#BotranConFuet

21 / 06 / 2016
POR Vanina Bruc

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Era martes y olía a ron. El Hotel Pulitzer estaba abierto, céntrico, repleto de personas curiosas con revistas en mano y conversaciones fáciles, profesionales, divertidas. Previas a todo. Sabía que se unían dos cosas; por una parte, la presentación del tercer y nuevo número de FUET Magazine, con la comida como escenario político. Por otra, una cata exclusiva de Ron Botrán.

Llegué puntual, saludé, tomé asiento. Delante nuestro, largas mesas se desplegaban repletas de utensilios de preparación, distintos rones, vasos bonitos. Lo primero fue la exploración. ¿Qué era todo aquello? Había líquidos de distinto tono de cobre, había azúcar y limón y hielo, había menta y frutas… La actitud era curiosa, calmada, expectante. Comenzaron a contarnos la historia de Ron Botrán, y pronto quedó claro lo que ocurriría. El primero de los cócteles, de la cata, era un RON COLA. Como confesión, el ron cola que yo conocía era una comunión aleatoria de ron y cola y –a veces hielo–, pero esta vez no era así. El ron cola de ese martes con FUET y Botrán se medía por cantidades, se servía en un vaso bajo y redondo, y se bebía poco a poco y con gusto.

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Lo probamos y nos gustó. Entre medio, aprendimos a apreciar las diferencias entre un ron de 8, 12 o 18 años, y entendí el por qué de los distintos cobres, y aprendí también a distinguirlos y a ver a través de ellos. El líquido, contra el fondo blanco de la mesa, se movía y se cristalizaba. Fue entonces cuando alguien habló sobre los MOJITOS y nos encontramos enfrascados en la preparación, golpeando menta, añadiendo frutas, descubriendo que existe el azúcar líquido –y además sabe muy bien. El Mojito de nuestro orador era verde y perfecto, era bueno y geométrico, y el nuestro era un buen intento hecho con amor y cariño. Nos reímos, porque lo habíamos intentando y en realidad sabía muy bien.

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Y entonces llegamos al fuerte, el clásico, el que olía a añejo y me hacía pensar en carteras de piel y gafas jaspeadas. Volver a casa, en traje, o vestido, o ambas cosas a la vez, servirse uno de esos y pensar en la felicidad. Y beberse un RUM FASHIONED preparado con un ron de 18 años. El sabor era distinto a muchas cosas, y las conversaciones, tras semejante cata, ya eran divertidas y alteradas. Lo pasamos bien aprendiendo y probando y descubriendo que la preparación puede ser muy divertida. Nos agradecieron la presencia, la participación, la cata y el buen humor. Y lo agradecimos de vuelta.

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