Lillian Bassman, la fotógrafa que a sus 80 años descubrió photoshop

24 / 05 / 2016
POR Concha García

Una nueva exposición en Nueva York muestra el trabajo de una de las más importantes fotógrafas de moda del siglo XX que, además, fue la inventora de la talla única.

 

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Hay en la Quinta Avenida, en Manhatan, una interesante galería de arte, la Hedwynn Houk, que, hasta el ocho de julio expone más de treinta fotografías de Lillian Bassman, una de las mujeres que por derecho propio ha entrado en el panteón de la historia de los fotógrafos de moda.

Lillian Hassman, de vida larga y fecunda, de una sola y temprana pareja, Paul Himmer, fotógrafo como ella y con tres hijos, fue feliz en su vida doméstica. El amor que desde niños se profesaron Himmler y ella se mantuvo durante 73 años de matrimonio. Compartieron las mismas aficiones por las artes visuales. Visitar los museos que en Manhattan exponían las obras de los grandes autores del viejo mundo era para la pareja una de sus actividades favoritas.
 
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Pero ella también tuvo vida propia: sueños de bailarina que no llegaron a cuajar y gusto por todo lo que se refiere a la moda, desde el patronaje o el diseño gráfico hasta la fotografía. Disparar la cámara sobre todo lo que a su ojo impresionaba, hasta las grietas en el suelo, era en ella habitual.

En los años duros años 30 Lillian, tesonera como era, hacía de modelo para artistas o cualquier encargo trabajo que la Works Progress Administration le ofreciera, y así poder pagarse las clases de pintura o el curso de ilustración de moda. Alexey Brodovitch, el director artístico de Harper’s Bazaar  vio el potencial que había en ella y le concedió una beca para aprender diseño gráfico en The New School. Después obtuvo un contrato de aprendiz y asistente de fotógrafo con sueldo, puesto desde el que llegó a ser subdirectora de arte de la sección junior de Harper’s donde, en 1946, aparece en portada su primera foto.
 
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Desde entonces sus fotos en blanco y negro, donde modelos cuya belleza se acentuaba mediante artísticos encuadres, en escorzo o de perfil, acentúan el encanto de los cuellos de cisne, y las curvas de los cuerpos de mujeres de ensueño, retratadas en delicada lencería o en suntuosos vestidos, al servicio del icono de mujer discreta y sofisticada que su tiempo demandaba.

Hacia finales de los sesenta, cuando el mundo de la moda que ella amó fue sustituido por el de las  Twiggies de talla infantil, aspecto anoréxico y poses entre aniñadas,  Lillian dejó la fotografía de modelos. Su marido lo hizo a su vez. Ella se dedicó a otras actividades: diseño textil, fotos de cuerpos varoniles, creación de modelos propios sin tener que pensar si gustaban o no a la industria de la moda. Además, fue la creadora de la primera “talla única”, cosa que le proporcionó satisfacción y dinero.
 
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Pasaron 20 años. Lillian había destruido una buena parte de su obra, pero, en un cambio de casa, aparecieron algunas bolsas de basura que contenían negativos de su trabajo. Amigos y familia le animaron a reencontrarse con su obra y ella, con renovadas energías e ilusión, a sus muchos años, habiendo descubierto el photoshop y experimentando nuevas técnicas de fotografía, recreó su obra,  volvió a crear belleza y a ser considerada pieza de exposición por los críticos y el público.
 
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Murió en el año 2012. Un paseo por la Quinta Avenida le puede llevar a sus fotos y si no, el estupendo libro de Deborah Solomon Lillian Bassman: Mujeres hará que la disfruten.