La oscura verdad tras las bailarinas de Degas

10 / 09 / 2020
POR Laura Mosqueda

Las jóvenes combinaban el ballet con el trabajo sexual, que se realizaba tras el escenario, en una habitación decorada para ello. El pintor fue testigo mudo.

Edgar Degas nació en París en 1834. Fue fotógrafo y pintor, dos ramas mediante las que recreaba el impresionismo. Su especialidad era captar el movimiento del cuerpo, razón por la que la mitad de sus obras estuvieron inspiradas en bailarinas de ballet.

Sacrificándose por el arte, acabó pintando en soledad y afirmando que esta es la única aliada de los artistas. Así, murió sin compañía en 1917 y sin más descendientes que sus recordadas obras.

Este artista no solo escondía ese gusto por la soledad, sino también la verdadera cara de sus cuadros. En sus pinturas solo se apreciaba la belleza y la fragilidad de las bailarinas de ballet, pero hay una segunda parte que no todos los ojos son capaces de alcanzar.

Las bailarinas que aparecen en los cuadros comenzaron a practicar desde que eran pequeñas, ya que casi siempre provenían de familias con baja renta. Pero no solo trabajaban bailando, sino también ejerciendo el trabajo sexual, ya que a finales del siglo XIX y principios del XX, el baile y esa profesión estaban ligados, tal y como señala Lorraine Coons en su ensayo «¿Artista o coqueta? Las pequeñas ratas del ballet de la Ópera de París».

El trabajo sexual era parte de la realidad de una bailarina, y la gran casa de la ópera de la ciudad, el Palais Garnier, fue diseñada con ello en mente. Una lujosa sala situada detrás del escenario era el lugar donde las bailarinas se calentaban antes de las actuaciones. Pero también servía como una especie de club de hombres podían hacer negocios, socializar y hacer proposiciones a las bailarinas.

Por su parte, Degas exigía a sus modelos que posaran durante horas, soportando una insoportable incomodidad mientras mantenían sus posiciones contorsionistas. Quería capturar a sus «pequeñas monas», como las llamaba, «rompiendo sus articulaciones» en la barra. «He considerado quizás demasiado a menudo a la mujer como un animal», le dijo una vez al pintor Pierre Georges Jeanniot.

El pintor hacía hincapié en que no solo quería pintar preciosos tutús o a las bailarinas en sus obras, sino que quería captar el lado oscuro de este mundo. Algo que se puede observar en obras como L’Etoile, donde aparece una bailarina iluminada por los focos, pero también un hombre trajeado escondido en la parte trasera.

L’Etoile

Considerado misógino y teniendo en cuenta la sociedad en la que vivía, no se frenó a la hora de crear, y descubrió el oscuro mundo de pobreza, sacrificio y cruda belleza al que la mayoría de bailarinas estaban expuestas.