Peluquerías en Tokyo. El ritual de las tijeras

12 / 05 / 2016
POR Julia Coma

Entre acciones y cotidianidad, la gran cantidad de peluquerías que encuentras en los barrios cool de Tokyo es una de las curiosidades que más llamó mi atención desde  el principio, sobre todo por sus espectaculares espacios.

 

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Paseando por las calles de Ebisu, Daikaniyama y Nakameguro podemos encontrar peluquerías con un interiorismo sorprendentemente curado, que podríamos confundir con tiendas de moda independientes o galerías de arte.  El porqué existen y en tanta abundancia aun no lo se, pero son un tipo de peluquerías que por espacio y modo de actuar parecen templos donde se ejerce ‘el ritual’ de cortarse el pelo.

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Para situarnos y entender lo que hacen, sí puedo desvelar el ritual base que consiste en lavar, mezclar productos para embadurnar el pelo, masajear,  proceder  a cortar minuciosamente en silencio, viendo cómo el peluquero tiene más pose de escultor que de estilista alocado. Lo que sigue es el secado con extrema delicadeza, re-lavar, masajear, embadurnar y finalmente secar de nuevo. Vamos, que en un par de horas sales hipnotizado de tanto ritual, aunque con el pelo cortado mas o menos igual que en cualquier otro centro de estilismo de otras partes del mundo.

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Así pues, quizás el resultado no sería lo más destacable, pero aquí no termina mi análisis de Gaikoku no (がいこく の – extranjera) extasiada por detalles de cotidianidad ajenas.  Otro distintivo de este acto es el horario, la gente va a la peluquería a horas que salen de mis lógicas de análisis del comportamiento nipon. A veces he llegado a ver gente a las 10 o 11 de la noche, cosa que no es molesto pero si bastante freak.

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Además si no hay nadie, lo que ocurre muchas veces, a parte de hacerme dudar de la sostenibilidad económica de estos locales, lo que me sorprende es ver la actitud de quienes trabajan en ellas durante los ratos muertos. Eso parece un taller de escultores disciplinados y súper motivados por el acto de cortar pelo, parecen Yohji Yamamoto delante de sus maniquís, pero practicando con cabezas artificiales.

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Nunca antes habría conocido mayor muestra de disciplina y exigencia que en los actos del comportamiento japonés y, aunque a veces me parezca una postura interpretada o un modo de hacer innecesario, existe y me fascina. Este es solo otro ejemplo.

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Y terminando mi nueva dosis de declaración de amor-incomprensión a los detalles de este entorno, comparto imágenes de algunos espacios y personas encontrados en mi deriva por estos barrios. Sigo observando.