María José, creadora de Marygarlic2000, traduce su urgencia íntima de expresión —nacida entre tatuajes, collage textil y danza— en Heritage, un editorial firmado por Laura Martinova que rescata la riqueza ritual eslava desde una mirada mediterránea, sostenible y profundamente personal.
Transformar el dolor en marca es el motor de Marygarlic2000. Con la visceralidad de la danza, la precisión de la moda y la libertad de las bellas artes, María José borda memorias en collages únicos. Heritage, un proyecto ideado y creado conjuntamente con la fotógrafa Laura Martinova, quien firma las fotos analógicas y el vídeo, recoge ese pulso creativo y lo lleva a la tradición eslava, que se funde con un aire mediterráneo y una narración visual consciente. Un punto de encuentro común entre María José y Martinova es su filosofía DIY, que guía toda la producción autogestionada con un equipo reducido. Cada capa de texturas —desde abrigos rescatados hasta piezas intervenidas a mano— dialoga con rituales ancestrales de Europa del Este, mientras la luz cálida y despreocupada del Mediterráneo reviste las imágenes de un optimismo sereno. Jóvenes talentos y modelos de físicos diversos aportan su energía al conjunto, haciendo de Heritage una obra colectiva donde la sostenibilidad y la emoción van de la mano.
¿Qué momento o experiencia personal te llevó a dar vida a Marygarlic, y de qué manera tu formación en danza clásica, moda y bellas artes sigue estando presente en tu día a día creativo?
Marygarlic nace desde una urgencia íntima de expresión. Siempre he dibujado, sobre todo en los momentos más duros de mi vida. Empecé con el tatuaje porque era la manera más directa de vender mis dibujos, pero también porque encontraba en él un lenguaje emocional: el dolor convertido en marca, en huella eterna. Como si un trauma pudiera transformarse en algo irónico o bello que llevas contigo sin que pese.
Esa relación tan visceral con la expresión corporal y visual tiene raíces en mi formación en danza, moda y bellas artes. La danza me dio estructura y resistencia, la moda herramientas técnicas, y las bellas artes la posibilidad de romperlo todo. Esa mezcla me sigue guiando a diario, donde cada prenda es un gesto, un trazo, una extensión del cuerpo.
Cuando echas la vista atrás, ¿cómo viviste la transformación de aquel pequeño “tattoo trash vintage” hasta la propuesta actual de piezas únicas intervenidas a mano?
Ese primer “tattoo trash vintage” fue una especie de zona de juego salvaje. Era lo que podía hacer con lo que tenía, una mezcla de intuición, rabia y deseo de identidad. Pero también era un refugio, un lugar donde transformar las emociones en algo físico. Con el tiempo, todo eso fue tomando forma más consciente: los collages, el bordado, los materiales encontrados… siguen siendo impulsivos, pero ahora hay un propósito más claro. Las piezas son más complejas, pero siguen cargadas de esa misma verdad inicial.
¿Cómo utilizas el collage textil y el bordado para convertir cada prenda en un lienzo con su propio carácter?
Empecé a coser a mano casi por necesidad: no tenía herramientas ni medios, y fue un gesto primitivo, muy intuitivo. Pero también era algo profundamente familiar. En casa, mi padre cosía a mano todo lo que encontraba, no como artesanía, sino como un acto abrupto, visceral, casi de supervivencia. Mi madre, en cambio, odiaba coser, pero me ayudaba con la máquina cuando yo era pequeña y tenía ideas para crear ropa.
¿Qué fue lo primero que te atrapó de la cultura eslava tradicional y cómo has logrado mezclar esa riqueza ritual con tu aire mediterráneo?
Me crie en una casa donde convivíamos con gente de Rumanía y Bulgaria que venía a trabajar al campo con mi padre. Escuchar su idioma, compartir mesa, observar su forma de vestir o de habitar el mundo marcó mi sensibilidad desde niña. Más tarde empecé a leer sobre comunismo, a ver películas de Tarkovsky, y me sorprendía reconocer en su estética, en esa melancolía cruda, cosas que también había visto en mi pueblo.
¿Cómo creaste ese puente entre dos mundos tan distintos al elegir las prendas para Heritage? ¿Hubo alguna pieza que te contara una historia especial?
Quise que las prendas hablaran por sí solas, que funcionaran como portales entre recuerdos personales, raíces familiares y experiencias compartidas. Algunas piezas ya las tenía guardadas desde hace años, como abrigos antiguos que había rescatado en mi pueblo, de familiares o de antepasados. Con parte de esos tejidos creamos gorros junto a mis asistentes, mezclando fragmentos de distintos orígenes: uno venía de un abrigo personal y otro de un rodaje donde trabajé como asistente de estilismo. También hubo piezas que llegaron a mí de forma inesperada, como unos zapatos regalados por mi segunda familia en Marruecos, un colgante de cuello que apareció en una caja olvidada en mi casa, o un vestido que pinté a mano y realicé con técnicas de sublimación casera. Cada elemento fue elegido no solo por su estética, sino por la carga afectiva y simbólica que traía consigo. El puente entre esos dos mundos —el íntimo y el colectivo, el rural y lo urbano, lo mediterráneo y lo eslavo— se tejió con objetos reales, con cicatrices, con historias que no necesitan ser explicadas para sentirse.
¿Puedes contarnos cómo trabajaste con las marcas locales y tu propio archivo vintage para armar el vestuario? ¿Hubo algún hallazgo inesperado?
El proceso fue muy orgánico, pero también profundamente emocional. Partí de mi archivo vintage, donde conservo prendas rescatadas, heredadas o intervenidas a mano a lo largo de los años. Desde el principio tuve claro que quería rodear cada look de complementos y joyas que aportaran algo más allá de lo visual: piezas con alma, con historia, casi como pequeños amuletos. Uno de los momentos más bonitos fue cuando Laura Martinova me mandó una pieza de Tania Marcial, una diseñadora que ya admiraba y que también trabaja desde el upcycling. La pieza encajaba de forma perfecta, como si ya perteneciera al universo que estábamos creando. Además, hicimos un llamado en redes para descubrir más marcas locales, y recibimos propuestas preciosas de personas que nos escribieron por Instagram. Gracias a esa conexión directa, pudimos implementar nuevas piezas en los looks, elevándolos y dándoles aún más aura. Esa colaboración espontánea, tejida desde la comunidad, fue uno de los hallazgos más especiales de todo el proceso.
¿Qué te hizo elegir a esos talentos y jóvenes modelos, y de qué manera su energía cambió la mirada del editorial?
Para mí era importante mostrar físicos no convencionales, particularidades que normalmente se dejan fuera en ciertas narrativas. Yo nací con manchas en la piel, y eso me ha hecho ser muy consciente de cómo la diferencia puede convertirse en fuerza. Quería que cada persona en el proyecto transmitiera esa autenticidad, que sus cuerpos hablaran sin necesidad de suavizar nada. Además, me gustó introducir una visión intergeneracional, mezclando diferentes edades para crear esa sensación de comunidad real, de familia elegida. Esa diversidad de energías transformó por completo la mirada del editorial, convirtiéndolo en algo más vivo, más honesto, y coherente con los valores de Marygarlic.
Hablando de sostenibilidad, ¿cómo aterrizas el upcycling y la economía local en la narrativa visual de Heritage?
La sostenibilidad para mí no es solo una tendencia, es una forma de crear, de pensar y de vivir. El upcycling se convierte en una herramienta creativa poderosa porque me permite no solo reutilizar, sino transformar lo existente para hablar de lo contemporáneo. Cada prenda intervenida a mano tiene una historia anterior que ahora cobra una nueva vida, pero lo que me interesa es crear personajes ficticios a través de esos materiales. Son personajes que no encajan en ningún grupo social específico, pero sí provienen de culturas marcadas, de tradiciones, de memorias colectivas que se mezclan con lo moderno y lo urbano. Mi trabajo busca borrar las fronteras entre lo pasado y lo presente, entre lo real y lo ficticio. Al trabajar con materiales y objetos que tienen una historia, creo personajes contemporáneos que no están sujetos a estereotipos ni a etiquetas sociales, pero que están llenos de referencias a culturas, rituales y estéticas específicas. De alguna forma, estas piezas y sus historias representan el crisol de influencias y experiencias, creando un diálogo visual entre lo tradicional y lo vanguardista.
Créditos:
Fotografía: Laura Martinova @lauramartinova
Dirección de arte y styling: Marygarlic @marygarlic2000
Asistentes de styling: Vero Hernández y Carlota Canal @verohrndz_ @carlotacanalrial
Maquillaje y peluquería (MUAH): Jose Sequi @josesequi
Modelos: Georgina, Mariia, Meritxell de Soto, Roni @georginazab @marrygmasha @meritxelldesoto
Agencia de modelos: @islamanagement
Vídeo: Laura Martinova y Lola Errando @lauramartinova @lolaerrando
Edición de vídeo: Lola Errando @lolaerrando
Música: Marina Herlop @marinaherlop
Styling:
Body piece: Tania Marcial de @socis_club
Joyería: @leilykhabitijewellery
Arte de uñas: @pannkks
Tocado: @jjuditc