¿Qué hay de nuevo? Out of fashion

30 / 10 / 2023

¿Qué hay de nuevo? La columna de Estel Vilaseca para VEINDIGITAL 

Es probable que estos días Alessandro Michele esté disfrutando en silencio (ni que sea un poquito) de los malos resultados de Gucci. Después de dedicarle “todo su amor y pasión creativa” durante más de dos décadas y de haber reflotado la marca triplicando sus ventas, decir adiós a la casa que lo vio crecer no debió ser fácil. Se alegaron diferencias de criterio, pero básicamente se trató de un “hasta aquí” ante unos objetivos de crecimiento imposibles que le estaban forzando a comprometer su estrategia creativa. Un año después de ese anuncio por sorpresa, se demuestra que la decisión de Kering estuvo lejos de ser acertada. Las ventas globales de la compañía han caído un 13%, y las de Gucci en particular un 14%.

Con ello, Alessandro Michele pasó a engrosar la lista de directores creativos de primer nivel que a pesar de un respaldo de la crítica y las ventas, se han visto expulsados  del ecosistema, ya sea porque han perdido un puesto en una casa ajena o porque no han sido capaces de sacar adelante un proyecto propio, ya sea por agotamiento o falta de músculo económico. Este pasado junio Christopher Kane anunciaba el cierre de su marca por problemas financieros. Un mes después, este diseñador que debutó en 2006 con una colección de vestidos bodycon de encaje con toques de colores neón que hizo salivar a las directoras de moda más importantes y que durante muchos años presentó algunas de las ideas más interesantes de la London Fashion Week, recompró la firma con la intención de sanearla. Si regresará o no, es cuestión de tiempo.

No es el único pasando dificultades dentro de la escena de la moda inglesa. Si este mismo verano Julien MacDonald entraba en bancarrota, Dilara Findikoglu – a la que muchos veían como una opción interesante para McQueen – SSDaley – invitado de la próxima edición del Pitti Uomo – y Robyn Lynch se saltaban la última fashion week por culpa de las dificultades económicas. The Business of Fashion le dedicaba una pieza que ponía en evidencia lo complicado que resulta montar una firma que sea sostenible en un momento en el que las ayudas a los emergentes ha disminuido: “Mantenerte a flote resulta algo imposible a menos que estés vendiendo muchísimo producto”, comenta en el artículo Lulu Kennedy, fundadora de la plataforma de talento emergente Fashion East. Pero no se trata de un problema local, The New York Times daba voz a Elena Vélez, la joven diseñadora afincada en Nueva York, y a sus dificultades con el llamativo titular: “Should Making It in Fashion Be This Hard?”.

La hemeroteca nos enseña que la formación, la visión e incluso el dinero no son garantía para el éxito. Martin Margiela, Jil Sander y Helmut Lang, tres de los diseñadores cuyas ideas están teniendo más peso en el panorama estético actual, se encuentran sin marca. Helmut Lang fue el primero en irse para no volver. En 2005 decía adiós tras no entenderse con el Grupo Prada quienes habían adquirido la mayoría de su negocio. “Sabía que amaba su trabajo, que por una parte continuaría haciéndolo, pero al mismo tiempo sabía que no quería sacrificarse por completo. No quería ser propiedad del mundo de la moda”, reflexionaba la fotógrafa Elfie Semotan, una vieja amiga y colaboradora del diseñador en la pieza que le dedicó el New York Times a su marcha. El mundo del arte se convirtió en su refugio.

Martin Margiela lo dejó en 2008 y en 2018 detalló los motivos en una carta que hizo pública como agradecimiento al premio que le habían otorgado los Belgian Fashion Awards: “(Ese año) sentí que ya no podía hacer frente al aumento de presión a nivel mundial y a las crecientes demandas de lo comercial”, a lo que añadió: “También me pareció deplorable la sobredosis de información difundida por las redes sociales, destruyendo la “emoción de la espera” y anulando cualquier efecto sorpresa, algo que era fundamental para mí”. El diseñador, como Helmut Lang, encontró también la salvación en la escultura. En una entrevista para Art Basel, Margiela se mostraba totalmente convencido de su decisión: “La moda en su forma actual ha perdido por completo su encanto. Hace ahora 15 años que dejé mi casa y nunca me he arrepentido de la decisión. Necesité dos años para recuperar mi energía, y el arte visual ha representado un despertar muy bienvenido. (…) Estando lejos – para siempre – de las obligaciones corporativas, el agotador calendario y el frenesí de las redes sociales de la industria de la moda ha sido un alivio increíble (…) Disfruto mucho del hecho que los movimientos artísticos evolucionen de forma mucho más lenta que las tendencias”.

Por su parte, la trayectoria de Jil Sander ha sido más zigzagueante. La diseñadora alemana, que fundó su firma homónima en 1968, se ha ido hasta tres veces. En 1999 se fue por primera vez, para regresar en 2003 y volverse a ir en 2004. En 2012, volvió de nuevo y en 2013 un nuevo adiós. Mientras tanto, colaboró, también con idas y venidas con Uniqlo. El gigante japonés le ofreció un espacio en el que durante bastante tiempo se sintió cómoda para seguir comunicando su visión sin la presión que impera en las grandes corporaciones del mundo del lujo. La última colección de +J fue en 2022, quedamos a la espera de la siguiente. Por su parte, Christian Lacroix, uno de los grandes de la historia de la moda francesa, cerró su casa en 2009 debido a problemas financieros, y como Sander, se mantienen en escena gracias a su colaboración con Desigual. Con motivo de una exposición que montó en 2011, Lacroix reflexionaba a cerca de los equilibrismos que exige la moda: “Siempre es difícil reconciliar las necesidades del arte y del negocio”. Oliver Theyskens, otro pequeño genio de la costura que debutó en Rochas, cautivó en Nina Ricci y que en 2016 lo intentó con su propia firma, reflexionaba en 2015 que parte del problema tenía que ver con que “la industria está saturada”.

Pero hay más. Miguel Adrover, que cautivó a la prensa estadounidense con su visión crítica del American Way of Life y su capacidad para atrapar el espíritu multicultural de Nueva York, se refugió en su Mallorca natal tras ser desterrado de la Gran Manzana por apoyo financiero en un momento en el que su propuesta, tras los atentados del 11 de septiembre, se tornó demasiado política. Como Margiela y Lang, Adrover encontró en el mundo del arte un espacio para seguir expresando su mirada crítica. Y ha sido, precisamente en Instagram, donde, a través de interesantes auto-retratos, expande sus ideas y nos demuestra que su propuesta sigue siendo totalmente actual. En 2018, con motivo del Premio Nacional de Diseño de Moda que recibió, Adrover reflexionaba: “No hay referencias al cambio climático o a la geopolítica. La moda no está conectada a la realidad» y avisaba: «Puedo resucitar en cualquier momento, dependerá de las condiciones y las ofertas». ¿Se atreverá alguna compañía a traernoslo de vuelta?

 

@migueladroverofficial 

 

En realidad, todo esto que estamos aquí hablando – como muchas otras cosas más importantes y también más urgentes – no es nada nuevo. Ya lo dijo Balenciaga, recién retirado, en su última entrevista para Paris Match, “la de los modistos es una vida de perros”.