Charlamos con Helen Cammock, la ganadora de la última edición del Premio Max Mara

20 / 12 / 2018
POR Antonina Cupe

La artista investiga ahora la expresión del lamento a través de voces femeninas olvidadas a los largo de la historia en Italia. Hoy en #VEINDIGITAL habla de su obra más política, de la raza y del género.

 

Helen Cammock trabajando en la Academia americana de Roma. 

 
The Max Mara Art Prize for Women se concede cada dos años. Es el único premio en Reino Unido para mujeres dentro del mundo de las artes visuales y su objetivo es promocionar el trabajo de mujeres artistas y emergentes que aún no han tenido una exposición en solitario. La ganadora disfruta de una estancia de seis meses en diferentes puntos de Italia trabajando en un proyecto que se expondrá primero en la Galería Whitechapel de Londres y después en la Collezione Maramotti, en Reggio Emilia, Italia.
 
Helen Cammock, la ganadora de la séptima edición del premio Max Mara, está a punto de finalizar su estancia en Italia, donde ha trabajado en un proyecto sobre la expresión del lamento. Tema recurrente en su trabajo, la artista se centra en cómo se expresan las emociones en la cultura italiana, especialmente en la ópera, la música clásica y folk, el arte, la literatura y la danza. Una búsqueda de voces femeninas acalladas por la historia con el objetivo de crear un reflejo colectivo del lamento que nos haga reflexionar sobre nuestros tiempos. Charlamos con ella sobre el premio, su experiencia en el país y, por supuesto, su proyecto.
 
¿Nos puedes hablar un poco sobre el trabajo que presentaste al Premio Max Mara?

Como parte del proceso, te invitan a mandar una pequeña selección de tu trabajo. Mandé capturas de películas, documentación de exposiciones y trabajo impreso, además del extracto de una película que además creo que fue la pieza de trabajo que el panel vio en el momento de tomar la decisión final. Era de una película que hice en 2016 y que se titula “Hay un agujero en el cielo, parte I”. Pretende interrogar al espectador sobre el valor, tanto cultural como humano. Incluye extractos de varios lugares y de varias épocas, como la ex-plantación (ahora una lechería)  en la que estuve investigando antes de ganar el premio, además de interacciones con trabajadores de dos lugares: una de las últimas fábricas de azúcar de Barbados y una destilería de ron. También incluye una investigación sobre historia en los archivos nacionales. Incluye una conversación fragmentada sobre trabajo y transmisiones culturales que, a través de prosa y canciones, provoca una divergencia entre lo que se ve y lo que se oye en la película. El guión es una extensión de mis escritos, investigaciones, fragmentos de periódicos que he ido encontrando y textos de escritores como Maya Angelou, George Lamming y Derek Walcott, los dos últimos de Barbados.

 

Helen Cammock trabajando el grabado en el laboratorio del «Istituto Centrale per la Grafica» en Roma.

 
¿Qué te inspiró para basar tu propuesta en la expresión del lamento?

El lamento ha sido un hilo conductor en una buena parte de mi trabajo previo, aunque no siempre lo haya dicho. Trata sobre la pérdida que la gente y las comunidades sufren cuando se reconoce la pérdida. Tanto ésta como el anhelo pueden transformarse en algo interesante y determinado. No se trata solo de ir en busca de la tristeza, también me interesa la fuerza, el poder de adaptación, incluso la resistencia que esconde el lamento y creo que es eso básicamente lo que me interesa y lo que mueve mi trabajo ahora mismo, el reconocimiento de los múltiples elementos en el lamento.

 
Como parte del premio, has tenido la oportunidad de vivir en Italia 6 meses, aprender sobre arte y arquitectura barroca, historia de la música, del traje y de la sociedad. ¿Qué expectativas tenías? ¿Crees que esta experiencia marca un antes y un después en tu carrera?

Mientras escribo esto, me encuentro en la recta final de mi estancia en Italia. He tenido la oportunidad de explorar cosas que deseaba e incluso mucho más. El otro día hablaba con una señora en el aeropuerto, le conté lo que estaba haciendo y lo de mi beca de seis meses por Italia. Me dijo: – ¡Cómo me gustaría tener seis meses de vacaciones! –. Le contesté: – No, la verdad es que he trabajado mucho y ha sido increíble –.  A lo que la señora respondió: – Ya, yo también trabajo muy duro y no tengo seis meses de vacaciones –. Imagino que es difícil imaginar cómo han sido estos seis meses. No he librado los findes, he viajado y conocido a dos o tres personas nuevas, proyectos e instituciones en un mismo día; me han acogido con tanto cariño personas maravillosas, así como en archivos y proyectos, que aún no me lo creo. He grabado desde un kayak en la laguna de Venecia y a un ex-militante de 92 años; he visitado un proyecto en el que mujeres que tienen cosas con las que lidiar, lo hacen a través de manualidades y he grabado a una bailarina de danza contemporánea que llevaba 20 años sin bailar, pero que trabaja sobre la relación entre el cuerpo y la mente con niños y adultos. La invité a montar y presentar una coreografía en cámara para el proyecto y aceptó. He probado por primera vez el grabado en Roma, una técnica con la que nunca pensé que trabajaría. Así que mi experiencia ha sido enriquecedora, informativa, exigente y ha marcado mi vida. No solo profesionalmente, sino también personalmente, como ocurre con cualquier experiencia importante. Es algo que me ha permitido reflexionar sobre cómo me gustaría abordar mi trabajo en el futuro.

 

Helen Cammock trabajando con la técnica del  grabado.

 
Exploras voces femeninas olvidadas a los largo de la historia en Italia, pero ¿a quién representas tú exactamente?

Comencé con las compositoras Barbara Strozzi y Francesca Caccini del Barroco del siglo XVII. Ambas serán parte de un espectáculo en mi trabajo final. Además, he investigado a otras mujeres en diferentes ciudades, no sólo en archivos, también a través de encuentros y presentaciones. Las historias son diferentes y, sin embargo, ese hilo conductor de pérdida y fuerza está en todas ellas, y cómo la voz se encuentra en nuestro interior independientemente de cómo la uses. Desde la ex-militante adolescente que ahora tiene 92 años, a la cantante folk de historia oral contemporánea, pasando por la cantante de ópera experimental, historiadoras, el estudiante de clavecín que toca la espineta que perteneció a Beatrice Cenci, una joven que fue ejecutada junto a su madre y su hermano por el asesinato del padre maltratador, y hasta mujeres que o bien llegaron a Italia hace poco como migrantes o refugiadas, o bien llevan toda su vida viviendo allí y aún así se encuentran y, por lo tanto también sus voces, marginadas. Me he movido a través de diferentes períodos y lugares de Italia, y las historias han ido desencadenándose a medida que iba conociendo a gente nueva y exploraba ciudades y archivos. Varias personas se verán representadas, bien a través de mis escritos durante encuentros o a través de vídeo, fotografía o dibujo. Espero que cada voz que haya participado encuentre su lugar en el trabajo. El trabajo final debería ser como un encuentro de historias quizás muy dispares al principio pero claramente ligadas.

 
Como mujer, ¿qué piensas de ganar un premio que apoya a mujeres artistas?

Me preguntan mucho al respecto. Creo que todo lo que tengo que decir es que sería genial que no necesitáramos premios como este. Sin embargo para los artistas se trata de una forma de recibir algún tipo de apoyo – ya sea financieramente, a través de una beca que ofrece tiempo y un lugar en el que trabajar, o de un espacio donde exhibir tu trabajo. El premio Max Mara ofrece una buena variedad de ayudas y no es solo un capricho del momento; existe porque las mujeres artistas estamos poco representadas en la mayoría de colecciones nacionales e internacionales, tenemos menos exposiciones, nos es más difícil obtener reconocimiento y ganarnos la vida como artistas, vendemos nuestra obra por menos dinero que nuestros colegas varones, etc. Todo ello hace que nos sea mas difícil seguir en esto. El premio existe para apoyar a la mujer con razón. Cuando algunas mujeres dicen que no quieren ser solo comparadas con otras mujeres y quieren ser percibidas como artistas y no mujeres artistas, contesto: ¿Cómo separamos lo que hacemos de quienes somos? Especialmente cuando tiene un impacto tan grande en nuestra misma existencia como artistas. Si sabemos que no tendremos las mismas oportunidades que nuestros colegas varones, entonces es evidente que este premio reconoce esa desigualdad y hace algo al respecto. Y no, no creo que las mujeres artistas sean menos interesantes, talentosas o relevantes que los hombres artistas, así que no veo por qué debería considerar este premio como un reconocimiento menor. Sé que se me valora como artista. Me inicié en el mundo del arte tarde y no pude presentarme a los concursos que hay para artistas debutantes menores de 35 años. Y eso no significa que no quisiera que existan esos premios y oportunidades para jóvenes porque sé lo difícil que es. El hecho de ser jóvenes no les hace menos artistas, solo significa que su camino es complejo al principio, ya que no existe mucho apoyo individual para artistas en sus comienzos. A veces, son necesarias intervenciones específicas, sino corremos el riesgo de perder voces interesantes por culpa de esa falta de oportunidades y apoyo. Ese es el objetivo del premio también, asegurarse de que se permite a ciertas voces desarrollarse. Creo que si los profesionales en las instituciones, los críticos, los comisarios y los galeristas reconocen que tienen que trabajar para cuestionar las historias de su contexto, entonces llegará un día en el que este premio, y muchos otros no serán necesarios, pero no creo que haya llegado ese día. El cambio ha empezado a ocurrir y ese cambio tiene voz y se le reconoce, pero queda mucho camino por delante.

 

Helen Cammock trabajando en la Academia americana de Roma. 

 
¿Cuál es el mayor desafío al que te enfrentas laboralmente por ser mujer?

Creo que el mayor desafío al que he hecho frente tiene que ver con el tema sobre el que trabajo. Creo que la idea de que me vean como alguien que tiene una obra política o que trata el tema de la raza ha sido un desafío. Por supuesto que mi trabajo es político- creo que todo trabajo lo es. Si no trabajabas en algo que desafía el mundo en el que vives porque no quieres o necesitas que cambie, eso ya en sí es un acto político. Así que sí, todo es político. Si trabajo temas como el género o la raza, en realidad estoy trabajando sobre muchas cosas: relaciones humanas, política, historia, el impacto psicológico de esas mismas historias, etc. El mayor desafío al que me enfrento es que la gente vea mi trabajo como arte y que tengo algo que decir con mi trabajo, sino no lo haría. Sin embargo, a veces la gente es reacia a abrirse a todo lo que engloba mi obra. Una vez me preguntaron en una entrevista si solo iba a trabajar sobre el tema de la mujer y la raza porque presenté un proyecto sobre la relación con mi padre y otro sobre mi compañera de kick boxing. Mi padre es negro y tengo una compañera, no un compañero en kick boxing. Esa fue mi primera introducción a este particular desafío: la gente se enfrenta a tu trabajo con sus propias perspectivas y su propia mirada. Y esto es lo que pasa con la injusticias: Se centra demasiadas veces en las respuestas de la gente al discurso o a la visión que creen que encierra una obra. No se me pregunta tanto sobre el significado de los encuadres que utilizo, o sobre el legado de la fotografía que aparece en todos mis trabajos, o sobre el uso del color, la relación entre texto e imágenes y la poesía que ello encierra; la forma toma un rol secundario respecto a la idea de política. Pero para mí una no puede existir sin la otra.

 
Naciste en Gran Bretaña en los años 70, cuéntanos un poco sobre tu infancia y si ésta se refleja en tu trabajo.

Mi obra refleja mi infancia, así como mi edad adulta, del mismo modo que creo que ocurre para los demás. Crecí con un madre blanca británica y un padre negro jamaicano. En aquella época, eso nos distinguía en las diferentes comunidades en las que vivimos. Hubo cosas que me hicieron empezar a entender lo que significaba pertenecer y más tarde no pertenecer, y cómo ese sentimiento se desarrolla en una sociedad, comunidad o incluso familia. Esto ha estado presente en mi trabajo, y de hecho, a veces he utilizado a mi familia como conducto para hablar de problemas sociales más amplios. Y ese ha sido el objetivo, darme la posibilidad de hablar sobre problemáticas con algo de humanidad y para ello necesitaba hablar sobre algo que me fuera familiar. Esto ha cambiado probablemente en los últimos años,  he empezado a tener conversaciones y encuentros con otros que me han permitido combinar historias y voces más diversas, enlazando conversaciones que siguen aportando contexto a mi experiencia y la de otros.

 

Helen Cammock trabajando con la técnica del grabado. 

 
Fuiste trabajadora social durante 10 años, lo que te condujo a crear y ayudar a los demás de otra forma. ¿Cuándo ocurrió ese cambio exactamente y por qué?

Realmente disfrute y valoré mis distintos roles en el campo del trabajo social, pero los recortes no nos permitían tener un impacto significativo; estábamos preparando a la gente para el fracaso y dejándoles en situaciones potencialmente peligrosas. Tuve la suerte de trabajar en un proyecto que gozaba de un modelo mixto, así que podía llevar a cabo programas de grupo, además de la responsabilidad de llevar casos. Tenía la oportunidad de construir relaciones con las familias y traté con algunos niños desde que nacieron casi hasta la adolescencia. Hacía ese trabajo porque me llenaba. Estaba rodeada de gente todo el tiempo y en el proceso aprendí con ellos tanto como ellos conmigo. A veces aprendimos juntos. Era duro, estresante y a veces doloroso, pero muy real. Uno de mis lemas era que todo el mundo merece respeto y la oportunidad de mejorar. Siempre lo tengo en mente. Antes de empezar en trabajo social, cantaba y escribía canciones. Creía que lo haría durante el resto de mi vida, pero cuando me metí de lleno en el trabajo social, me consumió. Cuando con los recortes se volvió más difícil hacer mi trabajo como debía, tenía mucho estrés y necesitaba una vía de escape. Me apunté a unas clases de fotografía por la noche y los fines de semana en la universidad, clases que ya no existen debido a los recortes. Allí descubrí lo mucho que me gustaba la fotografía. Entonces fue cuando decidí que necesitaba un cambio, dejé mi puesto de trabajo y me lancé a llevar un centro de ayuda para jóvenes mientras me sacaba la carrera de fotografía. Mi objetivo en la vida sigue siendo el mismo: exponer y desafiar esas barreras que son un lastre para las personas, deshacerme de sistemas que asocian valor y mérito a unas personas y no a otras, encontrar algo que apreciar en formas de vida y decisiones diferentes, así como sacar a la luz voces silenciadas y contribuciones olvidadas. Esto lo quiero hacer a través de narraciones, de algo que me permita usar mi propia voz más abiertamente, que pueda utilizar mi intelecto, pero también mis emociones.

 

Helen Cammock en la Academia americana de Roma. 

 
También produces literatura y poesía, ¿cómo definirías tu estilo como autora y cómo crees que dialoga ésta con tus otras facetas artísticas?

No leía cuando era niña. Mi madre siempre intentaba motivarme sin mucho éxito. Sin embargo, mi hermana era una ávida lectora. Ella leía muchas historias y luego me las contaba. Leía a través de ella. Creo que fue la desesperación la que condujo a mi madre a presentarme a los poetas de Liverpool. La poesía tenía lógica para mí. No había tantas palabras en las páginas, si no unas pocas, sin embargo había tanto contenido, tanto escondido entre líneas. La poesía me inició en la lectura. Después vino la escritura. Lo hago porque quiero y lo necesito. Escribía canciones y poesía cuando era adolescente y canciones de los veinte a los treinta. Ahora escribo en el formato que me apetece: poesía, prosa, canciones… No me siento atada por reglas o formación. Me encantan las palabras y las uso de la forma que me nace. Es muy distinta a la forma en la que manejo mi cámara o los procesos de revelado en los que la técnica es importante. Escribo y evidentemente corrijo lo que escribo, pero hay una libertad que me permito escribiendo que tal vez también me permito en espectáculos. Son las dos áreas en las que no he tenido formación  y eso me permite sentirme libre.