Marta D. Riezu: «confío en mí y creo en lo que entrego»

27 / 01 / 2023
POR Rocío Madrid

Es autora reciente de dos libros convertidos en objeto de deseo: ‘Agua y Jabón’ y ‘La moda justa’. Rocío Madrid la retrata en su casa y habla con ella para #VEINDIGITAL sobre el proceso creativo, su idea de la elegancia o las historias que esconden las cosas que más aprecia.

“La brújula de mi padre, los pañuelos de mi madre, la silla donde escribo (un ‘autoprogetto’ de Enzo Mari versionado por Marc Morro), “El quadern gris” de Pla mordida por el perro, un cuadro de Guim Tió de un adolescente serio”. Afirma Marta que estas son las cinco cosas favoritas de su casa, aunque en general todo lo que tiene “ha llegado para quedarse décadas y ser muy útil”. Elegir bien y comprar poco es uno de los preceptos de ‘La moda justa’ (Anagrama 2021), el ensayo de Marta D Riezu (Terrassa, 1979) que nos da las alternativas para vestir con ética y hackear de manera elegante a los lobbies de la moda. 

Su definición de elegancia rompe con el cliché que la asocia únicamente a la moda y la acerca a la elegancia del individuo que ha tomado conciencia de su contexto y de su responsabilidad al formar parte de la sociedad: “La esencia debe estar siempre por encima de la modernidad”. En ‘Agua y Jabón, Apuntes sobre elegancia Involuntaria’ crea un manual accesible para entrenar la sensibilidad, un libro de culto que debería ser lectura obligatoria en los estudios de Diseño de cualquier área. La primera y única edición de 1500 ejemplares que lanzó Terranova, fue un sold out fulminante, pero Anagrama se encargó de su reedición en 2022.

Riezu habla desde dentro de la acción, lleva años en el mundo de la moda y se hace eco de lo que pasa combinando la ética, la experiencia personal y un humor sutil (lo agradece de corazón una del sur). Estas puntillas, aplicadas en la medida justa, son las señas de identidad de la autora, claves que consiguen que su trabajo se quiera tanto en el panorama editorial y se espere más aún en las redes sociales; su cuenta de IG es una fuente de referencias desde la que lanza píldoras capaces de reconciliarte con el mundo.

Marta lleva una vida de outsider en el centro de Barcelona. Su estilo de vida es una manera de oponerse al caos y la desazón que se acelera en la Ciudad Condal, en la que es necesario pararse y escarbar para redescubrir su magia. Voy de visita a chez Riezu y tras leer sus libros, pude comprobar que solo esa podría haber sido su casa. Marta habla de manera honesta y así lo manifiesta haciendo de su casa una extensión de lo que escribe: el número justo de cosas bonitas, bien hechas y tratadas con cariño. 

Colchas de crochet. Mi abuela me hizo la mía blanca con unas cortinas a juego. Estuve teniéndoles tirria hasta los 27 años, hasta que de repente empecé a verlas como un tesoro, desgraciadamente era para cama de 90. ¿De dónde son las tuyas? ¿Siempre tuviste la misma consideración por estas reliquias?

Tengo dos, las dos blancas y de cama grande. Las hizo mi abuela Ángeles, la única que conocí. Cuando mis padres murieron mis hermanos no pusieron inconveniente en que me las quedase yo. Para mí no hay objetos nuevos o viejos, sino objetos que me parecen interesantes y objetos que no. Tengo el gusanillo ‘cosista’ desde pequeña, cuido todo obsesivamente. Ahora todo el mundo es un plasta con lo del relato, pero es verdad: es importante la historia que hay detrás de las cosas. 

¿Cuándo descubriste que en la elegancia estaba el quid de la cuestión? El hecho de que fuese la palabra elegancia, nombre que cada vez cuesta más ponerse en la boca, que pertenece más a otra época que a esta. 

Al empezar a trabajar en la moda es un término que oyes una y otra vez, igual que las palabras calidad, lujo o exclusivo. Con el tiempo aprendes a observar y a afinar los parámetros con los que juzgar un trabajo, a distinguir qué tiene fundamento y qué es solo ruido.  Elegancia es otra palabra para la buena educación y la generosidad.

Agua y jabón (Ed. Anagrama) está construido en fragmentos que actúan como pildorazos, completados por un diccionario final, el Suplemento de afinidades. Un guiño quizá hacia las revistas como Reader’s Digest que daban tanto por tan poco . Hay un trabajo de edición increíble en el libro, ¿cómo fue este proceso? 

Mi padre estaba suscrito al Digest y guardo los mejores números de los años en los que nacimos mis hermanos y yo. Parecía una revista cutre, pero tenía textos seleccionados de grandes autores, mecánica, medicina práctica de primeros auxilios, cocina, ilustraciones, humor gráfico… era muy apañada. El libro salió poco a poco, y fue tomando la forma sin yo pensarlo. La editorial Terranova me dijo que hiciera lo que me diese la gana, y cuando tienes esa fortuna construyes sin miedo. No tengo ningún método especial, tan pronto leo o veo o vivo algo que me interesa tomo nota al momento.

Una de esas entradas del suplemento; la definición de “Miradas”. «En la cola de firmas de libros, la mirada luminosa del lector confirma lo que todo escritor persigue: ha habido comunión». ¿Es algo que has sentido?

Solo hice una firma de libros una vez, con Terranova, porque es una editorial pequeña y era todo en familia. Vino muchísima gente, me conmovió, yo tengo pocos amigos y me impresionó mucho. Con Anagrama no me he atrevido a firmar; Sant Jordi, por ejemplo, es un día muy bello pero implica un trajín y una multitud que me angustia. Ellos entienden mis agobios tontos y los respetan al máximo. Es genial que alguien respete tus tiempos y tus espacios.

¿Cuándo se da por acabado un libro? 

Por uno mismo nunca, así que lo marca la fecha de entrega que ya no te dejan postergar más. No muestro nunca el texto a nadie, solo a la editora y a los correctores. Confío en mí y creo en lo que entrego. Soy lenta trabajando, y creo que es bueno dejar reposar meses lo que escribes; luego lo relees y lo podas mucho más fácilmente.

¿Antes de Terranova habías experimentado a hacer alguna publicación por tu cuenta? 

Sí, había hecho un fanzine horroroso con un novio muy guay que tenía. Es un rito de paso que todo el mundo debería probar. Autoeditarse es muy romántico y ruinoso, pero hay que hacerlo con un mínimo de criterio y sentido estético. 

Cuando fui a visitarte llevabas un pantalón azul de lino, un jersey de media manga de rayas azules y blancas con un tricot curioso y unas zapatillas rojas. ¿Me contarías algo de tu outfit de anfitriona? 

Los pantalones son japoneses, con la pernera anchísima y son una versión “para civiles” de los hakama de aikido. El jersey marinero es de &OtherStories, de cuando la tienda abrió en Barcelona hace diez años. Las friulane las compré en Venecia en un viaje hace años, son las zapatillas con suela de goma que llevaban los gondoleros para no rayar la laca de la góndola.

Escuchaba el otro día a David Trueba en las sesiones del Giardinetto y contaba que Azcona le dijo: «David, si cualquier persona trabaja cuatro horas al día escribiendo su obra puede ser tan grande como la de Simenón o Proust». La disciplina es fundamental para el escritor, independientemente del genio. ¿Cómo combates la procrastinación? ¿Lo marcas como un trabajo con su horario y su momento del día? 

Me falta voluntad, pero tengo constancia y convencimiento. Creo en no apresurar las cosas. Tengo varios trabajos que me ocupan todas las horas del día, así que escribo cuando puedo. No puedo dar ni una sola lección en gestión del tiempo, voy haciendo por instinto, ganas y oportunidad. 

¿Con qué te quedas de la Barcelona de los noventa? 

Fue cuando yo llegué a vivir a la ciudad desde Terrassa, que es donde nací, y Barcelona vivía un gran momento cultural: el Macba, el CCCB, Sónar y muchos otros proyectos nacieron entonces. El ambiente era fantástico, de curiosidad, libertad y respeto. La puesta a punto para las Olimpiadas dejó una ciudad un poco de cartón piedra en algunos aspectos, y eso (y su belleza e historia) atrajo un turismo salvaje por el que se ha pagado un peaje muy alto que todavía dura. Es una ciudad magnífica y se vive bien en ella, pero hay mucho por mejorar, y algunas de esas cosas empiezan por nosotros los propios ciudadanos, no por los políticos.

En cuanto a escritores nacionales, ¿qué autores sigues de cerca? 

Uno de mis trabajos es en un programa de literatura de La2 de TVE, así que aunque no lo quiera estoy al tanto de todo un poco. Pero me gusta mucho más ir a la biblioteca y tomar prestado sin rumbo fijo. Me interesa casi todo. 

¿Qué consejo darías a las personas que se están ‘iniciando’? Además de la cuestión económica ¿cuál crees que es el freno más grande hoy? El que impide tirarse a la piscina y decir «me voy a dedicar a esto».

En este orden las dificultades suelen ser: falta de dinero, falta de tiempo, falta de energía, falta de apoyo, falta de criterio y confianza. Creo que hay que ir haciendo discretamente y salir al mundo cuando menos se espere. Exponerse lo justo, pero estar segurísimo de que tu trabajo está bien acabado y resulta más o menos atemporal. Quien lo tenga que encontrar lo acabará encontrando. 

Tu casa es una extensión de ti, en todos los detalles, muebles, libros, vajilla… Hay armonía hasta en el olor. ¿A qué le tienes más cariño? ¿Algún mueble, libro que sepas que te va a acompañar de por vida?

Todo lo que tengo por aquí ha venido para quedarse décadas y para resultar útil. Mis cinco objetos preferidos: la brújula de mi padre, los pañuelos de mi madre, la silla donde escribo (un ‘autoprogetto’ de Enzo Mari versionado por Marc Morro), “El quadern gris” de Pla mordida por el perro, un cuadro de Guim Tió de un adolescente serio. 

¿Con quién te gustaría almorzar con pequeña sobremesa incluida? 

Me encontré con Milena Busquets en la ópera y no nos quisimos molestar —era una obra triste y emocionante— pero quedamos en ir a comer y tengo muchísima curiosidad. Creo que nos caeremos bien, luego mal y luego muy bien.

¿Dónde me recomendarías que me hiciera un pantalón a medida? Me encantaría tener un pantalón flare negro, que me sirva lo mismo para una boda que para ir al mercado. 

Mi sastre es Óscar Sala, que tiene paciencia de santo y sabe interpretar las manías. Mi prenda preferida de él es una falda de tweed verde, preciosa, que me regaló mi novio al poco de conocernos. Se presentó en el lugar donde habíamos quedado con el tejido de lana envuelto y doblado con gran cuidado, y me dijo: mira, ¿te gusta?, si te gusta con esto haremos una falda. También me regaló un cuentahilos para poder ver la trama y la urdimbre.