Julia de Castro y María Gisèle Royo: “Compartíamos ese espíritu de querer pasarlo bien haciendo la película”

28 / 06 / 2024
POR Alberto Richart

‘On the go’ ha ganado el premio del Jurado Joven en el Festival de Locarno, y ahora se estrena en cines, con una clara intención de homenajear la Andalucía de antes y de ahora, y con los pasos previos del director Gonzalo García Pelayo asfaltando el camino.

En escasas ocasiones, llega a los cines (¡antes que a una plataforma!) una película pequeña, libre, luminosa, hecha desde el corazón, y además, divertida. Este es el caso de On the go, opera prima en clave de ficción de la documentalista María Gisèle Royo, y la directora, actriz y cantante Julia de Castro. De la improbable colaboración entre una sevillana y una abulense ha florecido una de las obras más sinceras que pasarán por la cartelera este verano: un imaginativo y fresco revulsivo contra las altas temperaturas, y el letargo mental.

Subidos en un descapotable blanco, Jonathan (Omar Ayuso) y Milagros (Julia de Castro), se embarcan en una huida, que es también una búsqueda para hacer las paces consigo mismos. Encuentran por el camino personajes estrafalarios, que les irán guiando por una Andalucía costumbrista, pero también fantástica, como sucedía en Corridas de alegría, película de 1982 de Gonzalo García Pelayo, que las directoras escogen como influencia más directa. Una road movie puramente mamarracha, que aquí Royo y De Castro subvierten con temas más personales, sin perder un ápice de la libertad que desprendía la primera. 

Entre el folclore y el experimentalismo, On the go se proclama, valga la redundancia, como un relato construido “sobre la marcha”. Su filosofía beat, llevada a lo milenial, ha impregnado desde la concepción del guion hasta la propia distribución española de la obra, en la que las directoras han puesto corazón y alma en cada detalle. Después de ganar el premio del Jurado Joven en el Festival de Locarno, y de pasar por otros certámenes como el de Valladolid, Gijón o el D’A de Barcelona, la película se estrena este 28 de junio. Conversamos con sus artífices sobre el cine español de los ochenta, las atracciones entre el sexo y el trauma, y el complicado viaje de la autoproducción en España.

On the go es un proyecto personal y pequeño, pero no deja de ser curioso que os hayáis lanzado vosotras mismas a llevar la distribución y la comunicación.

María Gisèle: Por falta de recursos, la verdad. La producción la hemos llevado con una productora que monté en 2011, que se llama Jur Jur, y hasta ahora hacía documentales en los que lo hacía yo todo. Hace falta una estructura de una sociedad para pedir las ayudas, pero en verdad lo estamos haciendo todo Julia y yo. Empezamos a mandarla a distribuidoras cuando ya habíamos estrenado en Valladolid. Pero nos dimos cuenta de que íbamos un poco tarde, porque parece que los distribuidores quieren estar contigo desde antes del estreno en España. Eso dificultó un poco que alguien se quisiera sumar, también con una película “rara”, tal y como está el panorama en España para películas independientes. Esta película está rodada en 16 mm, y hemos trabajado muchísimo el sonido en 5.1, por lo que no queríamos ir directamente a plataformas. Nos encontrábamos en un momento en el que las dos nos podíamos plantear andar juntas por España , y así empezamos. Como todas las idealizaciones, luego la realidad es mucho más difícil de lo que parece, y estamos aprendiendo de la realidad de la distribución.

¿Cómo surgió la colaboración entre vosotras dos y el interés por hacer esta película?

M.G: Estábamos juntas en la Academia de España en Roma. Yo estaba con la escuela de cine y Julia en escénicas. Julia se trajo la Vespa y siempre preguntaba si me apuntaba a ir a no sé dónde. Esta vez me dijo que si le acompañaba a sacarse el Codice Fiscale. Me fui con ella en la Vespa a lo Nani Moretti, y en la cola me dijo “Yo siempre he tenido la ilusión de actuar en el remake de Corridas de alegría. ¿Lo hacemos?”. 

A mí me flipó que ella hubiera visto Corridas de alegría porque yo soy de Sevilla, y tenía a Gonzalo [García Pelayo] muy presente. En un momento determinado que me planteaba si seguir con el cine o no, en el Festival de Sevilla vi Niñas, un documental muy sencillo, en el que el director grababa a sus sobrinos por videollamada. Me llegó tanto esa película que pensé que no hacía falta muchos medios para llegar al corazón de la gente. Corridas no es que fuese tampoco mi película favorita, pero da la sensación de que se lo han pasado muy bien haciéndola, y nosotras compartíamos un poco ese mismo espíritu de querer pasarlo bien haciendo la película también. Y ya casi como por obcecación, hemos tirado “p’alante” hasta que la hemos hecho. On the road es el mismo espíritu, pero algo más libre.

Julia, tú también colaboraste en el proyecto de dirección de Omar Ayuso en 2022, Matar a la madre. ¿Cómo ha surgido esta sinergia, que entiendo que ha traspasado lo laboral y se ha convertido en amistad?

Julia de Castro: Es una generación completamente diferente a la nuestra: ellos se comunican por Instagram. Yo no lo conocía, como muchos nos habíamos cruzado un par de veces. Me escribió para que quedásemos y hablásemos de un guion que él había escrito. Lo leí. Me pareció bastante divertido y me sorprendió viniendo de un chico tan joven. Y a partir de ahí, digamos que empezó nuestra amistad. Me gustó mucho verle dirigir. Siendo tan jovencito, desde luego tenía una producción mucho más profesional que la nuestra. Claro, él había tirado de la gente que conocía de Netflix. Creo que su corto ha costado lo que más o menos costaría nuestra peli. Lo tenía súper organizado y me gustó mucho vivir esa experiencia de él dirigir primero.

¿Teníais claro desde el principio que la película iba a ser una road movie?

M.G: Sí, Corridas de alegría lo es, y las dos tenemos alguna relación con los coches clásicos. 

J.D.C: Era imposible que no fuera una road movie, no entendíamos la película fuera de un coche. 

Habláis de la liberación sexual en la película, y del trauma también . ¿Creéis que van de la mano en muchas ocasiones?

J.D.C: Los “contrafóbicos” que tienen miedo a algo, van a eso. Para el personaje de Jonathan (Ayuso), tuvimos una asesora, Laura Nunmor, especializada en traumas infantiles por pederastas. Desgranamos con ella las escenas, y nos estuvo contando cómo se analiza una víctima de pederastia y también un agresor. Cómo tiene sentido, también, que las víctimas tengan una vida sexual muy activa. Su relación con la sociedad es el sexo, muchas veces. El personaje de Milagros, en cambio, tiene otra mirada. 

A Milagros le preocupa la maternidad al límite de la fertilidad. ¿Creéis que es un campo poco explorado en el cine? 

J.D.C: No hablamos de ello porque no creemos que no esté reflejado, sino porque es nuestro momento. Creo que eso es más honesto de decir. 

M. G. Era el momento determinado en el que el guión necesitaba un nuevo rumbo. Nos planteamos qué era lo que nos unía a las dos, qué estábamos compartiendo en ese momento vital. Y desde luego, era eso. 

La música también se vuelve muy importante en la película. ¿Teníais una playlist pensada o surgió casi todo en montaje?

M. G: En guion estaba la canción de Álvaro Romero, Saeta del pirómano. También contábamos con los Derby Motoreta’s Burrito Kachimba porque, durante el proceso de escritura del guion, hubo un parón. Julia se vino a Sevilla, y le dije de ir a un concierto de esta gente que pensé que estaba muy en la sintonía de la peli. Nos pusimos a bailar como locas, de la fuerza tan grande que tienen. Julia pensó que a este hombre [Miguelito García, el vocalista conocido como Dandy Piranha] había que contratarlo, y al día siguiente ya nos estaba hablando él que, en su primera maqueta, había usado fragmentos de diálogos de Corridas de alegría. Y era como una especie de kairós de decir, “bueno, esto es una señal, aquí hay algo que nos une”. 

¿Teníais también claro el escenario en Andalucía?

J.D.C:  Ahí sí que mantuvimos la estructura de localizaciones, no exacta, pero sí muy fidedigna a Corridas de alegría. Hemos hecho un recorrido por localizaciones de la infancia de María, los espacios donde siempre había querido rodar. Creo que eso engrandeció la peli, que suple a veces lo económico con una profundidad, una entrega y mucho corazón. Y sobre todo mucho tiempo de reposado. Las localizaciones dan mucha factura a una película de esta humildad económica.

Después de On the go, ¿dónde vais? ¿repetiréis como directora y guionista?

M.G: Sí, seguro. Ya tenemos tres ideas esbozadas y seguimos juntas, escribiendo y dirigiendo.