Astrónoma, matemática y filósofa. Su asesinato se concibe como el episodio que marca el ocaso de la cultura pagana en la Antigüedad.
La escuela de Atenas de Rafael Sanzio.
Hipatia de Alejandría vino al mundo en el siglo IV. En el año 415, una turba de cristianos la asesinó brutalmente. Durante su vida, logró ponerse a la cabeza de la astronomía, las matemáticas y la filosofía de su tiempo. Y precisamente por esto, por ser una mujer sabia, pagana, respetada y querida, los fanáticos la asesinaron. Querían que su asesinato sirviera de ejemplo para todo aquel que se atreviera a disentir del cristianismo, que en ese momento era religión oficial del Imperio.
Su muerte se concibe como el episodio que marca el ocaso de la cultura pagana en la Antigüedad. Pero lo cierto es que, antes de que Hipatia naciera, el poder eclesiástico ya asfixiaba los reductos paganos y “el estado real de la filosofía estaba ya en una completa ruina” según cuenta el filósofo Damascio. La labor de Hipatia fue sostener el conocimiento de ese mundo que se derrumbaba ante ella.
Pero ¿Cómo pudo acceder una mujer del siglo IV a tal nivel de excelencia científica y filosófica? Hipatia era hija de Teón de Alejandría, un importante matemático y astrónomo cuyo deseo era que su hija se convirtiera en un “ser humano perfecto”. Por ello, Hipatia recibió una completa educación y, además, pudo disfrutar del Museo. Fundada por Tolomeo, el Museo era una institución dedicada a la enseñanza y la investigación en la que Hipatia pasó de alumna a maestra, e incluso llegó a dirigir el centro. Al contrario que la mayoría de las mujeres de su época, Hipatia nunca se casó.
Lamentablemente, la obra de Hipatia se perdió por completo, y lo que sabemos de la labor de nuestra protagonista lo conocemos gracias a sus numerosos discípulos. Según Sinesio, uno de ellos, Hipatia trató de unificar las matemáticas con la filosofía neoplatónica en el ‘Comentario a la aritmética de Diofanto’ (padre del álgebra). Hipatia aplicó el razonamiento matemático al concepto del Uno, cuya emanación da lugar a la multiplicidad. El neoplatonismo de Hipatia era pagano y, en vez de estructurar su pensamiento en torno a la idea de Dios de San Agustín, nuestra filósofa acabó divinizando la verdad del círculo.
La obra de Hipatia se completa con un estudio de la geometría que hizo tanto a solas con un tratado sobre la ‘Geometría de las Cónicas de Apolonio’, como en compañía de su padre, con quien revisó y editó los ‘Elementos de la Geometría de Euclides’. También escribió un tratado sobre astronomía y llegó a crear una serie de inventos que inventarió en sus ‘Cartas a Sinesio’. Por ejemplo, diseñó un astrolabio para medir la posición de los astros, un aparato para la destilación del agua, un hidrómetro para medir el peso de los líquidos o un aerómetro para medir las propiedades de los gases.
Los discípulos de Hipatia se referían a ella como “madre, hermana y profesora, además de benefactora y todo cuanto sea honrado tanto de nombre como de hecho”. Sócrates el Escolástico dice que “llegó a tal grado de cultura que superó a todos los filósofos contemporáneos”. Damascio cuenta que “su nombre parecía ser magnífico y digno de admiración para aquellos que administraban los asuntos más importantes del gobierno”. De hecho, pudo ser la buena relación de Hipatia con Orestes, el prefecto de la ciudad, el detonante para que el obispo Cirilo, en busca de su ansiado poder, alentara a los fanáticos contra ella.
La asaltaron en la puerta de su casa. Fue desollada viva con pedazos de cerámica. El fin de Hipatia fue triste, sádico, injusto. Pero su figura ha sobrevivido hasta nuestros días. El ejemplo que dio con su vida saltó por encima de una muerte que trataba de ser ejemplarizante. Hipatia, de alguna manera, logró preservar el conocimiento ante un mundo que se derrumbaba y que trató de derrumbarla a ella misma.
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