Virginia Woolf: ‘Matar al ángel del hogar’ para trascender el ideal victoriano

20 / 12 / 2021
POR Irati Fernández

La mujer escritora no sólo debe luchar contra el prejuicio social, sino también contra sí misma: renunciar al ideal femenino de abnegación es el primer paso para empezar a escribir.

Para poder escribir, las mujeres deben ‘matar’ el ideal estético a través del cual han sido ‘asesinadas’ en arte. Durante la época victoriana este ideal no tiene otro nombre que el del ‘Ángel del hogar’, perpetuamente opuesto a la ‘Fallen woman’ o ‘Mujer caída’, que tanto darían de sí como arquetipos literarios. Sin embargo, estas estructuras no estaban limitadas a las expresiones artísticas de la época, sino que provenían de un imaginario mucho más arraigado. En ‘Profesiones para mujeres’ (conferencia recientemente publicada junto al texto ‘Las mujeres y la narrativa de ficción’ bajo el título ‘Matar al ángel del hogar’), Virginia dice:

«Mi excusa, si estuviera en un tribunal de justicia, sería que actué en defensa propia. Si yo no la hubiera matado a ella, ella me habría matado a mí.» Es ese ángel del hogar, el que vive en la conciencia de cada mujer, al que Woolf se enfrenta cada vez que escribe para poder ser honesta y aportar un valor verdadero a su trabajo: no es hasta que no vence con su propio deseo de complacer y suavizar el efecto de su crítica que puede comenzar a escribir.

En el prólogo a la reciente edición de estos dos textos en Carpe Noctem, Luna Miguel incide también en la importancia que se trasluce en su prosa de la “necesidad de romper la imagen de la fémina que escribe como hecho único e irrepetible (…) sin conexión, tradición o genealogía entre sus nombres”. Y es que, como nos dice Virginia, las mujeres no escriben como los hombres, pero sus circunstancias y su escritura están en un momento de transformación: su inclusión en el mercado laboral y la vida política estaba por cambiarlo todo.

Pero, ¿quién es era ese ‘ángel del hogar’ en el imaginario victoriano? ¿Qué tiene angélico y qué de fantasmagórico? Las respuestas a estas preguntas quizá puedan aclarar el trasfondo literario y social de estos textos.

Y es que la figura del ángel contiene cierto grado de monstruosidad por sí misma: para convertirse en angelicales, las mujeres deben sacrificar su humanidad y su vitalidad, como reforzaban los libros victorianos de conducta para damas. Los ‘ángeles del hogar’ en su máxima expresión estética son seres delgados, pálidos, y pasivos cuyos ‘encantos’ recuerdan de forma inquietante la inmovilidad de la muerte. Los corsés ajustadísimos, el ayuno y los remedios caseros formaban parte de un régimen físico que ayudaba a las mujeres a fingir esa deseada debilidad mórbida o incluso a enfermar verdaderamente.

Su sacrificio, fuera en un plano físico o moral, es lo que lleva a esta mujer a ser percibida colectivamente como un ángel, pero está ligado irremediablemente a una muerte simbólica o real. Su virtud no consiste únicamente alcanzar un ideal moral, sino también en el abandono total de la vitalidad. Afirmaba Edgar Allan Poe que «la muerte de una mujer hermosa es, sin duda, el tema más poético del mundo». La mujer ideal victoriana no solo encuentra sus atributos en la belleza, la sumisión o la moral; sino también en la muerte.

Este ángel fantasmal y su negativo de ‘la mujer caída’ han sido investigados en el ámbito de los estudios literarios, con especial interés por parte de Gilbert y Gubar, dos autoras que rastrean estas imágenes en la novela victoriana escrita por mujeres (esas autoras en las que Virginia siempre se fijó) en su obra conjunta ‘La loca del ático’. Concluyen que, a menudo, estas dos imágenes responden a un único personaje, sea en distintas etapas de la vida (Blancanieves y su Madrastra) o de forma simultánea pero reprimida (como sería el caso del dúo Bertha Manson y Jane Eyre).