¿Qué hay de nuevo? Arriba la calle

30 / 05 / 2023

La columna semanal de Estel Vilaseca para VEIN MAGAZINE

En momento en el que el algoritmo y nuestra curiosidad morbosa nos empujan hacia realidades que nada tiene que ver con quien somos y cómo pensamos, es, como siempre, en la calle donde podemos ver que hay vida más allá de los estilismos clonados, impostados, prefabricados y esponsorizados. Lo tenía muy claro Bill Cunningham, que durante casi cuarenta años se ocupó de inmortalizar el estilo de las calles de Nueva York: “«El mejor desfile de moda es la calle. La calle me habla. Yo no decido nada y para que eso pase tienes que estar ahí. A mí no me dicen que se van a llevar las faldas por la rodilla. Lo veo. Aquí no hay atajos. Tienes que quedarte en la calle y que la calle misma te lo diga». Si todavía no lo has visto, no te pierdas el documental que en 2010 le dedicaron a este periodista que contribuyó a que Alaïa y Gaultier fuera conocidos en Estados Unidos, fue el primero en usar la expresión “deconstrucción” aplicada a la moda y que durante toda su vida guardó con celo su integridad e independencia: “El dinero es lo más barato. La libertad lo más caro”, al mismo tiempo que dejó claro que lo importante eran las prendas: «No me interesan las famosas con sus vestidos regalados por las marcas».

Con las redes sociales surgió una nueva generación de fotógrafos de calle que contribuyeron a aupar a las primeras blogueras e influencers y que, al contrario de Cunningham, empezaron muy pronto a colaborar con marcas y a enfocar su objetivo principalmente a las prescriptoras, conviertiéndose, al mismo tiempo, ellos mismos en personajes influyentes. Tommy Ton, Scott Schumann, más conocido como The SartorialistAdam Katz Sinding o Eva Losada son algunos de los nombres que tras empezar en las calles, durante años han viajado persiguiendo los estilismos más sofisticados y extravagantes en las entradas de los desfiles, ofreciendo un vivo testimonio de como la vieja guardia daba paso a nuevas formas de comunicar y retransmitir la moda. En 2013 Garage Magazine se hacía eco de esa transformación con el documental “Take My Picture”, en el que el periodista Tim Blanks, que reconoce que esta atracción hacia el glamour está vinculada muchas veces con una necesidad de escapar de una realidad dura, ofrece una cierta mirada crítica al fenómeno antes de la llegada de Instagram, que lo llevó todavía más lejos.

Con la llegada de la pandemia y el confinamiento, y tras unos primeros meses en los que se impuso una moda cómoda, cuentas como Watching New York de Johny Cirillo devolvían la mirada a la calle para mostrar que algo estaba ocurriendo en la vida real. Cirillo, de Queens, empezó a salir a tomar fotos en la calle el día después de la muerte de Cunningham. En un momento en el que parece que las subculturas habían sido enterradas y en el que triunfan la influencers ultraconservadoras – Martin Bianchi les dedica un interesante artículo en El País en el que el doctor Alejandro Sánchez Berrocal llega a decir: “nuestras sociedades solo pueden ofrecer un “hedonismo depresivo” – citando a Mark Fisher – con el que se pretende compensar el daño de un sistema que hace de la vida algo cada vez más insufrible”- una espera que esos estilismos que desafían el status quo sean algo más que pura estética. Que esos estilismos ingeniosos y provocadores que desafían los lugares comunes sean más pronto que tarde una reacción a esta oleada de neoliberalismo que como reflexionaba Ingacio de Ramonet en El Diario esta misma semana “destruye la clase media, que cae hacia la pobreza y alimenta la extrema derecha”.

Desde los sesenta la calle ha sido una fuente de inspiración importante para la moda. En un momento en el que la alta costura se había convertido en un lugar demasiado aburrido y que representaba valores del pasado, Yves Saint Laurent fue el primero de los grandes modistos que encontró en ella una tabla de salvación. En 1961 presentó su última colección como director creativo de Dior inspirándose en el estilo contestatario de los Beatniks. Yves consideraba que sería triste que la moda estuviera destinada únicamente a vestir a mujeres ricas y declaró que la calle le había permitido entonces ofrecer la primera manifestación importante de su estilo: “Mi última colección en Dior conmocionó profundamente el mundo de la alta costura (…) Toda aquella inspiración que venía de la calle fue considerada muy vulgar”. Ahora que el prêt-à-porter está alcanzando las cotas de tedio a las que llegó entonces la alta costura, quizá sea un buen momento para volver a gritar el título de la colección que le costó a Yves su puesto en Dior “¡Abajo el Ritz, viva la calle!”