¿Qué hay de nuevo? Romanticismo contra el desencanto

12 / 03 / 2025

¿Qué hay de nuevo? La columna de Estel Vilaseca para VEIN.ES

Nueva York, Londres, Milán, París…las semanas de la moda se suceden sin pausa. He intentado seguir el ritmo y no he podido. Tampoco he querido. En la distancia, telemáticamente, los desfiles quedan reducidos a una colección de vídeos y fotografías que siguen mostrando el difícil equilibrio entre sorprender, vender y entregar ideas suficientemente diferentes como para detener el scroll y regresar a esa idea o ese instante. Veo muchas cosas, algunas me parecen interesantes a nivel creativo, pero se apodera de mí un cierto abatimiento, noto una cierta distancia, una sensación de vacío que sólo se disipa en los márgenes. Más allá de las piruetas y los efectismos, más allá de ese minimalismo y moda práctica que cuesta ya unos miles de euros, encuentro un hilo, que al ir tirando de él, arroja cierta luz. Ya sea en Brooklyn, a las afueras de Londres o en Madrid, varios diseñadores comparten sus inquietudes hacia un sistema en el que no se sienten cómodos y abrazan una estética no exenta de nostalgia que viaja hasta épocas pre-industriales, reivindicando el tiempo, la artesanía, el trabajo manual y la indumentaria como un vehículo para expresar individualidad y autenticidad.

@dilarafindikoglu

La moda ya no es lo que era – se necesita más fantasía. Me gustaría que la gente empujara más los límites – cada vez que miro una colección de los desfiles, es lo mismo, sin querer ofender a nadie. Muchas veces me pregunto si no debería dedicarme simplemente al arte”, comentaba el pasado febrero la diseñadora turca afincada en Londres, Dilara Findikoglu, a WWD. Conocida por sus diseños encorsetados – antes de que estos se convirtieran en tendencia – y a la sombra de McQueen durante demasiado tiempo, ha presentado una de sus más bellas colecciones. Titulada “Venus from Chaos”, afianza un lenguaje propio que lleva a la actualidad ecos góticos y victorianos, apuntalando una feminidad desafiante, muy necesaria en un presente en el que las mujeres vemos peligrar los derechos adquiridos en un mundo en el que los hombres que mandan apelan a la necesidad de recuperar la “energía masculina”. Parece que el fin de los binarismos opone resistencia. Jirones de gasa, vestidos semi-transparentes, prendas de piel que esculpen el cuerpo, bordados de conchas marinas, rojo sangre…fragilidad, dureza y sensualidad desde la dignidad de las mujeres que miran por encima del hombro. Unos días después del desfile, Rosalía y sus estilistas, Choloe and Chenelle, escogieron un diseño de Findikoglu para la mediática fiesta post-Oscar de Vanity Fair.

 


@paolocarzana

También en Londres, lejos del mundanal ruido, me atrae lo que me cuenta Paolo Carzana, que en la anterior temporada desfiló en el jardín trasero de su casa en las afueras de la city y que en esta ocasión ha reunido a la prensa en un viejo pub. Este “Slow Fashion Poet” al que Susanna Lau dedicó en Bof una bonita crónica a principios de año, tampoco se siente cómodo en esta hoguera de las vanidades que a veces es la moda. El diseñador, que en varias ocasiones ha declarado abiertamente que se siente desconectado de muchas cosas de la industria, trabaja con materiales recuperados, tejidos y tintes naturales que dan a la prendas una estética vivida y única, desmarcándose así del lujo industrializado y de la cultura de la perfección. Si bien para elaborar sus prendas usa técnicas muy antiguas, el resultado es tan romántico como refrescante. “Me siento tan fuera de sitio con esta idea de lo que está de moda. Sólo me preocupan las prendas, cómo se crean y se hacen” explicaba a WWD en la presentación de su colección anterior. Lejos de las apariencias y sin interés por los influencers, Carzana se propone ofrecer una experiencia “mucho más sentimental que no tiene que ver con las apariencias”. A él lo que le importa es cuidar al planeta y cuidar a los que tiene alrededor.

 

 

La ubetense Tiscar Espadas, primero ilustradora, después diseñadora, lleva desde 2019 trabajando en esta línea de pensamiento y práctica. Este febrero, el periodista Kin Woo la seleccionaba como una de los cuatro diseñadores que tenemos que poner en nuestro radar esta temporada. Tiscar, que ha desfilado de forma intermitente en Madrid y Barcelona, premiada a nivel nacional en varias ocasiones, ha construido un universo estético muy reconocible que, reinterpretando a su manera siluetas del mundo antiguo, se mantiene al margen del vaivén de las tendencias. En una entrevista para GQ, Espadas, reconocía que una de las primeras cosas que cambiaría de la moda sería la frivolidad que la rodea, y añadía: “Frente a la globalización y homogeneización de las estéticas, frente al consumismo impuesto y al concepto de usar y tirar, están surgiendo nuevas consciencias que apuestan por las prendas de calidad, por el consumo responsable y por la construcción de una estética personal que perdure en el tiempo y nos diferencie como seres únicos”. Con un concepto que no entiende de géneros, ni temporadas, su objetivo es hacer prendas “libres”. Para su última presentación, en lugar de un desfile, Espadas ha editado un bello periódico ilustrado con una tirada de 1000 copias distribuido en algunos de sus puntos de venta – Madrid, Bern o Tokyo – y junto a las compras online. Lo suyo, está claro, nunca ha sido seguir la corriente.

Llegan también aires victorianos y ganas de hacer las cosas de otra manera desde el otro lado del charco. Colleen Allen, formada en The Row, ha sido uno de los nombres que más me ha llamado la atención estas últimas semanas. Me ha sorprendido su historicismo contemporáneo, por su sutileza y su sensibilidad. Aires victorianos y reivindicación del patronaje de otras épocas que parecen cuestionar si no estaremos ya cansadas de la tiranía de las apariencias: “Quiero interpretar estas formas históricas de confección para mujeres de una manera que no sea restrictiva”, explicaba sobre su última colección a Vogue apelando a la importancia de generar prendas que sean genuinas y que vayan más allá de la foto: «Siempre utilizo forros 100% seda, incluso en pequeñas costuras y cosas así (…) Creo que tiene que sentirse tan especial en el cuerpo como se ve”, explicaba en una entrevista para la misma revista. Qué bonita esta idea, que la prenda sea tan especial en la imagen como en contacto con el cuerpo que la viste.

@colleenallenstudio

En una línea conceptual similar navega el trabajo de Anna Whalen para su marca Zoe Gustavia: siluetas y maneras de hacer que evocan a tiempos pasados – era pre-industrial, renacimiento, época medieval – corsés, tejidos antiguos y re-aprovechados, piezas con vocación de ser eternas. Con una propuesta en la que todas sus prendas se elaboran a mano en su estudio, Whalen busca la forma de poder mantener sus valores en un sistema que demanda otros ritmos y, en consecuencia, otros procesos: “El modelo actual de venta al por mayor y al por menor devalúa el trabajo individual y el trabajo que implica cada prenda”, cuestionaba en una entrevista que le hacía WMagazine. En este sentido, la diseñadora considera que es importante poner en las prendas un mayor valor emocional, para dejar atrás el espiral de consumo excesivo y desperdicio que provoca actualmente la moda, imaginando así un nuevo sistema de hacer y consumir ropa. Whalen no pierde la esperanza: “Creo que las palabras epiciclo, háztelo tu mismo y artesanía están muy presentes en este momento. Realmente quiero repensar cómo podemos dar forma a los tejidos y honrar a las mujeres que históricamente han estado en el centro de la artesanía y la confección. La historia de las mujeres tiene sus raíces en las costureras y el acolchado y (esa historia) se ha perdido en el tiempo”.

@zoegustaviaannawhalen

Aunque no sea desde los márgenes, el siempre interesante Francesco Risso reivindicaba la vocación de servicio, el trabajo manual y la necesidad de desacelerar en una interesante entrevista para Bof este fin de semana: “Hacer grandes prendas que superen el test del tiempo en algunos años no es algo que puedas hacer en el corto espacio de una temporada, en el corto espacio de un click. Nos hemos empujado a producir masivamente, continuamente, implacablemente. La demanda ha devorado, de alguna forma, su propio animal. Es un buenísima ocasión para desacelerar las cosas de nuevo”. Si bien no lo logramos en pandemia, los indicios de agotamiento parecen unánimes. Como siempre, todas, podemos contribuir al cambio.

@bof

 

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