascinantes que he conocido. ¿Aquel manifiesto que firmó, que escribió más o menos Catherine Millet, era un poco imbécil? Pues sí, además que luego yo creo que se arrepintió, pero eso no borra el valor mostrado por una mujer que con 18 años tuvo un hijo del que no dijo quien era el padre, o que afirmó haber abortado cuando nunca lo había hecho para conseguir que en Francia hubiera una ley del aborto. Hablamos de una mujer que se mojó cuando había que mojarse, y para la que de verdad que tengo que escribirle algo antes de que se retire del cine… Aunque yo creo que no se retirará nunca.

¿Encuentras paralelismo entre las acusaciones que se lanzaban entonces contra ella con las que hoy recibe J.K. Rowling?

Creo que son cosas distintas. Hasta donde recuerdo en aquel manifiesto no había nada sobre el tema trans. El de Rowling es un asunto que no he podido seguir muy de cerca ahora que estoy muy volcada en la posproducción de mi última película, pero encuentro exagerado el acoso y derribo que se ha organizado en su contra. Dicho esto y en relación al mundo trans, creo que lo que hay es que dejarles hablar y expresarse. Pero lo que yo no puedo es ni hablar en su nombre, ni tampoco atacarles en el mío. Al igual que tampoco tengo nada que decir sobre el movimiento Black Lives Matter. Al final aquí lo que ocurre es que hay unos colectivos que han sido profundamente jodidos desde hace muchos años, y a los que ahora toca escuchar y respetar. En estos momentos hay que dejarles el control de su narrativa, y yo no tengo nada que decir al respecto más que eso. Insisto, escuchar y respetar. Punto pelota.

Como consecuencia precisamente de estas causas que suelen rápidamente abrazar todos los miembros de la industria del cine, además de multitud de personajes conocidos, ofreces una sentencia a mi juicio demoledora: “Hoy es el #MeToo, y de las niñas de Boko Haram, si te he visto, no me acuerdo”. ¿De verdad pesan con tanta ligereza estas causas sobre las conciencias de aquellos que se posicionan públicamente en su defensa?

Lo que yo quería precisamente hacer con ese texto era denunciar esa frivolidad de ver a por ejemplo a Salma Hayek con el cartelito de “Bring Back Our Girls”, y acto seguido con el del “Me Too”. Porque las niñas del Boko Haram es que siguen allí. Han tenido hijos con sus captores, a algunas las han soltado cuando ya no les servían para nada, y han vuelto a sus aldeas, donde han sido apedreadas y hasta asesinadas. Por eso veía necesario poner el foco de atención en esa frivolidad, sobre todo hollywoodiense, que lleva desde a Michele Obama hasta a Oprah a meterse en 50 mil charcos y a no darles continuidad a ninguno. Ahí es donde está el problema. No se trata de darles a las causas muchísima importancia durante unas semanas y luego olvidarse, se trata de hacer un seguimiento y de no olvidarlas.

¿Es hoy el racismo un nuevo #MeToo?

Lo es, pero no en el sentido de esa frivolidad que yo denunciaba entonces, sino en cuanto a que ambas son causas fuertemente arraigadas en la sociedad. En el caso concreto del racismo, creo que se están dando además buenos pasos y que el movimiento llega con tanta fuerza que hace ver que va a continuar, o por lo menos mantengo esa esperanza. Seguramente encontrará otros cauces para hacerlo, pero su irrupción va a permitir que sean muchos los actos racistas que dejen de quedar impunes. Algo que resulta fundamental en un país como Estados Unidos, que se ha nutrido del esclavismo para su propia creación y en el que todavía deberán pasar muchas generaciones para que desaparezca. Y del mismo modo seguirá el Me Too, en cuanto que defiende el cambio de unas conductas que también vienen muy arraigadas por parte de una sociedad patriarcal, en la que unos hombres piensan que cualquier culo está a su alcance. Los efectos del Me Too son algo que yo en su día no supe medir, lo reconozco, pero sus consecuencias van mucho más allá de Hollywood, y es ahí precisamente donde veo que están sus mayores logros. En haber favorecido ese cambio que ahora observo en unas chicas que hasta ahora habían estado aceptando como inevitables ciertos abusos, frente a los que el movimiento les ha despertado una nueva conciencia. Por eso me reitero y digo que sí, que sin duda algunas consecuencias buenas ha traído el Me Too. Sí, sí lo pienso.

Hablando de consecuencias, entre las sobrevenidas precisamente tras el estallido de estas últimas protestas raciales, asistíamos a ese capítulo, tan confuso, como fue la solicitud de censura sobre Lo que el viento se llevó. Petición por cierto auspiciada por el director de cine John Ridley. ¿Encuentras justificación en este tipo de demandas?

En ese sentido hay una película mucho peor, a la vez que mucho más significativa, que es El nacimiento de una nación. Una película que ha sido capital a la hora de asentar las bases de lo que constituye el propio lenguaje cinematográfico de hoy, y en la que incluso se llega a glorificar al Ku Klux Klan. Pero a pesar de todo ello no me parece que haya que borrar todas estas películas, sino que lo que hay que hacer es intentar que los chavales que se acerquen a ellas sepan el contexto en que fueron creadas, para lo que veo fundamental educar la mirada y aprender a verlas con unos ojos críticos que permitan valorizar, desvalorizar y revalorizar la propia historia.

Sería por tanto seguir la línea marcada por HBO, que parece que no ha propuesto tanto la censura de Lo que el viento se llevó como su retirada a la espera de introducir unos mensajes que ayuden a poner la obra en su contexto.

Bueno, pero esto es algo que ya se ha hecho, ya ha habido un buen puñado de historiadores que han hecho ese trabajo y que han situado ambas películas, y a muchas otras similares, en su contexto. Por eso lo que yo me sigo preguntando es cuando llegará la hora de arrojar esa misma lectura crítica sobre los wésterns. Porque si hay películas capciosas, manipuladoras y tremendas, y siempre me lo han parecido, son precisamente estas películas que han legitimado la invasión y el extermino de los nativos americanos en Estados Unidos. Pero supongo que eso es otra lucha y que será en otra oleada… Solo espero que venga pronto.

Teniendo todo esto en cuenta me viene a la mente esa cita tuya de que “hay que recordar más que nunca quiénes somos y de dónde venimos. Solo así podremos saber a dónde vamos. Aunque sea a ninguna parte”. ¿Es esta también una buena solución para evitar que nos manipulen? ¿o hay alguna más?

La principal diría que es estar informados, pero informados de verdad, y contrastar en la medida que uno pueda la información que le llega. También no creerte la primera teoría conspiranoica que lees en un meme, no tragarte de buenas a primeras lo primero que te cuentan, ni si quiera las cosas que digo yo, y aprender a tener una mentalidad abierta. Al final son cosas básicas y de manual.

¿Pero y crees verdaderamente que nos molesta ser manipulados?

A mí me molesta, pero hay gente que parece encantada. Veo gente feliz de ser manipulada, no sé si consciente o inconscientemente, pero están muy contentos.

¿Se siente libre Isabel Coixet?

No. Me siento más libre de lo que me sentía, pero no me siento libre. Todavía me queda un buen trecho para eso.

La auténtica libertad, señalas, “reside en la disidencia y en el coraje de pensar distinto”. ¿Crees que aún es posible una libertad como la que reclamas en un mundo como el actual?

Es que la libertad puede ser a veces hasta desagradable, cuidado. A mí me ha costado sangre, sudor y lágrimas, y me sigue costando, pero es que la otra opción para mí no es admisible. Cerrar los ojos para no ver lo que tengo delante, seguir al rebaño y tragarme la primera mentira que me cuentan, para mí no es una opción validad. No concibo esa manera de estar en el mundo.

Ante tanta crispación y tanta tensión social, ¿no te da la sensación de que a menudo nos mantenemos, o nos mantienen, entretenidos con causas, luchas y protestas que lo único que hacen es distraernos de esa brutal realidad, y es que aquí, en el mundo y en la vida, solamente estamos de paso? De ese “la vida es demasiado corta” que recurrentemente sueles tratar en tu filmografía.

Cuando uno piensa que la vida es demasiado corta es normal que se le presente ese pensamiento de carpe diem y que termine diciendo “mira, que les zurzan a las niñas del Boko Haram…”, pero es que la vida también es demasiado corta como para pensar que uno vive en Los mundos de Yupi. Estar en el mundo al final es disfrutar de las anchoas y sentir que sientes algo por las niñas del Boko Haram. Cómo aprender a manejar la combinación de esas dos cosas, ahí está lo difícil. Pero también es lo apasionante. Es estar vivo.

¿Crees que actualmente estamos preparados para digerir toda esa parte de dolor, sufrimiento e incluso violencia que vienen ligadas a la propia vida?

Preparados no estamos para nada, ni si quiera para estar en casa encerrados unos meses. Pero claro, es que si no naces ni siquiera preparado para admitir que no te va a querer todo el mundo, pues ante todo lo demás ya…

Lo habitual frente a esos sentimientos es aspirar a que desparezcan, ¿pero no es ahí precisamente donde germina buena parte de toda esa magia que encontramos luego reflejada en libros, poemas o películas como las tuyas? ¿No sería por tanto mejor aspirar a aprender a lidiar con ellos?

Siempre es mejor, sin duda, aprender a desarmar la bomba. Aquí opino que lo que no valen son los absolutos, porque sin duda un mundo feliz en el que todo fuera perfecto sería un auténtico coñazo. Son los momentos de hundimiento, de tristeza y de dolor los que también dan valor a los otros. Es lo que tiene esta montaña rusa en la que vivimos.

Y como buena amante de la ciencia ficción y fan de Ray Bradbury que eres, ¿cómo imaginas que va a ser a partir de ahora esa montaña rusa?

Creo que avanzamos hacia una sociedad cada vez más bizarra.

¿Un futuro que te gustaría que estuviera gobernado por niños o por robots? Porque es un punto del libro que no me ha quedado del todo claro…

(Risas) De tener que elegir, yo diría que un Gobierno de robots no te creas que me parecería ni tan mal. Con los niños sabes que pasa, que uno puede ver una película de Pixar una, dos o hasta tres veces, pero si la ves veinte veces, y los niños tienen la tendencia a ver las mismas películas veinte veces, llega un momento en que la odias. Así que me inclino por los robots… pero por unos robots guays y con guasa, ojo.

Al terminar de leer el libro, y esta entrevista, puede que sean muchos los que se pregunten que “de qué va esa ‘pava’”, ¿de hipi, punki o Mod (Los Ganglios)?

Es que en un mundo como el mío no hace falta tampoco ir de nada. Así que si acaso yo voy de disidente. Siempre disidente (risas).

¿Y qué será lo próximo que podremos disfrutar de Isabel Coixet?

Ahora mismo estoy acabando de montar la película que rodé antes de que se cerrara el mundo, Nieva en Benidorm. Un ovni muy extraño, pero muy bonito, que empieza como El tercer hombre y acaba como si a David Lynch en lugar del café le gustara mucho el arroz negro.

 

Isabel Coixet

No te va a querer todo el mundo – Malpaso, 2020